miércoles, 28 de mayo de 2014

Capítulo 38.

-Alex, no tengo ni idea de qué es lo que está pasando aquí, pero si algo tengo súmamente claro es que se está cociendo algo muy gordo.
Después de recoger todos los destrozos de la habitación e intentar colocar la puerta como mediánamente pudimos, llevé a Cinthya hasta el cenador para poder contarle lo sucedido lejos de todo el mundo.
Obviamente todo el instituto sabía que una alumna había estado a punto de saltar desde una altura de por lo menos treinta metros y cómo no, las especulaciones habían empezado ¡y todo en menos de una hora! Era increíble la capacidad tan irritante que tenían algunas personas para hacer correr los sumores; el principal era que estaba triste porque Diu le había puesto los cuernos y debido a que la había deshonrado había tomado la decisión de acabar con su vida. No sabía que aún siguiéramos en el siglo XVIII, pero al parecer, algunos se habían quedado estancados en aquella época.
-Y yo solo sé que estoy cansada de todo esto -dije con la mirada perdida en el bosque- y que hay que acabar con ello.
-¿Y qué sujieres?
-No lo sé. Pero podíamos empezar por averiguar qué tienen en común Mía y Tiffany a demás de tenernos a las dos como amigas. De lo que no me cabe duda es que todo esto es obra de un vampiro.
-¿Estás diciendo que uno de nosotros se dedica a torturar a la gente? -Preguntó escandalizada.- Estamos aquí para proteger, no para matar...
-Cinthya. -La miré muy seria.- Tú sabes que no todos opinamos igual. No todos los Wrach queremos luchar y salvar a los humanos, hay algunos que los aborrecen.
-Sí, pero simplemente se retiran...
-Sí y se unen a los hijos de la noche o ¿hace falta que te recuerde lo que pasó con Cler y su equipo?
-No, gracias -contestó apartando la mirada- lo recuerdo perfectamente.
Cler era una Wrach tres años mayor que nosotras que consiguió hacerse con un número de seguidores en contra del Consejo e intentar dar, lo que los humanos llamarían, un golpe de estado para hacerse con el poder y acabar con el sistema que teníamos. Decía que los humanos eran escoria y que pertenecían a una clase inferior que debía adorarnos por el simple hecho de ser lo que eramos.
-¿Piensas que podría estar pasando lo mismo?
-No lo sé Cyn -negué, cubriéndome la cara con las manos- no sé lo que pensar. Creo que deberíamos dar parte al Consejo y que ellos mismos se encarguen.
-Esto deberían saberlo los demás. -Se levantó del suelo y se encaminó hacia el exterior.- Voy a avisarles, haremos una reunión esta noche. Tú ves a ver a Tiffany ¿si? dale un abrazo de mi parte.
-De acuerdo.
Le había prometido que iría a verla y echando cuentas, ya habría pasado el interrogatorio y sería una buena hora para hacerle compañía. Tenía miedo, no quería dejarla sola y si hacía falta que me pegara a ella las veinticuatro horas del día, lo haría.
Me resultaba extraño que no me hubieran llamado a mí también ya que normalmente siempre me echaban la culpa de todo o al menos que no se hubieran preguntado de dónde había sacado esa fuerza para hacer la puerta añicos si ni tan siquiera Carter, que se suponía que era el mejor de su generación y de muchas más superiores, había sido capaz de hacerlo. Quizás, simplemente entre todo el jaleo tuvieran mejores cosas que preguntarse que aquello.
-No sé cómo me las apaño pero siempre estoy metida en todo -resoplé.
La poca gente que había por el patio se giraba a mi paso como si en vez de una cabeza tuvieran una peonza o estuvieran poseídos por el diablo en plan  niña del exorcista. Me era indiferente, si algo había aprendido en los dos meses que ya llevaba allí era a pasar por completo de esos hipócritas, aunque siempre había alguien que tenía un máster en tocar la fibra y desde luego la ganadora de allí era Spencer.
Estaba sentada en las escaleras junto con un grupo de chicas. Susurraban algo que claramente para mí carecía de sentido, pero a medida que iba acercándome a donde ellas estaban, el volumen de sus voces aumentaba hasta el punto de poner el grito en el cielo solo por llamar mi atención.
-Es esa chica, desde que ha venido la ha corrompido, como ha hecho con todo -dijo Spencer con su voz chillona.
Desde que recibió mi gancho, la voz se le había vuelto un poco más grave, pero eso solo hacía que me entraran aún más ganas de reírme de ella.
-Pobre Tiffany, con lo buena persona que es... -insistió otra chica.
Me hervía la sangre. No solo por el hecho de que me estuvieran echando las culpas de algo que claramente no había hecho, sino  por que estaban hablando del tema como si tal cosa, como si no les importara lo más mínimo.
Tuve que clavarme las uñas en las palmas de mis manos para controlarme. Deseaba prender fuego a todo lo que tuviera delante.
-¡Eh, Alex! -me llamó Spencer.- ¿Puedes venir?
Pensé en pasar, sabía que era una trampa, pero no le daría el gusto de ganar. Me giré hacia ella con mi mejor sonrisa.
-¿Sí?
-Es que las chicas me están preguntando por Tiffany -un revuelo de risas por lo bajo se levantó en el corro- ¿sabes cómo está?
-No, iba a verla.
-Ya... es que me he enterado de lo que ha pasado. Pobre...
-Sí. ¿Quieres algo más o... -les di la espalda dispuesta a irme, pero me agarró de la muñeca.
-Espera.
-Mira Spencer, no tengo toda la mañana, ¿podrías ser rápida?
-Por supuesto. -Ahí estaba su sonrisa diabólica que avecinaba una tormenta.- ¿Cómo lo has hecho?
-¿El qué? -pregunté con voz cansina.
-Convencerla de que se tire. A ver, sé que estaba mal por lo de Diu, pero hacer que se suicide solo para que tu amiga... ¿cómo se llama? ¿Cinthya? se quede con él es muy mezquino hasta para ti.
Literalmente los ojos estuvieron apunto de salírseme de las órbitas. ¿Cómo se atrevía a decir que yo había hecho tal cosa? Tiffany era mi amiga tanto como lo era Cinthya, quizás la conociera desde hacía menos tiempo, pero ni la peor persona en su sano juicio se inventaría algo semejante.
Satisfecha con mi reacción, todas se empezaron a reír a carcajadas. Tenía ganas de pegarles en esas caras de Barbies y romperles todos los huesos de sus cuerpos esqueléticos y artificiales. Pero había hecho una promesa. Me estaba conteniendo demasiado.
-Ups, perdona. Se me escapó -sonrió con malicia.- Solo quería decirte que te alejes de ella. Ya no es la misma desde que estás aquí. Ha cambiado.
-¿Lo dices porque ya no te hace caso? -contraataqué cruzándome de brazos.
-No, no es...
-Perdónala o mi excelentísima señora por tener cerebro con neuronas en lugar de silicona. ¿Sabes?, algunos nacemos con neuronas.
*¡Zash! Jódete zorra*.
No me aplaudí en ese momento porque sería demasiado y me daba algo de pena después de ver la cara atrofiada que se le había quedado tras decirle aquello. Eso era mucho mejor que un bol de palomitas, ¡no! ¡que la mejor sangre del mundo!
Estaba dispuesta a contraatacar y seguir con aquella estúpida discusión, esa chica no se daba por vencida tan fácilmente, pero solo le dio tiempo a expulsar un hilito de aire antes de que Will interviniera.
-Spencer, ¿no tienes que ir a meterte los dedos hasta el esófago o algo por el estilo? Deja de llamar la atención y cómprate una vida.
Will pasó su brazo por encima de mi hombro y me sacó de allí en dirección al bosque. Nos detuvimos junto a los primeros pinos que lo poblaban.
-¿Me puedes explicar que ha sido eso? -pregunté sin saber si estaba enfadada o sorprendida.
-¿El qué?
-Eso -indiqué con la cabeza hacia Spencer.
-Simplemente te he defendido -se encogió de hombros- ¿hay algo de malo en eso?
-No... no es solo que.. es tu hermana.
-Hermanastra, permíteme que te corrija y ni siquiera eso -rió con ironía- es la hija del cabrón que se tira a mi madre.
Nunca pensé que llegaría a escuchar eso de nadie y menos de Will. Había tenido un par de semanas malas pero no sospechaba que tanto.
-En fin, no te he traído aquí para eso -sonrió de lado.
-¿A no? ¿Y para qué me has traído?
-Quería hacerte una pregunta.
Avanzó hacia mí  hasta quedar apoyado en un tronco con un brazo mientras que yo lo miraba desde abajo. El chico malo había vuelto.
Me gustase el lado seductor del Will, de hecho me atraía bastante, pero después de haberlo visto en sus momentos más sinceros era un poco extraño y a la vez gracioso verlo de nuevo en ese papel.
-Dispara vaquero -me reí, simulando que disparaba con una mano.
-¿Quieres venir al baile conmigo?
-No -contesté sin tan siquiera pensármelo.
Will no estaba acostumbrado a los rechazos y mucho menos tan de seguido y provenientes de la misma chica, ya que también le había dicho no a ser su novia, pero no podía hacer nada más.
-¿No?
-No, lo siento Will es que... Cyn, Tiffany y yo iremos juntas, eso es todo.
-¿Alex?
-¿Qué?
-Mientes fatal ¿lo sabías?
-N-no es una mentira.
No estaba de humor para que me viniera con sus tonterías de niño pequeño. Sí, nos habíamos enrollado dos veces, pero ya está, eso era todo y no por eso tenía derecho a decir que estaba mintiendo.
En cuanto nos enteramos de lo del baile de disfraces, Cinthya fue la primera en sugerir que fuéramos las tres juntas. Sería una noche de chicas y además, nos serviría para recuperar los ánimos.
-¿Segura? -se acercó un poco más a mí, hasta el punto de que sus labios rozaron el lóbulo de mi oreja.- No te creo.
Un escalofrío me recorrió toda la columna vertebral. No uno bueno como cuando ocurre algo que te gusta, si no uno de esos que te dan  mal presagio.
Puse una mano en su pecho y me lo quité de encima con un empujón.
-Mira Will, no te estoy mintiendo, es verdad. ¿Que quieres creerme? vale; ¿que decides que no? vale, pero creo que fui muy clara cuando te dije que entre tu y yo no habría nada más. A si es que si me disculpas tengo que irme.
Lo aparté de un empujón y me marché antes de que le diera tiempo a contestar con alguna barbaridad.
Antes, al pensar en Will me volvía como una niña tonta a la que le acaban de regalar un poni de colorines, pero ahora sin embargo me repelía. No sabía cuál era el motivo, pero tenía la sensación de que había hecho bien en decirle que no.
Estaba a mitad de camino de la enfermería, cuando un borrón negro pasó ante mí tirando de mi brazo en dirección al bosque. Quise soltarme, pero me apretaba con fuerza, a si es que hice lo que sabía hacer. Aumenté la temperatura de mi cuerpo hasta el punto de abrasar. La mano me soltó con un quejido y ambos salimos rodando por el suelo.
Me incorporé en un abrir y cerrar de ojos. Estaba en lo profundo del bosque, donde los árboles estaban más juntos y la hierva era mucho más espesa. La persona que había arremetido contra mí, estaba tumbada de espaldas en el suelo, riéndose a carcajadas.
Enfadada, me acerqué a él y le pequé un puntapié en la espinilla.
-¡Eres un imbécil! ¿¡SABES EL SUSTO QUE ME HAS DADO!?
Las carcajadas le impidieron hablar con claridad pero pude entender algo parecido a un ¨que buena ha sido tu cara¨. Tenía ganas de coger a Tom por el cuello y retorcérselo hasta que los ojos se le hincharan como los muñecos esos que vendían en los bazares chinos.
-¡Tom! -grité, aún más cabreada.
-Está bien, está bien -se levantó haciendo un esfuerzo por aguantar la risa- ya paro.
-¿Se puede saber qué pretendías? ¿Que me diera un infarto o algo por el estilo?
Con todos los ataques, poderes misteriosos, mentiras, peligros y el hecho de que uno de mis amigos podía estar conspirando contra mi vida, en concreto él, estaba algo paranoica últimamente y quizás eso me llevaba a estar de un humor de perros.
-Tranquila, solo era una broma.- Se había dado cuenta de que no me había hecho ni pizca de gracia su ¨bromita¨.- Cinthya nos ha dicho que hay reunión y me ha pedido que te buscara.
-Lo sé, yo estaba con ella cuando lo ha pensado. Pero ese no es motivo para hacer lo que has hecho.
-Vale, vale... tienes razón. Lo siento.
Suspiré con frustración y me puse a dar vueltas con las manos entre el pelo. Me había asustado, pero asustado de verdad. El pulso de mi corazón estaba tan acelerado que no me extrañaría que de un momento me diera una parada.
-¿Estás bien, Alex?
-Sí, estoy bien -asentí, poniendo mi mejor sonrisa- solo me has asustado.
-No me refería solo a eso, si no a...
Yo sabía perfectamente a lo que se refería; pero ¿qué podría decirle? ¿que estaba hecha un desastre por dentro? ¿que me estaba volviendo loca? ¿que todo había sido por mi culpa? ¿que ya ni tan siquiera sabía qué era real? Me había planteado muchas veces la posibilidad de que todo fuera un sueño y que aún me encontraba en mi cama en Amsterdam, lista para ir a la graduación y que me asignaran un destino totalmente distinto a este. Que Mía seguía viva; que no tenía nuevos poderes, que no había nadie trabando mi muerte; que no estaba colada por mi profesor...
-Sé a lo que te referías Tom, de verdad; estoy bien. ¿Nos vamos?
-Sí -sonrió.
Corrimos los dos juntos, como hacíamos antes cuando aún había algo entre nosotros. No podía pagar toda mi frustración con él, no tenía culpa y por mucho que la vocecita de mi cabeza me dijera a gritos que podía ser la persona que estaba llevando acabo todo, yo sabía desde mi interior que no era así. Tom me quería, ya fuera como amiga o como algo más, pero él nunca me haría daño, no al menos de manera intencionada.
Para cuando llegamos, no todos estaban allí; faltaban Yum, Martin, Jo y la más ¨importante¨; Daniela.
Ella era la jefa, por decirlo de alguna manera, a si es que sin ella no podíamos empezar nada ni hacer nada. Daniela era la que daba las ordenes, decía cuándo había que hacer una asamblea, organizaba las guardias y los grupos... no me gustaba estar bajo sus ordenes, pero la verdad es que no había nadie tan cualificado para ese trabajo como ella y por mucho que no la soportara, sabía reconocer sus méritos.
-¿Has ido a ver a Tiff? -Cinthya se acercó hasta mí y ambas nos sentamos en el suelo, bajo un árbol.
-Que va -negué con la cabeza.- Me he encontrado con Spencer y la muy zorra me ha dicho que ¿cómo había logrado para convencer a Tiffany de que se suicidara? -la imité, tapándome la nariz para así simular su voz.
-Sabes que lo hace solo para fastidiarte.
-Lo sé, pero es que lo consigue y sabes demás cómo soy yo.
-¿Impulsiva, prepotente, contestona...?
-¿Vale ya no? -me reí, dándole un empujón.
-Ven aquí anda. -Tiró de mí hacia ella y me abrazó.
Cinthya era de esas personas amables que te apoyaban en todo. Tenía su carácter y su mal humor, como todo el mundo, pero no podía estar enfadada conmigo o al menos eso decía ella. Cuando éramos pequeñas siempre nos peleábamos porque las dos queríamos  la misma muñeca y al final, siempre acababa dando su brazo a torcer y me la cedía a mí; entonces yo me sentía culpable y se la daba a ella y eso solo nos llevaba a otra discusión. Acabábamos por no jugar a nada y al cabo de la media hora volvíamos a estar riéndonos. Sin ninguna duda, Cinthya era la mejor amiga que alguien podría tener.
-Will me ha pedido que le acompañe al baile -susurré junto a su hombro.- Le he dicho que no, que iríamos las tres juntas.
-Oye Alex si... si quieres ir con él no pasa nada.
-¿Qué? -ahogué un grito, apartándome de ella fingiendo estar ofendida.- ¿Y dejar de lado la noche que nos espera a nosotras? ¡Por favor!
-Vale, vale, está bien -rió.- Pero lo digo en serio, Alex, si quieres ir con él no pasa nada. Lo entiendo y estoy segura de que Tiffany también lo hará. Parece que le gustas mucho a ese chico.
-Y yo también lo digo en serio. No os voy a dejar solas, sois mis amigas y me apetece pasar la noche con vosotras; suponiendo que a Tiffany le apetezca ir al baile o que la dejen ir claro, pero aún así... yo voy con vosotras. Y con respecto a Will...
Callé, no sabía cómo terminar esa frase. Will era Will, no había más explicación. Simplemente se había encaprichado conmigo. Yo era una presa difícil de conquistar y le atraía ese royo; solo eso.
-¿Qué pasa con Will?
-Que no quiero ir al baile con él. Solo eso -sonreí distraída.
En realidad me atraía la idea de ir con mis amigas y disfrutar de la noche. Relajarnos, bailar y a pesar de que no habría ni una mísera de alcohol, pasarlo bien hasta reventar y quedar saciadas de tanto reír, pero sí que me gustaría ir al baile con alguien. Tener ese baile de película en el que el chico le pide salir a la chica y bailan juntos hasta la última canción para después darse un beso; el problema era que mi chico ya no era precisamente un chico y que lo nuestro nunca podría ser.
El resto de personas llegaron y por fin dio comienzo la sesión con los puntos del día. Estuvieron hablando de varias cosas sin sentido a las cuales no presté mucha atención; por lo general no me solía interesar las estupideces que decía Daniela, pero llegó a un punto en el que llamó mi atención y la cosa empezó a ponerse interesante.
-¿Alex? -se dirigió a mí, con más amabilidad de la habitual, ya que nunca me la mostraba.- ¿Quieres decirnos lo que ha ocurrido?
Se refería al intento de suicidio de Tiffany. Les narré todo punto por punto sin saltarme ni una sola coma metafórica; desde que el chico llegó corriendo al gimnasio para avisar a Carter hasta que se la llevaron de la habitación.
-¿Coerción dices? -preguntó Jo.
-Sí, -asentí. Estaba algo nerviosa, tanto por lo que estaba contando como por el hecho de que me encontraba en medio del círculo y me sentía observada. No me gustaba esa sensación.- En la habitación había claros signos de lucha. Cristales rotos, una lampara estallada, ropa tirada por el suelo... a demás, la puerta estaba cerrada por dentro a si es que quien quiera que haya sido ha tenido que salir por la ventana y...
-... eso es imposible que lo haga un humano -terminó la frase Daniela por mí.
La miré con sorpresa. Era muy inusual que no se pusiera a la defensiva y dijera cosas sin sentido en mi contra o me tachara de mentirosa. Desde luego, estaba siendo un día de sorpresas.
-Aquí hay algo que estamos haciendo mal, de eso no cabe duda.
Todo el mundo permanecimos en silencio con nuestros ojos puestos sobre Daniela. Tenía la extraña sensación de que todos los allí presentes estaban algo sorprendidos por su forma de tratarme. En un principio había empezado a contar los segundos que tardaría antes de pegarme una voz más alta que otra, pero al perder la cuenta desistí, aunque no perdía la esperanza de que lo hiciera.
-Primero Mía, ahora Tiffany .... -intervino Tom- tenemos que hacer algo, se nos está yendo de las manos Daniela.
-Lo sé Tom; lo sé, pero aún busco algo que ambas tengas en común.
-Yo -dije con vehemencia. Estaba claro ¿no? lo único que las dos tenían en común era yo; eran mis amigas y alguien se había propuesto hacerme sufrir hasta que perdiera la cabeza. Con Mía tuve la desgracia de que no estuve atenta y murió, pero con Tiffany le había salido el tiro por la culata. ¿Por qué yo? Pues no lo sabía.- Seamos sinceros, lo que tienen en común soy yo -me señalé a mí misma.
-¿A qué te refieres con eso? -Daniela me miró con el ceño fruncido.
-A que alguien se ha propuesto joderme la vida. Sé que puede parecer muy egocéntrico, pero pensarlo... ellas apenas se conocían de nada.
-¿Y qué sugieres que hagamos? ¿Aislarte del resto del mundo? -preguntó con ironía.
-Sea quien sea la persona que está haciendo esto, viene a por mí y eso significa que viene a hacerme daño. No pienso separarme de Tiffany en las veinticuatro horas del día y si eso implica tener que llevármela a la guardia lo haré.
-¿Estás pensando en decirle lo que somos? -medio gritó Yum.
-A partir de ahora Alex queda fuera de las guardias y se dedicará a la protección interna de los alumnos -los ojos se me salieron de las órbitas. ¿Daniela me estaba apoyando? -Christian hará la guardia con Tom y a partir de ahora las guardias nocturnas serán de dos horas. Esto es todo, no tengo nada más que decir. Podéis iros.
Todos  pasaron por mi lado mientras que yo me quedé inmóvil donde estaba, sin se capaz tan siquiera de mover un solo músculo. Daniela, que estaba frente a mí, no me quitaba los ojos de encima. Algo estaba ocurriendo y me picaba la curiosidad. Nunca antes había sido amable conmigo; ¿por qué ahora sí?
-¿Por qué no me has gritado o me has llamado mentirosa? -di voz a mis pensamientos.
Daniela sonrió sin sonreír. Fue una expresión extraña, como si quisiera hacerlo pero a la vez le diera miedo expresar sus sentimientos. Se tomó su tiempo en responder, pero al final lo hizo:
-Sé que no te caigo bien -su sonrisa se hizo más ancha- tú tampoco eres de mi agrado, pero esta vez no tengo más remedio que darte la razón. Ya ha muerto una compañera nuestra, no voy a dejar que muera nadie más por nuestras discusiones.
-¿Esto es una tregua? -inquirí, con una ceja levantada.
-Podría decirse que sí.
-Bien.
No estaba dispuesta a reconocerle nada, no después de los tratos que había recibido por su parte, pero estaba de acuerdo con su opinión. Nuestras peleas solo interferían negativamente en nuestro trabajo y eso hacía que personas inocentes sufrieran sin motivo aparente y yo, no estaba dispuesta a ello.
Cinthya me esperaba junto a uno de los árboles más alejados del claro en dirección a la academia. Aún no habíamos visto a Tiffany y ambas nos moríamos de ganas por achucharla y saber cómo se encontraba. Me sentía culpable después, de todo, ella había estado a punto de morir solo porque un o una psicópata estaba intentando joderme la vida.
Cuando llegamos a a enfermería, la enfermera, una mujer regordeta y rechoncha que me atendió la primera vez que estuve allí, nos acompañó amablemente hasta la habitación donde habían hospitalizado a Tiffany. La mujer nos había dicho que probablemente estaría dormida. Le habían suministrado calmantes y curado las heridas de las manos, a demás de que necesitaba reposo por lo que no podríamos permanecer mucho tiempo junto a ella.
-Es aquí chicas -nos indicó la mujer con una sonrisa.- Por favor, no la alteréis mucho, ha sufrido una crisis de ansiedad. Pobre niña. Si necesitáis algo estaré en la recepción.
-Gracias -sonrió Cinthya.
Intenté asomarme por la ventana, pero las cortinas estaban echadas por lo que no pude ver nada. Cinthya abrió la puerta y las dos entramos en la habitación.
A diferencia de las que yo había estado, esta solo tenía una cama. Era una habitación individual con una mesa auxiliar y un escritorio con una silla rotatoria. Parecía ser una de esas habitaciones hechas para estancias largas. Al pensarlo no pude evitar ponerme nerviosa. ¿Por qué la había llevado allí en lugar de a una normal? ¿Eso significaba que permanecería más tiempo del que pensaba?
-Este lugar me da escalofríos -tiritó Cinthya.
-No eres a la única.
Tiffany estaba tumbada en la cama de espalda a nosotras. Su pelo anaranjado hacía un contraste muy llamativo con el blanco impoluto de la habitación. Era lo único que le daba vida.
-¿Tiff? -la llamé- ¿estás despierta?
Ni una palabra. Quizás me hubiera tragado que estaba dormida de no haber sido porque su corazón empezó a latir como un caballo desbocado en su pecho; como si nuestra presencia allí la hubiera puesto nerviosa. Volví a llamarla, pero siguió sin decir una palabra ni un minúsculo movimiento. Miré a Cinthya en busca de alguna respuesta, pero ella tenía la mirada perdida en el cuerpo de mi otra amiga.
-Tiffany, sabemos que estás despierta -empezó a decir Cyn-, si no quieres hablar o quieres descansar lo entendemos. Mañana vendremos a visitarte. Descansa.
Volví a mirarla, solo que esta vez con incredulidad. ¿Ya está? ¿Así, sin más? Puede que tuviera razón y que necesitara descansar, pero nosotras también estábamos exhaustas después de todo. También merecíamos una explicación.
Al ver que no me movía, Cinthya me agarró del antebrazo y tiró de mí para salir de allí.
-¿Alex?
Nos paramos frente a la puerta de un golpe. La voz de Tiffany sonaba tan débil y tan lejana... como si le faltara algo, como si no estuviera bien... como si no fuera ella.
-¿Sí? -respondí en un susurro.
-¿Qué eres?












Capítulo 37.

Desde que la directora anunció la fecha para el baile de invierno, no se hablaba de otra cosa. Pasara por donde pasara todo el mundo hablaba sobre el disfraz que se iba a poner, el que había encargado, cómo se maquillaría incluso hablaban de introducir alcohol en petacas para verterlo en el ponche en plan vandalismo de instituto de película.
El martes por la tarde, después de las clases nos reunieron a todos en el salón de actos para explicarnos más o menos cómo tendría lugar el acontecimiento. El baile sería el primer viernes de Marzo, tras los exámenes de mediados de trimestre. Los alumnos de primero se encargarían de la decoración mientras que los de segundo tendríamos que hacernos cargo de crear ¨huecos¨en las agendas de nuestros padres para que pudieran venir y pujar por nosotros y así recaudar dinero para la excursión de fin de curso. Habría puestos y casetas repartidos por el gimnasio donde habría juegos como disparar con una pistola de agua a unos patos de cartón, intentar encestar pelotas de baloncesto en unos aros en los que claramente se veía que no entraban, intentar meter unos aros a través de una botella... y mi favorito, tirar tartas de nata a la cara de los profesores. No me llamaba mucho la atención el hecho de que se celebrara un baile, los bailes de institutos, a pesar de que nunca antes había estado en ninguno, no me llamaban la atención, pero daría lo que fuera por tirarle una tarta de nata a mi profesora de biología.
Mis padres, obviamente, no podrían venir al baile, pero ya me había encargado de decirles lo de la excursión de fin de curso y como estaba en la prueba final y tenía que proteger a los alumnos de Richarford, no pusieron ninguna pega. A si es que ¡nos íbamos de fin de curso! La fecha no estaba puesta, aún, pero ya estaba emocionada por ir a la playa una semana.
-¿De qué te vas a disfrazar?
Jo y yo íbamos a nuestra clase habitual de defensa de la semana. No hablaba con  Carter desde el incidente en el cuarto de baño, digo incidente porque después de liar la que lié con Diu, no era una venganza, sino un incidente; y estaba realmente nerviosa y de eso hacía ya casi una semana. Nuestros encuentros se limitaban solo a miraditas de soslayo o como mucho a un saludo, pero siempre si ninguna palabra de por medio.
Aún recordaba la sensación de nuestros pulsos coordinados latiendo uno al compás del otro, mis manos entre su pelo y las suyas acariciando mi espalda...
-¿Alex? -Jo me miró con cara larga y una sonrisa de diversión en sus ojos.
-¿Q-qué? -Sacudí varias veces la cabeza para despejarme. No podía seguir pensando en él de esa forma, tenía que sacármelo de la cabeza.
-Te he preguntado que de qué te vas a disfrazar en el baile y te has puesto como un tomate. -Se rió a carcajadas.
Era cierto, me había puesto como un auténtico tomate al pensar en mi instructor. Tenía que acabar con eso de una vez.
-¿Llevas algo picantón y por eso te has puesto así?
-¡No seas imbécil! -me reí, dándole un empujón.- Aún no lo sé ¿y tú?
-Queda semana y media y ¿¡aún no lo sabes!? -Exhaló con fingida sorpresa, poniéndose una mano en la boca para dar más dramatismo a su expresión.- Me sorprendes Alex. Todas las  chicas lo saben ya menos tú. ¿Eres una chica, verdad?
-Mierda, me has pillado... en realidad... tengo pene.
-¡Lo sabía!
Ambos nos echamos a reír a carcajadas limpias. Desde que me desmallé en nuestro castigo limpiando el cenador, Jo se había vuelto un gran amigo para mí y al parecer yo también para él. No pasábamos mucho rato juntos, pero siempre que lo hacíamos no parábamos re reír y hacernos bromas el uno al otro, además, cuando me veía mal siempre era el primero en preguntar si me pasaba algo.
Íbamos a mitad de camino del gimnasio y ya llegábamos un minuto tarde. Carter era muy estricto con la puntualidad por lo que no había nadie por los alrededores, solo nosotros dos.
-Creo que recurriré al clásico de .... vampiro. -Levantó las manos, fingiendo que tenía garras en lugar de dedos y me bufó, con los colmillos al descubierto.
-Típico tópico -me burlé, rodando los ojos.
Cuando llegamos ya estaba pasando lista, pero por suerte, al habernos incorporado un trimestre más tarde, los nombres de los diez alumnos -ya nueve desde que murió Mía-, aparecían los últimos escritos a lápiz, por lo que no tuvimos ningún problema.
Cyn y Christian estaban apoyados en la pared con aire de indiferencia en la otra punta de la sala. Estas clases no estaban mal, pero no eran nada comparado con lo que nosotros habíamos hecho en los entrenamientos en nuestro antiguo instituto. Carter comparado con el instructor Agilar, era un playmovil de juguete.
-¡Ey! -Saludé con un gesto de la cabeza a la par que me ponía frente a Cinthya.- ¿Y Tiffany? ¿Está mejor?
-Holap. Qué va, sigue en la cama, me ha dicho que no se encontraba bien.
-Vaya... pobre.
La pobre de Tiffany tenía un resfriado de tres pares de narices. Llevaba en la cama mala desde el domingo por la mañana. Decía que sería mejor que Cinthya y yo nos marchásemos a la antigua habitación de Cinthya y Mía, pero pensar que dormiría en la misma cama donde había dormido mi amiga, ahora fallecida, me daba escalofríos; además, las enfermedades mundanas no nos afectaban a los Wrachs a si es que no teníamos ningún problema en permanecer con ella; así no se quedaría sola.
Aunque nos decía que se encontraba mejor con respecto a lo de Diu, después del arranque de ira que le dio el día que me salvó de que me cayera mata-vampiros encima, no me fiaba ni un pelo. Tan pronto estaba bien, como tan pronto estaba llorando.
-Bien chicos, poneos por parejas. -Nos ordenó Carter. El eco de su voz retumbaba por todo el gimnasio.- Hoy el calentamiento será un poco distinto.
Y tan distinto que fue. Normalmente solíamos empezar con un par de minutos corriendo al rededor del campus y luego hacíamos algunos estiramientos. Normalmente las clases no solían ser teóricas, pero de vez en cuando nos explicaba cómo había que hacer en caso de un ataque. Tanto él como yo misma sabíamos que en caso de que un Marwolaeth atacase a uno de los allí presentes, acabarían más secos que las hojas en el otoño.
Hacía ya unos días que estaba al tanto de la historia de los Avengers, de mi verdadero propósito en la vida y de por qué tenía un segundo poder. Todo era muy confuso y pensaba que si no me tranquilizaba, la cabeza me terminaría por estallar, por lo que trataba de olvidarme un poco de todo, aunque era verdaderamente imposible cada vez que pensaba que había alguien más como yo allí, solo que su poder era la ¨súper coerción¨. Los candidatos eran Tom, Daniela y Martin, pero ninguno de ellos mostraban signos de un comportamiento anormal conmigo. Martin me ignoraba como hacía desde el primer día. Tom seguía como siempre, aunque yo estaba algo osca con él. No es que creyera que fuera él, pero no dejaba de suponerme un esfuerzo no pensarlo y bueno; Daniela era Daniela. No había cambiado ni una pizca. Pero de ser ella lo sabría.
Estábamos a mitad de un ejercicio de equilibrio y coordinación, cuando un alumno de primero  -lo deduje por su estatura y porque todos los de segundo o al menos la mayoría nos encontrábamos en el gimnasio- entró como un huracán abriendo las puertas con tal intensidad que rebotaron contra la pared.
Todos nos quedamos mirándole con expectación mientras el chico atravesaba la sala de punta a punta hasta llegar al instructor.
-Profesor, le están buscando.- Alcancé a oír desde mi lugar. El chico tenía la voz entrecortada debido al esfuerzo de la carrera; a saber desde dónde venía corriendo.- Es una emergencia.
-¿Qué pasa? ¿Tan malo es que me interrumpen la clase?
*Carter y su sentido de la responsabilidad. Lo tiene tan desarrollado que parece un miembro más de su cuerpo.* No pude evitar pensar. Sentía curiosidad por saber qué era aquello tan urgente.
-Sí, por favor venga, es una alumna. Usted es el único guardián cercano con la suficiente fuerza como para abrir la puerta.
-¿Una puerta?
El chaval asintió repetidas veces y se olvidó de todo signo de respeto y de que estaba tratando con el Instructor Carter Rojas. Le agarró del brazo y tiró de él. A penas lo movió un palmo de su sitio, pero sirvió para que Carter entrara en acción y se marcharan los dos corriendo. Cuando llegó a la puerta paró.
-Sigan con los ejercicios.-Ordenó antes de marcharse.
Qué ingenuo era si se pensaba que íbamos a seguir machacándonos mientras él no estuviera.
Me quedé mirando a la puerta totalmente ausente y ajena a los demás. ¿Qué estaría pasando? ¿Tan grave era para que requirieran de los servicios de Carter en su horario de trabajo? Sin duda sí, esa respuesta era obvia. Sin pensármelo dos veces me encaminé hacia la puerta. Tenía que saber qué era lo que estaba pasando.
-¿A dónde vas? -Cinthya me agarró del brazo y tiró de mí para que me parara a medio camino.
-Tengo que saber qué es lo que está pasando.
-¿En serio? -Preguntó con ironía.- Seguro que será una chorrada. Algún alumno que se habrá quedado encerrado en el cuarto de baño.
-¿Y si no? ¿Y si es algo más gordo?
-¿Y? ¿Qué vas a hacer tú?
-¿Hace falta que te recuerde para qué estamos aquí? -Inquirí con más dureza de la que esperaba. Tiré con fuerza de mi brazo para liberarme de la mano de Cyn y salí corriendo.
-¡Espera! -Gritó tras de mí.- ¡Voy contigo!
Tenía un mal presentimiento.
No le hice caso y seguí mi camino; me había molestado la forma que había tenido de hablarme. Sí, quizás no pudiera hacer nada, pero nuestro deber allí era proteger a los alumnos y podía ser algo más grave de lo que ella había supuesto.
A lo lejos distinguí un par de puntos al rededor del edificio principal.A medida que iba avanzando escuché algunos murmullos pero aún me encontraba demasiado lejos como para saber bien lo que decían, aunque cuando llegué no entendían nada de lo que hablaban.
-Esa chica está loca.
-¿Pero quién podría hacer algo así?
-Cincuenta pavos a que no se tira. No tiene las agallas suficientes como para suicidarse.
¿Suicidarse? ¿De qué narices estaban hablando? Pregunté a un par de chicas, pero ninguna me hizo caso, simplemente me ignoraron; por lo que tuve que descubrirlo por mí misma.
Me abrí paso entre la multitud hasta llegar a una zona más despejada cerca de la pared. Todo el mundo estaba mirando hacia arriba y haciendo más especulaciones, por lo que seguí la dirección de sus cabezas.
*¡TIFFANY!* Intenté gritar, pero ni mi boca ni mis cuerdas bocales  respondieron.
Tiffany se encontraba en el alfeizar de la ventana de nuestra habitación con un pié medio fuera. Ahora entendía por qué había escuchado la palabra suicidio. ¡Se iba a tirar!
Por un momento dejé de ver, oír o sentir nada. Me encontraba en un estado de atontamiento que me llevó a la noche en la que Mía murió. La historia se repetía de nuevo, pero esta vez delante de todo el instituto y en vez de atravesarse con una estaca, saltaría desde veinte pisos de altura.
Quería moverme, quería salir corriendo de allí e ir a por ella; no podía dejar que saltara; ¡SE MATARÍA! pero mis piernas no me respondían. Se habían quedado clavadas en el suelo como dos troncos están atados a la Tierra.
Me empezó a entrar un ataque de ansiedad, de repente todo se volvió borroso y solo veía figuras moverse de un lado a otro con voces distorsionadas y lejanas. Imágenes de la muerte de Mía volvían a mi cerebro, tan reales que parecía que estuviera allí de nuevo. Veía cada herida, cada mechón de pelo arrancado, cada gota de sangre, escuchaba cada grito y cada lamentación; el sonido de su corazón al ser atravesado... *¡BASTA! Tienes que moverte e ir a por Tiffany. ¡No puedes dejar que pase lo mismo! ¡NO PUEDES DEJAR QUE MUERA!*
Como si alguien le hubiera dado a un botón para accionarme, volví al mundo real. Al mundo en el que mi compañera de habitación, mi amiga, estaba a punto de saltar al vacío.
Salí corriendo de allí como alma que leva al diablo. Me dio igual que hubiera humanos de por medio, si no corría con todas mis fuerzas, pareciendo una borrón de tinta a mi paso, probablemente para cuando llegase los sesos de Tiffany se encontrasen esparcidos por el césped del jardín trasero.
Con cada paso que daba sentía que estaba más cerca de salvarla, pero que si no me daba prisa, aquella carrera habría sido en vano. Tenía el corazón en un puño y respiraba tan rápido que ni tan siquiera le daba tiempo al aire de llegar a mis pulmones.
La directora, el profesor de química, la profesora de filosofía y Carter ya estaban allí, junto a la puerta de mi dormitorio. A mitad del pasillo ralenticé un poco el ritmo, pero no paré ni un segundo. En mi mente solo aparecían tres palabras: salvar-a-Tiffany.
-¿Qué hace aquí señorita? -ahogó un grito mi profesor de química.
Ni tan si quiera le hice caso, simplemente lo ignoré. Carter estaba dándose de bruces contra la puerta intentándola abrir. Su hombro chocaba contra la madera, pero no era suficiente fuerza. ¡No era suficiente!
Sin pensármelo dos veces lo aparté y le di una patada al manillar, cayendo así el picaporte al suelo y dejando la puerta entre abierta. Me lancé contra ella, rogando porque no fuera demasiado tarde.
Un chorro de aire me envistió con fuerza, haciendo que trastabillara al entrar y estuve a punto de caer al suelo. Todo era tan igual a la muerte de Mía, que me asustaba el hecho de que estuviera volviendo a vivirla.
-¡Tiffany! -grité con desesperación.
Ella, que estaba de espaldas a la habitación giró la cabeza para mirarnos a Carter ya  mí, pero su mirada se paralizó en la mía.
Tenía los ojos llorosos y estaba terriblemente asustada. Desde donde estaba podía ver cómo le temblaban las piernas y se agarraba con fuerza al borde de la ventana, como si estuviera intentando mantenerse firme e impedir el paso.
-Alex, por favor, haz que pare, ¡haz que pare! -rogó en un sollozo.
¿Que hiciera que parara el qué? ¿Qué tenía que hacer que parase? No entendía nada. ¿Qué podía hacer yo?
-Tiffany. ¿Qué tengo que parar?
-¡Tú solo haz que pare! -chilló.
Tenía los nudillos blancos de la fuerza que estaba haciendo sobre la piedra y cada vez temblaba con mayor intensidad. Al principio solo eran las piernas y los brazos, ahora era todo su cuerpo que se convulsionaba presa del pánico. No lo entendía; si quería saltar ¿por qué estaba tan aterrada? No fue hasta que no olí la sangre de sus dedos desgarrados que no caí en la cuenta. Coerción.
 -Tiffany, quédese tranquila, nosotros la ayudaremos, por favor, no se mueva, no de un paso más.
Carter dio un paso hacia ella con cautela, intentando tranquilizarla, pero yo misma sabía que eso no serviría de nada.
Tiffany volví a mirarme con ese dolor y miedo en los ojos justo antes de car un paso hacia delante y caer.
Pasé por el lado de Carter y salté sobre el alfeizar. Agarré a Tiffany por la cintura y tiré de ambas hacia atrás apoyándome en la pared. Caímos de espaldas contra el suelo, aunque la peor parte me la llevé yo, que me di un buen golpe en la cabeza.
La chica se movía con desesperación sobre mi cuerpo dando patadas y manotazos al aire a la vez que gritaba que la soltase pero no pensaba hacerlo. Mi profesor de defensa me la sacó de encima, inmovilizándole los brazos a la espalda; ero ella no paraba de moverse y decir que tenía que hacerlo, tenía que saltar.
Sin lugar a dudas alguien la había obligado; pero a diferencia de Mía, ella esta consciente, sabía lo que estaba haciendo y solo había un modo de pararlo.
La agarré  por ambos lados de la cabeza y la obligué a mirarme, quedando así nuestras miradas conectadas por un fino hilo. Era muy arriesgado hacer lo que estaba apunto de hacer con tanta gente mirándonos, pero si no lo hacía no se calmaría.
-Tiff, Tiff, oye, mírame -le rogué, pero me ignoró por completo.- Mírame.
Sin duda, había algo de Wollemia nobillis en su organismo; cualquiera que hubiera ejercido la coerción sobre ella era un gran experto; por lo que tuve que poner todo mi empeño en ello.
-¡Tiffany! ¡Mírame! -Hasta Carter, el hombre que no le tenía miedo a nada, pegó un respingo al escuchar mi voz.- Tranquilízate, ¿de acuerdo? Todo va a salir bien, ¿sí?
-No- no pued....-el efecto de la coerción podía tardar un par de segundos en hacer efecto al cien por cien, pero cuando lo hizo, dejó de mirar a todos lados y se centró en mis ojos. Volví a repetirle la orden, poniendo todo mi empeño, hasta que al fin dijo e hizo lo que yo quería:- todo va a salir bien.
Su voz era monótona y adormilada, como la de los zombis en las películas. Me lancé sobre ella y la abracé con todas mis fuerzas.
-¡Dios que susto me has dado!
Al principio no reaccionó, estaba algo confusa debido a la saturación de ordenes. La coerción incidía directamente sobre el sistema nervioso, por lo que estaría aturdida algunos segundos. Supe que estaba llorando cuando noté algo húmedo en mi hombro. Me estrechó con más fuerza, como si tuviera miedo de que la soltara y volviera a hacer alguna otra locura; pero no la dejaría.
Carter nos miraba desde detrás de mi amiga con total seriedad. Probablemente me caería una bronca por su parte por haberle desobedecido, pero si no llega a ser por mí Tiffany ya no estaría entre nosotros.
-Será mejor que la llevemos a la enfermería.
La directora, que estaba junto a la puerta con una expresión de completo horror, entró en la habitación.
Se la iban a llevar, tenia que soltarla, pero temía que si lo hacía volviera a suceder algo. Alguien se estaba dedicando a hacer fechorías y había que pararlo. Estaba claro que un Wrach no podía ser dado que el nuestro nivel de coerción no era tan potente como para ordenar algo de tal magnitud.
Esa Academia era como una casa de locos.
-Señorita Tiffany, tenemos que irnos. -La directora la agarró por el brazo y tiró de ella, pero ninguna de las dos nos movimos.
-¿A dónde se la llevan? -pregunté con la cara contra su hombro.
-A la enfermería, está herida.
Cierto, estaba herida. Tenía moratones en los brazos y las yemas de los dedos desgarradas por la fuerza que había hecho contra la pared para reprimir la orden.
La solté e intenté que ella hiciera lo mismo, pero me apretaba con tanta fuerza que incluso me dolía.
-No quiero irme -sollozó.
-Estarás bien, tienen que curarte Tiff.
-¡No! -Me recordaba a una niña pequeña enrabietada que no era capaz de salirse con la suya; pero estaba asustada. La entendía.- No quiero irme.
-Eh, eh. Mírame. -Con delicadeza, posé una mano bajo su barbilla  para que me mirara.- Estarás bien ¿vale? Luego iré a verte.
-¿Lo prometes?
-Sí. -Afirmé con una sonrisa.
-Vale. -Sonrió.
La acompañé a la puerta y me quedé apoyada en ella hasta que se hubieron perdido de mi vista.
Sin lugar a dudas la había subestimado. Nunca antes había visto a alguien luchar contra la coerción como lo había hecho ella; quizás se debiera a que aún tenía restos de mata-vampiros en su organismo, pero aún así, estaba impresionada.
-He de felicitarte -dijo Carter a mi espalda.
La directora le había pedido que se quedara conmigo a recoger el desastre que había organizado en la habitación, empezando por la puerta rota y el pomo partido. Había cristales repartidos por todo el suelo y parecía que una de las lamparitas de noche había estallado.
-¿Por qué? -susurré de espaldas a él- simplemente he hecho lo que tenía que hacer.
-Porque has sabido mantener la compostura desde un primer momento. Sé lo que esto supone para ti, Alex.
Pegué un respingo y me di la vuelta para quedar de frente a él. *Sé lo que esto supone para ti, Alex*. Estaba loco si se pensaba que sabía lo que era para mí revivir la misma historia, pensando que por tu culpa había muerto una amiga y que podría haberla acompañado otra. No, él no sabía nada.
-Ya. -Respondí con dureza. -¿Qué le van a hacer?
-No lo sé. -Se encogió de hombros.- Supongo que le curarán las heridas y luego... la interrogarán. Querrán saber lo que ha pasado.
-Ya... interrogarla y luego ¿qué? ¿la castigarán por atentar contra su vida?
-Alex...
Sabía que no era momento para iniciar una discusión, pero realmente tenía ganas de romper cosas y arremeter contra alguien toda la culpa que llevaba encima. Iba a explotar. Sentía cómo corría la rabia y la adrenalina por mi cuerpo, cómo se hinchaba cada vena a su paso. Estaba enfadada, no con nadie, sino conmigo misma y con todo el mundo en general. ¿Quién podía ser tan bastardo como para hacerle eso a un ser como Tiffany?
-Lo siento, es solo que... es solo que siento que voy a explotar. ¡Siento que todo esto es culpa mía! Es como si todo el mundo que se acercase a mí acabara muerto o herido. -Las lagrimas amenazaban con salir a la superficie perforándome la garganta. Tenía un fuerte nudo y a cada palabra que decía, se le sumaba un tono más alto de voz. Iba a llorar de un momento a otro.- ¡Dios! Me ha recordado tanto a Mía... buf.
Se acabó, no pude pronunciar su nombre sin soltar la primera lágrima y lo peor era que después de esa vendría otra y otra y otra... y acabaría hecha polvo; como siempre.
-¡Eh! Pero está bien.
-¿De verdad? ¿De verdad lo crees? -Reí con sarcasmo, dejando escapar otra lágrima.- Tú no le has visto los ojos, no has visto su cara, tu no...
Callé en cuanto sentí el contacto de su piel. Tiró de mi brazo para atraerme hacia él y estrecharme contra su pecho. ¿Por qué tenía que ser así? ¿Por qué tenía que ser tan atento, tan irritante, tan compasivo tan... perfecto?
-Alex, está bien. ¿De acuerdo?
No, no estaba bien y tanto él como yo lo sabíamos. Tiffany era una persona muy sensible y esto le pasaría factura. ¿Pero qué más podía hacer yo? ¿Decirle que no por el puro placer de discutir con alguien? No, no podía hacer eso y mucho menos estando entre sus brazos.
-De acuerdo -acepté finalmente.
* Carter 1098...., Alex 0*. Su marcador se salía de cifras.
Me había consolado tantas veces que ya hasta había perdido la cuenta. Justo cuando me planteaba olvidarle, aun a sabiendas de que sería imposible... ¡zash! aparecía de nuevo con su encanto, su sonrisa y su humor de perros y lo chafaba todo.
-¿¡Alex!? ¿¡Qué ha pasado aqu....
Ya ni tan siquiera me acordaba de que había perdido a Cinthya a la mitad del camino.
Me separé a toca prisa de Carter con un empujón en su abdomen. No pasaba nada si nos veía abrazados, pero sabía cómo era Cyn y qué pensaría, a si es que lo mejor sería mantener las distancias.
-¿Dónde estabas? -pregunté, secándome las lágrimas.
-Como echaste a correr y no te alcanzaba, me di la vuelta. ¿Qué ha pasado? -Mi amiga miraba la habitación como si fuera una de las siete maravillas del Universo, solo que esta maravilla acababa de pasar por la licuadora.
-Será mejor que me marche. -Antes de llegar a la puerta, paró y me miró.- Si necesitas algo, sabes dónde estoy.
No me dio tiempo a responder, echó a correr justo antes de decir la última palabra dejándome en vilo y deseosa de él, como hacía siempre; pero no era momento para andar perdida por las nubes. Era momento de buscar una explicación y encontrar un culpable.
Hacía tiempo que el asunto había dejado de ser algo personal, pero fuera quien fuese la persona que estaba jugando, no sabía cómo se las gastaba su contrincante.










viernes, 23 de mayo de 2014

Capítulo 36.

Después de pasarme corriendo al menos tres horas y haberme saltado el toque de queda, decidí irme a mi habitación y enfrentarme a mi amiga, si es que seguía siéndolo después de todo.
Estaba cansada y exhausta, pero sobretodo estaba emocionalmente dañada conmigo misma. Me había defraudado a mí y eso es lo peor que se puede hacer, defraudarse a uno mismo. Toda mi vida me había estado preparando para ese momento, en el que iría a una escuela a proteger a sus alumnos de los Marwolaeth y en cambio, yo misma había agredido a uno. Pero no una agresión típica de chiquillos de instituto, no, sino como una vampira, como lo que soy; y eso era imperdonable.
Pasaba la media noche cuando entré por la puerta de mi cuarto. Estaba oscuro y en paz. Tiffany dormía tranquilamente en su cama y me alegré de que por fin, después de todo un día sin pegar ojo, consiguiera hacerlo y Cyn... Cinthya me esperaba sentada en mi cama de brazos cruzados.
Tenía pensada una excusa que sonaba más o menos así : Cyn, ya lo sé que he hecho mal, pero no sabía lo que estaba pensando cuando hice eso y...
-Alexandra Thomson. -Me encogí preparada para recibir mi merecida reprimenda. Cerré los ojos con fuerza, pensando que si no la veía, dolería menos, pero me sorprendió lo que dijo a continuación:-¿Qué te pasa amiga?
*¿Qué te pasa, amiga? ¿Qué te pasa, amiga?* No venía preparada para esa pregunta, ni para ese tono de voz tan dulce, ni para que me tratara así. Yo venía preparada para que me gritara, me odiara, me pegara y me dijera que todo había sido culpa mía; pero en cambio, ¿me preguntaba que qué me pasaba?
Quería decirle que no merecía que se preocupara por mí, no en ese momento, no después de hacer lo que había hecho, pero de mi garganta salió un pequeño susurro gutural y a continuación noté mis mejillas húmedas. Estaba llorando.
Cinthya se levantó apresuradamente de la cama y corrió hacía a mí para abrazarme, cayendo así ambas al suelo para quedar sentadas en la mosqueta. Quería parar de llorar pero no podía. Tenía la sensación de estar llorando por todo. Por la presión de mis nuevos poderes, por que mis padres me habían mentido, por atacar a Diu, por Carter...por todo.
-Se supone que deberías estar dándome voces -sollocé contra su hombro- no aquí consolándome.
-Shh, pequeña, shh.
Sus manos suaves y temblorosas pasaban por mi pelo mientras me acunaba en su pecho. Quería dejar de llorar, pero era algo imposible. Me sentía una basura, una mierda, el ser más despreciable del mundo. Solo hacía daño a la gente, le ocultaba cosas a mis amigos...
-¿Qué te pasa Alex?  -Noté un deje de histeria en su voz. Me separó de ella agarrándome por los hombros para así poder mirarme a la cara.- ¡Dime!
-No-no lo sé Cyn, no lo sé. Te lo juro que no lo sé, todo es tan...
No pude acabar la frase, antes de eso otro mar de lágrimas empezó a correr por mis mejillas formando un pequeño charquito de agua salada en el hueco entre las dos clavículas.
-Lo que he hecho... a Diu, no era yo, no sé, no sé por qué he hecho eso. Ahora se lo dirá a la gente, estaremos en peligro y no solo nosotras, sino el resto...
Sentía una fuerte presión en el pecho que me oprimía más fuerte con cada palabra. Estaba al borde del ataque de nervios. Necesitaba tranquilizarme, pero no podía, era incapaz de hacerlo. Las manos me temblaban y sabía que si me ponía de pie me vendría a bajo de nuevo. Todo estaba oscuro, pero incluso así sentía unos destellos ante mis ojos, como pequeñas explosiones de color que me bombardeaban la cabeza.
-Eh, eh, eh. -Cinthya me cogió por la cabeza y me obligó a mirarla. No veía nada más que esos pequeños destellos, pero pude ver que ella también estaba llorando.- No pasa nada, ¿me oyes? Diu está bien, con un susto de tres pares de cojones pero le he explicado que todo era una broma. No irá a la directora, te lo prometo ¿vale?
A pesar de que sus palabras sonaban sinceras, no la creía; solo lo estaba diciendo para tranquilizarme, pero no lo estaba consiguiendo. Otro golpe de lágrimas subió desde el nudo de mi garganta hasta las cuencas de mis ojos junto con un golpe de tos. Si seguía llorando de aquella manera despertaría a Tiffany y eso solo empeoraría las cosas.
*Alex. Alex. Tienes que tranquilizarte. Se lo debes a Cyn; se lo debes. Respira con tranquilidad. Venga, uno, dos, uno, dos, uno, dos...*
Solté un pequeño suspiro vibratil. Me temblaba todo el cuerpo, desde los dedos de los pies hasta el último pelo de mi cabeza. Nunca antes me había pasado esto, pero desde luego, no quería volver a sentirme así, tan vulnerable ante los ojos de la gente aunque esa gente solo fuera mi mejor amiga.
-¿Estás mejor? -preguntó mi amiga con clara preocupación.
No me veía capaz de articular palabra, si lo hacía volvería a echarme a llorar a si es que simplemente asentí con la cabeza mirándola fijamente a los ojos.
-Vale, bien, ahora sigue así ¿vale? Respira lentamente. -Empezó a hacer unos gestos con las manos a la par que subía y bajaba el pecho de una forma exagerada para que yo la imitara.- Muy bien, así me gusta. Está todo bien ¿de acuerdo? -Otro asentimiento.- Bien, ahora te vas a levantar poco a poco, venga, cógeme de las manos.- Tendió sus manos y yo las cogí obedientemente. Las piernas me temblaban de una manera exagerada, pero al final, tras varios intentos fui capaz de hacerlo.- Y ahora te vas a poner el pijama y nos vamos a ir a dormir.
A ojos de la gente yo parecía una persona fuerte y decidida que le importaba una mierda meterse en líos, pero todo tiene un límite y esa noche lo había sobrepasado con creces.
Debido al temblor de mis manos a duras penas fui capaz de quitarme la ropa. Cinthya tuvo que ayudarme a desabrochar el botón de mi pantalón, los cordones de mis botas e incluso el enganche de mi sujetador. Me sentía una estúpida por no ser capaz de hacer las cosas más sencillas del mundo que estaba acostumbrada a hacer; no obstante se lo agradecí con una sonrisa.
Ambas nos metimos en la cama juntas, como cuando éramos pequeñas o la noche en la que Mía murió; solo que esta vez, en vez de ser yo la que la abrazaba a ella, era ella quien me abrazaba a mí.
Pasados varios minutos, una vez que terminé por tranquilizarme y dejar de llorar, me sentía tan vacía que incluso hasta dolía. Era como si alguien hubiera venido con una cuchara de helados y se hubiera puesto a sacar todo lo que tenía dentro. La gente solía decir que llorar venía bien, pero a mí me había dejado hecha un trapo maltrecho.
-Gracias -susurré.
-Shh. -Me mandó callar estrechándome más fuerte contra ella.
¿Desde cuándo se había vuelto una persona tan fuerte? Recordaba que ella era la chica vulnerable, la que solía llorar por todo y yo era la que la consolaba y le decía que todo iría bien. ¿Cuándo habíamos cambiado los papeles?
Después de todo el sofocón que me había pillado, no tardé mucho en venirme a quedar dormida, en realidad no recuerdo haberme dormido, simplemente la oscuridad de la habitación se hizo más palpable y las estrellitas de colores se apagaron definitivamente.
Aquella noche no soñé con nada en especial; sino con todo. Era como un torbellino de imágenes en las que aparecía yo con mis padres en el salón haciendo puzles de mis dibujos animados favoritos, o el día en el que fuimos a pasar el día a la casa de campo con la familia Robinson, unos amigos escoceses de mis padres. También surgieron las primeras imágenes de cuando empecé a utilizar mi poder o la vez que le di una patada tan fuerte a mi madre mientras entrenábamos que le partí una costilla. Yo me preocupé mucho, pero ella me felicitó. Siempre me decía que ante un Marwolaeth nunca había que dudar aunque en su anterior vida fuera un ser querido. La fiesta sorpresa de los dieciocho que nos habían preparado a Cinthya y a mí. Nuestros padres la habían llevado a cabo tan meticulosamente que ni tan siquiera sospechamos nada, incluso el día que me besé por primera vez con Tom. Ese día fue magnífico, lo llevaba esperando durante mucho tiempo, pero como todo al final acabó saliendo rana debido a sus celos. Lo que más me llamó la atención fue el recuerdo de la primera vez que vi a Carter; aunque ese recuerdo no era bueno, ese dolía.
Cuando desperté, Cinthya ya no estaba en mi cama y el Sol de la mañana entraba a raudales por la ventana, bañándome con intensidad. Medio cegada, busqué por la habitación a mis dos amigas, pero ninguna estaba allí. Estaba sola.
Volví a dejarme caer sobre la almohada. Me encontraba mejor, pero aún me seguía doliendo todo el cuerpo y me esperaba una buena bronca por parte de Christian al haberme saltado la guardia, a si es que sería mejor retrasarlo.
-Ains Dios -suspiré, tapándome la cara con los brazos- qué estúpida soy.
-Tampoco es para tanto mujer -dijo una voz desgarrada.
*¡¿Pero qué?!* De un salto salí de la cama y me puse en pie. El suelo estaba algo frío y por la ventana abierta entraba una tenue brisa helada, pero peor me había quedado al escuchar aquella voz. Pensaba que estaba sola.
Cinthya me miraba desde la otra punta de la habitación, secándose el pelo con una toalla y vestida con un atuendo deportivo. Suspiré al verla y le tiré la almohada a la cabeza, pero la esquivó con una carcajada.
-¡Estúpida! ¡Me has asustado!
-En eso consistía. Estás perdiendo facultades-Sonrió.- ¿Cómo estás?
-Pss... bien supongo -me encogí de hombros.- Sobre lo de anoche... gracias Cyn, de verdad y lo siento mucho, no sé qué pasó y...
-Calla ya estúpida. ¿Desde cuándo te has vuelto tan... tan así?
-¿Una blandengue, una mocosa y una llorona? No lo sé la verdad, aunque sienta bien esto de llorar -me eché a reír con sarcasmo- creo que lo haré más a menudo.
Eso no pareció causarle la misma gracia que me hizo a mí. La sonrisa de su cara se borró por completo y volvió la preocupación a sus ojos, la misma que había visto la noche anterior. Ahora vendría el interrogatorio. A decir verdad, estaba tardando demasiado.
-Vale, ahora... ¿me vas a decir qué pasó anoche? Porque esa no eras tú, Alex.
Ahí estaba,  la pregunta del millón. Una pregunta que no tenía respuesta exacta, pero a la vez todo valía, pero ya iba siendo hora de apoyarme en alguien y pedir ayuda ¿no?
Me senté de nuevo en la cama bajo la protección de las sábanas y le di un par de toquecitos para que me siguiera.
Con un suspiro, comencé a contarle todo sin dejarme nada de por medio. Le expliqué de nuevo lo que había leído en el libro de Marx; cómo me sentí cuando maté a la vampira o cuando le dí el puñetazo a Spencer y me amenazaron con la expulsión. Eso me acojonó bastante y me sorprendió a la vez. Me di cuenta de que no quería irme; no había hecho muchos amigos, pero tenía allí a Tiffany y aunque pudiéramos mantener el contacto una vez que me marchara, no sería lo mismo. Me daba pena que cuando volviera a casa no pudiera volver a verla. Ella envejecería y yo sería eternamente joven, algo que no tenía explicación.
También conté la parte de la muerte de Mía. Había estado guardando esos sentimientos para mí y en realidad debería haberlos soltado desde un primer momento en vez de mantenerlos sujetos con una correa; pero cuando llegué a la parte de Carter, callé. No estaba segura si podía contárselo, no era por miedo a que dijera nada, sino por lo mismo de siempre; si lo decía en voz alta lo admitiría de una vez por todas y el hacerlo y no poder estar con él, me consumiría por dentro.
Cynthia se dio cuenta de que mi voz había ido disminuyendo hasta el punto de callarme.
-¿Alex?
-¿Sí? -la miré con una sonrisa fingida.
-¿Hay más?
-Esto... nop -negué con la cabeza.
-¿Segura? Porque me da la sensación de que sí.
Mi querida amiga y su instinto protector que era capaz de descubrir hasta lo más mínimo. ¿Debía decírselo?
-Sip.
-¿De verdad? -me miró con los ojos muy entrecerrados. Lo sabía, sabía que me estaba guardando algo para mí.
-Sip. -Asentí repetidas veces, aún con esa sonrisa de estúpida en la cara.
-Sabes que nunca te juzgaría ¿verdad?, que estoy aquí para lo que necesites; que soy tu mejor amiga.
Definitivamente lo sabía. Sabía que había algo que me estaba callando. Me molestaba mucho no poder decírselo, pero si lo hacía... si lo hacía... por mucho que no me juzgase, no habría vuelta a atrás; lo había admitido.
-Que sí, pesada -la empujé bromeando y la abracé-, gracias.
-Estúpida.
-Cara culo.
-Cara de mono.
-Creída.
-Hueles mal.
-Cierto -me separé de ella con una carcajada- voy a la ducha.
-No lo decía en serio. -Puso morritos con cara de pena, como cuando quería algo y yo le decía que no.
-Lo sé, pero yo sí, además, aunque no pueda salir de estas cuatro paredes -di un par de vueltas con los brazos extendidos- una necesita asearse.
-Bien pensado, luego entrenamiento.
-¿Hes escuchado la parte en la que he dicho que no puedo salir de aquí? -Enarqué una ceja con ironía.
-Sí, pero lo podemos hacer aquí. Tiffany me ha dicho que estará todo el día en la biblioteca, tenemos esto para nosotras solas.
-¿Segura?
-Sí. Y ahora -me lanzó la toalla que se estampó contra mi cara- vete a la ducha.
A pesar de que yo era una persona bastante reservada que se guardaba las cosas, soltarlas de vez en cuando venía bien. Después de pasar una noche llorando y contarle todo o casi todo lo que me pasaba a mi mejor amiga, era como si me hubiera quitado un millón de kilos de encima, pero aún así me seguía sintiendo vacía y sola.
Era injusto decir que me sentía sola, porque en realidad no estaba sola. Tenía a mis padres, que a pesar de que estuvieran a un mar de distancia y me hubieran ocultado cosas, eran mis padres, siempre los tendría ahí. También estaban Cinthya, Tom, Tiffany... mis amigos; con personas con las que podía contar si tenía algún problema y recientemente también estaba Carter; ese chico moreno y musculoso del cual había acabado pillada hasta las trancas. Podía discutir con él, hablarnos mal, hacer bromas, abrazarnos y mirarnos con intensidad en un solo día y aún así seguir unidos. Era como un lazo extraño que nos llevaba el uno al otro. Un lazo extraño que muy a mi pesar, debíamos de cortar.
Cuando me miré al espejo no me reconocía. Tenía una pinta horrible. El pelo desgreñado y con unas raíces morenas que estaban empezando a notarse más de lo que me gustaría, *necesitas un tinte ya*. Bajo mis ojos había unas profundas ojeras y tenía los párpados hinchados, después de haber estado llorando, que hacían un contraste macabro con mi piel más pálida de lo habitual. Aquel lugar me estaba consumiendo lentamente.
Me desnudé, sin ser capaz de apartar la mirada de mi reflejo ni un solo segundo y posteriormente me metí en la ducha a dejar que el agua ablandara mis músculos contraídos. Estaba tensa, como si esperase que a la mínima ocurriera algo y tuviera que salir a correr. Me daba cuenta de que me había vuelto una paranoica y me esperaba siempre lo peor de todo.
Necesitaba unas vacaciones ya. Solo durarían una semana a lo sumo semana y media, pero sería una semana que la pasaría en casa, acribillando a preguntas a mis padres, descansando en mi cama -la echaba de menos-, respirar el aire libre de los campos de mi pueblo, ir de fiesta por los bares de Amsterdam, pasar tiempo con Cinthya sin tener que estar vigilando cada movimiento extraño... en definitiva, mi mente necesitaba apagarse y desconectar, pero me daba la sensación de que mes y medio aún era mucho tiempo y yo lo necesitaba ya.
Definitivamente la ducha me vino de maravilla, al menos para quitarme la sensación de rigidez en la cara por haber estado llorando. Me puse unos pitillos vaqueros y una camiseta de hombro caído con el eslogan de AC/DC. En lo que a gustos musicales se refiere yo era la viva imagen de mi padre. Él me dijo que estuvo en uno de sus conciertos hacía ya algunos años y por poco no me muero de la envidia.
-¿No se supone que íbamos a entrenar?
Cinthya estaba tirada en mi cama ojeando una de las revistas de moda de Tiffany. No sé de donde las sacaba pero tenía al rededor de unas cincuenta.
-Tengo hambre. -Me froté la barriga con una mueca de disgusto.- Vayamos a comer algo.
-Tú y tus momentos oportunos -rodó los ojos en señal de frustración, pero se levantó y fue la primera en salir-, además, no se supone que tu no puedes salir de la habitación.
-¨Se supone¨.-Recalqué las comillas con una sonrisa pícara.- Tengo permiso para salir en las horas de clase y de comidas, no más.
-¿Y cuándo se acaba la temporada de monja de clausura?
-No sé -me encogí de hombros- hasta nuevo aviso, supongo.
-Entiendo...
La verdad que tampoco era un castigo que me comiera por dentro ya que hacía lo que me daba la gana; salía por las noches después del toque de queda y si me veían por los pasillos fuera del horario lectivo simplemente podía decir que iba a la biblioteca; pero no dejaba de ser una verdadera castaña.
Antes de ir al comedor, nos pasamos a buscar a Tiffany por la biblioteca para que viniera con nosotras. Nos costó Dios y ayuda convencerla pero al final dio su brazo a torcer como era de esperar. Solo habían pasado dos días desde que se había enterado de lo de Diu, pero la notaba de mejor humor, al menos tenía algo de color en las mejillas. Aún teníamos que contarle lo sucedido en el cuarto de baño, dejando de lado algunas partes, obviamente, pero estaba segura de que se reiría y le haría bien ver la foto que aún conservaba en mi móvil.
Por el rabillo del ojo vi a Spencer y a su séquito de muñecas con silicona sentadas en una mesa cercana a la puerta. Todas se giraron para mirarnos a mis amigas y a mí con clara cara de desprecio, pero ninguna de nosotras se giró para mirarlas.
Cuando vi a Spencer con la gasa en la nariz no pude evitar reprimir una pequeña sonrisita. Pensé que el puñetazo se lo había llevado en el labio, pero al parecer le había partido el tabique nasal. Si dijera que me sentía mal por ella estaría mintiendo, en realidad no me arrepentía de haberle lanzado ese gancho. Se lo merecía y qué mejor que una bonita marca en la cara para recordarle que debe andarse con cuidado, aunque bueno, según me había informado Will, su hermanastro, le pagarían un arreglo en uno de los mejores centros de cirugía estética, algo que ya me esperaba.
-¿Os cojo un frasco? -preguntó Tiffany con su vocecilla.
Cada tres días, en la puerta del comedor había un surtidos de Wollemia nobillis diluida, lo que vulgarmente los vampiros llamábamos mata-vampiros. Las hojas de esa planta nos abrasaba la piel con su contacto e impedía ejercer la coerción sobre las personas que las tenían en su organismo, asegurándose así que ningún Marwolaeth se alimentara de su sangre. No estaba mal pensado, pero odiaba el día en el que las repartían; todo olía a esa sustancia y me abrasaba las fosas nasales.
Cynthia y yo las cogíamos y las escondíamos o en las maletas o en el bosque, o simplemente la tirábamos al lago, aunque claro, nunca se sabe cuándo nos podrían hacer falta.
-Sí, sí -asentí con mueca de asco.
-La verdad es que esta cosa está asquerosa, sabe a colonia. -Tiffany nos tendió uno a cada una. Automáticamente lo guardé en el bolsillo de mis pantalones.
Cinthya y yo nos miramos y nos echamos a reír. Si para ella estaba asqueroso, para nosotras que era como ácido sulfúrico...
El comedor estaba casi vacío. Los exámenes se palpaban en el ambiente. Yo debería estar estudiando, pero tenía demasiadas cosas en la cabeza como para hacerlo. Cada una cogió un par de emparedados y nos fuimos a nuestra mesa habitual, la más alejada, donde solíamos sentarnos Tom, Cinthya, Christian, Jo y yo, aunque últimamente, desde que discutió con Spencer, Tiffany se nos había unido.
-¡Oh Dios! -susurró Tiffany, agarrando con fuerza el borde de la mesa.
Cinthya y yo nos miramos sin comprender qué pasaba, hasta que a lo lejos vi que Diu y Will  venían hacia nosotras. Al parecer Tiffany no lo había superado tanto como yo pensaba.
Pasé mi mano por debajo y agarré la de mi compañera de cuarto. No estaba sola y debía saberlo.
-Chicas -sonrió Diu retirando una silla- ¿podemos sentarnos?
-¿Sabes? -Lo miré con cara de pocos amigos.- La gente suele preguntarlo antes de sentarse y cuando le dicen que no, se marcha.
-¿Qué tal el día? -Me dedicó una sonrisa, ignorando mi comentario.
Silencio, ninguna de las tres hablamos. Will, aún de pie y ajeno a la situación, nos miró a todos sin comprender antes de retirar la silla que estaba a mi lado y sentarse. Me saludó con un asentimiento al que yo respondí sin tan siquiera mirarlo. Aún resonaban aquellas palabras en mi cabeza; no dejaría de intentar que él y yo tuviéramos algo y yo no sabía cómo rechazarlo de nuevo. Sí, era cierto que debería haberlo hecho desde un principio, pero ese chico tenía algo...
-El mio bien, gracias por preguntar -Se respondió a sí mismo al ver que nadie le contestaba.-¿Qué tal vais con los exámenes?
Más silencio. No sabía si es que aquel chaval era tonto o le faltaba algo en la cabeza. ¿No se daba cuenta de que no queríamos que estuviera allí?Bueno, claro que se daba cuenta, en realidad estaba disfrutando demasiado atormentándonos al resto.
Tiffany, que me agarraba la mano por debajo de la mesa me dio un fuerte apretón. Lo estaba pasando realmente mal.
-Diu, creo que será mejor que nos marchemos. -Intervino Will.
-¿Por qué? No estamos molestando, ¿verdad chicas?
-En realidad sí -espeté con brusquedad algo cansada.- El día nos iba muy bien hasta que has venido, sí has, ¿recalco? has, tú. Ahora hazle caso a Will y marcharon.
-¿Alex? -Will me miró sin comprender el motivo de la reacción. El capullo de Diu ni siquiera le había contado lo que había hecho y no era algo que me extrañase, porque lo que hizo era vergonzoso.
-¿¡Qué modales son esos Alex!? -Se echó a reír a carcajadas.- Está bien, nos iremos, pero antes he venido a hacer lo que ayer me pedis... perdón, exigiste que hiciera. Tiffany, cielo -la miró con una sonrisa fría y viperina. Tenía ganas de levantarme y partirle la boca-, lo siento, te he tratado muy mal... lo sé, pero quiero que sepas que aún te quiero y...
-Márchate, Diu -le cortó mi compañera en un susurro-, márchate, por favor.
-Mujeres... está bien. -Apartó su silla arrastrándola por el suelo, emitiendo un sonido frío y estridente por el roce de las patas..
Me quedé atónita ante su reacción. ¿Había hecho caso sin más a mi amiga, así porque sí?, sin saber muy bien el por qué aquello me olía a gato encerrado. No me cabía la menor duda de que estaba disfrutando con la tensión del ambiente, pero aquel chico tramaba algo.
Los siguientes segundos restantes se convirtieron en una eternidad angustiosa. Por el rabillo del ojo vi cómo se levantaba de su asiento con lo que me pareció un pequeño frasco transparente. Al principio no supe lo que era, pero en seguida recordé que yo tenía uno igual justo en el bolsillo de mi pantalón.
No se lo había tragado. Cinthya me afirmó que él pensó que había sido todo una broma y que mis colmillos eran postizos, pero no se lo había tragado y quería pruebas reales y ¿qué mejor prueba que verterle a un vampiro un poco de Wollemia nobillis encima?
Miré a Cinthya. Cinthya me miraba a mí. Miré a Diu y de un momento a otro el frasco ya estaba vacío y el líquido caía en mi dirección.
Cerré los ojos con fuerza. No quería verlo. No quería ver cómo se salía con la suya cuando mi piel empezara a echar volutas de humo. Iba a doler, mucho, lo presentía. Pero no llegaba ¿por qué no llegaba el chorro de dolor? Abrí los ojos y me quedé atónita ante el panorama.
Tiffany estaba de pié ante mí, dándome la espalda y encarándose a Diu. Mi compañera de cuarto me había salvado y ni ella misma lo sabía.
-¡Te he dicho que te marches! -Gritó encolerizada.
Todos los allí presentes se dieron la vuelta para contemplar la escenita que estaba teniendo lugar. Otro cotilleo más con el que alimentar a las fieras.
Los ojos de Diu estaban apunto de salírsele de las órbitas y la mandíbula casi le llegaba al suelo de la impresión al ver la reacción de Tiffany. Al parecer la niña sumisa y tranquila que él conocía se había enfadado y había sacado las garras, algo a lo que él no estaba acostumbrado.
Will agarró a su amigo por el brazo y le susurró algo al oído que no entendí muy bien, pero acto seguido, tras una mirada de desprecio a Cyn, Tiffany y a mí, le hizo caso y se marcharon.
-¿Tiff? -susurré.
Se había quedado muy quieta, mirando a a todos lados sin mirar nada en particular. Nunca la había visto así, tan enojada, pero acababa de salvarme la vida.
Derrotada, se dejó caer de nuevo en su asiento con la cabeza entre las manos. Le puse una mano en el hombro para tranquilizarla, pero no me miró. Estaba temblando.
-¿Estás bien? -Se me adelantó Cinthya.
-Sí -asintió, aún con la cabeza entre las manos.
-No tenías por qué... -empecé a decir, pero me interrumpió antes de darme tiempo a acabar la frase.
-Sí, Alex. Sí tenía que hacerlo, os debo una después de lo que habéis hecho por mí. -Nos sonrió a ambas con una sonrisa que se me antojó lejana y triste.- Es lo que hacen las amigas ¿no? ayudarse las unas a las otras.






jueves, 22 de mayo de 2014

Premios Dardos.

Este es un reconocimiento a la dedicación, creatividad y esfuerzo de los blogueros que a través de sus entradas transmiten valores personales, culturales y éticos.

Normas del premio:

1. Incluir la imagen del premio.
2-Mencionar y enlazar el blog que te ha nominado. Novelas Humphrey (http://remembermeamyf.blogspot.com.es/)
3-Nombrar y enlazar a 15 blogs que creas que merecen ser nominados también este premio.

Blogs nominados:
1-Oro plateado: http://oroplateado-novela.blogspot.com.es/
2-Novelas Startes: http://www.tunovelallamadastates.blogspot.com.es/
3-Libros Juveniles: http://adictaaloslibrosjuveniles.blogspot.com.es/
4-Notis: http://historiastraslahoguera.blogspot.com.es/
5-Entre la espalda y la pared: http://entrelaespalda.blogspot.com.es/
6-La Ciudad de Maldea: http://elbosquedelossecretos.blogspot.com.es/
7-Pequeño Sinsajo: http://sinsajop.blogspot.com.es/
8-El mundo de los Libros: http://elmundodeloslibros25.blogspot.com.es/
9-Destiny: http://novela-destiny.blogspot.com.es/
10- Imagine your Story: http://imaginationisthedream.blogspot.com.es/
11-Los pies en la Tierra: http://millonesdesonrisasinesperadas.blogspot.com.es/
12-Un amor mal olvidado: http://unamormalolvidado.blogspot.com.es/
13-¨Kar¨: http://novelakar.blogspot.com.es/
14-Light in my Darknes:  http://novela-light-in-my-darkness.blogspot.com.es/
15- Sin Fronteras: http://chicassinfronteras.blogspot.com.es/





lunes, 19 de mayo de 2014

Capítulo 35.

Quizás fueron solo escasos segundos de reloj, pero el tiempo que pasé entre sus brazos fueron los mejores de toda mi vida.
Aún con la cabeza apoyada en su torso, llorando sin llorar e intentando no hacer ruido para que nadie supiera que estábamos allí, dejé que me apretara más fuerte contra él sin olvidar la delicadeza con la que lo hacía. Era como si tuviera miedo de pasarse  y romperme en mil pedazos. Yo quería decirle que no era así, que no era una muñeca de cristal, pero me encantaba el tacto con el que me trataba.
-Lo siento -sollocé.
Su pecho bajaba y subía a una velocidad vertiginosa. No sabía si debido al enfado, los nervios por verme así o a yo qué sé, pero sentía que le debía una merecida disculpa.
Las palabras se amontonaban en mi garganta dispuestas a salir, pero el nudo que oprimía mi garganta era demasiado grande como para permitirlo. Un ¨lo siento¨era lo máximo que podía decir.
-Prométeme que no volverás a meterte en líos.
No respondí. No porque no pudiera hablar, sino porque era una promesa que no podría cumplir y si le decía que sí sería una mentira y suficiente le había mentido ya, además, le acabaría volviendo a decepcionar y tenía miedo de que se terminara de alejar de mí; que pensara que era una persona que no merecía la pena y eso me rompería en mil pedazos.
Frustrado al ver que no respondía, echó su cabeza hacia atrás hasta que quedó apoyado en las baldosas. Me estrechó con más fuerza, como si temiera que me fuera a marchar y no pude evitar volver a llorar de nuevo.
-Prométemelo, Alex -rogó en un susurro.
¿Qué se suponía que tenía que decirle? ¿Que sí? ¿Que a partir de ese momento me comportaría como una pija remilgada y acataría las normas? Esa no sería yo, sería otra persona, una totalmente diferente a mí. Pero ¿qué otra opción tenía?  ¿decirle que no? ¿después de la cantidad de veces que me había mostrado su ayuda? Tampoco podía hacerlo.
Suspiré para calmar las lágrimas antes de separarme ligeramente de él y mirarlo con cautela. Como era costumbre en él, los músculos de su mandíbula estaban tensos y firmes. Las venas de su cuello se le marcaban bajo la piel con tanta fiereza que un poco más y podría ver la sangre fluir a través de ellas. La escueta luz de los fluorescentes del cuarto de baño le hacían parecer un ser débil y paliducho, pero yo sabía que no era así y que a pesar de las ojeras bajo sus ojos, debajo de esa capa de piel, había un hombre fuerte.
-Lo prometo.
Como si aquellas dos palabras fueran una bomba detonadora, se movió rápidamente quedando así recto y erguido, con una porte sofisticada e incluso forzada y mirándome con unos ojos llenos de alivio al haber escuchado mis palabras.
¿Por qué tenía que haberme enamorado de ese hombre? ¿No podía haberlo hecho de uno más joven? ¿De alguien que no fuera mi profesor? ¿De alguien que fuera como yo? Ahí residía el problema de todo, que no eramos iguales a pesar de que ambos estábamos formados por huesos, piel, órganos, sangre... no éramos iguales.
Sentía unas tremendas ganas de fundirme en su cuerpo, de besarlo hasta acabar rendida y decir basta, de que me tocara y me hiciera sentir cosas que nadie había hecho. Lo quería con tantas ganas que hasta dolía. En lo profundo de mi pecho, dolía y a pesar de todo, tenía que conformarme con ese fuego que me abrasaba la piel ahí donde la suya me rozaba. Pero no era suficiente.
Como si él supiera lo que rondaba mi mente y sentía mi cuerpo, deslizó sus manos hasta mi cintura, para quedar clavadas en la zona baja de ésta, relajó su cuerpo y se inclinó poco a poco hacia mí. Por la expresión de sus ojos supe que en su interior se estaba librando un conflicto entre si dejar que el instinto le dejara llevar o en cambio dejar vencer a la coherencia.
Yo dejé actuar a mis manos por sí solas y tomaron la decisión de acariciar sus bracos hasta llegar a su pecho y descansar ahí a la vez que poco a poco, mis labios iban acercándose a los suyos.
¿De verdad iba a ocurrir lo que desde un primer momento había deseado? ¿Íbamos dejar vencer al deseo en lugar de al sentido común? Yo estaba dispuesta a ello; pero ¿y él? Yo quería besarlo hasta que me cansara de ello, algo que dudaba, pero ¿y él?
Por muchas ganas que tuviera, no podía dejar que hiciera esto, su conciencia lo castigaría y no podría soportarlo. No. No podía ocurrir nada.
Muy a mi pesar, lo empujé con delicadeza hacia atrás a la vez que yo me separaba a penas medio centímetro de él. Ambos jadeábamos y nuestras respiraciones acompasadas eran pesadas y cansinas. Pero ni aún con todo el deseo del mundo, podía dejar que sucediera nada.
-Gracias -jadeé en un susurro, intentando evitar sus oscuros ojos.
Él mismo se dio cuenta de lo que estaba teniendo lugar en aquel cubículo de un cuarto de baño viejo y abandonado. Lo vi en sus ojos, lo vi en la expresión de derrota y dolor intentando recobrar la compostura. Pero le estaba costando demasiado.
-No le diré nada a la directora, pero no habrá una próxima vez. Haré como si no hubiera visto, oído y pasado nada.
Asentí dando un paso hacia atrás, aún eufórica y apenada, para permitirle que se marchara. Tras un segundo de regocijo y demora en miradas en mis labios y yo en los suyos, abrió finalmente la puerta y se marchó.
Los susurros y risas a mi espalda me espabilaron de repente, recordándome cuál era mi cometido y por qué estaba allí.
Sequé mis mejillas, respiré profundo, olvidé todo dejando mi mente en blanco y me puse manos a la obra.
Una camisa roja de hombre asomaba sutilmente bajo la tabla de madera que separaba una estancia de la otra. No recordaba habérsela visto a Cinthya, por lo que supuse que sería del chico y con rapidez, tiré de ella. No había signos de que hubiera más ropa de por medio a si es que salí y me encontré con unos pantalones de hombre y un sujetador de encaje en el suelo. Me olvidé del sostén y cogí los tejanos.
No me hacía ni pizca de gracia que mi mejor amiga se encontrara dentro de uno de esos cacharros magreándose con un hijo de puta como aquel, pero era la única manera de devolvérsela por lo que tuve que olvidarme de los jadeos y pequeños gemidos y seguir buscando la ropa.
Divisé unos náuticos por debajo de la puerta justo a tiempo de ver cómo unos boxers caían sobre ellos. La mera idea de que tenía que tocarlos me repugnó, pero no quedaba otra. Arrugué la nariz y tiré de ellos, envolviéndolos en los pantalones y la camisa. Decidí dejarle los zapatos, por pura cortesía.
Como habíamos acordado, una vez que yo tuviera toda la ropa, debía dar un pequeño golpecito en la puerta para que así Cinthya supiera que ya estaba lista, a si es que así lo hice.
Tardó varios minutos en salir y yo tuve que esconderme para que Diu no me viera al abrir la puerta, pero en cuanto lo hizo la sonreí tirándole su sujetador y camisa a la vez que le acicalaba un poco los pelos.
-¿Lista? -susurró con una sonrisa.
-Más que nunca pequeña. -Guiñé un ojo.
-Bien. Diu, cariño, tu siempre me dirías la verdad ¿no?
Su voz era modosa y suave, como si se estuviera dirigiendo a un niño pequeño o fuera la persona más tonta del mundo. Nunca antes la había visto actuar así y no pude evitar echarme a reír ante aquella imagen. Llevé las manos a mi boca para parar las carcajadas.
-Claro que sí cielito, ¿por?
-Es que me he enterado de cosas...
-¿Qué cosas cielito?
Si seguían con ese pasteleo tendría que hacer una visita al Señor Roca para no manchar el suelo con mi pota. Ni en mis mejores momentos con un chico había sido como aquellos dos, aunque era sorprendente aquel chico. Cuando lo vi con Tiffany era todo fuerza y seguridad, en cambio con Cinthya parecía un niño que nunca había roto un plato.
-Que estás con otras. -Cyn fingió un sollozo a pesar de que tenía una sonrisa más grande que una casa.
-¿Quién te ha dicho eso? -En su voz había un deje de miedo. Estaba asustado.
-¿Sales y hablamos?
Esa era la señal. Reprimí las ganas de echarme a reír y recobré la compostura.
El trato era que cuando ella le pidiera que saliera fuera, yo sacaría el móvil para echarle una foto justo como dios le trajo al mundo; bueno no, con zapatos de vestir que era mucho más cutre; así lo chantajearíamos. Esa idea había sido de Tiffany, quen al final acabó cooperando una vez que su estado de animo pasó de ¨por lo suelos¨a ¨triste¨.
-Pero... tu y yo estábamos haciendo algo...
-Lo sé, pero es que no puedo seguir... si... si no aclaramos esto.
-Está bien, bueno, pásame la ropa.
Cinthya me miró con desesperación, ya no le quedaban más palabras o métodos para convencerlo y si no salía no habría foto. La miré y asentí animándola a proseguir.
-No hay nadie, sal y cógela tú.-Dijo mirándome mientras se encogía de hombros.
-Mujeres... -suspiró a la par que la puerta empezaba a abrirse.
Entonces llegó mi turno. Saque mi móvil, que aunque no era de última generación tenía una cámara que sacaba  buenas fotos, siempre y cuando la luz fuera decente, e hice lo que tenía que hacer a la vez que me reía, sin poder aguantarme más.
Su cara de susto al verme allí, sacándole una foto en bolas no tenía precio. Los ojos estaban desencajados de sus cuencas y en la boca había una clara expresión de horror, la más graciosa que había visto en toda mi vida.
Ver a aquel chico tapándose sus partes pudencas, con unos náuticos y el pelo engominado hacia atrás, no tenía precio. Ahora cada vez que estuviera deprimida podría ver esa expresión de terror en mi móvil y me animaría.
Como alma que lleva al diablo, volvió a meterse dentro del apartado, pegando un portazo tras de sí.
-¿¡CINTHYA!?
-Ups perdón, se me olvidó decirte que Alex estaba aquí -rió con malicia.
-¿¡SE PUEDE SABER QUE ES ESTO!?
Mi amiga iba a responderle, pero levanté mi dedo índice indicándole que me dejara a mí, ansiosa por intervenir en una situación tan embarazosa como aquella.
-Querido amigo, a esto se le llama encerrona y da gracias a que no te he hecho el harakiri en tus partes ¨nobles¨.
-¡Estás loca! -La histeria que había en sus gritos era tan ridícula que me daba hasta pena.
-Si bueno, nada nuevo... y ¿qué era lo otro? ¡Ah sí! Una zorra por no acostarme con tu amigo Will cuando en realidad aquí, el que se estaba acostando con dos a la vez eras tú. He de felicitarte -solté las cosas en el suelo y di un par de palmadas- lo has hecho muy bien, pero tu jueguecito se ha acabado.
-¿De.. de qué estás hablando? Cinthya cariño, no le hagas ni caso, esta tía está como una puta cabra.
-Sí, sí -respondió Cyn con un deje de diversión- yo te creo Diu, sí...
-¿Sabes? Tiffany no se merecía esto. ¿Con cuántas más Diu?
-¿Qué hablas? ¡Mientes!
-Mira chaval -pegué una patada a la puerta del cubículo en el que el chico se encontraba, abriéndola de par en par. Él estaba con las manos tapando su entrepierna mientras me miraba claramente horrorizado-, tú y yo sabemos de lo que estamos hablando y no vas a salir de aquí hasta que no lo admitas y jures que te vas a disculpar tanto con ella -señale a Cyn quien se encontraba apoyada en un lavabo de brazos cruzados- como con Tiffany ¿de acuerdo?
Entrecerró los ojos, clavándome agujas con la mirada. Estaba rojo, no supe si de la ira o por el bochorno, pero lo que decía era cierto, no saldría de allí hasta que no se disculpara. Yo era una persona muy cabezota y nadie me ganaba a eso.
-Ah y si vas a delatarnos a la directora me da igual ¿sabes por qué? Porque tengo esta fotito en el móvil -saqué mi teléfono del bolsillo del pantalón y le enseñé la pantalla con su foto- y si no te disculpas o nos delatas se la enseñaré a todo el mundo.
-¿Me estás chantajeando?
-No, te estoy avisando -dije con dureza y los ojos ligeramente entrecerrados.
Desde luego aquel niño de papá y mamña era duro de pelar, pero yo no iba a achantarme o echarme atrás. Estaba literalmente acojonado. Escuchaba su corazón a cien por hora dentro de mi cabeza y el pecho le bajaba y subía estrepitosamente. Tenía ganas de zarandearlo hasta que admitiera la verdad delante de todo el mundo y le suplicara perdón a mis dos amigas, pero era algo que no podía hacer a si es que tuve que conformarme con contemplarle de aquella manera. Apreté los puños tan fuerte que un hilillo de sangre comenzó a manar de las palmas de mis manos.
-¡QUE ME DES MI ROPA PUTA ZORRA DE MIERDA!
Un deje de histeria afloró en su grito desgarrado. Si seguía gritando de aquella manera alguien le oiría, nos vería a Cinthya y a mí y acabaríamos expulsadas.
Miré a mi amiga en busca de ayuda, pero ella estaba igual que yo, sin saber muy bien qué hacer. De pronto, una idea me vino a la cabeza. Era un poco arriesgada dado que la coerción no serviría porque el colegio suministraba ¨mata vampiros¨ cada tres días, justo cuando el nivel en sangre iba menguando, pero quizás, si lo asustaba, cambiaría de opinión. Era una idea completamente loca, pero cuando me di cuenta, ya estaba yendo hacia él.
Decidía y con paso firme, me acerqué  y lo levanté del suelo por el cuello, estampándolo contra la tabla de madera que separaba un apartado del otro.
-¡Alex! -gritó Cinthya asustada.
-¿Q-qué ha-ha-haces?
-Vas a pedirle disculpas a Tiffany.- Lo miré directamente a los ojos y me concentré en intentar transmitirle la orden.
-Me est-tas aho-gan-gando.- Agarró mi mano con fuerza e intentó separarme de él, pero no le iba a dejar ganar.
Cinthya me miraba completamente asustada tapándose la boca para reprimir el grito que estaba deseando emitir, pero si todo salía bien, aquel capullo haría lo que yo le decía.
Sin más dilación, dejé que mis colmillos salieran de sus fundas y emití un pequeño siseo. Diu se quedó
completamente quieto y pálido. De un momento a otro dejé de escuchar su respiración agitada a simplemente no escucharla.
-E-eres un-un vampiro.
-No, soy algo mucho peor que te va a patear la entrepierna como no le pidas disculpas a Tiffany y a Cinthya.- Hablar con esas cosas a la luz era algo bastante difícil, pero al menos se me entendía.- ¿De acuerdo?
El asintió muy lentamente sin dejar de mirar mis incisivos, aflojando su mano alrededor de la mía. Me daba la sensación de que si no acababa ya con aquella pantomima, el pobre chaval se me echaría a llorar.
-S-s-sí.
-Bien -sonreí, dejando ver los colmillos aún más- y de esto ni una palabra a nadie o sino tu precioso cuello se verá desgarrado por estas dos pequeñas cositas que tengo aquí -pasé mi dedo índice por ambos dientes, haciéndome un pequeño corte-, ¿entendido?
Otro asentimiento.
-Bien, ahora, pídele disculpas a Cinthya.
-Lo-lo si-si-si-siento Cinthya.
-Suena poco creible. -Me acerqué aún más a él.
-¡Alex! Ya está bien, creo que ha captado el mensaje. ¿Verdad que sí Diu?
-S-sí.
-Vale, ahora, Alex, por favor... -por el rabillo del ojo vi a Cinthya acercarse hasta mí y posar sus manos sobre la que sujetaba el cuello del muchacho, para así obligarme a soltarlo- suéltalo ¿sí?
Recuerdo que fue como una pequeña chisca que accionó mi cerebro. Sin saber muy bien cómo, me vi a mí misma con la mano puesta sobre el cuello del chico y me aterroricé. ¿Qué había hecho?
Asustada, retiré mi mano, dejando que cayera al suelo y me aparté de él temerosa, contemplando mis manos. Las llevé hasta mis incisivos, que advertí que seguían extendidos una vez que los toqué.
Busqué la mirada de mi amiga, pero estaba de espaldas a mí, ayudando a Diu a ponerse en pie. ¿Qué había hecho?
Tras una última mirada a mi alrededor, salí corriendo de allí pegando un empujón a la puerta sin un rumbo fijo. Solo quería salir de allí. Alejarme de esa habitación, de Cinthya, de Diu, alejarme de mi tremendo error. ¿Qué había hecho? ¡Nos había delatado! si Diu se iba de la lengua, estaríamos perdidos.
No entendía lo que me había pasado, era como si no fuera yo pero siendo yo. Nunca, en mi vida, pensé que llegaría a hacer algo tan atroz como lo que había hecho aquella tarde. No solo me había descubierto a mí, sino también a Cinthya, Tom, Christian, Jo... incluso a Daniela, quien me importaba lo más mínimo, pero en ese momento me sentí culpable por ella.
Le había mostrado mis colmillos, le había dado en bandeja la forma más sutil de joderme.
Solo podía pensar en ese momento, en el momento justo en el que mis piernas decidieron actuar por sí solas e ir hacia él; en el que mis manos le agarraron el cuello y en el que mis colmillos salieron de sus fundas. Pero lo peor de todo es que había disfrutado





Nueva novela.

¨The Wrach¨está llegando a su fin; escasamente le quedan 9 capítulos más el epílogo y quería daros las gracias a todos por haber estado leyendo mis desbarates mentales, pero aún no es tiempo de despedida.
Como habéis comprobado, tengo dos blogs; el de ¨Sin Nombre¨ y este, donde narro la historia de ¨The Wrach¨, bien, ya sé que dije que en cuanto acabara ´TW¨ empezaría con la segunda parte de ¨SN¨ pero tengo otra idea en mente un poco diferente a todas las que he tenido hasta ahora; se llamará ¨Un Vuelco a la Vida¨; aún no está ni empezada, pero ya tengo la portada que la publicaré más adelante, en un par de días y la publicaré en mi nuevo y definitivo blog: http://novelasholmson.blogspot.com.es/ en este publicaré todas las historias a partir de ahora, quitando TW y SN que tienen sus blogs individuales.
Un besito a todos.

viernes, 16 de mayo de 2014

Capítulo 34.

Quedarme la noche en vela me estaba pasando factura.
El viernes me lo pasé deambulando como una zombie de un lado para otro, esquivando las miradas de mis compañeros y dando cabezados a todas horas; es más, Will tuvo que despertarme en un par de clases.
Cuando sonó el timbre de última hora, fue como campanas angelicales para mis oídos en vez de un estruendo atronador que solía martillearme los tímpanos. Solo podía pensar en el fin de semana que me iba a tirar metida en la cama dado que estaba castigada sin salir de mi cuarto hasta próximo aviso, aunque aún tenía que tratar un asuntillo al que Cyn y yo habíamos llamado ¨la venganza del Hijoputiense¨; abreviado sonaba como una enfermedad de transmisión sexual ¨LVDH¨, pero la verdad es que era un nombre bastante gracioso y lo que más necesitábamos, a parte de agallas para lo que íbamos a hacer, era algo de diversión en nuestras vidas. Sería la primera vez que haría algo con ella que no fuera pelear o llorar, desde nuestra llegada. Verdaderamente estaba emocionada por plantarle cara a ese bastardo, me sentía como una justiciera, aunque me daba algo de reparo el hecho de que pudieran pillarnos a las dos ya que a demás de que estaba bajo arresto domiciliario, si me metía en cualquier otro lío sería el fin de mi estancia en Richardford.
Cuando iba de vuelta a mi habitación, pasé junto al lado de Christian, quien se me quedó mirando con cara de preocupación, algo bastante normal ya que me encontró pegando voces a mí misma y un círculo de fuego en medio de ninguna parte. A pesar de que le había dicho que estaba bien y que no pasaba nada, él había insistido en que haría la guardia solo y me mandó de cabeza a mi habitación, donde me encontré a Cinthya esperándome en mi cama con el libro entre las manos.
No se me borraría nunca de la cabeza la expresión de incomprensión dibujada en su rostro. Al parecer había decidido tomarse la justicia por su mano en vez de esperar a que yo le contara todo y se leyó en una hora todo lo que a mí me había costado dos semanas.
Ambas estábamos de acuerdo en que era algo que no tenía mucho sentido, pero cuando le conté lo de las alucinaciones, las pesadillas y recordé el caso de Mía, coincidimos en que era mucha coincidencia y que si todo lo que venía en el libro era verdad, alguien la había tomado conmigo y se había desecho de nuestra amiga por algo o por alguien.
Teníamos tres sospechosos, Daniela, de quien a pesar de ser una zorra mala, no me esperaría una cosa como esa. Sí, ninguna de las dos tragaba a la otra y cada vez que teníamos que estar en el mismo lugar a la vez era como si respirásemos aire tóxico, pero se llevaba muy bien con Mía y cuando se enteró de su muerte lo pasó bastante mal. Otro era Tom, pero a ese lo descartamos. Si él hubiera sabido algo de todo esto me habría ayudado, a no ser que estuviera usándolo en mi contra, pero era algo improbable. Por mucho rencor que me guardara por todas las trastadas que le había hecho, era mi amigo. Por último quedaba Martin, un chico solitario con el que no había intercambiado más de tres palabras seguidas en toda mi vida. Desde luego, estábamos en un pozo sin fondo y nuestras dotes de detective eran penosas.
Tiffany, como me lo imaginaba, seguía tumbada bajo las sábanas de su cama y una capa de pañuelos usados por encima como si se tratasen de pétalos de rosa, solo que de color blanco.
Fingiendo que no estaba para el arrastre, puse mi mejor sonrisa y me lancé sobre ella, saltando en el colchón mientras que tarareaba una canción es español que sonaba a grillos espachurrados.
-Qué alegría que buen día que bueno tenerte, que bien estoy, quién me lo diría cada día, que sale el Sol salgo a verte.
Seguí saltando durante un par de minutos repitiendo la misma frase una y otra vez intentando captar su atención, pero lo máximo que saqué de ella fue una mirada de odio y un estornudo lleno de gérmenes.
-¿Piensas pasarte el día aquí metida? -Resignada, me dejé caer con las piernas cruzadas.
-Déjame.
-Tiff...
-Vete.
-No.
-¡Que me dejes aquí, sola y llorando!
-Dramática que eres coñe. -Espeté entre dientes poniendo los ojos en blanco. Aparté con la mayor parte de los pañuelos, no sin mucho asco y me tumbé junto a ella.- Mira, Tiff... sé que estás deprimida, pero se te pasará, llegará otro que te valorará y...
-No lo entiendes Alex -sollozó, rodando para quedar de cara a mí- no es por él, yo sabía que lo nuestro no tenía futuro.
-¿Entonces?
-Es por mí, que me siento una estúpida por haberme pillado por él aún sabiendo que no era posible.
Sin ella saberlo bien, aquellas palabras hicieron mella en mí. Como si hubiera pulsado un botón, me vi trasladada el momento en el que Carter me abrazó el día de la muerte de Mía. La sensación de su cuerpo sobre el mío, el hormigueo que sentía cada vez que lo veía, se apoderó de mi mente y mi figura. Noté cómo mis mejillas se sonrojaban y me sorprendí a mí misma por la reacción esporádica de mi cuerpo.
Estaba intentando consolar a una amiga cuando la que en realidad necesitaba consuelo o mejor dicho, un psicólogo era yo.
-¿Alex? ¿Estás bien?
-Eh... esto... -sacudí la cabeza varias veces para intentar despejarme, pero estaba segura de que Carter no se iría de ella en todo el día- sí, sí, es solo que me ha entrado calor. Tú no eres una estúpida ¿me oyes? No podemos elegir de quién nos enamoramos ¿no? -Aquella pregunta era más para mí que para ella.- Él ha sido listo y te ha escogido a ti, por lo maravillosa persona que eres, pero ha sido torpe por hacerte daño porque ¿sabes?
-¿Qué?
Me miraba con los ojos irritados por la llorera y con unos párpados hinchados que decían a gritos que se había pasado la noche entera y parte del día llorando. No, ella no se merecía eso, ni ella ni nadie.
-Que ese cabronazo se va a arrepentir de haberse metido con la mejor compañera de cuarto que una persona podría desear. -Con ímpetu,  salté y me puse de rodillas sobre la cama con el puño en alto, como aquello de que estaba en una obra de Shakespeare.- Y si se mete contigo, se mete conmigo y pobre de la persona que se meta con Alex Thomson.
Silencio. La chica se me quedó mirando con absoluta fascinación, se veía que no se esperaba que alguien dijera algo así refiriéndose a ella.
Una sonrisa de felicidad se dibujó en sus labios justo a tiempo de tirarse sobre mí para darme un abrazo, con tan mala suerte que ambas caímos de bruces al suelo, pero en vez de quejarnos, nos echamos a reír.
-Gracias -susurró.
-¿Gracias? ¿A mí? -puse un tono de burla, para seguir animándola- Gracias a ti que me soportas. Ains, no sé que sería de mí si no te hubiera conocido. ¿Te imaginas que me ponen de compañera a Spencer? Dios, me moriría.
Ver sonreír y escuchar reírse a aquella niña era una de las cosas que más me animaban en todo el mundo. Se le formaban unos pequeños hoyuelos que a conjunto con las pecas que le surcaban la cara le daban un aspecto mucho más infantil. Seguía sin comprender como una persona podía tratar tan mal a alguien como ella.
Había quedado con Cyn en el hall a las seis y media, justo la media hora antes de la cena, cuando sabíamos que todo el mundo andaría por allí y podía ver a Diu en acción, aunque con lo que no contamos era con que los profesores y guardianes también andarían por allí hasta que no vimos a Carter a lo lejos andando por el pasillo en dirección a nosotras.
-¡Mierda! -gruñí entre dientes.
-Si te pilla estás jodida ¿verdad?
-Sí.
-Vale, pues.... dejémoslo, no sé.
-¿¡Qué!? -exclamé horrorizada.- Ni de coña. Cambio de planes, en vez de entrar tu primero, yo estaré en el último compartimento, meteros en el de al lado y cuando le quites la ropa lánzamela o pásamela por debajo. ¿Entendido?
Con las prisas a penas pude ver su asentimiento, indicándome que lo había pillado.
Salí disparada hacia el cuarto de baño, rezando porque mi profesor no me hubiera visto. Cuando llegué, estaba algo sofocada y con la respiración pesada al no haber podido emplear mi súper velocidad.
Pasaron dos minutos y no había signos de que nadie entrara en el baño. Aquellos servicios antes servían de duchas comunes, pero instalaron baños individuales en las habitaciones, a si es que ya nadie  los usaba, solo en horario entre clase y clase y ni eso.
Algo más esperanzada y aliviada al ver que estaba a salvo, solté todo el aire que había contenido en mis pulmones desde que le había visto a él; con su porte rígido y su seriedad habitual. Pocas veces le había visto sonreír, en realidad, que yo recordara solo el día en el que lo conocí y porque no estaba de guardia, sino de fiesta encargándose de quitar a su ¨amigo¨Marco de encima de las chicas.
Un portazo y toda mi calma se fue al garete. Solo fue eso, un portazo o al menos eso creí yo hasta que empecé a escuchar uno tras otro, como si alguien se creyera Jakiei Chan o cualquier otro maestro de las artes marciales.
-¡Alex! Sé que estás aquí a si es que sal de una vez y no me hagas de tirar todas las puerta a bajo.
Al escuchar aquella voz me quedé de una sola pieza. Ingenua de mí que había pensado que me había librado de Carter. Ese hombre no dejaba escapar nada y mucho menos a una estudiante problemática como yo, que siempre estaba metida en líos y respondía con groserías a todos los profesores.
En un intento desesperado por no delatarme, volví a aguantar la respiración y me subí en la taza del váter, esperando a que se marchara, aunque sabía que no daría resultado y que cuando me encontrara solo parecería un tomate rojo al borde de la asfixia.
Antes incluso de que el manillar de la puerta principal sonara, ya los había olido, escuchado e incluso sentido. Cyn y Diu estaban a punto de entrar y se encontraría a Carter allí, a lo que llevaría a un desastre total y un castigo para  los tres, porque estaba claro que yo no me libraría dado que se suponía que debería estar en mi habitación haciendo cosas de estudiante aplicada, pero lo peor de todo sería que Diu no tendría el castigo que se merecía y ni Cinthya ni Tiffany su merecida venganza.
Sin pensármelo dos veces, abrí la puerta de mi cubículo y agarré por la pechera de la camiseta a Carter para tirar de él hacia el interior, al mismo tiempo que la puerta de entrada empezaba a chirriar.
Su cara de asombro e incredulidad verdaderamente me dio miedo; incluso podría llegar a decir que de un momento a otro le estallaría la cabeza. Estaba metida en un buen lío, pero ya no había marcha atrás a si es que había que seguir adelante, al menos esa era mi forma de ¨animarme¨.
-¿Qué diablos estás....
Sus ultimas palabras fueron una especie de balbuceo rabioso al quedar aplastadas por mi mano para impedir que siguiera hablando. Si Diu se daba cuenta de que había alguien más allí a parte de ellos el plan se iría al traste, por no mencionar de que él era un profesor y yo una alumna y había un cien por cien de posibilidades de que las ideas que pasaran por la mente de las personas que se enterasen serían de todo menos algo bueno. Confraternizar con una alumna estaba estrictamente prohibido por el royo del favoritismo, aunque las clases de Carter no formaban parte de la nota final, no dejaba de ser un profesor, yo una alumna y esto una escuela.
Lo miré con ojos suplicantes, intentando transmitirle a traves de pensamientos que nunca llegarían, que mantuviera la calva y más tarde se lo explicaría todo, pero intentar calmar a ese tipo era como intentar explicarle  a un toro que el picador solo le haría ¨cosquillas¨con los banderines.
-Te juro que todo tiene explicación -susurré a media voz para evitar que Cyn y Diu se enterasen de que había alguien más ahí, aunque con las risas que proferían era casi imposible que me oyeran-, pero ahora tienes que callarte.
A medida que iba hablando, su cara se ponía todavía más roja, llegando al punto de parecer un autentico tomate o una butifarra. Tenía que tranquilizarle, porque como llegara al tono morado estaría perdida. A si es que empecé a hablar por los codos.
-Diu se ha estado enrollando con dos alumnas a la vez, es decir que a parte de ser un cabronazo, ha infligido las normas y os ha toreado a todos. Esas dos alumnas son mis dos mejores amigas y una está ahora mismo ahí detrás -señalé a mi espalda con el pulgar de mi mano libre - está ahí intentando seducirle para quitarle la ropa, dejarlo completamente en bolas y que hasta que no admita públicamente que ha sido un capullo no se la daremos. Porque que sepamos solo han sido ellas dos, pero podría estar haciendo lo mismo con un montón de chicas más.
Una vez hube acabado, solté todo el aire que había contenido mientras le explicaba mi plan. Desgraciadamente antes de que acabara ya se había puesto de un tono pulpureo bastante preocupante y eso me alarmó.
Cargó sus pulmones de aire y lo volvió a expulsar al borde de la desesperación. Yo estaba realmente nerviosa, si me delataba, algo que haría; acabaría expulsada y eso significaba adiós prueba final, adiós futuro, adiós combatir, hola ser una perdedora el resto de mi vida. Las piernas empezaron a temblar alarmantemente y mis manos empezaron a sudar. No recordaba haberme visto tan nerviosa en mi vida y mucho menos por miedo a irme de una escuela.
-¿Te das cuenta de que te has saltado todas o casi todas las normas? -dijo con esfuerzo, teniendo en cuenta que mi mano seguía aprisionando su boca.
Sorprendida al ver que no había puesto el grito en el cielo, pegué un pequeño respingo y dejé caer mi mano de su rostro para que quedara inerte al lado de mi cadera.
Por supuesto que era consciente de la que había liado, ¿qué se creía? pero nadie le hace daño a la gente que quiero.
-Sí, soy consciente de ello. -La voz me temblaba al igual que el resto del cuerpo y estaba empezando a ruborizarme por lo que agaché la cabeza y me concentré en los cordones de mis botas. Todo era mucho más fácil si no le miraba directamente a los ojos, porque en ellos solo veía decepción.- Pero...
-Alex, no hay peros.
-Sí, sí que los hay. -Hasta yo misma me sorprendí de lo firme que sonó mi voz.- Ese tío se ha propasado con dos chicas y a saber con cuantas más. Por el amor de Dios, tú eres profesor deberías estar de acuerdo conmigo. ¿No tienes una hermana? ¿Qué pensarías si en vez de una de esas dos chicas se tratara de ella?
Una chispa de dolor le cruzó los ojos y miró directamente a la pared que nos separaba del cubículo contiguo, donde se encontraban Diu y Cyn haciendo quién sabe qué. Mis palabras le habían herido y yo no sabía el por qué.
-Y estoy de acuerdo contigo -por un momento vi la luz en sus palabras, pero se esfumó en cuanto continuó la frase- pero no con tu postura. Esta no es manera de hacerlo.
-¿Y cuál es? -pregunté en tono de burla, sosteniéndole la mirada.- ¿Decírselo a la directora para que ¨lo castigue¨? Tanto tu como yo sabemos que lo dejaría pasar porque su papi paga una gran cantidad de dinero.
Sin saber muy bien el por qué, me di cuenta de que estaba enfadada con él, muy enfadada con él.
Esta discusión sin sentido había sacado a flote todas las semanas de altibajos con él. Sus miraditas, sus enfados, sus comentarios alagadores, sus comentarios despectivos, su forma de preocuparse por mí y a la vez sentirse responsable de cada error que había hecho; pero a la vez, verlo decepcionado conmigo era como una aguja que me presionaba el corazón y lo iba resquebrajando poco a poco. ¿Es que no se daba cuenta de que me estaba haciendo daño? ¿De que cada vez que lo veía era como si un millón de mariposas revolotearan en el estómago antes de ser comida por la negación, el rencor y el pesimismo? Aunque la más culpable había sido yo, por dejarme engañar.
-No lo sé; pero no ésta -respondió con dureza.
-Vale, pues si tan seguro estás, ve y díselo a la directora, total -me encogí de hombros mostrando una fingida indiferencia-¿qué tengo que perder? Solo me expulsarán, volveré a casa y me admitirán en otro instituto.
* Algo muy improbable ya que no habré pasado la prueba final* terminé mentalmente la frase.
La respiración de ambos era entrecortada y yo tenía un nudo en la garganta que avecinaba un llanto próximo. Estaba aterrada.
-Lo ves todo muy fácil ¿no?
Aparté la mirada, cansada de seguirlo y la centré en las baldosas de la pared de detrás. Si esto no acababa pronto me echaría a llorar allí mismo. No podía más, me sentía una estúpida.
-No -*precisamente fácil no lo es, créeme*.
-Llegas aquí y ¿piensas que puedes cambiarlo todo en menos de dos meses? Alex, mírame.
No le hice caso, seguí con la mirada fija en la baldosa detrás de su cabeza, contando mentalmente hasta diez  mientras me rogaba a mí misma no llorar. ¿Qué me estaba pasando? ¿Quién era esa chica que estaba así por el simple hecho de sentir que había decepcionado a alguien al que había conocido en una discoteca hacía mes y medio? Había decepcionado miles de veces a mis padres y nunca me había sentido tan vacía como en ese momento. Me sentía una mierda.
-¡Que me mires!
Clavó sus dedos en mi barbilla y giró mi cabeza obligándome a mirarlo.
Tenía los ojos algo vidriosos y la voz tensa y anudada, como si estuviera haciendo el mayor esfuerzo del mundo por mantener el control. Por una parte eso me hizo sentir bien, el saber que no era la única que estaba controlándose y que de un momento a otro me acabaría viniendo a bajo, pero por el otro lado, quería abrazarlo y consolarlo. Me sentí culpable al verlo así.
-Hay normas y por mucho que no te gusten están para algo y tú te las has saltado todas. Te he ayudado, te he estado protegiendo, defendiendo incluso cuando estaba claro que merecías la expulsión y tú sin embargo sigues metiéndote en líos. No estás sola ¿No te das cuenta de ello?
Sus palabras produjeron un efecto en mí que no sabría describir. ¿Me estaba diciendo que lo tenía ahí y que podía apoyarme en él o era todo producto de mi imaginación?
Hasta que no lo escuché, no me di cuenta de que realmente me sentía sola. Sí, tenía a Cinthya, Tiffany, Tom y a los demás, pero aún así me sentía sola, como si no pudiera confiar en nadie; pero en realidad todo este tiempo una persona había estado apoyándome sin yo saberlo, una persona a la que no podía contarle el por qué me sentía así. Como una estúpida no me había dado cuenta de que la persona que tenía delante en esos instantes había estado apoyándome y cuidando de mí y yo a cambio solo le había contestado con groserías, gracias que no hacían gracia y esquivándole y culpándolo de todo.
No pude aguantarlo más. Me olvidé del plan, de que Cyn estaba pegándose el lote con un tío que la había estado engañando, de mis poderes, de que alguien estaba intentando volverme loca, de la muerte de Mía... me olvidé de todo y simplemente me abalancé a sus brazos y lo estreché con fuerza, hundiendo mi cabeza en su pecho, sintiendo el calor de su cuerpo en contacto con el mío, dejando que él me siguiera el abrazo.
Me olvidé de todo y simplemente lloré.