viernes, 25 de abril de 2014

Capítulo 27.

Cinco días después de la muerte de mi amiga, aún seguían las especulaciones de su supuesto suicidio. Había escuchado de todo, desde que si estaba loca, que tenía problemas con la bebida y las drogas, que sus padres se habían divorciado y por eso había decidido acabar con su vida hasta que su novio la había dejado por otra chica más guapa.
Cada vez que escuchaba a algún imbécil decir algo sobre ella, me hervía la sangre. De no haber sido por Cinthya o Tiffany, le habría partido la boca a más de uno. Pero la gota que colmó el vaso fue el martes por la tarde, en la biblioteca.
Tiffany, Cyn y yo nos encontrábamos en una de las mesas más alejadas, estudiando para el examen global de filosofía. Mi compañera de cuarto tuvo que dejarnos los apuntes del primer trimestre a Cyn y a mí, ya que ninguna de las dos habíamos estado.
-No entiendo a esta mujer -me quejé, soltando los apuntes sobre la mesa y recostándome en mi silla- se pasa el día hablando de su vida privada y luego nos mete estos tochos entre pecho y espalda. No es que me disguste estudiar filosofía, me gusta, pero todo tiene un límite...
Ninguna de las dos me hizo caso, solo Cyn, que me miró de reojo con una sonrisa que claramente decía ¨si estudiaras más de lo que te quejas, sacarías más nota¨.  Desde la muerte de Mía no nos habíamos separado la una de la otra, eramos un apoyo mutuo. Tiffany venía con nosotras la mayoría de las veces; aún seguía enfada con Spencer por algo que le dijo y su séquito le había hecho el vacío. Pero me alegraba de ello, Tíffany era demasiado buena como para ir con aquellas arpías de un lado para otro. Y cuando digo que Cyn y yo no nos separábamos, lo digo literalmente. Mi amiga se había trasladado a mi habitación a vivir. Iba a la suya de vez en cuando para asearse, coger la ropa y poco más. La entendía, yo tampoco habría podido dormir allí de nuevo sabiendo que mi compañera de cuarto, una amiga de la infancia, ya nunca más entraría allí. A si que hicimos un colchón improvisado en el suelo y las tres dormíamos juntas.
-¿Sabes qué es lo que no entiendo yo? -dijo una voz de pito a mi espalda. Esa voz era conocible a más de mil kilómetros a la redonda.
Con cara de pocos amigos, giré en mi asiento para poder quedar de frente a Spencer y a su séquito de barbies teñidas. Me miraba desde lo alto de unos tacones negros brillantes, algo feos y pasados de moda.
-¿Conjuntar la ropa? -sonreí con malicia.
-No, cómo es posible que alguien llegue a suicidarse.
Noté el bote de Cinthya en su asiento y la exclamación de asombro de Tiffany, pero nada fue comparado con la sensación que me recorrió todo el cuerpo. Había escuchado miles de especulaciones acerca de la muerte de Mía, pero todos bajaban el volumen  cuando alguno de nosotros pasábamos por su lado. Era irritante, sí, pero nada comparado con lo que aquella arpía se había atrevido a hacer.
De un empujón, me levanté tirando la silla a un lado y me lancé contra ella, cayendo ambas al suelo.
-¡Zorra! -grité, mientras le tiraba de las extensiones.
De un momento a otro la chica había pasado de una sonrisa de suficiencia a estar pataleando debajo de mí mientras pedía auxilio. Me sentía orgullosa de haber conseguido que se tragara sus palabras, aunque luego vendría una castigo.
-¡Alex! -Cinthya me agarró por la cintura y tiró de mí hacia atrás, hasta que quedé de pie a su lado, con la respiración entre cortada.
Me dolía una zona bajo el labio inferior, donde Spencer me había clavado sus uñas de arpía, pero nada podía compararse a la satisfacción que sentía.
-¡Eres una bruta! -chilló Spencer medio llorando, mientras se alisaba el pelo.
Todos los alumnos que estaban en la biblioteca, se habían levantado de sus asientos y habían hecho un corro entorno a nosotras. Algunos miraban felices al contemplar una pelea de chicas mientras que otros vociferaban o se marchaban decepcionados al ver que todo había quedado en un tirón de pelos.
-¿Yo? -pregunté con ironía, señalándome a mí misma.- Y lo dice la que se atreve a venir a preguntarnos cómo nuestra amiga fue capaz de suicidarse...
-No me extraña que lo hiciera, teniendo amigas como tú.
*Yo la mato* Esta vez ni tirón de pelos ni arañazos, esta vez fui directa a donde dolía. Apreté el puño con fuerza y lo lancé a su cara. Sus amigas se quedaron atónitas con la boca en forma de O mientras que la otra caía redonda al suelo. Por suerte para ella no le había pegado con todas mis fuerzas, de haberlo hecho probablemente habría acabado con más de un hueso roto.
-¿¡Qué está pasando aquí!?
Charity, la bibliotecaria a la que había ayudado a colocar los libros una semana antes apareció exhausta junto con Carter y Andrea, la mujer que nos trajo en coche desde el hotel donde pasamos la primera noche. Los tres tuvieron que abrirse paso a empujones ya que ninguno de los estudiantes quería perderse el espectáculo que estábamos dando.
-¡Oh Dios mío! -espetó Charity al ver a Spencer en el suelo.
Yo no podía apartar mi mirada de aquella zorra, porque no tenía otro nombre. Me iba a meter en un lío, este sería mi tercer castigo incluso podrían llegar a expulsarme, pero lo que había hecho aquella chica no tenía nombre.
Cyn me agarró por la muñeca y me apretó con fuerza para transmitirme tranquilidad, pero lo único que hizo -sin ser consciente de ello- fue lo contrario. Ajena a todo, levanté la cabeza y me encontré con los ojos de Carter fijos en mí. Su expresión no es que fuera muy amistosa que dijéramos. Sus ojos estaban algo entrecerrados y tenía la mandíbula apretada, tanto que los músculos de su cuello se le marcaron por dejado de la camiseta.
-¿Se puede saber en qué estaba pensando señorita Thomsom? -Andrea dio un paso hacia mí. Era alta, mucho más que yo y su porte musculado transmitía poder y seguridad. Su pelo repeinado hacia atrás, recogido en una coleta le estiraba la piel, dándole un aspecto aún más amenazante.
-¿Yo? Fue ella la que empezó -señalé con un dedo acusatorio a Spencer, a quien se la estaba llevando la bibliotecaria a la enfermería.
-¿De verdad? -Su ceja se levantó hasta llegar casi a la raíz del pelo. Algo espeluznante.- Por que a mí me parecía que ella era la que estaba sangrando y usted, en cambio no tiene ni un rasguño.
Llevé mi mano hasta la mejilla, donde había sentido dolor tan solo hacía un segundo; pero ya no había nada. Una de las ventajas de los Wrach es que cicatrizábamos con rapidez, pero en ese momento no me sirvió de ayuda.
-¡Pero es que dice la verdad! -intervino Tiffany con total indignación.- Spencer se burló de la muerte de su amiga, la cual, he de recordar que tan solo hace unos cuatro días que pasó.
-Pero ese no es motivo para iniciar una pelea -dijo Carter con los dientes apretados.
Desde que había llegado, ninguno de los dos había parado de mirar al otro. No sé si eso era bueno o malo, pero si de algo no me cabía duda era de que estaba enfadado y mucho. El sentimiento de culpa empezó a abrirse paso hasta mi pecho; no por haber pegado a Spencer, sino por la decepción que había en la mirada de mi profesor.
-¿¡A no!? -Cyn apretó mi muñeca con más fuerza.- ¿Ella se burla de la muerte de nuestra amiga y no pasa nada?
-Cyn... -susurré para intentar calmarla, pero no sirvió de nada.
-¡ESO NO ES JUSTO!
-Tampoco lo es que su amiga le parta la nariz a una alumna. -Dijo Andrea antes de volver a dirigirse a mí.- Acompáñenos.
-¿Qué? Pero...
-Cyn, está bien.
-No, Alex, no está bien.
-¡Cyn! -agarré su cabeza entre mis manos y la obligué a mirarme a los ojos. Un Wrach no podía practicar la coerción con otro, pero era un modo de transmitirle seguridad.- Está bien ¿vale? Luego te veo.
Seguí a Andra y a Carter por los pasillos del instituto bajo la atenta mirada de todos mis compañeros. No me daba vergüenza, total, no tenía ninguna relación con ellos y me parecían todos unos hipócritas sedientos de cotilleos, pero sí que me sentía dolida al recordar la mirada de mi profesor. En ningún momento se había dirigido a mí, simplemente me había mirado y con eso ya lo había dicho todo.
Cuando llegamos al despacho de la directora, todo estaba como siempre, salvo por el hecho de que Marco se encontraba allí, repatingado en uno de los sofás junto a la ventana leyendo una novela que tenía en las manos. Lo primero que me pregunté no fue qué me pasaría, sino qué hacía él allí y por qué se comportaba de una forma tan impropia de una guardián. Me dedicó una mirada divertida por encima del libro y acto seguido desvié la vista para centrarme en la directora que ya había empezado a despotricar.
-... lo que usted ha hecho es insólito y totalmente irresponsable para alguien de su edad. Pensé que merecía una oportunidad ya que lleva poco tiempo en este instituto y viene de otro continente; lo normal para un periodo de adaptación. Pero solo en un mes ha cometido más actos contra el reglamento que alumnos que están  aquí desde que llevaban pañales.
Una vena en su frente estaba tan hinchada que temía porque explotara de un momento a otro, incluso quizás si la tocaba lo haría. 
La ira mezclada con la rabia y la impotencia apareció de golpe y porrazo. Tuve que apretar los puños dentro de los bolsillos de mi chaqueta para evitar hacer con ella lo que había hecho hacía solo unos minutos con Spencer. La chica se iba a ir de rositas por su cara bonita mientras que yo me comería todo el marrón.
-Si bueno... la gente suele decírmelo muy amenudo, no es la primera que lo hace. -Me encogí con indiferencia.
-¿Y se siente orgullosa de ello? -preguntó con una ironía palpable.
-Cada uno somos como somos.
Ante aquella frase, la directora me miró con los ojos muy abiertos por la sorpresa y la vena de su frente se hinchó un poco más. Me sentía bien por haber provocado esa reacción en ella, pero eso solo empeoraría las cosas.
-Bueno y.. ¿mi castigo es?
-Es que usted no se entera ¿verdad? -dejó arrastrar las palabras para darle más énfasis a la frase. Tenía las uñas totalmente clavadas en la mesa de madera.- Esto supone una expulsión.
*¿Qué? ¿Expulsión?* Esta vez fui yo la que se quedó con los ojos como platos. El pecho me empezó a subir y a bajar con brusquedad debido al estar de nerviosismo que se había apoderado de mí. 
Cuando me lancé contra Spencer cavilé la posibilidad de que me castigaran, pero no de que me expulsaran. No podían expulsarme, si lo hacían la prueba final a la que todos los Wrach seleccionados estábamos obligados a enfrentarnos sería cancelada para mí y eso significaría que no tendría un futuro como guardiana.
-Hasta ahora la hemos intentado mantener a raya mediante castigos, pero esta es su tercera falta y ha sido una muy grave. Ha atacado a una compañera.
-Ella atacó primero -susurré cabizbaja aún con los puños apretados en los bolsillos.
-Usted no parece tener marcas -apuntó con desdén señalándome con la mano.
Claro que no tenía marcas porque ya se habían curado; ¿pero es que el simple hecho de que ella se hubiera metido con mi reciente amiga muerta, se pavoneara por el instituto como si fuera suyo y tratase a los demás como si fueran inferiores a ella, te humillara cada vez que podía... no era marca?
-Me reuniré con el claustro de profesores y debatiremos sobre qué hacer con usted, señorita Thomson -sentenció con un suspiro, masajeándose las sienes.
-¡No! -grité, poniéndome de pie y pegando un golpe en la mesa.- Que sepa que esto es totalmente injusto.
-¿Cómo dice? -preguntó en un grito ahogado con cara de horror ante mi reacción.
-Como oye. Sé que puedo ser la persona más insolente y maleducada del mundo, pero si algo sé que soy es justa y usted no lo está siendo conmigo. Para empezar, solo serían dos faltas dado que a la que usted se refiera con la primera no fue culpa mía, yo solo estaba tratando de separar a mis compañeros y recibí un golpe. La segunda solo fue una falta leve porque llegué dos míseros segundos tarde a clase y la tercera sí, puede que sea merecida pero no es motivo de expulsión. -La directora me contemplaba como si yo fuera el bicho más exótico y raro del mundo. No sabía por qué, pero podía notar la mirada de mi profesor de defensa clavada en mi nuca diciéndome  que parase de una vez, pero no lo haría. De todas formas ya se estaban planteando la expulsión; ¿qué podía perder? Cogí aire y proseguí.- Además, Spencer se burla, humilla y maltrata psicológicamente a la gente y ¿eso no es considerado falta? Porque perdone que le diga, duele más una humillación tras otra que un puñetazo en la cara, el cual se lo tenía bien merecido. Pero claro, ella tiene un trato distinto sólo porque su ¨papi¨ aporta dinero a esta escuela mientras que yo estoy aquí por beca. Eso señora -la señalé con énfasis- eso es un trato injusto.
Cuando terminé, solté todo el aire que había estado reteniendo en mis pulmones debido a la presión. Me incorporé y me dirigí hacia la puerta, pasando entre medias de Andrea y Carter, quien ni tan siquiera me miró.
Cogí el picaporte y ni siquiera esperé a que me diera permiso para irme. Me fui pegando un portazo.
Sabía que después de todo lo que había soltado por mi linda boquita, la expulsión estaba más que clara. ¿Que si tenía miedo? Mentiría si dijera que no, porque estaba acojonada, pero al menos había dicho lo que pensaba y había sido leal a mis principios.
Subí a mi cuarto lo más rápido que pude dando de lado a las miraditas que me echaba la gente cuando pasaba por su lado. Todo el mundo estaría al tanto ya de mi pelea con Spencer incluso los que no nos hubieran visto en la biblioteca, lo habrían hecho desde el móvil de algún estúpido que lo hubiera gravado.
Ni Cyn ni Tiffany estaban allí y me alegré de ello; no estaba preparada para decirles que posiblemente tendría que marcharme y dejar la academia; y mucho menos a Cyn. Ella acaba de perder una amiga y ahora perdería a otra.
Cogí el volumen de  ¨Historias sobrenaturales. El mundo oculto¨ y me marché de allí antes de tropezarme con alguna de las dos. No había avanzado mucho con la lectura, aunque lo poco que había leído tampoco es que fuera la mar de interesante. El loco que lo escribió estaba perdidamente enamorado de una chica, la cual yo sospechaba que se trataba de una Wrach, pero aún no lo tenía del todo claro.
Como todos los días, hacía demasiado frío fuera y más a aquellas horas, justo en el atardecer cuando el Sol dejaba entrever sus últimos rayos. No había salido mucho desde el día de la fiesta de Will, pero el poco tiempo que lo hacía siempre acaba en el mismo sitio; el claro donde murió Mía. Sé que puede parecer algo macabro, pero en realidad aquel sitio era un remanso de paz; como si una parte del alma de mi amiga se hubiera quedado allí para siempre, incrustada en alguno de los árboles que lo poblaban.
Me senté justo en el sitio donde la encontré agazapada y llena de sangre, pero como me dije a mí misma, no la recordaría así, sino con una sonrisa; siempre como ella era, alegre y vivaracha. De vez en cuando podía sentirla, como si estuviera allí conmigo. Podéis llamarme loca, pero era una sensación gratificante, el pensar que no la había perdido del todo.
¨He perdido la esperanza. Ha pasado más de un mes e Irina no ha dado señales de vida, era cierto, se ha marchado.
.
.
.
Hoy he recobrado la esperanza, sé que no debería sentirme alegre, pero me es imposible. 
Pasaban la media noche cuando iba caminando justo por el mismo callejón donde la vi, radiante y espléndida por primera vez; cuando oí unos gritos. Al principio pensé que se tratarían de un par de mendigos discutiendo por unas gotas de vino; pero entonces lo vi. Una llamarada de luz salió de detrás de una esquina. Esperanzado pensé que podría tratarse de ella, pero cuando llegué, mis ojos no daron crédito a lo que vieron.
Era ella, Irina, pero no mi Irina. Sujetaba a un hombre por el cuello y su rostro... oh su angelical rostro... estaba completamente desformado por unos incisivos atroces. Su boca estaba manchada de sangre junto con sus ropajes y los del caballero al que sostenía. Asustado intenté retroceder sin hacer ruido alguno, pero tropecé. Entonces fue cuando nuestros ojos conectaron. A pesar de que mi cerebro sabía que no era ella, mi corazón dio un vuelco como la primera vez que la vi.
-Marx -susurró ella sorprendida al verme.
-Irina...
De un momento a otro, el hombre al que ella sostenía se zafó de su mortal abrazo y la empujó contra la pared, con tal magnitud que calló inconsciente.
Ella está aquí, en mi casa, en mi cama, durmiendo plácidamente. Sé que no debería haberlo hecho, pero no podía dejarla allí. Necesito respuestas.¨




No hay comentarios:

Publicar un comentario