sábado, 15 de marzo de 2014

Capítulo 14.

-Osea, me estás diciendo que estás así, tan.... -dejó la frase en el aire, buscando la mejor palabra para definirlo, si es que había alguna palabra que se pudiera usar para explicar todo lo que le acaba de contar-... ¿así?
-Si por así te refieres a perturbada y medio loca... sí.
Como me pidió -más bien ordenó- después de la cena me fui derechita a la habitación de Cinthya. Por suerte, Mía se había percatado de que ambas necesitábamos una charla de mejores amigas y no había hecho falta que le pidiéramos que se marchara. Era una muy buena chica y me caía genial, pero si me había costado contarle a Cyn el caos que era mi vida últimamente, a Mía ya ni os lo podéis imaginar. No me gustaba que mis cosas las supieran todo el mundo. Cuanto menos gente se enterase de mis debilidades, menos posibilidades tenían de atacarme.
Cyn había escuchado toda la historia sin interrumpirme, solo con pequeños suspiros o movimientos de cabeza en señal de frustración. Le conté todo, desde las pesadillas continuas que había tenido, hasta por qué había pasado más tiempo con Tom últimamente.
Realmente me sentía estúpida por haber pensado que mi mejor amiga no me entendería. Por una parte me sentía aliviada, como si me hubiera quitado un peso de más de quinientos kilos de encima, pero por la otra, la incertidumbre no me dejaba en paz.
-¿Por qué no me lo habías contado antes? - preguntó dolida.
-No... no lo sé -negué avergonzada, subiendo las piernas a la cama y agarrándome las rodillas-. Estaba muy confundida Cyn, sé que debería habértelo dicho antes, pero no quería preocuparte.
-¿Y pensaste que la mejor forma de no preocuparme era no contarme lo que te pasaba?
-Sí.
-¡Por el amor de Dios Alex! -gritó indignada levantándose de la cama-. Somos amigas desde que eramos unas renacuajas, ¿es que no me conoces? ¡Eres mi mejor amiga! ¡Eres como mi hermana!
-Lo sé ¿vale? sé que no lo he hecho bien. Pero pegar voces no va a solucionar nada y no me hace bien. Solo vas a conseguir que se entere todo el mundo.
-¡Joder! -se dejó caer de nuevo junto a mí. La entendía. Entendía que estuviera así, pero peor que yo, no se sentía nadie-. Me tenías muy preocupada -susurró con un pequeño sollozo- no sabía si era yo o... uf.
-Eh, eh. -La incorporé y la abracé con fuerza.- No llores.
-Si quieres me río.
Había sido una completa estúpida. No le había contado nada por miedo a que se preocupara y lo único que había conseguido había sido el sentido inverso. Pero me alegraba de haberme desahogado con ella. No volvería a hacerlo.
-Por supuesto -me reí aún con la cabeza hundida en su pelo- la vida es una fiezta ¿recuerdaz?
Automáticamente las dos nos tiramos en la cama entre risas. No hacía mucho tiempo atrás, me había puesto aparatos para corregirme la dentadura y por motivos desconocidos a los cuales yo culpaba al destino o al karma, las ¨s¨ las pronunciaba como ¨z¨. Durante dos años la mayoría de la gente re burlaba de mí por eso, pero en cambio, Cyn, a pesar de no necesitarlos, se los puso también, acompañándome en uno de mis malos momentos.
-¿Mejor? -me volví hacia ella, para poder tenerla cara a cara.
-Sí, bueno... no sé -se encogió de hombros-. Es decir; eres mi mejor amiga y me siento mal porque no me hayas dicho nada, pero no sé...
-He sido una tonta Cyn.
-Eso lo eres siempre Alex -me sonrió- pero bueno, lo hecho hecho está. Prométeme que no volverás a ocultarme nada.
-Lo juro -me incorporé, quedando sentada con las piernas cruzadas sobre la cama y me llevé una mano al corazón, para darle un toque de dramatismo al asunto-. Lo juro porque mi pelo se convierta en serpientes, la piel se me caiga a tiras y toda mi ropa se convierta en arapos.
-La mayoría de tu ropa son arapos -me miró divertida con una ceja levantada- esa no me vale.
-Gilipollas -le chisté con una mirada de ocio.
-En fin... dejando a un lado este tema. Tom; ¿qué pasa con él? Sé que está muy dolido contigo, esta mañana he hablado con él y...
-¿Qué te ha dicho? -sin darme cuenta, le agarré el brazo y se lo estrujé- La he cagado y no sabes cuánto.
-Sí que la has cagado sí... no me ha contado nada, me ha dicho que hablara contigo, pero ahora que sé la historia completa, creo que deberías pedirle disculpas.
-Lo sé -asentí al recordar lo sucedido con el chico aquella misma mañana- soy una imbécil.
-Un poquito. Por cierto, sobre eso que me has contado, lo que te pasó en el ataque... ¿lo has vuelto a hacer? Es decir, ¿te ha vuelto a pasar?
-Que va.
-Creo que deberíamos indagar en eso. Tom y tú lo estabais haciendo ¿no? Buscar información.
-Sí, tú lo has dicho, lo estábamos -sonreí con tristeza- pero solo hemos encontrado cosas sin sentido que frikis que se creen sabelotodos han colgado en Internet.
Seguía dándole vueltas a aquello de los Avengers, pero había llegado a la conclusión de que seguramente fuera una estupidez. Por Internet rondaban millones de historias sobre vampiros. Algunas guardaban semejanza con la realidad, pero la mayoría eran pantomimas que la gente se inventaba para ganar dinero. Podías encontrar desde lo más típico como la repulsión al ajo hasta que en vez de quemarnos al Sol, brillábamos cual bola de discoteca en plena fiesta. Solo eran eso... estupideces.
-Es que no sé cómo explicarte lo que sentí. Vi mi vida pasar ante mis ojos como si fuera una película pensando que iba a morir y acto seguido -me llevé una mano al pecho, recordando lo que había sentido aquella noche- fue como si una fuerza saliera de mi interior y bloqueara el paso a la estaca.
-¿Estás segura que nunca antes lo habías hecho? -insistió mi amiga.
-No Cyn, nunca antes me había pasado eso.
-Quizás es un truco más de tu don que no sabías que existía.
-No sé -me encogí de hombros con la mirada perdida en el suelo.
Yo misma llevaba días intentando convencerme de ello, de que solo era un truco más de mi poder y que como aún no lo manejaba muy bien, no sabía que podía hacerlo; pero después de escucharlo de la boca de Cinthya, sonaba a excusa barata.
-Es que es todo muy raro, lo mismo que lo del hospital. -Dejé a un lado mis bloqueos mentales y la miré con ojos suplicantes, como si le exigiera que aunque fuera mentira, ella me dijera que sí, que estuvo allí.- Yo te vi, estabas sentada conmigo, me abrazaste.
-Quizás estabas soñando, Alex.
-No -contesté con brusquedad-, no estaba soñando.
Estaba claro que nada era como me lo había imaginado que sería. Pensaba que, a pesar de tener que asistir a clase con niños ricos y tener que protegerlos, la cosa sería algo más divertida; pero llevaba allí dos semanas y era como si hubiera estado un mes de lo agotada, mental y físicamente, que estaba.
Mía entró en la habitación con aire despreocupado, totalmente ajena a la chala que acabábamos de tener, pero al ver nuestros semblantes de preocupación, la sonrisa se le borró de la cara.
-¿Y esos getos? -se arrodilló junto a nosotras, en el suelo- ¿Pasa algo? ¿estáis bien?
-No -dije con una sonrisa de claro compromiso- no pasa nada.
-¿Seguras?
-Sí -insistí con un asentimiento-.  ¿Tú qué tal el día?
-Como siempre -se encogió de hombros- deberes, entreno... acabo de venir de la sala común. He estado con tu compañera, Tiffany, es muy maja, me cae bien. Me ha estado enseñando a jugar al ajedrez -soltó una risilla entre dientes- pero no me he enterado de nada. Por cierto, antes de que se me olvide; Tom me ha dicho que la guardia ha pasado a las doce, que no es a las cuatro.
-Genial -puse los ojos en blanco mientras me dirigía hacia la puerta-. Bueno chicas, hasta mañana.
-Adiós.
Cuando entré en mi habitación, ya había pasado el toque de queda, pero en muchas ocasiones, las chicas se quedaban en otras habitaciones con sus amigas y al parecer, Tiffany había optado por ello.
Desde que había hablado con ella, bueno, más que hablar, intercambiamos tres palabras porque se puso a la defensiva cuando le pregunté por qué a las cuatro de la mañana había llegado manchada de barro hasta las cejas; había estado esquivándome. No sabía los motivos, pero esperaría a que ella me los dijera.
Deseché la idea de tumbarme en la cama, dentro de una hora empezaba mi turno de guardia a si es que decidí que lo mejor sería cambiarme de ropa e irme cuanto antes.
Hice mi recorrido habitual, abrí la venta y me lancé al vacío. La sensación de hormigueos que se apoderaba de mi estómago cada vez que lo hacía, era reconfortante y a la vez escalofriante, como cuando montas en una montaña rusa.
Temía la hora en la que Tom y yo estuviéramos juntos. Llevaba todo el día dándole vueltas a la cabeza sobre qué hacer y qué decir para pedirle disculpas, pues, a pesar de que yo podía ser un poco orgullosa, sabía que yo tenía la culpa de nuestra situación. Bueno, decir que todo el día llevaba dándole vueltas a eso, en parte es mentira, porque en realidad, en mi mente también había sitio para Cárter.
Era una completa locura, lo sabía, pero cada vez que recordaba el momento de ¨asesoramiento¨, en el que ambos habíamos caído al suelo, no podía evitar sonreír. Recordar su pecho contra el mío, su aliento en mis labios, esa voz...
-¡Basta! -me grité a mi misma sin levantar demasiado la voz.- No seas una cría ridícula.
Las noches, allí, por lo general solían ser frescas, por eso me ponía una camiseta térmica bajo la chupa de cuero, pero aquella noche, era especialmente fría. Me arrebujé dentro de mi chaqueta y me subí el gorro para que no me entrara el frío por el cuello.
Aún quedaba bastante hasta que Tom llegara y mi estómago me estaba pidiendo a gritos desesperados algo de sangre, a si es que me adentré en el bosque en busca de un aperitivo.
Por norma general, la sangre que tomaba era de bolsa, pero bueno, como se suele decir ¨cuando no hay lomo de todo como¨ y esa noche tuve que hacer una pequeña excepción.
Odiaba escuchar el pequeño latido de los corazoncitos de mis víctimas salvajes, digo pequeños porque solo había ardillas, pájaros, los gansos del lago de la parte trasera del castillo y con mucha suerte, algún zorro que otro. Desde luego, iba a tener que acostumbrarme, porque ese sería mi menú cotidiano.
Tras varias vueltas por la misma zona, siempre con cuidado de que ninguno de los de seguridad me pillara, visualicé una lechuza a lo lejos, en lo alto de un árbol. Tuve que moverme con mucho sigilo, aunque eso no era difícil para mí, me habían entrenado para ello. Corrí a toda velocidad y en menos que canta un gallo, ya estaba encaramada en una de las ramas con el animal entre mis manos.
-Que sepas -dije en un susurro sin poder apartar la mirada de aquellos oscuros y enormes ojos- que lo hago en contra de mi voluntad. Lo siento.
No sin cara de asco y muy a mi pesar; agarré a la lechuza por el cuello y se lo partí. Suficiente era acabar con su vida como para que el pobre pájaro muriera desangrado.
Mis colmillos salieron solos al acecho, no hizo falta ni mandarles una orden; estaba demasiado hambrienta. Sin pensármelo dos veces, los hundí en el cuello del animal. La sangre corrió a borbotones por mi lengua, con esa sensación de placer que la acompañaba tras varias horas sin beber. No podría explicar lo que se siente, era como una mezcla de adrenalina juntada con excitación y poder. Notaba mis músculos más tensos y fuertes con cada sorbo, toda preocupación se desvanecía de mí. Si eso provocaba la sangre animal, no sabía lo que haría la humana.
Los Wrach nos alimentábamos exclusivamente de  sangre animal, beber la humana se consideraba algo sucio, no obstante, sí que había Wrach que lo hacían, ya fuera por placer u adicción o por sentirse más poderosos, pero la mera idea de probar  sangre humana me repujaba.
También había Wrach que tomaban sangre de otro compañero, generalmente en el sexo. Se consideraba un acto íntimo y de confianza. Yo por el momento, no lo había hecho, ni tenía intención.
Estuve un rato más subida en aquella rama, pensando en qué podía decirle a Tom cuando lo viera; si ir directa al grano y pedirle disculpas o empezar con un: ¨ey Tom, ¿qué pasa colega?¨ aunque todas las dudas se desvanecieron cuando llegué al claro y en vez de encontrarme con él, me encontré a Christian.
-¿Qué... qué haces tú aquí? -me paré de golpe en mitad del camino.
-Es mi hora de guardia -me sonrió con tristeza- bueno, nuestra hora, Tom ha pedido que le cambien de compañera y bueno, tras el numerito que has montado esta tarde, Daniela ni se lo ha pensado. A si es que... somos un nuevo equipo.



4 comentarios:

  1. No me puedo creer que Tom haya echo eso!!! >:c Es un hijo de p***!! La pobre Alex pensando en como pedirle disculpas y él va y se cambia de equipo.
    Pero a parte de eso, ha sido genial leer otro de tus capítulos. Eres una de mis escritoras favoritas c: Sigue asi!! <3<3<3 :)

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    1. Si bueno, la verdad es que pobre Alex por eso, pero bueno... A Tom le ha tenido que sentar bastante mal que no para de... repetir que no pueden tener nada más U_U

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  2. ¿qué me estás contando? ¿pero Tom es idiota no? pues no va y se cambia de pareja... este chico es tonto... me ha parecido muy mal como se ha puesto en los capítulos anteriores tampoco era para tanto jue... ya le vale.
    bueno, bueno el momento puñetazo a Daniela lo he disfrutado como una enana te lo juro jajaja se ha tenido que quedar bien a gusto dándole ese golpe pero.. ¿Y quien no? Daniela es insoportable a más no poder.
    la parte con Cyn ha sido muy entrañable y Alex necesitaba decirle como se sentía a su mejor amiga, la va hacer mucho bien contar con ella en todo este lió y... lo mejor... :D
    ¡¡¡¡LA PARTE DEL GIMNASIO CON CARTER!!!! Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah!! me da un patatus. La tenía que haber besado, puto Marco! se podía haber metido la lengua en el culo y haberlos dejado porque estoy segura que si no llega a parecer aquí hay beso fijo jajajaj.
    Me han encantado los capis que tenía pendiente y espero que subas pronto el siguiente porque me has dejado con muchas ganas de seguir leyendo.
    un beso.

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  3. DIOS MIO!!! ELLA QUERIENDO HACER LAS PACES Y EL CAMBIANDOLA DE EQUIPO!!!!!!

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