viernes, 23 de mayo de 2014

Capítulo 36.

Después de pasarme corriendo al menos tres horas y haberme saltado el toque de queda, decidí irme a mi habitación y enfrentarme a mi amiga, si es que seguía siéndolo después de todo.
Estaba cansada y exhausta, pero sobretodo estaba emocionalmente dañada conmigo misma. Me había defraudado a mí y eso es lo peor que se puede hacer, defraudarse a uno mismo. Toda mi vida me había estado preparando para ese momento, en el que iría a una escuela a proteger a sus alumnos de los Marwolaeth y en cambio, yo misma había agredido a uno. Pero no una agresión típica de chiquillos de instituto, no, sino como una vampira, como lo que soy; y eso era imperdonable.
Pasaba la media noche cuando entré por la puerta de mi cuarto. Estaba oscuro y en paz. Tiffany dormía tranquilamente en su cama y me alegré de que por fin, después de todo un día sin pegar ojo, consiguiera hacerlo y Cyn... Cinthya me esperaba sentada en mi cama de brazos cruzados.
Tenía pensada una excusa que sonaba más o menos así : Cyn, ya lo sé que he hecho mal, pero no sabía lo que estaba pensando cuando hice eso y...
-Alexandra Thomson. -Me encogí preparada para recibir mi merecida reprimenda. Cerré los ojos con fuerza, pensando que si no la veía, dolería menos, pero me sorprendió lo que dijo a continuación:-¿Qué te pasa amiga?
*¿Qué te pasa, amiga? ¿Qué te pasa, amiga?* No venía preparada para esa pregunta, ni para ese tono de voz tan dulce, ni para que me tratara así. Yo venía preparada para que me gritara, me odiara, me pegara y me dijera que todo había sido culpa mía; pero en cambio, ¿me preguntaba que qué me pasaba?
Quería decirle que no merecía que se preocupara por mí, no en ese momento, no después de hacer lo que había hecho, pero de mi garganta salió un pequeño susurro gutural y a continuación noté mis mejillas húmedas. Estaba llorando.
Cinthya se levantó apresuradamente de la cama y corrió hacía a mí para abrazarme, cayendo así ambas al suelo para quedar sentadas en la mosqueta. Quería parar de llorar pero no podía. Tenía la sensación de estar llorando por todo. Por la presión de mis nuevos poderes, por que mis padres me habían mentido, por atacar a Diu, por Carter...por todo.
-Se supone que deberías estar dándome voces -sollocé contra su hombro- no aquí consolándome.
-Shh, pequeña, shh.
Sus manos suaves y temblorosas pasaban por mi pelo mientras me acunaba en su pecho. Quería dejar de llorar, pero era algo imposible. Me sentía una basura, una mierda, el ser más despreciable del mundo. Solo hacía daño a la gente, le ocultaba cosas a mis amigos...
-¿Qué te pasa Alex?  -Noté un deje de histeria en su voz. Me separó de ella agarrándome por los hombros para así poder mirarme a la cara.- ¡Dime!
-No-no lo sé Cyn, no lo sé. Te lo juro que no lo sé, todo es tan...
No pude acabar la frase, antes de eso otro mar de lágrimas empezó a correr por mis mejillas formando un pequeño charquito de agua salada en el hueco entre las dos clavículas.
-Lo que he hecho... a Diu, no era yo, no sé, no sé por qué he hecho eso. Ahora se lo dirá a la gente, estaremos en peligro y no solo nosotras, sino el resto...
Sentía una fuerte presión en el pecho que me oprimía más fuerte con cada palabra. Estaba al borde del ataque de nervios. Necesitaba tranquilizarme, pero no podía, era incapaz de hacerlo. Las manos me temblaban y sabía que si me ponía de pie me vendría a bajo de nuevo. Todo estaba oscuro, pero incluso así sentía unos destellos ante mis ojos, como pequeñas explosiones de color que me bombardeaban la cabeza.
-Eh, eh, eh. -Cinthya me cogió por la cabeza y me obligó a mirarla. No veía nada más que esos pequeños destellos, pero pude ver que ella también estaba llorando.- No pasa nada, ¿me oyes? Diu está bien, con un susto de tres pares de cojones pero le he explicado que todo era una broma. No irá a la directora, te lo prometo ¿vale?
A pesar de que sus palabras sonaban sinceras, no la creía; solo lo estaba diciendo para tranquilizarme, pero no lo estaba consiguiendo. Otro golpe de lágrimas subió desde el nudo de mi garganta hasta las cuencas de mis ojos junto con un golpe de tos. Si seguía llorando de aquella manera despertaría a Tiffany y eso solo empeoraría las cosas.
*Alex. Alex. Tienes que tranquilizarte. Se lo debes a Cyn; se lo debes. Respira con tranquilidad. Venga, uno, dos, uno, dos, uno, dos...*
Solté un pequeño suspiro vibratil. Me temblaba todo el cuerpo, desde los dedos de los pies hasta el último pelo de mi cabeza. Nunca antes me había pasado esto, pero desde luego, no quería volver a sentirme así, tan vulnerable ante los ojos de la gente aunque esa gente solo fuera mi mejor amiga.
-¿Estás mejor? -preguntó mi amiga con clara preocupación.
No me veía capaz de articular palabra, si lo hacía volvería a echarme a llorar a si es que simplemente asentí con la cabeza mirándola fijamente a los ojos.
-Vale, bien, ahora sigue así ¿vale? Respira lentamente. -Empezó a hacer unos gestos con las manos a la par que subía y bajaba el pecho de una forma exagerada para que yo la imitara.- Muy bien, así me gusta. Está todo bien ¿de acuerdo? -Otro asentimiento.- Bien, ahora te vas a levantar poco a poco, venga, cógeme de las manos.- Tendió sus manos y yo las cogí obedientemente. Las piernas me temblaban de una manera exagerada, pero al final, tras varios intentos fui capaz de hacerlo.- Y ahora te vas a poner el pijama y nos vamos a ir a dormir.
A ojos de la gente yo parecía una persona fuerte y decidida que le importaba una mierda meterse en líos, pero todo tiene un límite y esa noche lo había sobrepasado con creces.
Debido al temblor de mis manos a duras penas fui capaz de quitarme la ropa. Cinthya tuvo que ayudarme a desabrochar el botón de mi pantalón, los cordones de mis botas e incluso el enganche de mi sujetador. Me sentía una estúpida por no ser capaz de hacer las cosas más sencillas del mundo que estaba acostumbrada a hacer; no obstante se lo agradecí con una sonrisa.
Ambas nos metimos en la cama juntas, como cuando éramos pequeñas o la noche en la que Mía murió; solo que esta vez, en vez de ser yo la que la abrazaba a ella, era ella quien me abrazaba a mí.
Pasados varios minutos, una vez que terminé por tranquilizarme y dejar de llorar, me sentía tan vacía que incluso hasta dolía. Era como si alguien hubiera venido con una cuchara de helados y se hubiera puesto a sacar todo lo que tenía dentro. La gente solía decir que llorar venía bien, pero a mí me había dejado hecha un trapo maltrecho.
-Gracias -susurré.
-Shh. -Me mandó callar estrechándome más fuerte contra ella.
¿Desde cuándo se había vuelto una persona tan fuerte? Recordaba que ella era la chica vulnerable, la que solía llorar por todo y yo era la que la consolaba y le decía que todo iría bien. ¿Cuándo habíamos cambiado los papeles?
Después de todo el sofocón que me había pillado, no tardé mucho en venirme a quedar dormida, en realidad no recuerdo haberme dormido, simplemente la oscuridad de la habitación se hizo más palpable y las estrellitas de colores se apagaron definitivamente.
Aquella noche no soñé con nada en especial; sino con todo. Era como un torbellino de imágenes en las que aparecía yo con mis padres en el salón haciendo puzles de mis dibujos animados favoritos, o el día en el que fuimos a pasar el día a la casa de campo con la familia Robinson, unos amigos escoceses de mis padres. También surgieron las primeras imágenes de cuando empecé a utilizar mi poder o la vez que le di una patada tan fuerte a mi madre mientras entrenábamos que le partí una costilla. Yo me preocupé mucho, pero ella me felicitó. Siempre me decía que ante un Marwolaeth nunca había que dudar aunque en su anterior vida fuera un ser querido. La fiesta sorpresa de los dieciocho que nos habían preparado a Cinthya y a mí. Nuestros padres la habían llevado a cabo tan meticulosamente que ni tan siquiera sospechamos nada, incluso el día que me besé por primera vez con Tom. Ese día fue magnífico, lo llevaba esperando durante mucho tiempo, pero como todo al final acabó saliendo rana debido a sus celos. Lo que más me llamó la atención fue el recuerdo de la primera vez que vi a Carter; aunque ese recuerdo no era bueno, ese dolía.
Cuando desperté, Cinthya ya no estaba en mi cama y el Sol de la mañana entraba a raudales por la ventana, bañándome con intensidad. Medio cegada, busqué por la habitación a mis dos amigas, pero ninguna estaba allí. Estaba sola.
Volví a dejarme caer sobre la almohada. Me encontraba mejor, pero aún me seguía doliendo todo el cuerpo y me esperaba una buena bronca por parte de Christian al haberme saltado la guardia, a si es que sería mejor retrasarlo.
-Ains Dios -suspiré, tapándome la cara con los brazos- qué estúpida soy.
-Tampoco es para tanto mujer -dijo una voz desgarrada.
*¡¿Pero qué?!* De un salto salí de la cama y me puse en pie. El suelo estaba algo frío y por la ventana abierta entraba una tenue brisa helada, pero peor me había quedado al escuchar aquella voz. Pensaba que estaba sola.
Cinthya me miraba desde la otra punta de la habitación, secándose el pelo con una toalla y vestida con un atuendo deportivo. Suspiré al verla y le tiré la almohada a la cabeza, pero la esquivó con una carcajada.
-¡Estúpida! ¡Me has asustado!
-En eso consistía. Estás perdiendo facultades-Sonrió.- ¿Cómo estás?
-Pss... bien supongo -me encogí de hombros.- Sobre lo de anoche... gracias Cyn, de verdad y lo siento mucho, no sé qué pasó y...
-Calla ya estúpida. ¿Desde cuándo te has vuelto tan... tan así?
-¿Una blandengue, una mocosa y una llorona? No lo sé la verdad, aunque sienta bien esto de llorar -me eché a reír con sarcasmo- creo que lo haré más a menudo.
Eso no pareció causarle la misma gracia que me hizo a mí. La sonrisa de su cara se borró por completo y volvió la preocupación a sus ojos, la misma que había visto la noche anterior. Ahora vendría el interrogatorio. A decir verdad, estaba tardando demasiado.
-Vale, ahora... ¿me vas a decir qué pasó anoche? Porque esa no eras tú, Alex.
Ahí estaba,  la pregunta del millón. Una pregunta que no tenía respuesta exacta, pero a la vez todo valía, pero ya iba siendo hora de apoyarme en alguien y pedir ayuda ¿no?
Me senté de nuevo en la cama bajo la protección de las sábanas y le di un par de toquecitos para que me siguiera.
Con un suspiro, comencé a contarle todo sin dejarme nada de por medio. Le expliqué de nuevo lo que había leído en el libro de Marx; cómo me sentí cuando maté a la vampira o cuando le dí el puñetazo a Spencer y me amenazaron con la expulsión. Eso me acojonó bastante y me sorprendió a la vez. Me di cuenta de que no quería irme; no había hecho muchos amigos, pero tenía allí a Tiffany y aunque pudiéramos mantener el contacto una vez que me marchara, no sería lo mismo. Me daba pena que cuando volviera a casa no pudiera volver a verla. Ella envejecería y yo sería eternamente joven, algo que no tenía explicación.
También conté la parte de la muerte de Mía. Había estado guardando esos sentimientos para mí y en realidad debería haberlos soltado desde un primer momento en vez de mantenerlos sujetos con una correa; pero cuando llegué a la parte de Carter, callé. No estaba segura si podía contárselo, no era por miedo a que dijera nada, sino por lo mismo de siempre; si lo decía en voz alta lo admitiría de una vez por todas y el hacerlo y no poder estar con él, me consumiría por dentro.
Cynthia se dio cuenta de que mi voz había ido disminuyendo hasta el punto de callarme.
-¿Alex?
-¿Sí? -la miré con una sonrisa fingida.
-¿Hay más?
-Esto... nop -negué con la cabeza.
-¿Segura? Porque me da la sensación de que sí.
Mi querida amiga y su instinto protector que era capaz de descubrir hasta lo más mínimo. ¿Debía decírselo?
-Sip.
-¿De verdad? -me miró con los ojos muy entrecerrados. Lo sabía, sabía que me estaba guardando algo para mí.
-Sip. -Asentí repetidas veces, aún con esa sonrisa de estúpida en la cara.
-Sabes que nunca te juzgaría ¿verdad?, que estoy aquí para lo que necesites; que soy tu mejor amiga.
Definitivamente lo sabía. Sabía que había algo que me estaba callando. Me molestaba mucho no poder decírselo, pero si lo hacía... si lo hacía... por mucho que no me juzgase, no habría vuelta a atrás; lo había admitido.
-Que sí, pesada -la empujé bromeando y la abracé-, gracias.
-Estúpida.
-Cara culo.
-Cara de mono.
-Creída.
-Hueles mal.
-Cierto -me separé de ella con una carcajada- voy a la ducha.
-No lo decía en serio. -Puso morritos con cara de pena, como cuando quería algo y yo le decía que no.
-Lo sé, pero yo sí, además, aunque no pueda salir de estas cuatro paredes -di un par de vueltas con los brazos extendidos- una necesita asearse.
-Bien pensado, luego entrenamiento.
-¿Hes escuchado la parte en la que he dicho que no puedo salir de aquí? -Enarqué una ceja con ironía.
-Sí, pero lo podemos hacer aquí. Tiffany me ha dicho que estará todo el día en la biblioteca, tenemos esto para nosotras solas.
-¿Segura?
-Sí. Y ahora -me lanzó la toalla que se estampó contra mi cara- vete a la ducha.
A pesar de que yo era una persona bastante reservada que se guardaba las cosas, soltarlas de vez en cuando venía bien. Después de pasar una noche llorando y contarle todo o casi todo lo que me pasaba a mi mejor amiga, era como si me hubiera quitado un millón de kilos de encima, pero aún así me seguía sintiendo vacía y sola.
Era injusto decir que me sentía sola, porque en realidad no estaba sola. Tenía a mis padres, que a pesar de que estuvieran a un mar de distancia y me hubieran ocultado cosas, eran mis padres, siempre los tendría ahí. También estaban Cinthya, Tom, Tiffany... mis amigos; con personas con las que podía contar si tenía algún problema y recientemente también estaba Carter; ese chico moreno y musculoso del cual había acabado pillada hasta las trancas. Podía discutir con él, hablarnos mal, hacer bromas, abrazarnos y mirarnos con intensidad en un solo día y aún así seguir unidos. Era como un lazo extraño que nos llevaba el uno al otro. Un lazo extraño que muy a mi pesar, debíamos de cortar.
Cuando me miré al espejo no me reconocía. Tenía una pinta horrible. El pelo desgreñado y con unas raíces morenas que estaban empezando a notarse más de lo que me gustaría, *necesitas un tinte ya*. Bajo mis ojos había unas profundas ojeras y tenía los párpados hinchados, después de haber estado llorando, que hacían un contraste macabro con mi piel más pálida de lo habitual. Aquel lugar me estaba consumiendo lentamente.
Me desnudé, sin ser capaz de apartar la mirada de mi reflejo ni un solo segundo y posteriormente me metí en la ducha a dejar que el agua ablandara mis músculos contraídos. Estaba tensa, como si esperase que a la mínima ocurriera algo y tuviera que salir a correr. Me daba cuenta de que me había vuelto una paranoica y me esperaba siempre lo peor de todo.
Necesitaba unas vacaciones ya. Solo durarían una semana a lo sumo semana y media, pero sería una semana que la pasaría en casa, acribillando a preguntas a mis padres, descansando en mi cama -la echaba de menos-, respirar el aire libre de los campos de mi pueblo, ir de fiesta por los bares de Amsterdam, pasar tiempo con Cinthya sin tener que estar vigilando cada movimiento extraño... en definitiva, mi mente necesitaba apagarse y desconectar, pero me daba la sensación de que mes y medio aún era mucho tiempo y yo lo necesitaba ya.
Definitivamente la ducha me vino de maravilla, al menos para quitarme la sensación de rigidez en la cara por haber estado llorando. Me puse unos pitillos vaqueros y una camiseta de hombro caído con el eslogan de AC/DC. En lo que a gustos musicales se refiere yo era la viva imagen de mi padre. Él me dijo que estuvo en uno de sus conciertos hacía ya algunos años y por poco no me muero de la envidia.
-¿No se supone que íbamos a entrenar?
Cinthya estaba tirada en mi cama ojeando una de las revistas de moda de Tiffany. No sé de donde las sacaba pero tenía al rededor de unas cincuenta.
-Tengo hambre. -Me froté la barriga con una mueca de disgusto.- Vayamos a comer algo.
-Tú y tus momentos oportunos -rodó los ojos en señal de frustración, pero se levantó y fue la primera en salir-, además, no se supone que tu no puedes salir de la habitación.
-¨Se supone¨.-Recalqué las comillas con una sonrisa pícara.- Tengo permiso para salir en las horas de clase y de comidas, no más.
-¿Y cuándo se acaba la temporada de monja de clausura?
-No sé -me encogí de hombros- hasta nuevo aviso, supongo.
-Entiendo...
La verdad que tampoco era un castigo que me comiera por dentro ya que hacía lo que me daba la gana; salía por las noches después del toque de queda y si me veían por los pasillos fuera del horario lectivo simplemente podía decir que iba a la biblioteca; pero no dejaba de ser una verdadera castaña.
Antes de ir al comedor, nos pasamos a buscar a Tiffany por la biblioteca para que viniera con nosotras. Nos costó Dios y ayuda convencerla pero al final dio su brazo a torcer como era de esperar. Solo habían pasado dos días desde que se había enterado de lo de Diu, pero la notaba de mejor humor, al menos tenía algo de color en las mejillas. Aún teníamos que contarle lo sucedido en el cuarto de baño, dejando de lado algunas partes, obviamente, pero estaba segura de que se reiría y le haría bien ver la foto que aún conservaba en mi móvil.
Por el rabillo del ojo vi a Spencer y a su séquito de muñecas con silicona sentadas en una mesa cercana a la puerta. Todas se giraron para mirarnos a mis amigas y a mí con clara cara de desprecio, pero ninguna de nosotras se giró para mirarlas.
Cuando vi a Spencer con la gasa en la nariz no pude evitar reprimir una pequeña sonrisita. Pensé que el puñetazo se lo había llevado en el labio, pero al parecer le había partido el tabique nasal. Si dijera que me sentía mal por ella estaría mintiendo, en realidad no me arrepentía de haberle lanzado ese gancho. Se lo merecía y qué mejor que una bonita marca en la cara para recordarle que debe andarse con cuidado, aunque bueno, según me había informado Will, su hermanastro, le pagarían un arreglo en uno de los mejores centros de cirugía estética, algo que ya me esperaba.
-¿Os cojo un frasco? -preguntó Tiffany con su vocecilla.
Cada tres días, en la puerta del comedor había un surtidos de Wollemia nobillis diluida, lo que vulgarmente los vampiros llamábamos mata-vampiros. Las hojas de esa planta nos abrasaba la piel con su contacto e impedía ejercer la coerción sobre las personas que las tenían en su organismo, asegurándose así que ningún Marwolaeth se alimentara de su sangre. No estaba mal pensado, pero odiaba el día en el que las repartían; todo olía a esa sustancia y me abrasaba las fosas nasales.
Cynthia y yo las cogíamos y las escondíamos o en las maletas o en el bosque, o simplemente la tirábamos al lago, aunque claro, nunca se sabe cuándo nos podrían hacer falta.
-Sí, sí -asentí con mueca de asco.
-La verdad es que esta cosa está asquerosa, sabe a colonia. -Tiffany nos tendió uno a cada una. Automáticamente lo guardé en el bolsillo de mis pantalones.
Cinthya y yo nos miramos y nos echamos a reír. Si para ella estaba asqueroso, para nosotras que era como ácido sulfúrico...
El comedor estaba casi vacío. Los exámenes se palpaban en el ambiente. Yo debería estar estudiando, pero tenía demasiadas cosas en la cabeza como para hacerlo. Cada una cogió un par de emparedados y nos fuimos a nuestra mesa habitual, la más alejada, donde solíamos sentarnos Tom, Cinthya, Christian, Jo y yo, aunque últimamente, desde que discutió con Spencer, Tiffany se nos había unido.
-¡Oh Dios! -susurró Tiffany, agarrando con fuerza el borde de la mesa.
Cinthya y yo nos miramos sin comprender qué pasaba, hasta que a lo lejos vi que Diu y Will  venían hacia nosotras. Al parecer Tiffany no lo había superado tanto como yo pensaba.
Pasé mi mano por debajo y agarré la de mi compañera de cuarto. No estaba sola y debía saberlo.
-Chicas -sonrió Diu retirando una silla- ¿podemos sentarnos?
-¿Sabes? -Lo miré con cara de pocos amigos.- La gente suele preguntarlo antes de sentarse y cuando le dicen que no, se marcha.
-¿Qué tal el día? -Me dedicó una sonrisa, ignorando mi comentario.
Silencio, ninguna de las tres hablamos. Will, aún de pie y ajeno a la situación, nos miró a todos sin comprender antes de retirar la silla que estaba a mi lado y sentarse. Me saludó con un asentimiento al que yo respondí sin tan siquiera mirarlo. Aún resonaban aquellas palabras en mi cabeza; no dejaría de intentar que él y yo tuviéramos algo y yo no sabía cómo rechazarlo de nuevo. Sí, era cierto que debería haberlo hecho desde un principio, pero ese chico tenía algo...
-El mio bien, gracias por preguntar -Se respondió a sí mismo al ver que nadie le contestaba.-¿Qué tal vais con los exámenes?
Más silencio. No sabía si es que aquel chaval era tonto o le faltaba algo en la cabeza. ¿No se daba cuenta de que no queríamos que estuviera allí?Bueno, claro que se daba cuenta, en realidad estaba disfrutando demasiado atormentándonos al resto.
Tiffany, que me agarraba la mano por debajo de la mesa me dio un fuerte apretón. Lo estaba pasando realmente mal.
-Diu, creo que será mejor que nos marchemos. -Intervino Will.
-¿Por qué? No estamos molestando, ¿verdad chicas?
-En realidad sí -espeté con brusquedad algo cansada.- El día nos iba muy bien hasta que has venido, sí has, ¿recalco? has, tú. Ahora hazle caso a Will y marcharon.
-¿Alex? -Will me miró sin comprender el motivo de la reacción. El capullo de Diu ni siquiera le había contado lo que había hecho y no era algo que me extrañase, porque lo que hizo era vergonzoso.
-¿¡Qué modales son esos Alex!? -Se echó a reír a carcajadas.- Está bien, nos iremos, pero antes he venido a hacer lo que ayer me pedis... perdón, exigiste que hiciera. Tiffany, cielo -la miró con una sonrisa fría y viperina. Tenía ganas de levantarme y partirle la boca-, lo siento, te he tratado muy mal... lo sé, pero quiero que sepas que aún te quiero y...
-Márchate, Diu -le cortó mi compañera en un susurro-, márchate, por favor.
-Mujeres... está bien. -Apartó su silla arrastrándola por el suelo, emitiendo un sonido frío y estridente por el roce de las patas..
Me quedé atónita ante su reacción. ¿Había hecho caso sin más a mi amiga, así porque sí?, sin saber muy bien el por qué aquello me olía a gato encerrado. No me cabía la menor duda de que estaba disfrutando con la tensión del ambiente, pero aquel chico tramaba algo.
Los siguientes segundos restantes se convirtieron en una eternidad angustiosa. Por el rabillo del ojo vi cómo se levantaba de su asiento con lo que me pareció un pequeño frasco transparente. Al principio no supe lo que era, pero en seguida recordé que yo tenía uno igual justo en el bolsillo de mi pantalón.
No se lo había tragado. Cinthya me afirmó que él pensó que había sido todo una broma y que mis colmillos eran postizos, pero no se lo había tragado y quería pruebas reales y ¿qué mejor prueba que verterle a un vampiro un poco de Wollemia nobillis encima?
Miré a Cinthya. Cinthya me miraba a mí. Miré a Diu y de un momento a otro el frasco ya estaba vacío y el líquido caía en mi dirección.
Cerré los ojos con fuerza. No quería verlo. No quería ver cómo se salía con la suya cuando mi piel empezara a echar volutas de humo. Iba a doler, mucho, lo presentía. Pero no llegaba ¿por qué no llegaba el chorro de dolor? Abrí los ojos y me quedé atónita ante el panorama.
Tiffany estaba de pié ante mí, dándome la espalda y encarándose a Diu. Mi compañera de cuarto me había salvado y ni ella misma lo sabía.
-¡Te he dicho que te marches! -Gritó encolerizada.
Todos los allí presentes se dieron la vuelta para contemplar la escenita que estaba teniendo lugar. Otro cotilleo más con el que alimentar a las fieras.
Los ojos de Diu estaban apunto de salírsele de las órbitas y la mandíbula casi le llegaba al suelo de la impresión al ver la reacción de Tiffany. Al parecer la niña sumisa y tranquila que él conocía se había enfadado y había sacado las garras, algo a lo que él no estaba acostumbrado.
Will agarró a su amigo por el brazo y le susurró algo al oído que no entendí muy bien, pero acto seguido, tras una mirada de desprecio a Cyn, Tiffany y a mí, le hizo caso y se marcharon.
-¿Tiff? -susurré.
Se había quedado muy quieta, mirando a a todos lados sin mirar nada en particular. Nunca la había visto así, tan enojada, pero acababa de salvarme la vida.
Derrotada, se dejó caer de nuevo en su asiento con la cabeza entre las manos. Le puse una mano en el hombro para tranquilizarla, pero no me miró. Estaba temblando.
-¿Estás bien? -Se me adelantó Cinthya.
-Sí -asintió, aún con la cabeza entre las manos.
-No tenías por qué... -empecé a decir, pero me interrumpió antes de darme tiempo a acabar la frase.
-Sí, Alex. Sí tenía que hacerlo, os debo una después de lo que habéis hecho por mí. -Nos sonrió a ambas con una sonrisa que se me antojó lejana y triste.- Es lo que hacen las amigas ¿no? ayudarse las unas a las otras.






5 comentarios:

  1. Aiins que mina Tiffany :3 Ya tiene mi voto de confianza, aunque no se libra de que piense que tiene algo malo, porque Alex siempre sueña que ella le hacía daño.
    PUTO DIU! Me cae muy mal ese chico, no se lo creía el capullo. Si le da en la camiseta no pasaría nada no? No le tocaría la piel al instante, solo tardaría y no lo verían, podría aguantarse la mueca de dolor. O cuando Tiff se puso delante sacar el botecito y tirarselo en toda la cara xdd

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    1. No deja de ser un líquido jajaja a que tú cuando te mojas con agua en la camiseta también te mojas la carne? U_U

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  2. Q mona Tiff!!! Me encanta antes no me gustaba mucho pero ahora ya si XD

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    1. Os lo dije que la estabais tratando muy mal a la mi pobre T_T

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  3. Ooooins pero que mona es Tiffany! :) y Diu ejem ejem ejem ya se podía ir ala mierda o más lejos si se le permite. No me fío un pelo de él y a saber que trama el idiota. ¡Ay jo siempre me dejas con la intriga!! muy mal jajajjaa
    espero el siguiente pronto.
    un beso

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