miércoles, 28 de mayo de 2014

Capítulo 37.

Desde que la directora anunció la fecha para el baile de invierno, no se hablaba de otra cosa. Pasara por donde pasara todo el mundo hablaba sobre el disfraz que se iba a poner, el que había encargado, cómo se maquillaría incluso hablaban de introducir alcohol en petacas para verterlo en el ponche en plan vandalismo de instituto de película.
El martes por la tarde, después de las clases nos reunieron a todos en el salón de actos para explicarnos más o menos cómo tendría lugar el acontecimiento. El baile sería el primer viernes de Marzo, tras los exámenes de mediados de trimestre. Los alumnos de primero se encargarían de la decoración mientras que los de segundo tendríamos que hacernos cargo de crear ¨huecos¨en las agendas de nuestros padres para que pudieran venir y pujar por nosotros y así recaudar dinero para la excursión de fin de curso. Habría puestos y casetas repartidos por el gimnasio donde habría juegos como disparar con una pistola de agua a unos patos de cartón, intentar encestar pelotas de baloncesto en unos aros en los que claramente se veía que no entraban, intentar meter unos aros a través de una botella... y mi favorito, tirar tartas de nata a la cara de los profesores. No me llamaba mucho la atención el hecho de que se celebrara un baile, los bailes de institutos, a pesar de que nunca antes había estado en ninguno, no me llamaban la atención, pero daría lo que fuera por tirarle una tarta de nata a mi profesora de biología.
Mis padres, obviamente, no podrían venir al baile, pero ya me había encargado de decirles lo de la excursión de fin de curso y como estaba en la prueba final y tenía que proteger a los alumnos de Richarford, no pusieron ninguna pega. A si es que ¡nos íbamos de fin de curso! La fecha no estaba puesta, aún, pero ya estaba emocionada por ir a la playa una semana.
-¿De qué te vas a disfrazar?
Jo y yo íbamos a nuestra clase habitual de defensa de la semana. No hablaba con  Carter desde el incidente en el cuarto de baño, digo incidente porque después de liar la que lié con Diu, no era una venganza, sino un incidente; y estaba realmente nerviosa y de eso hacía ya casi una semana. Nuestros encuentros se limitaban solo a miraditas de soslayo o como mucho a un saludo, pero siempre si ninguna palabra de por medio.
Aún recordaba la sensación de nuestros pulsos coordinados latiendo uno al compás del otro, mis manos entre su pelo y las suyas acariciando mi espalda...
-¿Alex? -Jo me miró con cara larga y una sonrisa de diversión en sus ojos.
-¿Q-qué? -Sacudí varias veces la cabeza para despejarme. No podía seguir pensando en él de esa forma, tenía que sacármelo de la cabeza.
-Te he preguntado que de qué te vas a disfrazar en el baile y te has puesto como un tomate. -Se rió a carcajadas.
Era cierto, me había puesto como un auténtico tomate al pensar en mi instructor. Tenía que acabar con eso de una vez.
-¿Llevas algo picantón y por eso te has puesto así?
-¡No seas imbécil! -me reí, dándole un empujón.- Aún no lo sé ¿y tú?
-Queda semana y media y ¿¡aún no lo sabes!? -Exhaló con fingida sorpresa, poniéndose una mano en la boca para dar más dramatismo a su expresión.- Me sorprendes Alex. Todas las  chicas lo saben ya menos tú. ¿Eres una chica, verdad?
-Mierda, me has pillado... en realidad... tengo pene.
-¡Lo sabía!
Ambos nos echamos a reír a carcajadas limpias. Desde que me desmallé en nuestro castigo limpiando el cenador, Jo se había vuelto un gran amigo para mí y al parecer yo también para él. No pasábamos mucho rato juntos, pero siempre que lo hacíamos no parábamos re reír y hacernos bromas el uno al otro, además, cuando me veía mal siempre era el primero en preguntar si me pasaba algo.
Íbamos a mitad de camino del gimnasio y ya llegábamos un minuto tarde. Carter era muy estricto con la puntualidad por lo que no había nadie por los alrededores, solo nosotros dos.
-Creo que recurriré al clásico de .... vampiro. -Levantó las manos, fingiendo que tenía garras en lugar de dedos y me bufó, con los colmillos al descubierto.
-Típico tópico -me burlé, rodando los ojos.
Cuando llegamos ya estaba pasando lista, pero por suerte, al habernos incorporado un trimestre más tarde, los nombres de los diez alumnos -ya nueve desde que murió Mía-, aparecían los últimos escritos a lápiz, por lo que no tuvimos ningún problema.
Cyn y Christian estaban apoyados en la pared con aire de indiferencia en la otra punta de la sala. Estas clases no estaban mal, pero no eran nada comparado con lo que nosotros habíamos hecho en los entrenamientos en nuestro antiguo instituto. Carter comparado con el instructor Agilar, era un playmovil de juguete.
-¡Ey! -Saludé con un gesto de la cabeza a la par que me ponía frente a Cinthya.- ¿Y Tiffany? ¿Está mejor?
-Holap. Qué va, sigue en la cama, me ha dicho que no se encontraba bien.
-Vaya... pobre.
La pobre de Tiffany tenía un resfriado de tres pares de narices. Llevaba en la cama mala desde el domingo por la mañana. Decía que sería mejor que Cinthya y yo nos marchásemos a la antigua habitación de Cinthya y Mía, pero pensar que dormiría en la misma cama donde había dormido mi amiga, ahora fallecida, me daba escalofríos; además, las enfermedades mundanas no nos afectaban a los Wrachs a si es que no teníamos ningún problema en permanecer con ella; así no se quedaría sola.
Aunque nos decía que se encontraba mejor con respecto a lo de Diu, después del arranque de ira que le dio el día que me salvó de que me cayera mata-vampiros encima, no me fiaba ni un pelo. Tan pronto estaba bien, como tan pronto estaba llorando.
-Bien chicos, poneos por parejas. -Nos ordenó Carter. El eco de su voz retumbaba por todo el gimnasio.- Hoy el calentamiento será un poco distinto.
Y tan distinto que fue. Normalmente solíamos empezar con un par de minutos corriendo al rededor del campus y luego hacíamos algunos estiramientos. Normalmente las clases no solían ser teóricas, pero de vez en cuando nos explicaba cómo había que hacer en caso de un ataque. Tanto él como yo misma sabíamos que en caso de que un Marwolaeth atacase a uno de los allí presentes, acabarían más secos que las hojas en el otoño.
Hacía ya unos días que estaba al tanto de la historia de los Avengers, de mi verdadero propósito en la vida y de por qué tenía un segundo poder. Todo era muy confuso y pensaba que si no me tranquilizaba, la cabeza me terminaría por estallar, por lo que trataba de olvidarme un poco de todo, aunque era verdaderamente imposible cada vez que pensaba que había alguien más como yo allí, solo que su poder era la ¨súper coerción¨. Los candidatos eran Tom, Daniela y Martin, pero ninguno de ellos mostraban signos de un comportamiento anormal conmigo. Martin me ignoraba como hacía desde el primer día. Tom seguía como siempre, aunque yo estaba algo osca con él. No es que creyera que fuera él, pero no dejaba de suponerme un esfuerzo no pensarlo y bueno; Daniela era Daniela. No había cambiado ni una pizca. Pero de ser ella lo sabría.
Estábamos a mitad de un ejercicio de equilibrio y coordinación, cuando un alumno de primero  -lo deduje por su estatura y porque todos los de segundo o al menos la mayoría nos encontrábamos en el gimnasio- entró como un huracán abriendo las puertas con tal intensidad que rebotaron contra la pared.
Todos nos quedamos mirándole con expectación mientras el chico atravesaba la sala de punta a punta hasta llegar al instructor.
-Profesor, le están buscando.- Alcancé a oír desde mi lugar. El chico tenía la voz entrecortada debido al esfuerzo de la carrera; a saber desde dónde venía corriendo.- Es una emergencia.
-¿Qué pasa? ¿Tan malo es que me interrumpen la clase?
*Carter y su sentido de la responsabilidad. Lo tiene tan desarrollado que parece un miembro más de su cuerpo.* No pude evitar pensar. Sentía curiosidad por saber qué era aquello tan urgente.
-Sí, por favor venga, es una alumna. Usted es el único guardián cercano con la suficiente fuerza como para abrir la puerta.
-¿Una puerta?
El chaval asintió repetidas veces y se olvidó de todo signo de respeto y de que estaba tratando con el Instructor Carter Rojas. Le agarró del brazo y tiró de él. A penas lo movió un palmo de su sitio, pero sirvió para que Carter entrara en acción y se marcharan los dos corriendo. Cuando llegó a la puerta paró.
-Sigan con los ejercicios.-Ordenó antes de marcharse.
Qué ingenuo era si se pensaba que íbamos a seguir machacándonos mientras él no estuviera.
Me quedé mirando a la puerta totalmente ausente y ajena a los demás. ¿Qué estaría pasando? ¿Tan grave era para que requirieran de los servicios de Carter en su horario de trabajo? Sin duda sí, esa respuesta era obvia. Sin pensármelo dos veces me encaminé hacia la puerta. Tenía que saber qué era lo que estaba pasando.
-¿A dónde vas? -Cinthya me agarró del brazo y tiró de mí para que me parara a medio camino.
-Tengo que saber qué es lo que está pasando.
-¿En serio? -Preguntó con ironía.- Seguro que será una chorrada. Algún alumno que se habrá quedado encerrado en el cuarto de baño.
-¿Y si no? ¿Y si es algo más gordo?
-¿Y? ¿Qué vas a hacer tú?
-¿Hace falta que te recuerde para qué estamos aquí? -Inquirí con más dureza de la que esperaba. Tiré con fuerza de mi brazo para liberarme de la mano de Cyn y salí corriendo.
-¡Espera! -Gritó tras de mí.- ¡Voy contigo!
Tenía un mal presentimiento.
No le hice caso y seguí mi camino; me había molestado la forma que había tenido de hablarme. Sí, quizás no pudiera hacer nada, pero nuestro deber allí era proteger a los alumnos y podía ser algo más grave de lo que ella había supuesto.
A lo lejos distinguí un par de puntos al rededor del edificio principal.A medida que iba avanzando escuché algunos murmullos pero aún me encontraba demasiado lejos como para saber bien lo que decían, aunque cuando llegué no entendían nada de lo que hablaban.
-Esa chica está loca.
-¿Pero quién podría hacer algo así?
-Cincuenta pavos a que no se tira. No tiene las agallas suficientes como para suicidarse.
¿Suicidarse? ¿De qué narices estaban hablando? Pregunté a un par de chicas, pero ninguna me hizo caso, simplemente me ignoraron; por lo que tuve que descubrirlo por mí misma.
Me abrí paso entre la multitud hasta llegar a una zona más despejada cerca de la pared. Todo el mundo estaba mirando hacia arriba y haciendo más especulaciones, por lo que seguí la dirección de sus cabezas.
*¡TIFFANY!* Intenté gritar, pero ni mi boca ni mis cuerdas bocales  respondieron.
Tiffany se encontraba en el alfeizar de la ventana de nuestra habitación con un pié medio fuera. Ahora entendía por qué había escuchado la palabra suicidio. ¡Se iba a tirar!
Por un momento dejé de ver, oír o sentir nada. Me encontraba en un estado de atontamiento que me llevó a la noche en la que Mía murió. La historia se repetía de nuevo, pero esta vez delante de todo el instituto y en vez de atravesarse con una estaca, saltaría desde veinte pisos de altura.
Quería moverme, quería salir corriendo de allí e ir a por ella; no podía dejar que saltara; ¡SE MATARÍA! pero mis piernas no me respondían. Se habían quedado clavadas en el suelo como dos troncos están atados a la Tierra.
Me empezó a entrar un ataque de ansiedad, de repente todo se volvió borroso y solo veía figuras moverse de un lado a otro con voces distorsionadas y lejanas. Imágenes de la muerte de Mía volvían a mi cerebro, tan reales que parecía que estuviera allí de nuevo. Veía cada herida, cada mechón de pelo arrancado, cada gota de sangre, escuchaba cada grito y cada lamentación; el sonido de su corazón al ser atravesado... *¡BASTA! Tienes que moverte e ir a por Tiffany. ¡No puedes dejar que pase lo mismo! ¡NO PUEDES DEJAR QUE MUERA!*
Como si alguien le hubiera dado a un botón para accionarme, volví al mundo real. Al mundo en el que mi compañera de habitación, mi amiga, estaba a punto de saltar al vacío.
Salí corriendo de allí como alma que leva al diablo. Me dio igual que hubiera humanos de por medio, si no corría con todas mis fuerzas, pareciendo una borrón de tinta a mi paso, probablemente para cuando llegase los sesos de Tiffany se encontrasen esparcidos por el césped del jardín trasero.
Con cada paso que daba sentía que estaba más cerca de salvarla, pero que si no me daba prisa, aquella carrera habría sido en vano. Tenía el corazón en un puño y respiraba tan rápido que ni tan siquiera le daba tiempo al aire de llegar a mis pulmones.
La directora, el profesor de química, la profesora de filosofía y Carter ya estaban allí, junto a la puerta de mi dormitorio. A mitad del pasillo ralenticé un poco el ritmo, pero no paré ni un segundo. En mi mente solo aparecían tres palabras: salvar-a-Tiffany.
-¿Qué hace aquí señorita? -ahogó un grito mi profesor de química.
Ni tan si quiera le hice caso, simplemente lo ignoré. Carter estaba dándose de bruces contra la puerta intentándola abrir. Su hombro chocaba contra la madera, pero no era suficiente fuerza. ¡No era suficiente!
Sin pensármelo dos veces lo aparté y le di una patada al manillar, cayendo así el picaporte al suelo y dejando la puerta entre abierta. Me lancé contra ella, rogando porque no fuera demasiado tarde.
Un chorro de aire me envistió con fuerza, haciendo que trastabillara al entrar y estuve a punto de caer al suelo. Todo era tan igual a la muerte de Mía, que me asustaba el hecho de que estuviera volviendo a vivirla.
-¡Tiffany! -grité con desesperación.
Ella, que estaba de espaldas a la habitación giró la cabeza para mirarnos a Carter ya  mí, pero su mirada se paralizó en la mía.
Tenía los ojos llorosos y estaba terriblemente asustada. Desde donde estaba podía ver cómo le temblaban las piernas y se agarraba con fuerza al borde de la ventana, como si estuviera intentando mantenerse firme e impedir el paso.
-Alex, por favor, haz que pare, ¡haz que pare! -rogó en un sollozo.
¿Que hiciera que parara el qué? ¿Qué tenía que hacer que parase? No entendía nada. ¿Qué podía hacer yo?
-Tiffany. ¿Qué tengo que parar?
-¡Tú solo haz que pare! -chilló.
Tenía los nudillos blancos de la fuerza que estaba haciendo sobre la piedra y cada vez temblaba con mayor intensidad. Al principio solo eran las piernas y los brazos, ahora era todo su cuerpo que se convulsionaba presa del pánico. No lo entendía; si quería saltar ¿por qué estaba tan aterrada? No fue hasta que no olí la sangre de sus dedos desgarrados que no caí en la cuenta. Coerción.
 -Tiffany, quédese tranquila, nosotros la ayudaremos, por favor, no se mueva, no de un paso más.
Carter dio un paso hacia ella con cautela, intentando tranquilizarla, pero yo misma sabía que eso no serviría de nada.
Tiffany volví a mirarme con ese dolor y miedo en los ojos justo antes de car un paso hacia delante y caer.
Pasé por el lado de Carter y salté sobre el alfeizar. Agarré a Tiffany por la cintura y tiré de ambas hacia atrás apoyándome en la pared. Caímos de espaldas contra el suelo, aunque la peor parte me la llevé yo, que me di un buen golpe en la cabeza.
La chica se movía con desesperación sobre mi cuerpo dando patadas y manotazos al aire a la vez que gritaba que la soltase pero no pensaba hacerlo. Mi profesor de defensa me la sacó de encima, inmovilizándole los brazos a la espalda; ero ella no paraba de moverse y decir que tenía que hacerlo, tenía que saltar.
Sin lugar a dudas alguien la había obligado; pero a diferencia de Mía, ella esta consciente, sabía lo que estaba haciendo y solo había un modo de pararlo.
La agarré  por ambos lados de la cabeza y la obligué a mirarme, quedando así nuestras miradas conectadas por un fino hilo. Era muy arriesgado hacer lo que estaba apunto de hacer con tanta gente mirándonos, pero si no lo hacía no se calmaría.
-Tiff, Tiff, oye, mírame -le rogué, pero me ignoró por completo.- Mírame.
Sin duda, había algo de Wollemia nobillis en su organismo; cualquiera que hubiera ejercido la coerción sobre ella era un gran experto; por lo que tuve que poner todo mi empeño en ello.
-¡Tiffany! ¡Mírame! -Hasta Carter, el hombre que no le tenía miedo a nada, pegó un respingo al escuchar mi voz.- Tranquilízate, ¿de acuerdo? Todo va a salir bien, ¿sí?
-No- no pued....-el efecto de la coerción podía tardar un par de segundos en hacer efecto al cien por cien, pero cuando lo hizo, dejó de mirar a todos lados y se centró en mis ojos. Volví a repetirle la orden, poniendo todo mi empeño, hasta que al fin dijo e hizo lo que yo quería:- todo va a salir bien.
Su voz era monótona y adormilada, como la de los zombis en las películas. Me lancé sobre ella y la abracé con todas mis fuerzas.
-¡Dios que susto me has dado!
Al principio no reaccionó, estaba algo confusa debido a la saturación de ordenes. La coerción incidía directamente sobre el sistema nervioso, por lo que estaría aturdida algunos segundos. Supe que estaba llorando cuando noté algo húmedo en mi hombro. Me estrechó con más fuerza, como si tuviera miedo de que la soltara y volviera a hacer alguna otra locura; pero no la dejaría.
Carter nos miraba desde detrás de mi amiga con total seriedad. Probablemente me caería una bronca por su parte por haberle desobedecido, pero si no llega a ser por mí Tiffany ya no estaría entre nosotros.
-Será mejor que la llevemos a la enfermería.
La directora, que estaba junto a la puerta con una expresión de completo horror, entró en la habitación.
Se la iban a llevar, tenia que soltarla, pero temía que si lo hacía volviera a suceder algo. Alguien se estaba dedicando a hacer fechorías y había que pararlo. Estaba claro que un Wrach no podía ser dado que el nuestro nivel de coerción no era tan potente como para ordenar algo de tal magnitud.
Esa Academia era como una casa de locos.
-Señorita Tiffany, tenemos que irnos. -La directora la agarró por el brazo y tiró de ella, pero ninguna de las dos nos movimos.
-¿A dónde se la llevan? -pregunté con la cara contra su hombro.
-A la enfermería, está herida.
Cierto, estaba herida. Tenía moratones en los brazos y las yemas de los dedos desgarradas por la fuerza que había hecho contra la pared para reprimir la orden.
La solté e intenté que ella hiciera lo mismo, pero me apretaba con tanta fuerza que incluso me dolía.
-No quiero irme -sollozó.
-Estarás bien, tienen que curarte Tiff.
-¡No! -Me recordaba a una niña pequeña enrabietada que no era capaz de salirse con la suya; pero estaba asustada. La entendía.- No quiero irme.
-Eh, eh. Mírame. -Con delicadeza, posé una mano bajo su barbilla  para que me mirara.- Estarás bien ¿vale? Luego iré a verte.
-¿Lo prometes?
-Sí. -Afirmé con una sonrisa.
-Vale. -Sonrió.
La acompañé a la puerta y me quedé apoyada en ella hasta que se hubieron perdido de mi vista.
Sin lugar a dudas la había subestimado. Nunca antes había visto a alguien luchar contra la coerción como lo había hecho ella; quizás se debiera a que aún tenía restos de mata-vampiros en su organismo, pero aún así, estaba impresionada.
-He de felicitarte -dijo Carter a mi espalda.
La directora le había pedido que se quedara conmigo a recoger el desastre que había organizado en la habitación, empezando por la puerta rota y el pomo partido. Había cristales repartidos por todo el suelo y parecía que una de las lamparitas de noche había estallado.
-¿Por qué? -susurré de espaldas a él- simplemente he hecho lo que tenía que hacer.
-Porque has sabido mantener la compostura desde un primer momento. Sé lo que esto supone para ti, Alex.
Pegué un respingo y me di la vuelta para quedar de frente a él. *Sé lo que esto supone para ti, Alex*. Estaba loco si se pensaba que sabía lo que era para mí revivir la misma historia, pensando que por tu culpa había muerto una amiga y que podría haberla acompañado otra. No, él no sabía nada.
-Ya. -Respondí con dureza. -¿Qué le van a hacer?
-No lo sé. -Se encogió de hombros.- Supongo que le curarán las heridas y luego... la interrogarán. Querrán saber lo que ha pasado.
-Ya... interrogarla y luego ¿qué? ¿la castigarán por atentar contra su vida?
-Alex...
Sabía que no era momento para iniciar una discusión, pero realmente tenía ganas de romper cosas y arremeter contra alguien toda la culpa que llevaba encima. Iba a explotar. Sentía cómo corría la rabia y la adrenalina por mi cuerpo, cómo se hinchaba cada vena a su paso. Estaba enfadada, no con nadie, sino conmigo misma y con todo el mundo en general. ¿Quién podía ser tan bastardo como para hacerle eso a un ser como Tiffany?
-Lo siento, es solo que... es solo que siento que voy a explotar. ¡Siento que todo esto es culpa mía! Es como si todo el mundo que se acercase a mí acabara muerto o herido. -Las lagrimas amenazaban con salir a la superficie perforándome la garganta. Tenía un fuerte nudo y a cada palabra que decía, se le sumaba un tono más alto de voz. Iba a llorar de un momento a otro.- ¡Dios! Me ha recordado tanto a Mía... buf.
Se acabó, no pude pronunciar su nombre sin soltar la primera lágrima y lo peor era que después de esa vendría otra y otra y otra... y acabaría hecha polvo; como siempre.
-¡Eh! Pero está bien.
-¿De verdad? ¿De verdad lo crees? -Reí con sarcasmo, dejando escapar otra lágrima.- Tú no le has visto los ojos, no has visto su cara, tu no...
Callé en cuanto sentí el contacto de su piel. Tiró de mi brazo para atraerme hacia él y estrecharme contra su pecho. ¿Por qué tenía que ser así? ¿Por qué tenía que ser tan atento, tan irritante, tan compasivo tan... perfecto?
-Alex, está bien. ¿De acuerdo?
No, no estaba bien y tanto él como yo lo sabíamos. Tiffany era una persona muy sensible y esto le pasaría factura. ¿Pero qué más podía hacer yo? ¿Decirle que no por el puro placer de discutir con alguien? No, no podía hacer eso y mucho menos estando entre sus brazos.
-De acuerdo -acepté finalmente.
* Carter 1098...., Alex 0*. Su marcador se salía de cifras.
Me había consolado tantas veces que ya hasta había perdido la cuenta. Justo cuando me planteaba olvidarle, aun a sabiendas de que sería imposible... ¡zash! aparecía de nuevo con su encanto, su sonrisa y su humor de perros y lo chafaba todo.
-¿¡Alex!? ¿¡Qué ha pasado aqu....
Ya ni tan siquiera me acordaba de que había perdido a Cinthya a la mitad del camino.
Me separé a toca prisa de Carter con un empujón en su abdomen. No pasaba nada si nos veía abrazados, pero sabía cómo era Cyn y qué pensaría, a si es que lo mejor sería mantener las distancias.
-¿Dónde estabas? -pregunté, secándome las lágrimas.
-Como echaste a correr y no te alcanzaba, me di la vuelta. ¿Qué ha pasado? -Mi amiga miraba la habitación como si fuera una de las siete maravillas del Universo, solo que esta maravilla acababa de pasar por la licuadora.
-Será mejor que me marche. -Antes de llegar a la puerta, paró y me miró.- Si necesitas algo, sabes dónde estoy.
No me dio tiempo a responder, echó a correr justo antes de decir la última palabra dejándome en vilo y deseosa de él, como hacía siempre; pero no era momento para andar perdida por las nubes. Era momento de buscar una explicación y encontrar un culpable.
Hacía tiempo que el asunto había dejado de ser algo personal, pero fuera quien fuese la persona que estaba jugando, no sabía cómo se las gastaba su contrincante.










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