sábado, 29 de marzo de 2014

Capítulo 19.

No volvimos a intercambiar palabra hasta que nos despedimos al llegar a nuestras respectivas habitaciones.
Tras el incidente, las piernas me flaquearon un par de veces y Cyn tuvo que ayudarme a ponerme en pie, no sin muchos llantos e impotencia de por medio. Me había dicho que no me preocupase, que ella estaba allí para lo que necesitara y que lo mejor sería olvidarlo; pero yo no podía hacer como si no hubiera pasado nada. Porque había pasado y no una, sino dos veces. Primero en la enfermería, cuando me había imaginado que Cinthya había ido a verme y ahora el ataque de las abejas.
¿Me estaba volviendo loca definitivamente? Ya no sabía que pensar. Todo era tan raro...
Agradecí que Tiffany no estuviera en la habitación para poder darme una ducha, no relajada, puesto que solo tenía media hora hasta la cena, pero estaba segura que algo de agua caliente le vendría bien a mis músculos, aunque en mi cabeza no tuviera efecto.
Yo lo había sentido, los aguijonazos, el dolor, el calor del veneno recorrer mis venas. ¿Cómo era posible que nada de eso hubiera sido real? Cinthya había dicho que ella no había visto nada, pero yo sí. Lo había sentido.
En un momento de flaqueza, cuando pensé que ya no quedaban más litros de agua en mi cuerpo para poder derramar, volví a derrumbarme en la ducha. Me senté bajo el chorro, haciendo un ovillo con mis piernas.
*Ojala todo fuera normal.Ojala y estuviera en casa, con mis padres, sentada junto a la chimenea, viendo la televisión y no en este estúpido sitio, rodeada de estúpidos, con profesores estúpidos y de situaciones estúpidas*. Cabreada e impotente por mi debilidad, formé una bola de fuego y la lancé contra la pared mojada. Bolutas de vapor salieron de ella, junto con algo de pintura escarchada cuando la bola impactó contra la pared; dejando un cerco negro y feo como recuerdo.
Mis padres... pensar en ellos me produjo una punzada de dolor en el estómago. Los echaba tanto de menos... había hablado un par de veces con ellos, pero no podía contarles lo que estaba pasando ¿o tal vez sí? *No, no puedes preocuparles con tus problemas, ya eres toda una adulta, Alex* me dije a mí misma.
Ser mayor, era un asco.
Me permití un par de minutos más de debilidad, pero cuando escuché a alguien aporrear   la puerta de la habitación, tuve que terminar de asearme a toda velocidad. Parecía algo importante y estaba segura de que Tiffany no sería. Ella tenía una llave personal de la habitación.
-¡Ya voy! -grité mientras me envolvía en la suave toalla blanca.
Tuve que hacer equilibrio para no resbalarme y darme de bruces contra el suelo, teniendo en cuenta que seguía mojada y descalza. Quien quiera que fuese, no paraba de llamar a la puerta y cada segundo que le había esperar, parecía más cabreado.
Cuando abrí la puerta me quedé que si me pinchaban no saldría ni una sola gota de sangre. La persona que no había parado de dar golpes a la puerta de mi habitación, era, nada más y nada menos que Cárter.
Él se quedó tan pasmado como yo, no sé cómo se esperaba encontrarme, pero estaba claro que en toalla y chorreando, no era una de las opciones. Cualquier otro tío, se habría deleitado con la imagen de una mujer medio desnuda ante él; sin embargo,Cárter no fue capaz de apartar la mirada de mis ojos. Ni yo de los suyos. Tuve que recordarme que necesitaba respirar si no quería caer inconsciente al suelo.
-¿Qué quieres? -le pregunté con voz tajante, enarcando una ceja. No se me había olvidado lo de ¨No lo hago con toda la gente. Pero eres mi alumna y eso me lleva a hacerlo¨. Y cada vez que lo recordaba, la rabia se apoderaba de mí, por haber sido tan estúpida.
Le costó varios segundos arrancar, pero al final lo consiguió. No obstante, no apartó sus ojos de mí.
-La directora a convocado una reunión con los alumnos, en cinco minutos. Es obligatoria la presencia -carraspeó para aclararse la garganta; desviando su mirada a cualquier punto dentro de mi habitación-. A si es que por el amor de Dios, vístete y baja.
-Bien.
No dije nada más. Acto seguido, sin dejar que volviera a abrir la boca, cerré la puerta en sus narices.
Una vez que escuché los pasos de mi profesor alejarse, expulsé todo el aire contenido en mis pulmones y me permití ponerme como un tomate. A veces me sorprendía a mí misma; la capacidad que tenía de aguantar situaciones como aquellas. ¿De dónde la sacaba?
Mientras me terminaba de vestir, Tiffany entró en la habitación. No saludó y cuando llegó a su cama, soltó la mochila, algo enfadada. Estaba claro que le pasaba algo.
-¿Qué pasa?
-Nada.
-¿En serio? -pregunté con tono sarcástico.
-Es que ¡Dios! A veces me cabrea, es una ... -hizo un gesto con las manos, como si se estuviera imaginándose a sí misma estrangulando a alguien. Se veía muy graciosa enfadada y no pude evitar reírme, aunque pare nada más ver su mirada de odio hacia mí.- ¡Es una puta!
-¿Quién?
-Spencer.
-Por qué será que no me sorprende... -susurré, poniendo los ojos en blanco-. ¿Qué ha pasado?
-Es mi amiga y la quiero mucho, pero cuando se pone en plan ¨soy la más y la guay¨ es insoportable.
-Si quieres puedo tener una charla con ella -choqué mi puño con la palma de la mano en tono amenazante- o pasar directamente a la acción.
-No... no por Dios -negó con desesperación- ya se me pasará. Es que estábamos hablando con un par de chicos y cada vez que quiere hacerse la ¨más¨ queda en ridículo a alguien y ¿a quién le ha tocado hoy? -se señaló a sí misma, como si la respuesta no fuera obvia-¡Din, din, din! A mí.
-Pues qué quieres que te diga chica, eso una amiga no lo hace.
-Ella... es así.
-Ya, muy zorra ella.
-Alex... -empezó a decir con tono de desaprobación, pero la corté antes de que pudiera terminar.
-Hay una reunión abajo, no sé dónde, pero hay que ir -le pasé un brazo por el hombro mientras la empujaba por la puerta-. Dicen que es importante y obligatoria ¿sabes de qué se trata?
-No sé -contestó algo más calmada- pero sí que debe se ser importante. La Sra. Grant no suele reunirnos muy a menudo.
-Bueno, supongo que en seguida lo descubriremos.
A mitad de camino nos encontramos con Mía y Cyn, quienes se unieron a nosotras puesto que tampoco tenían ni la más remota idea de dónde era esa supuesta reunión. Entre las cuatro debatimos las posibles opciones, pero al final decidimos aplicar, lo que Cinthya y yo llamábamos : la ley de Vicente; ir a donde va la gente; y creerme cuando os digo que resultó efectiva.
Acabamos en una sala enorme, llena de butacas acolchadas de terciopelo rojo y un gran escenario en la parte delantera, junto a la puerta. Tiffany nos dijo que se trataba del salón de actos, donde tenían lugar alguna que otra representación del club de arte dramático.
Nos sentamos en la última fila dado que el resto de asientos estaban ocupados. No se veía mucho desde allí, pero tampoco es que me importara demasiado.
Una vez que todo el alumnado hubo hecho acto de presencia, la directora y dos guardias de seguridad, entre ellos, Cárter, subieron al escenario.
-¿Qué querrá? -le pregunté a Mía por encima del murmullo.
-No lo sé, quizás quiera hablar de cómo será el año lectivo o algo -sugirió.
Dudé sobre lo que Mía había dicho, aunque tampoco es que fuera una mala idea; pero teniendo en cuenta que Tiffany me había dicho que no solían hacer reuniones como esa, me extrañaba mucho.
Dejé de darle vueltas, era una perdida de tiempo, que fuera lo que tuviera que ser; aunque me arrepentí de ello una vez que me atención se fijó en otra cosa; mejor dicho, otra persona. Cárter.
Mi profesor de defensa estaba situado junto a la directora, con su pose de seriedad y rectitud, aunque había algo que me era extraño en él. Estaba inquieto. Gracias a mi vista vampírica, pude observar el sudor de su frente y si me fijaba bien, el pecho le subía y baja a toda velocidad; como si hubiera estado corriendo una maratón y acabase de terminar. Me resultaba raro verlo así. Sus ojos recorrían cada palmo de la sala; alerta, en busca de algo o alguien y no cesaron hasta que no cayeron sobre mí. ¿Me estaba mirando a mí o solo era mi impresión? No lo sabía, pero mi corazón se puso a mil por hora.
 *No, no, no, no te está mirando a ti, es imposible, es imposible. Aparta la mirada suave y lentamente...* Por mucho que mi mente me decía una cosa, la orden no terminaba de llegar. No podía apartar mis ojos de él; por lo que tuve que recurrir a mi última opción. Pellizcarme. El dolor   consiguió sacarme del trance y despejarme la mente, aunque no fui capaz de hacerlo del todo hasta que la directora no dio comienzo a su discurso.
-Queridos alumnos y alumnas; os preguntaréis por qué os he reunido aquí; bien, pues el motivo es un cambio de normas en el reglamento.
Como si estuvieran conectados a la corriente y los hubieran encendido; todo el alumnado, exceptuando a un par, entre ellos yo, se levantaron en sus asientos y empezaron a hablar entre ellos, conmocionados por las breves palabras de la Sra. Grant. Sin saber muy bien el motivo, me daba la sensación de que aquello ocurriría más veces esa noche.
-Alumnos, por favor, silencio -rogó la directora con voz cansina. Desde donde yo estaba se le veía una vena hinchada en la frente, me preguntaba si la presionaba estallaría-. ¡SILENCIO!
Hasta yo me asusté y eso que veía venir aquella voz. Todos los allí presentes, incluso los profesores que se encontraban en el palco, sentados  tras la directora, guardaron silencio de inmediato.
-Bien, como os iba diciendo, habrá un cambio de normas. Todos sabéis que la Academia Richarford siempre ha sido uno de los lugares más seguros; donde vuestros padres pagan una gran suma de dinero para protegeros a vosotros y los que no, son otorgados con becas para poder estudiar aquí, además de ser protegidos de los males que hay en el exterior. -Solo le faltó gritar ¨EL RESTO SON UNOS MUERTOS DE HAMBRE, ESCORIA PARA LOS VAMPIROS¨. Me daba rabia que la gente con dinero se comportasen como si ellos fueran los únicos sobre la faz de la Tierra.- Por eso, los profesores y yo, nos hemos reunido con varios padres, para acordar dichas normas, las cuales consideramos imprescindibles para vuestra protección. A partir de ahora, solo se podrá salir al exterior de día, por lo que nada de deambular por los alrededores después de la puesta de Sol; cada vez que salgáis, iréis siempre en grupo, si puede ser, más de dos personas y por último, el toque de queda se adelantará, a partir de hoy, a las nueve.
Con esa última norma, el griterío comenzó de nuevo. Los alumnos se levantaban de sus asientos, hablaban con otros, gritaban groserías en dirección al estrado... pero nada de eso pareció afectar a la directora, que tras un ¨Eso es todo alumnos, pueden retirarse¨, salió de la estancia.
Algo estaba pasando; algo gordo. ¿A qué se debían todas aquellas nuevas normas? Me resultaban algo absurdas, sobretodo la de ir en grupo. Allí la mayoría hacían el vacío a quienes no eran de su agrado, ¿qué pasaba con ellos? ¿no podían salir al patio? Solo había una persona que podía aclararme todas esas incógnitas y que estaba al tanto de lo que estaba sucediendo.
Sin más dilación, salí corriendo entre la furiosa multitud, que aún seguía dando voces con los puños alzados, indignados por las nuevas medidas.
Cuando salí del salón de actos, miré a todos lados, buscándolo, pero no lo veía por ninguna parte. * Estoy segura de que lo he visto salir, lo he visto... ¡ahí está!* Corrí tras él, quien iba en dirección al gran vestíbulo. Me costó bastante alcanzarlo entre tanta gente.
-¡Eh! ¡Cárter! -lo llamé a unos pasos de distancia, pero ni siquiera se inmutó, a si es que seguí insistiendo:- ¡Cárter!
Estaba segura de que me había oído las dos veces, pero me estaba ignorando y eso hizo que la rabia empezara a brotar desde mi estómago. En un último esfuerzo, empujé a un alumno y lo agarré del hombro justo cuando salía por la puerta.
-¿¡Es que no me oyes!? ¡Te estaba llamando!
-¿Qué quieres? -preguntó, reanudando su marcha- Tengo mucho que hacer.
Haciendo caso omiso a su actitud despectiva hacia mí, le seguí. Si se pensaba que lo iba a dejar estar, después de que me había hecho correr desde el salón de actos y empujar a más de medio instituto, lo llevaba claro. A si es que aparqué toda mi rabia aun lado y me tragué el orgullo.
-¿Qué es lo que está pasando? Y no me digas que nada, porque no me chupo un dedo.
Se paró al final de las escaleras. Fuera hacía frío, yo solo llevaba la camisa de manga larga del uniforme, no tenía pensado  salir fuera, por lo que no había cogido mi chaqueta. Algo exasperado, miró al cielo nocturno y posteriormente se giró para quedar de cara a mí.
-No está pasando nada.
-¿En serio? -inquirí con ironía, levantando una ceja para quedar clara mi postura.
-La directora ha considerado que un cambio de normas no vendría mal y...
-Hay algo ahí fuera ¿verdad? -Lo dije sin pensar, pero por la reacción de mi profesor, supe que estaba en lo cierto. Se puso muy tenso, con la mandíbula y los puños apretados. Tuve que recordarme a mí misma que seguía enfadada con él, de lo contrario, me habría abalanzado a sus brazos-. No matasteis al vampiro.
-¿Qué te hace pensar eso?
-¡Pues porque son normas absurdas!
Silencio. Me daba la sensación que en su mente se estaba librando una batalla, entre si decirme la verdad o soltarme una mentira para que me callara y lo dejara estar. Sus ojos me escudriñaban de arriba a abajo, cavilando la posibilidad de la mentira, pero él sabía que no me lo creería. Yo era muy testaruda.
Una masa de aire frío sopló en nuestra dirección, arrancándome un escalofrío con el que me tiritó todo el cuerpo. Me abracé los brazos, en busca de algo de calor, pero no podía utilizar mi don delante de Cárter. Era demasiado arriesgado.
-Debes de estar helada -su voz pasó a un tono dulce al darse cuenta de que efectivamente, me estaba congelando de punta a punta-. Será mejor que entres dentro antes de que...
-No me piso mover de aquí hasta que no me digas qué es lo que está pasando -dije con determinación.- A si es que si estás pensando en soltarme alguna trola, deja de hacerlo. Soy experta en las mentiras y sé cuándo alguien miente.
Eso sí que era una mentira más grande que una casa. Se me daba bien mentir, pero no era una experta. De haberlo sido, mis padres no se habrían dado cuenta de que me hice un pendiente en la lengua con catorce años sin su consentimiento y no me habrían hecho de quitármelo. Los peores treinta pavos más mal gastados de toda mi vida.
-Alex, no puedo decírtelo -suspiró. Daba la sensación de que llevara varios días sin dormir. Me daba pena verlo así, pero no habría piedad. Tenía que saberlo.
-¿Por qué?
-Porque no puedo, es información confidencial, algo que solo podemos saber los profesores y los guardianes.
-¿Confidencial? -solté una carcajada.- ¿Royo alto secreto de la cía?
-No, esto no es tu película favorita de espionaje.
-Lo sé -lo miré de reojo, apretándome más en mi abrazo. Si no me lo soltaba ya, acabaría por rendirme. Verdaderamente me estaba helando.
-¡Joder! ¿De verdad no te vas a mover de aquí a pesar de que estás helada?
-Afirmativo.
Bueno, no tan afirmativo, porque estaba a un segundo de darme por vencida. De no haber sido porque se estaba quitando su gabardina para dármela, lo habría dejado allí. Sentía que los dedos de las manos estaban a punto de caérseme.
Pasó su abrigo por mis hombros. No sabía si interpretar eso como un gesto del cual debería estar agradecida o como un ¨pues aquí te quedas, puedes esperar sentada¨.
Escondí la cara en el cuello de la chaqueta. Olía a él. Una mezcla de sal y colonia. Olía tan bien...
-Sí, cuando te dije que le habíamos dado caza al vampiro era verdad -terminó por decir, a lo que yo sonreí victoriosa, aún con la cara escondida.- Nos costó, pero al final conseguimos matar a ese hijo de puta.
Sorprendida, me cuadré de hombros, poniéndome muy recta. Era la primera vez que le escuchaba decir un taco. Yo estaba acostumbrada a ello, pero no a escucharlos de su boca. *Un momento.... ¿hijo? ¿Cómo que hijo? Pero si era una Vampira...¡MIERDA!*.
-¿Cómo que hijo de puta? Pensé que era una chica.
-¿Una chica? -su cara era la viva imagen de la incredulidad, al igual que la mía.- No, era un vampiro, era un chico.
-¡Joder!
-¿Qué te hace pensar que era una chica?
No contesté. Ahora sí que estaba literalmente acojonada y él me lo notó. Posó su mano en mi hombro con preocupación, pero me aparté y eché a correr hacia el interior de la academia, no sin antes soltar el abrigo en el suelo.





Capítulo 18.

-¿De verdad me estás diciendo que Will, mi amigo Will, el tío deseado por todas, se te ha lanzado y tú has tenido los cojones suficientes para apartarlo? -Tiffany no salía de su asombro.
Le había contado lo sucedido en el cenador con Will, porque ella lo conocía bien y aunque también se lo diría a Cinthya, no podría aconsejarme. No quería que se enterase nadie más, pero con el escándalo que estaba formando mi amiga en la biblioteca, dudaba de que no lo supiera ya medio instituto.
-Shh -chisté, llevándome el índice a los labios y mirando a todos lados- ¿quieres bajar la voz? No quiero que se entere nadie.
-Y yo sigo sin explicarme cómo has sido capaz de parar.
*Porque no pensaba en él mientras me besaba, sino en otra persona...* Yo también me lo preguntaba, cómo era posible que le hubiera dicho que no a semejante monumento; pero no podía besarle a él, mientras pensaba en mi profesor de defensa; por mucho que no llegáramos a tener nada. Otro asuntillo del cual nadie estaba al tanto y me guardaría bajo llave.
-No me apetece ser la nueva puta de Will -solté como excusa improvisada.- Sé la fama que tiene aquí.
-Es solo fama, Alex -puso los ojos en blanco, mientras cerraba su libro de historia-. Tu tienes fama de ser una indomable que hace lo que le sale de las narices y bueno... -dejó la frase a medio acabar, rectificando sobre lo que estaba apunto de decir-. Bueno vale, en ti no se equivocan mucho.
-Te estoy contando esto, porque tú conoces a Will y puedes aconsejarme.
Era mejor que obviara su último comentario. Yo no era una rebelde sin causa, simplemente luchaba por lo que creía que era justo; como mi castigo de aquella mañana. No era merecido, pero aún así le había entregado la nota informativa a la bibliotecaria, quien me sorprendió, pues tendría escasamente siete años más que yo. Me dijo que la ayudaría a colocar un par de cajas con nuevos géneros que acaban de llegar, mañana en mi hora de entrenamiento. Ella se encargaría de comunicárselo a Cárter.
-A ver, si quieres que te diga la verdad, Will es un rompe corazones, es cierto que no ha durado con una chica más de dos semanas, pero es muy buen tío.
-No, si eso no lo pongo en duda, pero... no sé -me encogí de hombros.
-Llevo sin escuchar que se ha liado con una chica desde que tú estas aquí y sinceramente -se inclinó sobre la mesa para quedar más cerca de mí- he visto cómo te mira.
-¿Y cómo me mira?
-Como nunca antes le había visto mirar a una chica después de Mariztsa.
-¿Quién es esa chica? -pregunté con curiosidad.
-Ya no estudia aquí, es un par de años mayor que nosotras. Estuvo saliendo con Will durante un año, pero cuando se marchó, no le quedó más remedio que cortar con él. Lo pasó bastante mal, estaba muy enamorado de ella. Desde entonces no le he vuelto a ver salir con nadie, ni mirar a las chicas como te mira a ti.
¿Me estaba dando a entender lo que creía que me estaba dando a entender o es que yo  estaba entendiendo lo que me convenía? Sí, suena muy lioso, pues imaginaros la cantidad de cosas que me pasaban a mí por la cabeza en ese preciso instante.
Ya no solo era que me había dado el lote con él, sino que según Tiffany, desde que yo había llegado no había vuelto a acostarse con ninguna otra chica y que me miraba como a su supuesta novia del pasado.
Sentía la cabeza como una olla a presión a punto de explotar y Tiffany se dio cuenta de ello.
-¿En qué piensas?
-Uf... no sé -negué con la cabeza- es todo tan... confuso.
-¿A ti Will te gusta?
-A ver, es mono y tal pero... no sé.
-A mí me gustáis -me sonrió para darme ánimos- podíais intentarlo.
-¿Sabes? Creo que estamos sacando las cosas de contexto -dije mientras guardaba mis libros en la mochila- eso es lo que creo. Ahora, si me disculpas, he quedado con Cyn. Chau, chau -me incliné sobre la mesa para darle un beso en la mejilla y me fui.
Estábamos sentadas en el otro extremo de la biblioteca, por lo que me tocó pasar por todos los pasillos atestados de gente. Los exámenes se aproximaban y al parecer, había entrado el apretón de última hora.
No sabía si era mi impresión o es que todo el mundo se canteaba a mi paso, pero decidí ignorarlos como había estado haciendo las dos últimas semanas. Si algo había aprendido allí era que los cotilleos llegaban a los alumnos incluso antes de que la propia persona en cuestión lo supiera.
Justo salía de la biblioteca, cuando la puerta se abría, dando paso a Tom. Ambos nos quedamos mirando, escudriñando al otro, pero al igual que en los días anteriores, seguimos nuestro propio camino.
¿Que si estaba molesta por la situación?Sí y mentiría si dijera que poco, pero no se me ocurría ninguna manera de arreglar lo que había hecho. Aunque quizás, pensándolo bien, era lo mejor para los dos.
Como habíamos quedado;Cinthya me esperaba junto al lago para nuestra sesión de entrenamiento diario.No me había dado tiempo a cambiarme de ropa, por lo que hoy tocaría hacer maniobras con aquella diminuta y ajustada falda.
-Llegas tarde -me fulminó con la mirada.
-Siempre llego tarde. Lo sabes, lo sé, todo el mundo lo sabe -me reí, haciendo un gesto con los brazos-.Pero como se suele decir... lo bueno se hace esperar -me mofé, guiñándole un ojo.
Tras poner los ojos en blanco, en señal a mi comentario; nos pusimos manos a la obra.
Tanto ella como yo habíamos mejorado mucho en el enfrentamiento cuerpo a cuerpo. No es que antes fuéramos malas, no, todo lo contrario, pero siempre hay que buscar la perfección y nosotras estábamos a favor de ello.
Poco a poco habíamos ido incrementando accesorios, como espadas o látigos.Yo había aprendido un truco que me vendría muy bien en un combate contra un Marwolaeth. Era capaz de expandir el fuego por el látigo, sin llegar a quemar el material del que estaba formado. La primera vez que lo intenté, casi quemo algún que otro árbol; pero en lo que a mi nuevo poder se refiere, no había avanzado mucho.Solo sabíamos que era capaz de emplearlo bajo presión, pero nada más.
No sé cuanto tiempo estuvimos entrenando, dado que pasaba volando,como un abrir y cerrar de ojos, solo que cuando nos quisimos dar cuenta, era casi la hora de la cena.
-Creo, que por hoy está bien -jadeé, apoyándome en las rodillas para recuperar el aire-¿no crees?
-Estoy de acuerdo contigo.
-Vaya -me incorporé de golpe,dándole dramatismo al asunto- me sorprende lo que dices.
-Idiota -se rió, mientras me lanzaba un látigo enrollado para que lo guardara y yo le respondí con una sonrisa-. Oye, ¿sabes algo de Tom?
Al escuchar su nombre no pude evitar ponerme muy tensa. Cada vez que lo veía o escuchaba a alguien hablar de él, era como si mi propio cuerpo reaccionara por sí solo, poniéndose en guardia. Tenía que acabar con todo eso de una vez.
-No.
-¿Seguís enfadados?
-Sí.
Creía que si respondía con preguntas cortas, mi amiga entendería que no quería hablar del tema; pero otro de los defectos o perfecciones de Cyn, era que siempre te sonsacaba lo que quería sin importar qué o quién se interpusiera en su camino.
-¿Vas a seguir  respondiendo con monosílabos?
Me había pillado; tenía que pasar al plan B y ese era responder con gestos, por lo que me encogí de hombros.
-A veces me desesperas -refunfuñó, levantando la mirada al cielo; a lo que yo la obsequié con una sonrisa de oreja a oreja, dejando entrever mis colmillos.
El resto del camino lo hicimos en silencio. El lago estaba algo lejos del edificio central, pero aún así, nos daría tiempo de estar sentadas en nuestra habitual mesa antes de la hora de la cena.
Íbamos pasando cerca del claro en el que solíamos tener nuestras reuniones de grupo, cuando un zumbido captó mi atención.
-¿Qué ha sido eso? -pregunté, mirando a todos lados.
-¿El qué?
-¿No lo has oído? era como un... zumbido o algo así.
-Serán abejas, yo que sé.
*Sí, tendrá razón*. Relajé mi cuerpo, dispuesta a seguir a mi amiga, cuando lo volví a escuchar, esta vez más cerca y más potente. Me giré sobre los talones, haciendo caso omiso a Cyn, quien había seguido andando; pero me paré de golpe al ver un enjambre de abejas volando en mi dirección.
Puede que parezca una estupidez, pero les tenía pánico a aquellos bichos. De pequeña vi una película de abejas asesinas y desde entonces quedé algo trauma con el tema.
Presa del pánico, intenté moverme para salir de allí cuanto antes, pero mis piernas no me respondían,se habían quedado clavadas en el suelo como si de dos estacas se tratase; mientras que yo veía como se acercaban más y más a mí. No miento cuando digo que no eran normales. ¡Eran más grandes que mi dedo gordo de la mano!¡Y estaban sobre mí!
Como un acto impulsivo,empecé a lanzar bolas de fuego sin mirar muy bien dónde caían.Al ver que no acertaba en el blanco, grité. Grité con todas mis fuerzas mientras lanzaba manotazos al aire, intentando golpear a aquellas cosas.
Me estaban picando por todos lados y un dolor aterrador se apoderaba de cada punto de mi cuerpo donde los aguijones se clavaban. Era insoportable. Sentía cómo se adentraban por mi piel y el veneno corría por la sangre.
Cuando estaba al borde de caer desmallada, simplemente todo desapareció.
Estaba tumbada en el suelo, con la cabeza en el regazo de Cyn, quien me miraba aterrorizada. Noté algo húmedo en mi cara. Había estado llorando y ni siquiera me había dado cuenta.
-¿Alex? -la voz de  mi amiga era un susurro,pero no uno normal; sino cargado de terror-.¿Qué pasa? ¿Qué ha sucedido?
Juro que quería contestar, pero mi boca se negaba a emitir cualquier sonido que no fueran sollozos.
Examiné con detenimiento mis brazos, buscando algún signo que me mostrara qué era lo que había pasado, que me dijera que por suerte o por desgracia, todo había sido real. Pero nada. No había nada. Mi piel estaba como siempre, bronceada; aunque algo llena de barro.
-Abejas, muchas, no sé, me dolía todo, me picaban yo... yo... -rompí a llorar de nuevo.
Cinthya me atrajo hacia sí, abrazándome con fuerza mientras yo soltaba un río a través de mis ojos. Lloraba como nunca antes había llorado. Estaba asustada.
-Dime que lo has visto -supliqué contra su hombro, exigiendo una respuesta que no me supusiera más dolor.- Dime que lo has visto, por favor. Por favor.
-Alex... -por el tono de su voz, me di cuenta de que yo no era la única que estaba llorando-. No había nada.



viernes, 28 de marzo de 2014

¨Si tuvieras que escoger a uno ¿con cuál te quedarías?¨ (Resultado de la encuesta)

Parece ser que el chico favorito entres las féminas y machitos es Cárter.
Si os digo la verdad, ha sido una grata sorpresa dado que toda la gente me ha dicho que Tom es un amor y que debería acabar con Alex y también me han pedido que se reconcilien de una vez por todas mientras que con Cárter, nadie me ha dicho nada.
La nueva encuesta que os tengo preparada es: ¿Con quién te identificas más?; me gustaría que os animarais a participar, es simplemente pulsar un botón y si quieres, comentar en esta entrada el por qué de tu elección. ¡NO SEÁIS SOSOS ANDA!
Un beso a todos *3*

lunes, 24 de marzo de 2014

Capítulo 17.

De un sobresalto me incorporé en la cama. Otro sueño. Otro estúpido sueño. Esta era la quinta pesadilla que tenía desde el día que arreglé las cosas con Tiffany y lo peor de todo, era que siempre era la misma, una y otra y otra vez. Siempre acababa cuando saltaba de la azotea y caía en picado hacia la oscuridad; acto seguido me despertaba.
Tenía la frente sudorosa y el corazón me iba a mil por hora; no puedo decir si por lo asustada que estaba o porque los sueños eran tan reales que el aire me faltaba por la cantidad de kilómetros que corría en ellos.
La luz del Sol bañaba la habitación con todo su esplendor, algo realmente sorprendente teniendo en cuenta que los últimos días se los había pasado lloviendo. Fuera, no se oía ningún ruido, aunque claro está, el ¨pom pom¨ de mi corazón hacía eco en mis oídos.
Me incliné ligeramente para ver si Tiffany seguía dormida en su cama, pero no estaba. *Qué raro... ¿dónde se habrá...*. Mis pensamientos se vieron interrumpidos cuando vi que el despertador marcaba las ocho menos cinco.
Con un salto y revoloteo de sábanas, me levanté a toda prisa y me dirigí al armario. Era lunes, llegaba tarde a clase y lo peor era que tenía biología y esa profesora me odiaba.
Pasé la falda por mis piernas a toda velocidad, tanta, que estuve a punto de darme de bruces contra el suelo. Cogí mi cartera y me fui abotonando la camisa a medida que bajaba las escaleras como alma que lleva el diablo. No había nadie en los pasillos y el timbre de inicio, sonó a mitad de camino.
Miré a ambos lados y tras comprobar que no había nadie, no dudé un segundo en usar mi velocidad vampírica, aunque ni eso me libraría de llegar tarde.
Cuando llegué, la puerta del aula ya estaba cerrada. Me incliné sobre las puntillas y me asomé por la pequeña ventana que tenía ésta. La profesora ya había entrado. *Genial, otro castigo más para la colección. Estabas tardando tú mucho en llegar tarde a una clase...*. Enredé los dedos entre el pelo para hacerme una coleta desaliñada, no me había dado tiempo a peinarme y el reflejo de mi imagen me pedía a gritos un arreglo. Tras un suspiró, llamé a la puerta y entré.
Toda la clase se quedó mirando mi estampa; por la que rezaba para que no fuera muy mala, teniendo en cuenta que prácticamente me había vestido en un segundo.
-Llega tarde, señorita Thomson- dijo la profesora sin levantar la mirada de los papeles que tenía sobre su mesa.
-Lo sé, pero...-intenté excusarme, aunque aquella mujer no tendría piedad conmigo.
-No hay peros que valgan. Siéntese en su pupitre, al final de la clase le daré su castigo correspondiente.
-¡Oh, venga ya! -me quejé, con un tono de voz que quizás era unas décimas por encima de lo normal- ¡Solo han sido dos segundos!
-No se lo repetiré más veces -esta vez sí que me miró, aunque por el odio que había en sus ojos, deseé que no lo hubiera hecho.
Aún más enfadada de lo que ya estaba, le dediqué una última mirada y me dirigí a mi sitio, junto a Tiffany y otro chico, el cual no tenía ni idea de cómo se llamaba.
-Podías haberme despertado -le susurré enfadada a Tiffany, mientras me dejaba caer en mi silla.
-¡Eh! No te enfades conmigo, lo he intentado, pero casi me pegas un puñetazo.
-¿Yo? -levanté la voz, algo sorprendida.
-Sí, tú. Estabas hablando en sueños, decías cosas como... -dejó la frase sin acabar, pensando bien sus palabras-. Cosas como que nunca serías uno de ellos o que tenías que correr.
*Muy bien, ya no solo tienes pesadillas, sino que casi has estado a punto de cargarte a tu compañera de cuarto y hablas en sueños. ¿Qué será lo próximo? ¿Volar?*  Me extrañaba lo que Tiffany me estaba diciendo, aunque con las cosas tan raras que estaban pasando últimamente, no debía de hacerlo tanto.
Dejé la conversación por terminada. Ya estaba castigada por llegar tarde, no quería buscarme otro, el cupo de castigos estaba cubierto; de momento.
La clase transcurrió como siempre; lenta y pesada. La profesora no me quitaba el ojo de encima, por lo que aquella vez no pude enfrascarme en uno de mis dibujos; aunque estuve algo más ocupada, dándole vueltas al coco a por que Daniela no paraba de echar miraditas en mi dirección.
No había vuelto a intercambiar palabra con ella desde el día que le arreé el puñetazo -ni falta que hacía- y tampoco tenía la intención de hacerlo y ni mucho menos, pedirle perdón. Ella solita se lo había buscado por ir con esos aires de superioridad; mirando por encima del hombro a los demás, como si fuera de una raza superior.
El final de la clase llegó con el tan esperado y familiar, sonido del timbre. Todos nos levantamos a gran velocidad, deseando salir de aquellas cuatro paredes, para dirigirnos a nuestra siguiente clase. Teníamos cinco minutos entre asignatura y asignatura, pero teniendo en cuenta lo rigurosos que eran allí con los horarios lectivos, era mejor llegar cuanto antes.
Yo, por el contrario, no tenía muchas ganas de que acabara la clase, eso significaba que llegaba la hora de que me asignara un castigo. Con un suspiro apesadumbrado, me levanté de mi sitio y me dirigí a la mesa de la profesora, quien escribía una nota en una hoja de papel, con una caligrafía perfecta.
-Aquí tiene -dijo sin mirarme, entregándome el papel en el que segundos antes estaba escribiendo-. Espero que no se vuelva a repetir. Ya puede marcharse si no quiere llegar tarde a su próxima clase.
Con otro suspiro, esta vez de desesperación, le arranqué el papel de las manos y me marché.
¨Debido a su  retraso en mi clase, el castigo que le ha sido asignado será ayudar a la bibliotecaria a lo que ella le pida. Comuníqueselo cuando antes  y la Sra. Stiff le indicará el día y la hora a la que tiene que cumplir su sanción. Un cordial saludo¨.
-Estúpida vaca gorda -espeté, haciendo una bola con el papel y metiéndomelo en uno de los bolsillos de la americana-. Solo han sido dos minutos... solo dos minutos.
-La profesora de biología es una de las más estrictas que hay en este instituto -dijo una voz tras de mí.
Me sorprendí, y de un saltito, me paré a mitad de  camino. Iba hablando sola, bueno, mejor dicho, pensando en voz alta, por lo que no esperaba que nadie me contestara.
-Hola... -vacilé, intentando hacer memoria del nombre del chico de pelo plateado que tenía delante de mí. Me sonaba del día en el que tuve que cumplir el castigo con Chistian y Jo, él era el cuarto alumno que nos ayudó en el cenador; pero por más que me estrujaba el cerebro, no me venía ningún nombre a la mente.
-Soy Lucas -me sonrió, echándome un cable-. No nos conocemos, bueno, estoy contigo en la clase de biología y yo estaba cuando te desmayaste en el cenador; que por cierto... ¿cómo estás?
-Esto... bien. Gracias.
-Me alegro -volvió a sonreír. Tenía unos ojos enormes y del mismo color de su pelo, algo un poco inusual, pero el color del mío tampoco es que fuera muy normal-. No te preocupes por esa vieja loca.
-¿Qué? -pregunté, algo despistada, sin saber muy bien a quién se refería.
-La profesora -señaló con el pulgar a su espalda-. Ella es así, con todo el mundo.
-Ah, si bueno... pues parece que la ha tomado conmigo.
-No te preocupes, también conmigo y con el resto, excepto con Spencer, creo que es su ojito derecho.
-Tal para cual -gruñí en una voz tan baja que creía que Lucas no me oiría, pero no fue así. Se echó a reír-. Lo siento si te cae bien, es solo que...
-Tranquila, Spencer es una puta.
-Nunca la habría definido mejor -le sonreí-. Oye, muchas gracias por el consuelo y tal, pero deberíamos irnos, el timbre va a sonar en menos de... -miré el reloj de mi muñeca, para comprobar la hora- de un minuto. No quiero ganarme otro castigo. Un placer... Lucas.
-Lo mismo digo -le escuché decir a lo lejos, puesto que eché a correr pasillo a delante.
Al parecer yo era la definición gráfica de alumna rebelde en aquel instituto. Cuando entré en las clases siguientes, todo el mundo me recibía con cuchicheos y miradas de desaprobación. Era increíble la velocidad a la que se extendían allí las noticias.
Me sentía impotente, porque vale, sí; había llegado tarde a la clase, pero ni siquiera estaba empezada, además, ¿es que allí el resto de alumnos no se habían saltado las normas? Quizás no tantas como yo en el poco tiempo que llevaba allí, pero por el amor de Dios, que nadie es perfecto.
-Definitivamente eres un desastre, pelirrojilla.
-Mira Will, no estoy hoy para bromas, ¿de acuerdo? -le miré con un tono de advertencia en mis ojos.
-De acuerdo, pitbul -levantó las manos en señal de disculpa- solo era una broma.
Acabábamos de terminar nuestra hora de química; Will y yo íbamos juntos a esa clase y al parecer, por como me había estado mirando, llevaba toda la mañana deseando  hacer aquella gracia. El problema es que yo no estaba de humor para aguantar todas sus estupideces.
-Hoy no estoy para bromas.
-Está bien, lo siento.
-No pasa nada -asentí.
Teniendo en cuenta que aquella mañana no había desayunado, a la hora del almuerzo tenía el estómago que parecía un terremoto y Will se dio cuenta de ello, al segundo o tercer rugido. Ya había perdido la cuenta.
-¿Qué te parece si cogemos un par de sándwiches y nos vamos a comer fuera?
-¿Ahora?
-Esto... bueno -se rió, mirándome de arriba a abajo- ¿sí?
Will, el chico guapo del instituto me estaba ofreciendo comer con él, fuera, en el jardín, ¿debía aceptar? Estaba al tanto del royo de ¨chico seductor¨que se traía conmigo, algo que por una parte no me hacía ni pizca de gracia, pero que por otra, hacía que me derritiera como un helado puesto al Sol en pleno verano. Era un auténtico bombón y dejando a un lado su incansable royo ¨mírame, que bueno  estoy¨ era un tipo majo. Estaba segura de que me arrepentiría de decir lo que estaba a punto de decir, porque me convertiría en la comidilla del barrio, por así decirlo, pero ya lo era, a si es que no tenía nada que perder.
-Sí -asentí con una sonrisa- ¿por qué no?
-Bien, pues espérame fuera, voy al comedor y enseguida vuelvo.
Me parecía increíble lo que estaba apunto de hacer, pero un poco de distracción con alguien que no me conocía apenas, estaba segura que no me vendría nada mal.
Mientras esperaba junto a la puerta de entrada, como me había pedido el chico, Cárter pasó ante mí con su porte robusto y serio tan habitual en él y que tan loca me volvía. No había vuelto a mediar palabra con él desde la noche en la que la directora me llamó para ir a su despacho. Estaba realmente dolida por sus palabras, pero no  por él, sino por mí. ¿Cómo podía haber sido tan tonta de fijarme en un tío así? ¡Que era mi profesor!
No me di cuenta de que le estaba mirando fijamente hasta que él reparó en mí también. Sus ojos me perforaron el pecho, como si de una bala se tratase. Estaba a metros de distancia, pero sentí el mismo calor y la misma sensación de hormigueo extraña que la vez que entrenamos juntos en el gimnasio. *Esto no está bien Alex, esto no está nada bien*. Tenía que obligarme a mí misma a apartar la mirada de él, pero era como si su cuerpo ejerciera una presión magnética cobre el mío y...
-¿Lista?
Queriendo o sin querer, di un respingo cuando Will pasó su mano por mi espalda y me obligó a darme la vuelta para salir al exterior, antes de eso, advertí un tono de irritación en la mirada de Cárter, quien se había parado en la recepción y sin saber por qué, sentía que él seguía con sus ojos puestos en mí.
-Sí, claro.
Fuera, a pesar del frío, hacía algo de calor y al Sol, se estaba bien. Me dejé guiar por Will, a través de uno de los muchos caminos que llegaban hasta el castillo. Tomamos el que daba al cenador, por lo que supuse que nuestro picnic improvisado sería allí.
-He cogido un emparedado de huevo y otro de atún. ¿Cual prefieres?
-Uig, huevo -arrugué a nariz con asco, a lo que él se echó a reír.
-Bien, entonces el de atún para ti -me tendió el bocadillo cuando llegamos al cenador-. ¿No eres fan de los huevos?
-¿Y tú sabes que esa frase ha sonado fatal?
Al principio no entendió mi pregunta, pero a continuación se echó a reír. A veces yo podía ser muy mal pensada, como en ese momento.
-Luego decís que los tíos somos unos cerdos.
-Y es que lo sois -me reí, desenvolviendo mi bocadillo. Me moría de hambre.- Pero las chicas también lo somos.
-No sé que me sorprende más, si que seas tan mal pensada o que reconozcas que las chicas sois como los tíos.
-¡Eh! -le señalé con el indice, muy seria.- Yo no he dicho eso.
-Oh sí, sí que lo has dicho -me sonrió, mordiendo su emparedado de huevo.
-No, solo he dicho que... también somos muy mal pensadas.
-Al caso, viene a ser lo mismo.
Decidí dejarle ganar;  me daba en la nariz  que sería un tema del que o yo lo daba por zanjado o él seguiría insistiendo. Podía ser muy cabezona, pero sabía cuando había perdido, aunque en ese caso no lo había hecho, simplemente... le había dejado ganar.
En un abrir y cerrar de ojos, me había terminado mi comida pero aún seguía con hambre y mis tripas me delataron.
-Toma - Will me lanzó una manzana.- Supuse que el bocadillo no te sería de mucho.
-¿A sí? ¿Y qué le hizo pensar eso al señorito?
Agradecida por el gesto, le sonreí y cogí la fruta, la cual, también la devoré en un santiamén. Era una de mis favoritas, por no afirmarlo a pies juntillas. Después de cada comida, no podía faltar la manzana.
-No eres como las demás.
-¿En? -medio me atraganté con el jugo de la fruta. Tuve que toser un par de veces para recuperar el aliento. No sabía a qué había venido aquel comentario-. Y eso... ¿lo has deducido por el ruido de mis tripas?
-No -se rió, algo avergonzado. No creía recordar haberlo visto sonrojado desde que lo conocía y eso que lo había visto casi desnudo si no llega a ser por aquella minúscula toalla-. Por la forma que tienes de actuar, tu forma de ser, como vistes...
-¿Es por mi pelo? -me lo atusé con una carcajada.
-Sí, es por tu pelo -se rió, dándome un pequeño empujón en el brazo. Bueno, pequeño no es una buena forma de definirlo, dado que estuve a punto de caerme  del banco por estar sentada en el borde.
-Supongo que el que me digas que soy distinta a las tías de aquí, es todo un alago, dando que la mayoría son... unas estiradas.
-¿Spencer?
Me quedé muy cortada cuando dijo aquel nombre. Sí, estaba pensando en ella al decir la palabra estirada, más que nada porque era la definición gráfica, pero ¿qué iba a decir? Él era su hermanastro.
Debido a mi silencio, el solo dedujo la respuesta y continuó hablando.
-Tranquila, puedes decir que sí. Nuestra relación no es que sea muy buena, simplemente... nos soportamos porque debemos hacerlo.
-Tiffany me dijo que sois hermanastros.
-Sí bueno... es una forma de definirlo cuando tu padre abandona a tu madre por una tía de la edad de su hijo y tu madre se casa con otro tío que ni siquiera te soporta y tiene una hija que es como el mismo demonio.
Definitivamente, aquel era el día de las sorpresas por parte de Will. Se estaba abriendo a mí y el lado de chico seductor lo había dejado aun lado. Me estaba dando cuenta que detrás de toda esa fachada había un chico que lo estaba pasando verdaderamente mal.
-Vaya... lo siento.
-¿Por qué?
-No sé -me encogí de hombros- debe de ser duro. Yo de tan solo pensar que mis padres se separan... -un escalofrío me recorrió el cuerpo, con una leve sacudida- se me ponen los pelos de punta.
-¿Tienes frío? - preguntó, pasando su brazo por encima de mis hombros para atraerme hacia él.
-No, es solo que...
-Venga, no te hagas la dura -me miró con una sonrisa pícara y diversión en sus ojos, con lo que yo respondí con un suspiro y dejé caer mi cabeza en su hombro.- Supongo que llegas a un punto en el que te acostumbras.
-Supongo que tienes razón -volvía encogerme  de hombros.
El Sol daba directamente en el tejado del cenador, lo que hacía que a pesar de ser una estancia abierta, estuviera caldeada. No hacía frío, pero he de reconocer que entre los brazos de Will se estaba muy bien.
Ambos nos quedamos en silencio, sin saber muy bien que decir tras el rumbo que había tomado nuestra conversación, supuse que no sería un tema nada agradable para él, después de todo.
Como pude, me revolví entre su brazo y lo miré de soslayo. Estaba muy rígido y serio, con la mandíbula apretada, mirando a la nada. No sabía en qué estaría pensando, pero me daba la impresión de que no sería nada agradable, por lo que no pregunté, simplemente me limité a observar.
Los rayos del Sol, que se colaban a trabes de las columnas, bañaba su rostro, dándole un toque angelical a sus facciones. Los ojos le brillaban con intensidad y el pelo le caía alborotado sobre la frente, dándole un aspecto aniñado y dulce.
Si dijera que aquel chico no era guapo, mentiría, porque verdaderamente lo era; con sus pómulos pronunciados y sus ojos claros, pero había algo en él que no me terminaba de convencer. En su favor diré, que otro ocupaba mi mente. Quizás, de haberlo conocido primero, la cosa sería distinta.
-¿Qué pasa? -me aventuré a preguntar. Pero no contestó, ni siquiera se inmutó. Debía de estar tan metido en su propia mente, que ni me habría oído, por lo que probé de nuevo:- ¿en qué piensas?
-En qué es lo que tienes -su voz sonó profunda y sincera, como nunca antes la había oído.
El chico desvió su atención, dejando aun lado todo aquello en lo que estaba pensando, para dejarla caer sobre mi rostro. Ante aquella mirada, me sentí despojada de toda seguridad. Algo incómoda por la situación, me incorporé en mi sitio, sin apartar mis ojos de él.
-A... ¿a qué te refieres?
-A que desde el día en que te vi, Alex, me tienes loco.
Vaya... quizás fueron sus palabras o la situación las que me hicieron quedarme petrificada. La realidad se descompuso de un momento a otro, dejando paso a lo surrealista. Will, el chico del que había oído barbaries, del que me habían dicho que cada día se acostaba con una chica distinta, ¿me estaba diciendo que le tenía loco?
Ni siquiera me dio tiempo a reaccionar, antes de volver en mí, sus labios ya presionaban los míos con fuerza, esperando una respuesta. Y la tuvieron, tuvieron su respuesta.
Su lengua se abrió paso al interior de mi boca y jugó con la mía. Mis manos acariciaron sus brazos hasta llegar a su pelo, donde se enredaron por voluntad propia, mientras que con cuidado de no hacerle daño, le mordí levemente el labio inferior, con el que soltó un pequeño gemido de aprobación. Sin pensármelo dos veces, alcé mi pierna por encima de las suyas y me senté a horcajadas en su regazo. Deslizó sus manos por mi espalda, con un ligero roce casi imperceptible para un humano, pero sí para un ser como yo. Cuando llegó a mis glúteos, sentí cómo sus manos se abrían, abarcando toda la zona y empujándome contra su pecho, besándome con más ansia.
¿Estaba haciendo lo correcto? ¿Debía de seguirle el juego? No había vuelto a besar a nadie desde que lo había dejado con Tom hacía unos meses, creo reconocer, que me merecía algo de diversión, ¿no? Pero la sensación de culpabilidad no se marchaba. No me sentía cómoda, pero a la vez no quería parar. Buscaba esa sensación que me transportase lejos, esa sensación tan placentera que solo había sentido una vez, esa sensación de hormigueo... que solo había sentido antes con Cárter.
-Creo que deberíamos parar -jadeé, separándome de él.
-¿De verdad? -me miró suplicante.
-Sí- dije tajante, levantándome de encima de él y colocándome la falda-. De verdad.
-Oye Alex, si te he hecho sentir incómoda, yo...
-No, no -negué repetidas veces con la cabeza, sintiéndome algo culpable por haber parado llegados a tal punto- es solo que... no sé. ¿Aquí? -moví los brazos para señalar el lugar en el que estábamos.- No creo que sea el mejor momento.
-Tienes razón -me sonrió- no es el lugar indicado.
Will ensanchó su sonrisa, tranquilizándome un poco, aunque no del todo. Me sentía estúpida. Había tenido la oportunidad de liarme con uno de los chicos más solicitados de toda la academia y él, entre todas las chicas, me había escogido a mí. ¿Se puede saber en qué estaba pensando? Mi antiguo yo estaría deseando  darme un buen pescozón. Era una estúpida.




jueves, 20 de marzo de 2014

Capítulo 16.

-¿Se puede pasar? -asomé la cabeza por la hoja de la puerta, algo ruborizada.
-Adelante -asintió la directora.
Como me indicó, entré en su despacho. Mentiría si dijera que no estaba nerviosa por su convocatoria. No recordaba haber hecho nada malo, quitando la vez que entré en el ala de los chicos o la vez que Cárter nos pilló a Tom y a mí en el bosque... bueno vale, sí, me habá saltado un montón de normas en las últimas semanas.
-¿Qué me quería?
La directora estaba tal y como la recordaba. Con sus largas uñas de color rojo sangre a juego con los labios y el pelo tan estirado que parecía que se le saldría del cuero cabelludo de un momento a otro. Pocas cosas me daban miedo, pero contemplar a aquella mujer, era una de ellas. Me recordaba al personaje  malo de ¨El emperador y sus locuras¨, una película que había desgastado cuando era niña; solo que esperaba que la
directora no tuviera un pasaje secreto hasta un laboratorio lleno de pociones, aunque viniendo de aquel lugar, no me sorprendería nada.
-He estado al corriente de lo sucedido últimamente... -comenzó, pero dejó la frase a medio acabar.  *Ya está, ya la has vuelto a liar, verás la que te va a caer, si es que siempre estás metida en líos, no puede ser Alex. No puede ser.* - Bueno, mejor dicho, el profesor Rojas me ha informado de lo acontecido últimamente...
-Se lo puedo explicar -la corté, alarmada, dando un paso hacia delante.
Por la expresión que puso, supe que si quería mantenerme con vida, sería mejor que no volviera a interrumpirla o de lo contrario me sacaría las tripas sin piedad.
-¿Puede excusarse? Vaya, eso me sorprende.
-Esto... sí... -vacilé, captando y dándole vueltas al nombre que la Sra. Grant había mencionado-. ¿Quién es el profesor Rojas? No...
-Su tutor de entrenamiento -me cortó, a lo que yo la miré sorprendida y a la vez con odio. Tampoco me gustaba que me interrumpieran.
*Será traidor...* Mentalmente me estaba dando de bruces contra la pared. Pero...¿De verdad había sido tan estúpida como para pensar que Cárter -al que no le pegaba para nada ese apellido- no me delataría a la directora? Que estúpido por mi parte pensar aquello. Pero lo más dudoso de todo era, ¿por qué solo estaba yo allí y Tom no?
-Como iba diciendo -prosiguió la directora, sacándome de mis ensoñaciones- el profesor Rojas -señaló a mi espalda. Me giré y vi que Cárter estaba allí. No me había percatado de que no estábamos solas. Se encontraba de pie, apoyado en la pared y mirando a lo lejos, como si buscara algo que no supiera encontrar. No pude reprimirme a dedicarle una mirada no muy amistosa-, me ha contado que usted ha estado algo distraída últimamente. Que llega tarde a los entrenamientos y que nada más y nada menos, el día de su castigo tuvo un leve desmayo y acabó en la enfermería.
He de reconocer, que aquello sí que fue una verdadera sorpresa. Me quedé, literalmente, de una sola pieza.
-Esto.. eh... -pasé mis dedos entre el pelo, atusándomelo un poco mientras pensaba cómo organizar las palabras para que no salieran hechas un fiasco de mi boca.
-¿Está usted bien señorita Thomson? -la directora se paró frente a mí, a un par de pasos de distancia.
-Sí, es solo que... bueno... me cuesta adaptarme -me encogí de hombros- supongo.
-¿Hay algo por lo que deba preocuparme? Soy la directora y a pesar de que hayamos empezado con mal pie debido a su pelea, mi función es ocuparme de los alumnos y no siempre sancionándolos con castigos.
Aquella mujer, me estaba dejando sin palabras. Solo había hablado con ella una vez y como bien había mencionado, había sido la mañana de mi llegada, cuando me había castigado por, presuntamente, involucrarme en la pelea entre Christian y Jo; y bueno, mis conclusiones al respecto no habían sido demasiado buenas; por no decir que la había tachado con la palabra ¨zorra¨y en mayúsculas; pero quizás me había equivocado.
-No, no hay nada de lo que preocuparse, es solo que bueno... me estoy adaptando todavía -volví a echarle una miradita a Cárter, quien seguía en la misma posición que antes, solo que esta vez, sus ojos estaban clavados en mí.
-Bien, espero que solo sea eso. Ya sabe, si necesita cualquier cosa, comuníquemela o si lo prefiere, hágalo al señor Rojas -lo señaló con un gesto de la cabeza-. Está  de suerte, se preocupa por usted.
-Sí -asentí con una leve sonrisa, dándole vueltas a esa última frase-. Gracias.
-Puede marcharse.
-Adiós.
Salí a paso apresurado del despacho. A pesar de que la charla no había tomado el camino que me esperaba, no me gustaba aquel sitio ni aquella mujer; aunque debía recalcar que me había sorprendido.
Unos pasos hacían eco tras de mí, mezclándose con el sonido de los míos. En seguida supe quién era.
-Entonces -sonreí, aprovechando que estaba de espaldas a él- ¿debo de estar de suerte porque te preocupas por mí?
-No lo hago con toda la gente -dijo Cárter, poniéndose en seguida a mi altura-. Pero eres mi alumna y eso me lleva a hacerlo -se apresuró a decir.
Aquella última palabra me había chocado, como un bofetón a primera hora de la mañana. ¿De qué me sorprendía?
Me había pasado los últimos días dándole vueltas a lo sucedido en el gimnasio, cuando tropecé y el cayó sobre mí. Había sentido una sensación de hormigueo muy extraña por todo el cuerpo. En un principio pensé que él también la había notado, pero ¿a quién quería engañar?
-Pues gracias -contesté con seriedad, apretando el paso para alejarme de él; aunque con sus largas piernas no tardó en alcanzarme.
-Estaba preocupado por ti.
-Pues no deberías ¿sabes? -frené bruscamente al llegar a la zona baja de las escaleras que subían hasta  las habitaciones- Sé cuidar de mí misma.
Por su mirada, supe que mi comentario le había sentado mal, aunque peor me había sentado a mí el suyo. Tenía muy claro que él era mi profesor, pero si cabía alguna duda, ya había dejado claro que yo simplemente era una alumna más. A si es que si solo era eso, una alumna más de las muchas que tenía, sería mejor que dejara de tratarme como si no lo fuera.
-Muy bien -asintió, con la mandíbula tan apretada que escuché el rechinar de sus dientes- no volveré a involucrarme en sus asuntos, señorita Thomson.
Pegué un leve respingo en mi sitio, no por la dureza de sus palabras ni por el sendero que había tomado nuestra conversación, si no por ese ¨señorita Thomson¨; por ese desprecio y desdén de la entonación.
Sin mediar una palabra más, di la vuelta y subí a toda velocidad las escaleras, sin parar hasta que llegué a mi habitación. Cerré la puerta de un portazo y me apoyé en ella.
-Estúpida, estúpida, estúpida...
-¿Qué he hecho ahora?
Tiffany, a la cual no la había visto al entrar, cegada por la rabia que  corría en esos momento por mis venas, estaba sentada en su cama, con una revista entre las manos.
-Tú nada -dije apartando la mirada de ella y dirigiéndome a mi cama.
-Oh.
Otro incomodo silencio se produjo entre nosotras, aunque después de todos los que había habido en los últimos días, ya no resultaban tan pesados.
Saqué mi pijama de debajo de la almohada y me lo llevé al cuarto de baño para cambiarme. Después de dieciocho años, aún me seguía dando pudor que otra chica me viera en bolas.
La imagen de los ojos de Cárter no paraba de dibujarse ante mí. El comentario le había ofendido, él se había preocupado por mí y yo solo le había restado importancia argumentando que podía defenderme sola. No me gustaba que la gente se apiadara de mí, aunque cuando la directora le mencionó y dijo que había sido él quien la había informado sobre lo que me ocurría últimamente, una sensación de alivio me había rozado el pecho. Quizás fue por eso por lo que me había sentado tan mal que reconociera  que solo era una alumna más.
-Creo, sinceramente, que estás perdiendo la cabeza -susurré a mi propio reflejo.
Me enjuagué la cara con algo de agua tibia y posteriormente me cepillé los dientes, preparándome para dormir. Todo el traqueteo que me había traído con Cinthya aquella tarde me había pasado una buena factura y estaba verdaderamente agotada. Necesitaba descansar si quería estar, aunque fuera, a un cincuenta por ciento en mi guardia.
-A si que tú y Will ¿eh?
-¿Qué? -me paré, sorprendida, a medio camino de mi cama.
-Sí, antes, cuando te he ido a buscar -Tiffany me miró por encima de su revista- estabas con él y se os veía muy... ¿cómo decirlo?
-¿En serio? -no salía de mi asombro. Primero se pasaba varios días sin dirigirme una sola palabra y ahora quería que le contase qué había entre Will y yo. Que no era nada, claramente. Quizás fue esa la gota que colmó el vaso o que se me juntó todo y por eso, exploté en cólera-. ¿!Te crees que tienes derecho a dejar de hablarme y ahora venir a preguntarme que si tengo algo con Will!?
La chica me miró algo asustada, debido a mi reacción, pero es que no tenía derecho a jugar así conmigo.
-Yo... -empezó a decir, pero la corté, presa de la ira.
-Tú, nada, Tiffany. No sé qué es lo que se supone que te he hecho, pero si preocuparme por ti es algo malo, entonces que me detengan -extendí las manos al frente, con los puños cerrados- pero en mi país no lo es.
-Tienes razón -suspiró en un susurro a penas audible.
-¿Qué?
-Que tienes razón ¿vale? -dejó la revista a un lado y se incorporó, acercándose a mí-. Me he comportado como una auténtica gilipollas y sí, te estaba evitando.
-¿No me digas? -me reí con ironía-. No me había dado cuenta.
-Es solo que... me asustaste... y ... uf -no le dio tiempo a terminar la frase, antes de eso, se ahogó en un sollozo.
No pude evitar sentirme culpable por hacer que llorara. Tal vez me había pasado y le había gritado de más. Dejé mis cosas a un lado y la abracé con fuerza. Era tan poquita cosa, que me recordaba a una niña pequeña. Parecía tan frágil...
-¿En qué andas metida Tiff? -pasé mis manos por su pelo, para intentar calmarla- Sabes que estoy aquí, puedo ayudarte.
-No, no es nada malo, solo que... -negó con la cabeza pegada a mi esternón- no puedo decírtelo. Pero no es malo ¿vale?
-¿No es malo y estás llorando?
-No lloro por eso, lloro porque soy una estúpida, te he tratado como una mierda -sus lágrimas estaban dejando un cerco de color gris oscuro en la camiseta de mi pijama; ya notaba lo húmedo en mi pecho y no sabía cómo podía hacerla parara de llorar. Se me estaba partiendo el alma de verla así.
-Pues un poco sí -reconocí con una sonrisa- pero este llanto que te me traes lo está recompensando.
Con una carcajada suave, se separó de mí, aún sin apartar sus manos de mis brazos. Tenía los ojos irritados y las mejillas sonrojadas por el rastro de las lágrimas. ¿De verdad podía pensar que aquella chica era mala?
-¿Me perdonas?
-Pues.... -puse los ojos en blanco, para darle algo de suspense al asunto, aunque no demasiado si no quería que se  volviera  echar a llorar-. ¡claro que sí!
Independientemente del motivo, se abalanzó sobre mí de nuevo, pero esta vez fue ella la que me apretujó. Hasta aquel momento no supe lo que me importaba de verdad aquella chica.
-Venga anda, deja de llorar ¿quienes? Que me vas a hacer de llorar a mí también.
-Prometo no volver a comportarme así -se sorbió los mocos mientras me soltaba.
-Eso espero -la miré con reproche, pero divertida.
Las dos nos echamos a reír, como buenas amigas que habían arreglado sus malentendidos. Era todo un alivio que las cosas ya estuvieran habladas. Sentía como el nudo que se había apoderado de mi pecho, se disipaba poco a poco. De la noche a la mañana, todo el mundo se había enfadado conmigo; con todo el mundo me refiero a Cyn, Tiff y Tom; y el hecho de haberlo arreglado ya con dos de los componentes, era quitarse todo un peso de encima.
-¿Mejor?
-Sí, -asintió, restregándose las mangas de su pijama por los ojos- ya estoy mejor; pero...
-¡Ohg! -levanté las manos en modo teatral- ¿hay un pero?
-Por supuesto. No me has contestado a la pregunta. ¿Qué hay entre tú y Will?
-¡Mierda! -espeté, dejándome caer sobre mi cama- Pensé que se te había olvidado. Nada, no hay nada.
-Pues no parecía que hubiera nada -recalcó la ultima palabra, haciendo comillas con sus dedos.
-Pues... no hay nada -susurré, apartando la mirada de mi compañera.
Claro que no había nada; ni lo habría. Por muy guapo que fuera ese chico, no me atraía; en realidad mi mente andaba ocupada en otro; al que acababa de mandar a la mierda hacía, aproximadamente, diez minutos.
-Will es muy buen tío. Va de chulo y eso, aunque bueno, tiene para creérselo -se rió entre dientes-. Tiene fama de ligón.
-Creo que esa última parte ya me la sabía -bostecé.
-¿No te gusta? ¿Ni aunque sea un poco?
-A ver... es guapo, tiene un buen cuerpo y parece simpático -volví a taparme la boca, con un bostezo- pero se lo tiene demasiado creído.
El sueño se estaba apoderando de mí con cada palabra. Yo sólo quería irme a dormir, pero ahora que lo acababa de arreglar con Tiffany y la veía tan entusiasmada, me daba algo de corte decirle que continuaríamos la conversación mañana.
-Oh y lo es, créeme. Todas las chicas de este instituto suspiran por él.
-¿Tú también? -le pregunté, acomodándome en mi cama.
-No, no es mi tipo.
-Ya, ya... eso dicen todas...
Continuamos de cháchara un rato más, pero estaba tan cansada que vine a quedarme dormida en algún punto de la conversación. Poco a poco mis músculos se fueron relajando, tanto, que hasta dejé de sentirlos.
Estaba en lo alto de la azotea del castillo. Me costaba caminar por aquellas tejas medio sueltas y el oxígeno me pesaba en los pulmones. No había tenido ni un segundo para parar a tomar aire. No tenía tiempo; no si quería mantenerme con vida.
Una de las tejas resbaló bajo mi pie y tuve que esforzarme en mantener el equilibrio; de lo contrario me caería. Entre el suelo y yo, había demasiados metros como para que la caída fuera mortal.
Paré a descansar, *solo un minuto*, me decía. Necesitaba tomar aire y recuperar fuerzas si quería escapar de allí, además de prepararme mentalmente para el salto que me esperaba. Un mal paso y estaría muerta.

No muy lejos de donde yo estaba, tras la puerta que daba a las escaleras; escuché sus voces. Sus sangrientas y viperinas voces. Venían a por mí y no descansarían hasta acabar conmigo.
-Vamos Alex -me asomé al vacío y la oscuridad de la noche, convenciéndome a mí misma que solo eran unos metros de nada- tú puedes.
Justo cuando estaba cogiendo carrerilla, escuché una explosión y la puerta se rompió en mil pedazos. Tiffany, Cinthya, Mía y Daniela, aparecieron por ella, con los colmillos desenfundados y sus ojos inyectados en rojo sangre. Venían a por mí.
-Prepárate para ser uno de los nuestros -siseó Daniela.
-¡Jamás! -grité.
Sin pensármelo dos veces, cogí impulso y salté al vacío.



martes, 18 de marzo de 2014

¿Cuál es tu personaje favorito? (RESULTADO DE LA ENCUESTA)

Como cabía de esperar, el personaje más votado es Alex, con un 44% de los votos, seguida de Cinthya y Tiffany, sus dos amigas.
Pensé que os animaríais más a votar, no esperaba que obtuviera tan pocos resultados, pero bueno, estoy contenta de que al menos sigáis leyendo los desvaríos de esta loca *_*.
De momento, no tengo preparada otra encuesta, pero me gustaría saber ¿qué os está pareciendo ¨The Wrach¨ y que os animarais más a comentar, aunque no sea en el blog, podéis hablarme por twitter @DHBlood o agregarme a mi tuenti Noticias Holmsom, siempre estaré dispuesta a escucharos, tanto críticas buenas como malas, las recibo con una gran sonrisa.
Un beso muy fuerte a todos y un grandiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiisimo abrazo /(^_^)/

Capítulo 15.

Teniendo en cuenta de que yo a Daniela no le caía demasiado bien y que le había partido su ¨precioso¨tabique nasal, pedirle que volviera a ponerme en el mismo grupo con Tom, era algo que a pesar de que se me había pasado por la cabeza, también lo había hecho la palabra ¨inútil¨ y en mayúsculas.
Me había pasado el día dándole vueltas a la cabeza, pensando en cómo podía arreglar todo lo que había roto -por decirlo de alguna forma- en los últimos días. Por suerte, el tema con Cyn ya estaba arreglado y había accedido a practicar conmigo, para que mi supuesto nuevo poder, saliera a la luz de nuevo.
-Venga, Alex. Tienes que esforzarte un poco más -me animó.
-¡Ya lo hago!
Estábamos en el bosque, en la parte trasera, junto al lago. Era un sitio en el que no había pasado mucho tiempo, de hecho, era la primera vez que pisaba aquella zona; pero en una de mis charlas con Tiffany -antes de que decidiera ponerse en modo ¨paso de ti¨- me indicó el camino.
Lo bueno de todo, a pesar del frío que hacía, era que no pasaba nadie por allí. Era un sitio tranquilo, ideal para zurrar y que te zurre el culo tu mejor amiga.
-Pues no es que lo hagas muy bien -se burló de mí con una sonrisa.
Cyn había tenido la genialisima idea de que, quizás, si de la única forma en la que se había manifestado había sido en una pelea, provocando una, volvería a hacerlo, pero yo no estaba tan segura. Llevábamos  dos horas pegándonos puñetazos y patadas la una a la otra y lo máximo que había sido capaz es de lanzar un par de bolas de fuego a unos cuantos matorrales.
-Cyn -me dejé caer en el suelo, algo cansada de tanto combate- esto no va a funcionar. Llevamos ¿cuánto? ¿dos horas?
-Es que no sé qué más podemos hacer -dijo, sentándose a mi lado-. He estado buscando en Internet, pero bueno, ya sabes...
-Sí, millones de páginas frikis sin sentido -terminé su frase por ella-. En serio, cada vez estoy más convencida de que me lo imaginé todo o de que me estoy volviendo loca. -Me reí, a pesar de que el tema me producía escalofríos.
-No lo sé -me miró de reojo, con una sonrisa pícara dibujada en los labios-. Pero mientras tanto, señorita -se levantó de un salto y me pegó un empujón en el brazo, para que yo la imitara- vamos a seguir intentándolo.
-¿En serio Cyn? -rodé los ojos, mientras ignoraba el dolor de mis piernas para volver a ponerme en pie.- ¿Has escuchado algo de lo que te he dicho?
-Sí, pero he aprendido a ignorarte.
-Esa ha sido buena -apunté, reconociendo su mérito.
-Se me ha ocurrido una cosa.
-Miedo me das...
-A ver, tú dices que sólo ha pasado una vez ¿no?
-Ajá.
-Y que esa vez fue en el ataque.
-Seh -asentí efusivamente para dar un toque más dramático al asunto.
-Bien pues...
Me daba miedo cada vez que se ponía así; en modo ¨se me acaba de ocurrir una idea súper brillante, la cual, para mí está genial, pero tu vida correrá peligro¨. Sí, puede que parezca exagerado, pero Cyn era así. En más de una ocasión me había metido en un par de líos por su culpa y eso, que a simple vista la que parecía  responsable era ella y yo la matona impulsiva.
-... ¿por qué no probamos a ponerte en peligro?
¡Zahs! Ahí estaba su idea loca. Abrí los ojos de par en par y me la quedé mirando sorprendida. Me esperaba que dijera algún tipo de burrada, pero lo cierto es que para mi sorpresa, yo estaba de acuerdo con ella. Habíamos probado de todo y nada había funcionado.
-Oye... -me llevé la mano a la coronilla con la mirada puesta en el cielo nublado- no sé por qué, no me sorprende -me resigné al fin.
-Sabes que no te pondría en peligro, nunca, pero es que ya no se me ocurren más ideas -se quejó, lanzando una piedra al agua.
-Bien y ¿qué sugieres?
-Bueno, pues creo que no te va a gustar nada... -estaba con la mirada perdida en el lago, mirando un par de gotas que subían y bajaban en círculos. Estaba usando su don-... había pensado en usar mi poder, para ahogarte.
Me quedé, literalmente, de una pieza. Le estaba siguiendo el royo, pensando que iba de broma, pero no, estaba completamente en serio en lo de poner mi vida en peligro.
-¡Cinthya! -exclamé con los puños apretados a los costados- ¿¡Lo estás diciendo en serio!?
-Piénsalo Alex -se giró para quedar frente a mí- la única vez que lo has usado ha sido cuando una vampira estuvo a punto de atravesarte el corazón con una estaca. Quizás, si tu cuerpo o tu poder ve que estás en peligro, vuelva a dispararse solo. A demás, sabes que no morirás, a parte de que no te dejaré...
-Ya, ya -la corté levantando la mano y dándole la espalda.
Mi mejor amiga quería ¨matarme¨. Genial. *¿cuándo se ha vuelto esta chica así?* En cierto modo ella tenía razón, no iba a morir, bueno, técnicamente. Tanto un Wrach como un Marwolaeth, solo moría cuando una estaca de madera les atravesaba el corazón o se les cortaba la cabeza; por lo que aunque mi corazón dejara de latir por la falta de oxígeno en mis pulmones, no estaría realmente muerta, aunque por supuesto, no tendría pulso durante un rato. Pero no dejaba de ser una decisión difícil.
-Y ¿qué me dices? -insistió al ver que me había puesto tan blanca como la cal- Oye, que si no quieres, solo tienes que decir que...
-Está bien -accedí antes de echarme para atrás- manos a la obra.
Tras un asentimiento por su parte y varias respiraciones entre cortadas por la mía, vi como una masa de agua llegaba flotando hasta mí. A cada paso que daba aquella cosa gigantesca, más claro tenía que todo ese plan absurdo era solo eso... un plan absurdo y acabaría saliendo mal. Instintivamente y aterrada, di un paso hacia atrás. Cinthya me miró, sabía lo que me rondaba por la cabeza y yo sabía que otro gesto de vacilación por mi parte y por mucho que fuera su idea y pensara que estaba bien, tiraría todo al garete, a si es que me mantuve firme en mi sitio, con los puños apretados.
Cogí una última bocanada de aire y la masa de agua me envolvió. Noté el gélido tacto del agua helada por todo mi cuerpo, empapando cada hilo de mi ropa. Ahí fue cuando realmente sentí miedo.
No expulsé todo el aire de golpe, era mejor administrarlo, porque sabía que aquello iba a durar un rato. Nunca había sido muy buena buceadora, pero un Wrach podía pasar bastante tiempo sin respirar aunque no demasiado.
No notaba nada que no fuera agua y miedo. A través de las ondas que se formaban, podía vislumbrar a mi amiga mirándome fijamente y atisbé algo de preocupación, lo que me decía que no tardaría mucho en quitar aquella cosa de mí. Intenté moverme, pero no podía, era como si el agua en vez de ser ligera, pesara cientos de toneladas. Ahí fue cuando se me dispararon las alarmas y sin darme cuenta, mientras forcejeaba, expulsé el poco aire que me quedaba. Cinthya me miró con preocupación y entonces  me di cuenta de que la cosa no iba bien.
Escuchaba sus voces desde fuera, que me llamaba y aporreaba la masa de agua intentando sacarme de allí, pero era inútil. Mi garganta estaba empezando a arder igual que mis pulmones. Necesitaba oxígeno  y lo necesitaba ya.
*Cyn, Cyn, sácame de aquí, por Dios, sácame. ¿Qué te pasa? ¿No ves que no puedo respirar?* Las palabras se amontonaban en mi cabeza y por mucho que intentaba pronunciarlas, lo único que conseguía era que el agua entrara a borbotones por mi boca. Al borde del ataque de pánico, fue cuando lo noté. Era como si algo me empujara desde el interior, más allá del esternón. Era una fuerza extraña, que solo la había sentido una vez; en el ataque.
Cerré los ojos con fuerza y lo visualicé. Vi esa fuerza salir de mí, extenderse fuera. Era como una goma que se extendía; pero era una goma fuerte. Me imaginé a mí misma, en una oscuridad absoluta, tirando de aquella goma de color azul. Gritándole que creciera, que se extendiera, que me estaba ahogando.
Cansada de gritar y agotada de forcejear, saqué fuerzas de donde pude y grité una vez más; entonces abrí los ojos y vi todo saltar por los aires; el agua, yo y Cyn.
Caí de espaldas en el suelo, dándome un fuerte golpe en la columna,  que me sirvió para reaccionar y expulsar todo el agua que había tragado. Me puse de lado y la escupí, hasta que noté que ya no quedaba más en mi interior. Me dolía todo el cuerpo, pero sobretodo, la garganta.
-¡Alex! ¡Alex! -Cyn salió disparada hacia mí, presa de la histeria- ¿¡Estás bien!?
-Sí -susurré, pues mi voz no daba más de sí- estoy bien.
-¡Dios! ¡Ha sido una pasada!
-Me alegro de que te alegres de que no esté muerta -solté poniendo los ojos en blanco. La verdad es que sí que había sido una pasada. Pero esa ¨pasada¨había estado a punto de costarme la vida. -¿Por qué no me has quitado el agua de encima cuando has visto que casi me ahogaba?
-No sé qué es lo que ha pasado, te lo juro -por el tono de su voz, supe que me decía la verdad.- Era como si hubiera perdido el control de mis poderes. Pero luego... lo he visto, he visto lo que has hecho, era como una pared invisible de color azul medio transparente. ¡Waa! ¿Podrías volver a hacerlo?
-No lo creo -dije con un escalofrío. Estaba empapada, de pies a cabeza. Me abracé el cuerpo e intenté calentar un poco la ropa para que se secara, pero a penas conseguí entrar en calor, no tenía fuerzas- -Estoy bastante débil.
-Bien. Bueno, por hoy está bien -pasó sus brazos por debajo de los míos y me ayudó a levantarme.- Será mejor que volvamos y te des una ducha de agua caliente antes de la cena.
-No podría estar más de acuerdo en eso.
A cada paso que daba era una agonía mayor. Tenía las piernas, literalmente, inertes. Me costaba muchísimo ponerlas en movimiento. Si no llega a ser porque Cyn me tenía casi cogida en brazos, no habríamos llegado a la habitación. Aquella explosión de poder me había dejado agotada.
-Pásate luego por mi habitación ¿vale? -Cyn me acompañó hasta mi cuarto, para asegurarse de que llegaba sana y salva-. Mía y yo tenemos algo de... bueno, ya sabes de qué. Creo que te vendrá bien recuperar fuerzas.
-Sí -asentí antes de quedarme sola.
Tiffany, como siempre en estos últimos días, no estaba en la habitación. Tenía que pillarla por banda y hablar con ella, pero tampoco quería rebajarme. Por muy bien que me cayera aquella chica, se había comportado como una inmadura. Yo no le había hecho absolutamente nada, a no ser que preocuparse fuera  considerado un delito, que hasta donde yo sabía, no era así.
La ducha me sentó de maravilla, aunque aún no estaba al cien por cien. Me arrastré fuera de la bañera y me vestí lo más rápido que pude teniendo en cuenta que me dolían todos los músculos del cuerpo. Seguía sin saber dominar ese nuevo poder, si es que se le podía llamar así, pero al menos, ya, más o menos, sabía cómo reaccionaba. Si de algo no me cabía duda era que lo haría bajo presión, a si es que tenía que empezar a doblegarlo en vez de que él me controlara a mí.
Llevaría un  tiempo, lo mismo me había pasado con el poder del fuego, no era nada fácil, es más, cuando era pequeña casi destruí mi casa por completo en un acto de pataleta contra mis padres. Estábamos discutiendo y acto seguido, todo empezó a arder. Pero bueno, eso era cosa pasada y ahí solo tenía unos siete años y ahora, ya era mayor de edad, al menos en Europa.
-Pensé que no llegabas -se rió Cinthya entre dientes.- Estaba por ir a buscarte yo misma.
-¡Calla! -la fulminé con la mirada, mientras me enroscaba bien el pelo en la toalla.
-Pasa anda -se hizo a un lado para permitirme entrar en su habitación.
Mía estaba sentada en una silla junto al escritorio, haciendo yo no sé qué, seguro que deberes, algo con lo que yo debía ponerme las pilas si quería aprobar.
-Dime que te vas a compadecer de tu pobre amiga medio inválida y me vas a dar un buen vaso cargado - exageré; exageré muchísimo, pero era otra de las múltiples cosas que me encantaban; hacerme la víctima para que me cuidaran. Me dejé caer en la cama de Cyn mientras ella y Mía se partían de risa.
-Alex y sus exageraciones -dijo Cyn poniendo los ojos en blanco.
-¿Un entrenamiento duro? -preguntó Mía entre risas.
Cyn y yo le habíamos dicho que saldríamos a hacer algo de ejercicio y practicar, ella no estaba al corriente de las nuevas idas de olla de mis poderes y prefería que siguiera siendo así. Cuanto menos gente lo supiera, mejor. Hasta el momento solo lo sabían Tom y Cinthya, aunque bueno, después de la discusión con Tom, no podía asegurar que este no se hubiera ido de la lengua por despecho.
-Durísimo -me quejé al recordar que casi muero ahogada.- Y ahora mismo me comería un bisonte entero, con pezuñas y todo.
-Empieza por beberte esto anda -Cyn me tendió un vaso con sangre.
-A la orden mi capitana.
A pesar de que agradecía el gesto que había tenido conmigo, darme sangre de su suministro, la verdad es que estaba algo rancia y pasada, pero tampoco podía quejarme. Cualquier cosa era mejor que tener que degollar a un pobre animalito. Sí, era lo mismo, porque esa sangre procedía de algún lado, pero como se suele decir: ¨ojos que no ven, corazón que no siente¨; pues eso mismo pensaba yo.
Mis fuerzas volvieron con cada gota de sangre que bañaba mi lengua, pero aún así, seguía agotada; no física, sino mentalmente. Era como si un millón de bunques militares hubieran pasado sobre mi cerebro y lo hubiera dejado reducido a cenizas.
-¿Mejor?
-Pss -me encogí de hombros, depositando el vaso ya vacío sobre la mesita de noche- algo.
-¿Tan grande ha sido la paliza que te ha dado Cinthya? -se rió Mía.
-En realidad, la paliza se la he dado yo -apunté, levantando el dedo índice-, pero sí, estoy cansada y duermo fatal.
-Tampoco me has pegado una paliza -se quejó mi amiga, mirándome con desprecio- no exageres. Y levántate que me estás mojando la cama con la toalla.
-Lo que te quejas. -La fulminé con la mirada y un ligero bostezo.- Esta noche voy a caer rendida.
-¿No tienes guardia?
-¡Mierda!
-Eso es un sí ¿no? Pensaba que Daniela te habría dado de baja o sancionado por el puñetazo que le diste -Mía se unió a nosotras y se sentó en la cama, con una sonrisa de lado a lado.- Si te digo la verdad, esa zorra se lo merecía.
-No sé que me sorprende más -me reí-, si que te alegraras de ello o de que hallas dicho la palabra zorra.
Las tres explotamos en carcajadas. Nunca antes había escuchado a Mía decir una palabrota y mucho menos en tono despectivo a alguien. Ella era tan poquita cosa, que se me antojaba raro que dijera ese tipo de palabras.
-¿No deberíamos bajar a cenar? -mis tripas sonaron como recordatorio de que necesitaban algo de sustento.
-Sí, es cierto, yo me muero de hambre -dijo Mía frotándose la tripa.
-Y yo.
Serían cerca de las siete y allí eran muy estrictos con los horarios, a si es que tras varios minutos de cháchara más, decidimos bajar.
Cuando entramos en el comedor, la poca gente que había nos miró y acto seguido se levantó un murmullo y unas risillas en toda la sala.
-¿Qué coño les pasa a estos memos? - repasé toda la sala con odio en los ojos, pero eso solo hizo que las risas aumentaran y para mi sorpresa, Cyn y Mía empezaron a desternillarse mientras me miraban. -¿Qué pasa?
-Tú... -Cinthya me señalaba con el dedo índice y el cuerpo doblado de la risa. Sus palabras a penas eran entendibles-... tienes... la toalla en la cabeza.
*¡Mierda!* Con un tirón, me saqué la toalla, dejando que las puntas mojadas de mi pelo cayeran sobre los hombros. Ya era demasiado tarde, todo el mundo me había visto hacer el ridículo, no eran muchos alumnos los que estaba en el comedor, pero conociéndolos, por el poco tiempo que llevaba allí, antes de que acabara el día todo el mundo lo sabría.
No me había acordado de que llevaba la toalla puesta y mis dos buenas amigas -en sentido irónico- no me lo habían mencionado. Las fulminé con la mirada, mientras seguían riéndose de mí.
-¡Eh! no nos mires así -Cinthya intentó ponerse sería, pero no lo consiguió- No nos habíamos dado cuenta.
-En fin -suspiré, dando por terminada la conversación.
Las dejé a las dos en la entrada, junto a la cristalera donde ponían el buffet  del desayuno y me dirigí a una de las mesas más alejadas que había; aunque eso me llevó a pasar por toda la gente, que seguía cada uno de mis movimientos.
-Bonito conjunto el tuyo, he de decir que te sentaba la mar de bien -dijo una voz chillona a mi espalda.
-A mi todo me sienta bien, querida -le dirigí una sonrisa falsa a Spencer, que estaba sentada junto a Isabel y otras dos chicas que no conocía.
Esperé a que se le encendiera la bombilla y dijera algo ingenioso, tenía ganas de volver a dejarla pasmada, pero simplemente me hizo un gesto de asco con la cara y se atusó el pelo.
-Infantil -susurré mientras me volvía.
La cena transcurrió en silencio; Cyn y Mía no pararon de pedirme disculpas y yo tuve que ¨perdonarlas¨finalmente. No estaba enfadad con ellas, simplemente un poco abochornada por haber hecho el ridículo de aquella forma ante la mayor parte del instituto.
Tom, como los últimos días, había decidido no hacer acto de presencia en la mesa y se había sentado con su compañero de cuarto Will, a quien no podía quitar el ojo de encima, algo mutuo, porque en más de una ocasión lo había pillado observándome. No puedo decir qué era lo que tenía aquel chico, pero algo era.
-Bueno ¿y qué os apetece hacer ahora? -preguntó Jo, dejando caer los cubiertos en su plato.
En nuestra mesa solíamos sentarnos Mía, Cyn, Jo, Tom, Christian y yo, aunque bueno, Tom ya no. Me sorprendía un poco cómo había crecido mi relación con Jo y Christian desde que habíamos llegado a la academia. Antes, a penas nos saludábamos y ahora, ahí estábamos, sentados en nuestra mesa; en la que desayunábamos, comíamos y cenábamos juntos.
-Dormir -bostecé, arrastrando mi silla para poder ponerme en pie-. Estoy agotada, lo siento chicos.
-Aburrida -se rió Christian, mirándome con el ceño fruncido.
-Yo también te aprecio Marcus -dije ya de espaldas a ellos.
Después de la cena, solíamos quedarnos en la sala común jugando a algún juego de mesa o a veces, salíamos al patio a dar alguna vuelta y mirar las estrellas, si las nubes nos lo permitían; pero después de la explosión de poder de aquella tarde, lo único que necesitaba era dormir y podre del o de la que me despertara, porque correría la sangre y en sentido literal.
-¡Eh Tomsom! ¿A dónde te crees que vas?
-Pues... estoy subiendo las escaleras que conducen a las habitaciones -repasé los muros con la mirada- no sé, ¿tú que crees Will?
-¿Tan temprano y ya con ganas de dormir? - subió un escalón, quedando él justo por debajo del mío. Era un chico alto, bastante diría yo, pues a pesar de que estaba un escalón por debajo de mí, me sacaba media cabeza. Una sonrisa burlona se formó en sus labios-. Tú no te vas a ir a la cama tan pronto.
-¿A no? -le correspondí a su sonrisa, poniendo mis manos en las caderas-. Y ¿A dónde dice usted que voy a ir?
-Conmigo -pasó una se sus manos por mi cintura, atrayéndome hacia él.
En esos momentos agradecí que la iluminación fuera escasa, porque de no haber sido así, el chico no habría distinguido mi cara del pelo. Me puse roja como un tomate. Sí, yo, la Alex respondona que siempre tenía una respuesta ocurrente para cada situación, en ese momento me había quedado literalmente en blanco. Pero a pesar de todo puse mi mejor sonrisa; él no podía darse cuenta que acababa de dejarme sin palabras. Puede que estuviera acostumbrado a ello, a que el resto de chicas cayeran rendidas a sus pies; pero yo no era como las demás.
-Ya... -susurré, acercándome a su oreja, tanto, que mis labios rozaron su lóbulo- y ¿a dónde se supone que vamos?
Nunca supe su respuesta. Tiffany apareció detrás de él, en la parte baja de la escalera y con un carraspeo llamo nuestra atención.
-Alex, la directora te llama y creo que es importante-dijo, antes de marcharse.
-¿Qué has liado esta vez, pelirrojilla? -se burló Will, dejando caer las manos de mi cintura.
-Eso me gustaría saber a mí.


sábado, 15 de marzo de 2014

Capítulo 14.

-Osea, me estás diciendo que estás así, tan.... -dejó la frase en el aire, buscando la mejor palabra para definirlo, si es que había alguna palabra que se pudiera usar para explicar todo lo que le acaba de contar-... ¿así?
-Si por así te refieres a perturbada y medio loca... sí.
Como me pidió -más bien ordenó- después de la cena me fui derechita a la habitación de Cinthya. Por suerte, Mía se había percatado de que ambas necesitábamos una charla de mejores amigas y no había hecho falta que le pidiéramos que se marchara. Era una muy buena chica y me caía genial, pero si me había costado contarle a Cyn el caos que era mi vida últimamente, a Mía ya ni os lo podéis imaginar. No me gustaba que mis cosas las supieran todo el mundo. Cuanto menos gente se enterase de mis debilidades, menos posibilidades tenían de atacarme.
Cyn había escuchado toda la historia sin interrumpirme, solo con pequeños suspiros o movimientos de cabeza en señal de frustración. Le conté todo, desde las pesadillas continuas que había tenido, hasta por qué había pasado más tiempo con Tom últimamente.
Realmente me sentía estúpida por haber pensado que mi mejor amiga no me entendería. Por una parte me sentía aliviada, como si me hubiera quitado un peso de más de quinientos kilos de encima, pero por la otra, la incertidumbre no me dejaba en paz.
-¿Por qué no me lo habías contado antes? - preguntó dolida.
-No... no lo sé -negué avergonzada, subiendo las piernas a la cama y agarrándome las rodillas-. Estaba muy confundida Cyn, sé que debería habértelo dicho antes, pero no quería preocuparte.
-¿Y pensaste que la mejor forma de no preocuparme era no contarme lo que te pasaba?
-Sí.
-¡Por el amor de Dios Alex! -gritó indignada levantándose de la cama-. Somos amigas desde que eramos unas renacuajas, ¿es que no me conoces? ¡Eres mi mejor amiga! ¡Eres como mi hermana!
-Lo sé ¿vale? sé que no lo he hecho bien. Pero pegar voces no va a solucionar nada y no me hace bien. Solo vas a conseguir que se entere todo el mundo.
-¡Joder! -se dejó caer de nuevo junto a mí. La entendía. Entendía que estuviera así, pero peor que yo, no se sentía nadie-. Me tenías muy preocupada -susurró con un pequeño sollozo- no sabía si era yo o... uf.
-Eh, eh. -La incorporé y la abracé con fuerza.- No llores.
-Si quieres me río.
Había sido una completa estúpida. No le había contado nada por miedo a que se preocupara y lo único que había conseguido había sido el sentido inverso. Pero me alegraba de haberme desahogado con ella. No volvería a hacerlo.
-Por supuesto -me reí aún con la cabeza hundida en su pelo- la vida es una fiezta ¿recuerdaz?
Automáticamente las dos nos tiramos en la cama entre risas. No hacía mucho tiempo atrás, me había puesto aparatos para corregirme la dentadura y por motivos desconocidos a los cuales yo culpaba al destino o al karma, las ¨s¨ las pronunciaba como ¨z¨. Durante dos años la mayoría de la gente re burlaba de mí por eso, pero en cambio, Cyn, a pesar de no necesitarlos, se los puso también, acompañándome en uno de mis malos momentos.
-¿Mejor? -me volví hacia ella, para poder tenerla cara a cara.
-Sí, bueno... no sé -se encogió de hombros-. Es decir; eres mi mejor amiga y me siento mal porque no me hayas dicho nada, pero no sé...
-He sido una tonta Cyn.
-Eso lo eres siempre Alex -me sonrió- pero bueno, lo hecho hecho está. Prométeme que no volverás a ocultarme nada.
-Lo juro -me incorporé, quedando sentada con las piernas cruzadas sobre la cama y me llevé una mano al corazón, para darle un toque de dramatismo al asunto-. Lo juro porque mi pelo se convierta en serpientes, la piel se me caiga a tiras y toda mi ropa se convierta en arapos.
-La mayoría de tu ropa son arapos -me miró divertida con una ceja levantada- esa no me vale.
-Gilipollas -le chisté con una mirada de ocio.
-En fin... dejando a un lado este tema. Tom; ¿qué pasa con él? Sé que está muy dolido contigo, esta mañana he hablado con él y...
-¿Qué te ha dicho? -sin darme cuenta, le agarré el brazo y se lo estrujé- La he cagado y no sabes cuánto.
-Sí que la has cagado sí... no me ha contado nada, me ha dicho que hablara contigo, pero ahora que sé la historia completa, creo que deberías pedirle disculpas.
-Lo sé -asentí al recordar lo sucedido con el chico aquella misma mañana- soy una imbécil.
-Un poquito. Por cierto, sobre eso que me has contado, lo que te pasó en el ataque... ¿lo has vuelto a hacer? Es decir, ¿te ha vuelto a pasar?
-Que va.
-Creo que deberíamos indagar en eso. Tom y tú lo estabais haciendo ¿no? Buscar información.
-Sí, tú lo has dicho, lo estábamos -sonreí con tristeza- pero solo hemos encontrado cosas sin sentido que frikis que se creen sabelotodos han colgado en Internet.
Seguía dándole vueltas a aquello de los Avengers, pero había llegado a la conclusión de que seguramente fuera una estupidez. Por Internet rondaban millones de historias sobre vampiros. Algunas guardaban semejanza con la realidad, pero la mayoría eran pantomimas que la gente se inventaba para ganar dinero. Podías encontrar desde lo más típico como la repulsión al ajo hasta que en vez de quemarnos al Sol, brillábamos cual bola de discoteca en plena fiesta. Solo eran eso... estupideces.
-Es que no sé cómo explicarte lo que sentí. Vi mi vida pasar ante mis ojos como si fuera una película pensando que iba a morir y acto seguido -me llevé una mano al pecho, recordando lo que había sentido aquella noche- fue como si una fuerza saliera de mi interior y bloqueara el paso a la estaca.
-¿Estás segura que nunca antes lo habías hecho? -insistió mi amiga.
-No Cyn, nunca antes me había pasado eso.
-Quizás es un truco más de tu don que no sabías que existía.
-No sé -me encogí de hombros con la mirada perdida en el suelo.
Yo misma llevaba días intentando convencerme de ello, de que solo era un truco más de mi poder y que como aún no lo manejaba muy bien, no sabía que podía hacerlo; pero después de escucharlo de la boca de Cinthya, sonaba a excusa barata.
-Es que es todo muy raro, lo mismo que lo del hospital. -Dejé a un lado mis bloqueos mentales y la miré con ojos suplicantes, como si le exigiera que aunque fuera mentira, ella me dijera que sí, que estuvo allí.- Yo te vi, estabas sentada conmigo, me abrazaste.
-Quizás estabas soñando, Alex.
-No -contesté con brusquedad-, no estaba soñando.
Estaba claro que nada era como me lo había imaginado que sería. Pensaba que, a pesar de tener que asistir a clase con niños ricos y tener que protegerlos, la cosa sería algo más divertida; pero llevaba allí dos semanas y era como si hubiera estado un mes de lo agotada, mental y físicamente, que estaba.
Mía entró en la habitación con aire despreocupado, totalmente ajena a la chala que acabábamos de tener, pero al ver nuestros semblantes de preocupación, la sonrisa se le borró de la cara.
-¿Y esos getos? -se arrodilló junto a nosotras, en el suelo- ¿Pasa algo? ¿estáis bien?
-No -dije con una sonrisa de claro compromiso- no pasa nada.
-¿Seguras?
-Sí -insistí con un asentimiento-.  ¿Tú qué tal el día?
-Como siempre -se encogió de hombros- deberes, entreno... acabo de venir de la sala común. He estado con tu compañera, Tiffany, es muy maja, me cae bien. Me ha estado enseñando a jugar al ajedrez -soltó una risilla entre dientes- pero no me he enterado de nada. Por cierto, antes de que se me olvide; Tom me ha dicho que la guardia ha pasado a las doce, que no es a las cuatro.
-Genial -puse los ojos en blanco mientras me dirigía hacia la puerta-. Bueno chicas, hasta mañana.
-Adiós.
Cuando entré en mi habitación, ya había pasado el toque de queda, pero en muchas ocasiones, las chicas se quedaban en otras habitaciones con sus amigas y al parecer, Tiffany había optado por ello.
Desde que había hablado con ella, bueno, más que hablar, intercambiamos tres palabras porque se puso a la defensiva cuando le pregunté por qué a las cuatro de la mañana había llegado manchada de barro hasta las cejas; había estado esquivándome. No sabía los motivos, pero esperaría a que ella me los dijera.
Deseché la idea de tumbarme en la cama, dentro de una hora empezaba mi turno de guardia a si es que decidí que lo mejor sería cambiarme de ropa e irme cuanto antes.
Hice mi recorrido habitual, abrí la venta y me lancé al vacío. La sensación de hormigueos que se apoderaba de mi estómago cada vez que lo hacía, era reconfortante y a la vez escalofriante, como cuando montas en una montaña rusa.
Temía la hora en la que Tom y yo estuviéramos juntos. Llevaba todo el día dándole vueltas a la cabeza sobre qué hacer y qué decir para pedirle disculpas, pues, a pesar de que yo podía ser un poco orgullosa, sabía que yo tenía la culpa de nuestra situación. Bueno, decir que todo el día llevaba dándole vueltas a eso, en parte es mentira, porque en realidad, en mi mente también había sitio para Cárter.
Era una completa locura, lo sabía, pero cada vez que recordaba el momento de ¨asesoramiento¨, en el que ambos habíamos caído al suelo, no podía evitar sonreír. Recordar su pecho contra el mío, su aliento en mis labios, esa voz...
-¡Basta! -me grité a mi misma sin levantar demasiado la voz.- No seas una cría ridícula.
Las noches, allí, por lo general solían ser frescas, por eso me ponía una camiseta térmica bajo la chupa de cuero, pero aquella noche, era especialmente fría. Me arrebujé dentro de mi chaqueta y me subí el gorro para que no me entrara el frío por el cuello.
Aún quedaba bastante hasta que Tom llegara y mi estómago me estaba pidiendo a gritos desesperados algo de sangre, a si es que me adentré en el bosque en busca de un aperitivo.
Por norma general, la sangre que tomaba era de bolsa, pero bueno, como se suele decir ¨cuando no hay lomo de todo como¨ y esa noche tuve que hacer una pequeña excepción.
Odiaba escuchar el pequeño latido de los corazoncitos de mis víctimas salvajes, digo pequeños porque solo había ardillas, pájaros, los gansos del lago de la parte trasera del castillo y con mucha suerte, algún zorro que otro. Desde luego, iba a tener que acostumbrarme, porque ese sería mi menú cotidiano.
Tras varias vueltas por la misma zona, siempre con cuidado de que ninguno de los de seguridad me pillara, visualicé una lechuza a lo lejos, en lo alto de un árbol. Tuve que moverme con mucho sigilo, aunque eso no era difícil para mí, me habían entrenado para ello. Corrí a toda velocidad y en menos que canta un gallo, ya estaba encaramada en una de las ramas con el animal entre mis manos.
-Que sepas -dije en un susurro sin poder apartar la mirada de aquellos oscuros y enormes ojos- que lo hago en contra de mi voluntad. Lo siento.
No sin cara de asco y muy a mi pesar; agarré a la lechuza por el cuello y se lo partí. Suficiente era acabar con su vida como para que el pobre pájaro muriera desangrado.
Mis colmillos salieron solos al acecho, no hizo falta ni mandarles una orden; estaba demasiado hambrienta. Sin pensármelo dos veces, los hundí en el cuello del animal. La sangre corrió a borbotones por mi lengua, con esa sensación de placer que la acompañaba tras varias horas sin beber. No podría explicar lo que se siente, era como una mezcla de adrenalina juntada con excitación y poder. Notaba mis músculos más tensos y fuertes con cada sorbo, toda preocupación se desvanecía de mí. Si eso provocaba la sangre animal, no sabía lo que haría la humana.
Los Wrach nos alimentábamos exclusivamente de  sangre animal, beber la humana se consideraba algo sucio, no obstante, sí que había Wrach que lo hacían, ya fuera por placer u adicción o por sentirse más poderosos, pero la mera idea de probar  sangre humana me repujaba.
También había Wrach que tomaban sangre de otro compañero, generalmente en el sexo. Se consideraba un acto íntimo y de confianza. Yo por el momento, no lo había hecho, ni tenía intención.
Estuve un rato más subida en aquella rama, pensando en qué podía decirle a Tom cuando lo viera; si ir directa al grano y pedirle disculpas o empezar con un: ¨ey Tom, ¿qué pasa colega?¨ aunque todas las dudas se desvanecieron cuando llegué al claro y en vez de encontrarme con él, me encontré a Christian.
-¿Qué... qué haces tú aquí? -me paré de golpe en mitad del camino.
-Es mi hora de guardia -me sonrió con tristeza- bueno, nuestra hora, Tom ha pedido que le cambien de compañera y bueno, tras el numerito que has montado esta tarde, Daniela ni se lo ha pensado. A si es que... somos un nuevo equipo.