miércoles, 12 de marzo de 2014

Capítulo 13.

Esa era mi eterna maldición, meter la pata hasta el fondo y luego no saber nunca cómo solucionarlo.
Solo se me ocurría una manera de liberar tensión y esa era el esfuerzo físico. A si es que así me encontraba yo, dándole golpes y porrazos a un saco de boxeo al ritmo de ¨Doom And Gloom¨de The Rolling Stones.
En teoría, debería haber estado sentada en mi pupitre de la clase de música, pero el profesor, al cual aún no lo había visto por el instituto, había faltado, otra vez, por lo  que decidí irme al gimnasio.
Con cada puñetazo, una parte de mi rabia iba disminuyendo, a excepción cuando la cara de Tom aparecía ante mis ojos, entonces volvía a aumentar, pero el doble.
¿Cómo podía haber sido tan tonta? Y ya no solo era con él, si no que también la había jodido con Cyn. Debía de haberle contado todo desde un principio y superar esas inseguridades estúpidas que me atontaban de pies a cabezas. ¡Por el amor de Dios! Era mi mejor amiga, ¿qué iba a hacer? Ella me comprendería ¿no? Puñetazo.
Cada vez que alguno de los dos aparecían en mi mente, daba un puño al saco, por lo que o dejaban de hacerlo o la vida de aquel pobre saco acabaría en pocos minutos.
El sudor me resbalaba por la frente y hacía que los pelos sueltos de mi coleta se me pegaran a las sienes y con los auriculares tampoco ayudaba, porque se resbalaban cada dos por tres, pero me daba igual, cada vez golpeaba más fuerte.
Por otro lado estaba el problema de Tiffany. Sabía que me había mentido con respecto a ese ¨nada¨cuando le pregunté qué era lo que estuvo haciendo al desaparecer a altas horas de la madrugada. Había estado algo esquiva conmigo desde entonces y me estaba empezando a mosquear. Puñetazo.
También estaba el problema de las pesadillas, que aunque desde que había estado en el hospital, no había vuelto a tener una, sí que estaba algo atemorizada por si volvían a aparecer. Puñetazo.
Por no mencionar a Spencer y sus secuaces, que cada día me tenían más harta. No sabía el por qué, pero me daba en la nariz de que ellas tenían algo que ver con el rumor que salió sobre mí acerca de que me drogaba o de que era anoréxica y por eso me había desmayado la mañana del castigo. Bueno y también estaba Will. El increíble y atractivo Will, que estaba tremendo, pero no se lo pondría tan fácil.
Debido a lo concentrada que estaba en mi ensañación con el saco de boxeo y en la canción ¨Teenanger¨de My Chemical Romance, el golpe que debería haber impactado contra el cuero del saco, fue a parar a la cara de Cárter cuando me quitó uno de los auriculares.
De no haber sido por el acongojamiento que me entró en ese momento al ver a mi profesor de defensa tumbado en el suelo, me habría felicitado a mí misma por el noqueo.
-¡Dios! Lo.. lo siento, yo, no era para ti -intenté explicarme como pude, señalando el saco de boxeo que tenía detrás y a él- ¿estás bien? Por favor, dime que estás bien. ¡Joder! ¡ME ASUSTASTE!
Me iba a caer una buena, no solo por el hecho de haberle pegado a un profesor, si no porque no debería estar en el gimnasio hasta dentro de una hora, mínimo.
Cárter no contestaba y debido que estaba de espaldas a mí, la tensión en mi pecho cada vez era mayor. Ahora sí que la había pifiado pero bien.
-¿Carter? ¿Estás bien? Oye, lo siento, en serio... -nada, no contestaba y mi nerviosismo pasó a cabreo- ¡JODER, DIME ALGO!
-Ha sido un buen golpe.
Sí, así, sin más.Me quedé de una pieza. ¿Cómo que había sido un buen golpe? ¿Se estaba riendo de mí? Osea, le pego y me dice que había sido un buen golpe. ¿Cómo debía de tomarme eso? ¿Como un alago o como un ¨te vas a cagar las patas abajo del castigo que te voy a meter entre pecho y espalda¨? Porque la verdad, no sabía cómo tomármelo.
-¿Qu-qué? -fui capaz de decir tras tragarme el nudo que se me había formado en la garganta.
-Que ha sido un buen golpe -repitió, volviéndose hacia mí.
*La que me va a caer, madre del amor hermoso...* ¡Y tanto que había sido un buen golpe! Se lo había cascado en toda la mandíbula, suerte de que no había sido en el ojo, porque estaba claro que el moratón que le iba a salir ahí iba a ser cosa mala. Estaba ya hinchado y solo hacía cinco segundos que le había golpeado.
Abrí los ojos como platos al verlo; pero lo más sorprendente del asunto era que se estaba riendo.
-¿D-de qué te ríes?
-De tu cara -me señaló con el dedo índice de su mano libre, pues la otra la tenía en la zona donde había recibido e impacto.
¿Pero qué cara quería que tuviera? Acababa de realizar el sueño de cualquier estudiante, pegarle un buen mamporro a su profesor. Aunque no había sido de manera intencionada, claro está, lo había hecho sin querer.
-¿Qué cara quieres que tenga? -pregunté más enfadada que incrédula- ¡Te acabo de dar un puñetazo!
-Sí y ha sido uno muy bueno. Joder, ni si quiera lo he visto de venir. Bien hecho.
-¿Me estás felicitando por haberte pegado? -no daba crédito- Tío, eres raro.
-Has sido rápida y has tenido buenos reflejos. Habría preferido no haberme llevado ese puñetazo, pero oye... ¿prefieres que me enfade y te castigue por ello?
-Bueno... viéndolo desde ese punto de vista -me retracté en mis argumentos, cavilando la posibilidad de tener que estar otro viernes más a las seis de la mañana recogiendo hierbajos.
-¿Dónde has aprendido a hacerlo?
-A hacer ¿qué?
-A pelear así. Llevo observándote un rato, que por cierto -paseó su mirada por todo mi ser- ¿tú no deberías estar en clase?
-No ha venido el profesor. Además -imité su gesto- no sois los únicos que tiene un programa en el que una de las asignaturas es de defensa ¿sabes?
Aquello le hizo reír y con esa risa, sentí como si una aguja se me clavara en la nuca y me mandase una descarga eléctrica por la columna. Tenía una sonrisa magnífica, no perfecta pues tenía uno de los dientes algo mellados y en el labio inferior, a pesar de que era muy pequeña a la vista de un ojo humano, una cicatriz.
-Pero aún así, no puedes estar aquí sin la supervisión de un adulto, Alex -la sonrisa perfecta dejó paso a una mueca de seriedad absoluta. Me fijé en que cada vez tenía más roja la mandíbula. Le había golpeado pero bien.
-Lo sé -resoplé, apartándome un par de mechones sueltos e intentando volver a recolocarlos dentro del coletero sin tener que deshacerme la coleta- pero no sabía que hacer y estaba... bueno, necesitaba liberar tensiones.
-A si es que es eso ¿eh?
-¿El qué?
-Eres de las que les gusta el ejercicio físico para aclararse.
-Ps.. sí bueno, podría denominarlo así.
-Bien, pues bueno, ya que estamos... -dejó la frase a medio acabar para entrar en la sala del material y salir con unas manoplas de imparto y unas vendas- vamos a hacerlo bien. Toma -me tiró las vendas de color azul apagado- póntelas.
-¿Qué vamos a hacer? -pregunté, obedeciendo lo que me decía.
-Me he dado cuenta de que tienes algunos fallos a la hora de golpear, vamos a corregirlos.
-¡Oye! Yo no tengo ningún tipo de ....
-Deja de ser tan orgullosa -me soltó muy serio mientras se ponía las manoplas- y aprovecha las oportunidades cuando se te presentan.
*Está bien, quieres pelea, pues vas a conocer a la Alex peleona*. Sí, quizás fuera una orgullosa, pero no tenía fallos a la hora de pegar un puñetazo. ¡Venga ya! ¿Qué fallo podía tener? Los llevaba dando desde que aún estaba en el vientre de mi madre.
-¿Lista? -me sonrió poniendo sus manos a la altura del pecho y colocándose frente a mí, moviendo los pies de manera intermitente.
-Sí. -Asentí con dureza tras apretar bien la última venda.
Al principio solo nos movíamos en círculos. Yo quería borrarle esa sonrisa de la cara y demostrarle que Alex Tomson no cometía errores, pero no dejaba de darme palo ser la primera en atacar.
-Vamos, no tengo todo el día -se quejó, pegándome en el brazo con la manopla.
Quizás fue eso lo que terminó de encenderme y le asesté el primer puñetazo. En realidad iba dirigido a su bíceps, pero lo interceptó con la superficie acolchada.
-Venga y ahora dime lo que te pasa.
-¿Qué? -me frené -¿Qué me pasa de qué?
-Me has dicho que tenías que liberar tensiones, así es como mejor se hace.
-No te voy a contar mis problemas -respondí con otro golpe-. Son asunto mío.
-Y yo soy tu profesor, quizás pueda ayudarte. Además, tengo más experiencia que tú, soy mayor.
-Lo dudo -solté una carcajada sarcástica, dándole esta vez una patada-. Solo me sacas ¿cuántos? ¿cinco años?
-Los suficientes -sonrió al ver que mi velocidad aumentaba.
La terapia estaba funcionando. Mi rabia iba siendo menor con cada patada o con cada puñetazo, pero estaba loco si se pensaba que iba a ponerme a contarle mis problemas.
-Ha sido una discusión tonta -me agaché para esquivar un golpe- sin importancia.
-No parece que haya sido sin importancia.
-Pues lo ha sido -jadeé, algo cansada. Cada vez el ritmo iba siendo mayor, se podría decir que estábamos casi corriendo mientras dábamos vueltas en círculos.
-Está bien, si no quieres no me lo cuentes.
Mierda, ahora que me decía que no hacía falta que se lo contara, quería hacerlo. De verdad, a veces me sentía realmente estúpida. La psicología inversa funcionaba y lo peor es que yo era el conejillo de indias que demostraba a la perfección esa teoría.
-Mi mejor amiga se ha enfadado conmigo -terminé por contar, poniendo los ojos en blanco mientras que le lanzaba otra patada-, la gente piensa que soy una yonkie y la he cagado hasta el fondo con Tom.
-Es tu mejor amiga, te perdonará.
-No sé yo... -me agaché para esquivar su puño- la he dejado cabreada en la biblioteca.
-Te perdonará. ¿Ves? Lanzas los puñetazos mal, me das con la parte de fuera de la mano en vez de con los nudillos, así, puedes torcértela.
-No pego mal -resoplé mientras le intentaba golpear en el brazo. Caray, era ávido en reflejos.
-Sí y te distraes.
-Yo no me...
No sé como sucedió, pero a una velocidad pasmosa, se quitó la manopla, me agarró del brazo y me empujó contra él, pasando su pierna tras la mía haciendo que las rodillas se me doblaran. Intenté mantener el equilibro como pude. Pasé las manos por sus brazos, para sujetarme, pero lo único que conseguí fue arrastrarlo al suelo conmigo.
Al caer, mi cabeza rebotó contra el suelo, mandándome una descarga de dolor por todo el cuerpo.
-¡Joder! -me quejé, cerrando los ojos con fuerza.
Cuando los abrí; el azul agua de los de Cárter estaban fijos en los míos. Ahogué un suspiro, como si mis pulmones se hubieran cerrado de golpe y se negasen a respirar.
Notaba su corazón palpitante y cansado sobre mi pecho; estábamos tan juntos que lo único que nos separaba era nuestra ropa. Sentí un hormigueo en todas y cada una de las partes de mi cuerpo, incluso en algunas desconocidas que ni siquiera sabía que tenía.
Con cada exhalación, su aliento me golpeaba en la cara. Sé que debería ser una sensación desagradable, pero lo cierto, es que no quería que dejara de hacerlo. Distinguí un brillo especial en sus ojos, como si él hubiera sentido lo mismo que yo, como si mi presencia y mi cuerpo pegado al suyo, también le produjera un hormigueo desconocido. Era agradable, pero a la vez extraño.
-Sí que te distraes -jadeó en una especie de susurro junto a mi oído, que incrementó el fogonazo de mi calor corporal.
Tuve que obligarme a mí misma a respirar si no quería morir de asfixia. Ahora mismo, me importaba un comino si mis puñetazos eran malos o buenos o si mis reflejos eran lentos. Solo pensaba en su cuerpo cálido sobre en mío, en su sangre fluir por la vena de su cuello...
-No, no me distraigo -conseguí decir por fin- lo tuyo ha sido un golpe bajo.
Se incorporó un poco para poder mirarme a la cara, pero sin quitar su cuerpo del mío. Aquella sonrisa encantadora, con la que quería morirme cada vez que la veía, apareció en su rostro.
-No existen los golpes bajos.
-Vaya, vaya... aprovecharse de una alumna está muy mal Cárter. Nunca pensé que fueras de esos.
Tanto mi profesor como yo, nos quedamos helados. Todo tipo de sensación se fue al traste, para dejar paso a un estado de congelación de lo más absoluto. Tan pronto como había caído sobre mí, Cárter se levantó.
El estúpido de Marco, el Toro Bufado -como había decidido apodarlo- de su compañero, estaba allí, apoyado en la pared de brazos cruzados y disfrutando de la escena. Aquel tipo me caía, literalmente, como una patada en el culo. Era un chulo y un prepotente y el hecho de que la situación en la que nos conocimos fuese bastante brusca, lo empeoraba.
Tras volver en mí, me levanté del suelo de un salto y me quité las vendas. Estaba segura de que el entrenamiento personal se había dado por concluido.
-Le estaba enseñando un par de técnicas de defensa -se excusó Cárter, con seriedad.
-¿Tirados en el suelo? -se rió con amargura- ¿Cuál era? ¿El misionero? Venga ya tío...
-¡Marco! -al escuchar aquella voz más subida de tono, me di la vuelta para contemplar la escena. Cárter estaba enfadado, más de lo que lo había visto en cualquier otra situación. Tenía los puños apretados y las venas de sus brazos estaban bien marcadas.
Quería salir de allí cuanto antes, a si es que guardé mis cosas en la mochila y me puse una sudadera, para mantener la pantomima aquella de que después de hacer ejercicio, no era bueno quedarse fría por aquello de que puedes pillar un catarro. Los Wrach no enfermábamos. Nunca.
-Eh, relájate, que solo era una broma...
-Me da la sensación -intervine mirando a Marco de reojo, aún exhausta por lo sucedido hacía un segundo- que tienes la gracia en el puto culo.
No esperé a obtener ninguna contestación. Me largué del gimnasio con la cabeza bien alta, mostrando cierta indiferencia, algo que me costó muchísimo, porque aún seguía hecha un flan.
Cuando salí fuera, el aire fresco me dio de lleno en toda la cara, y no sabéis lo que lo agradecí. Fue como un chorro de agua fría en medio de un desierto.
Tras comprobar que la distancia entre el gimnasio y yo era lo suficientemente larga, me dejé caer con un suspiro contra uno de los muros de piedra del castillo. Mi mente me gritaba estúpida, pero mi cuerpo decía otra cosa. Sinceramente, no sabía qué había sucedido, pero había sido la sensación más maravillosa de toda mi vida. ¿Qué habría pasado de no haber aparecido Marco?
Como si me hubieran sacudido, de golpe y porrazo volví a la realidad. ¿Pero qué estaba pensando? Era mi profesor y ¡un humano!. * No habría pasado nada del otro mundo, él te estaba enseñando y tú aprendiendo ¿vale? Pues eso*. La vocecilla interna de mi cabeza tenía razón. Cárter era mi profesor.
Fue duro volver al gimnasio, en parte porque después de la tunda que me había metido de manera voluntaria hacía como una media hora, llegar y ver que el que nos iba a dar la clase iba a ser Marco, lo empeoraba y para incrementarlo, la clase pasó eternamente larga.
Cyn ni siquiera me había mirado, estaba enfadada de verdad, muy enfadada, era como si pudiera sentirlo. Estaba enfrascada en una conversación con Mía en la que ni siquiera me molesté en incluirme. Iba a tener que currarme la disculpa y nada de mentiras; las mentiras se habían acabado. Ella era mi mejor amiga y estaría conmigo en todo.
El que sí me mandaba miradas de odio era Tom. No podía culparlo por ello, me había comportado como una auténtica zorra con él; pero tampoco me merecía aquello ¿no?
La cosa no mejoró cuando tuvimos la reunión semanal del grupo. Me sentía excluida, como si sobrara allí. Quizás estuviera exagerando, pero si no llega a ser por Christian, habría estado bastante jodida. Daniela aquel día tenía los cables cruzados y la había tomado conmigo.
-¿¡Se puede saber por qué no nos informasteis de la pelea!? -chilló roja como un tomate. Tom le había contado que nos habíamos enfrentado contra la vampira, por suerte para mí, ahorrándose ciertos detalles que no hacía falta que salieran a la luz.- ¡Me lo teníais que haber contado!
-No lo creímos necesario -intervine, restando importancia al asunto- el instructor Cárter me dijo que la habían pillado.
-Y tú te lo creíste -se rió sarcástica- son unos simples humanos, ¿de verdad crees que pueden acabar con un Marwolaeth?
-Sí.
Me había costado hacerme a la idea de aquello, pero después de ver a Cárter defenderse, sí que creía que un humano, estando bien preparado, podía hacerse cargo de un Marwolaeth él solito. Bueno, quizás uno solo no, pero dos sí.
-Se han defendido antes de llegar nosotros -añadí, con una sonrisa a ver cómo  Daniela apretaba los puños a los costados- no te creas el centro del universo.
Me estaba comiendo yo todo el marrón, cuando Tom también debería participar en el festín, pero Daniela me odiaba, por lo que aprovechaba cualquier oportunidad para montármela. Ya estaba acostumbrada y en realidad, me divertía, porque lo que ella me decía entraba por mi oído derecho y salía por el izquierdo, pero mis contestaciones e impertinencia la sacaba de quicio.
-Zorra -gruñó entre dientes.
Todos los allí presentes enmudecieron, incluso yo. No me esperaba que respondiera así, pero si se pensaba que iba a callarme por su cara bonita, lo llevaba claro.
-¿Qué has dicho? -pregunté dando un paso al frente con una ceja levantada.
-¿Es que ahora estás sorda? Zo-rra.
*Será hija de la grandísima, la muy...* Ni me lo pensé dos veces. Salí en dirección a ella y de un puñetazo le partí la nariz, de donde empezó  a manar sangre como si de un cerdo degollado se tratase. Quizás fuera de
la impresión del momento o del dolor, pero ni siquiera se levantó del suelo; se quedó tumbada boca arriba mientras Christian me cogía por la cintura y tiraba de mí para evitar que volviera a arremeter contra ella.
-¿Se puede saber qué coño te pasa Alex? -dijo entre dientes.
-¡Nada! -tuve que sacar fuerza hasta de debajo de las piedras para poder soltarme de él- ¡Suéltame!
-No.
-¡Christian, que me sueltes! -seguía retorciéndome entre sus brazos, pero no había manera de quitármelo de encima. Estaba de espaldas al resto, pero me podía imaginar la situación. Todos sentados alrededor de la ¨jefaza¨ para ver cómo estaba.
-¡Por el amor de Dios Alex! ¿Se puede saber en qué estabas pensando? -para mi sorpresa, Cyn apareció de detrás del chico. No sabía si sentirme bien porque me hablaba o mal por el motivo por el que lo hacía-. Suéltala Christian, yo me quedo con ella.
-¿Segura?
-Sí.
Mi amigo la obedeció y me soltó por fin. Estaba que echaba chispas y por la mirada de Chintya ella también lo estaba. Vale, sí, quizás no tenía que haber actuado así, pero Daniela me tenía muy harta. Siempre con sus aires de superioridad y soy lo más. Pero ¿qué se creía?
-¿Se puede saber qué leches te pasa últimamente Alex?
-Nada.
-¡Alexandra Tomson! -casi me perforó el oído con aquel grito- ¡Estoy harta de tus ¨nada¨! Esta noche ven a mi habitación, por favor. Quiero recuperar a mi amiga.
Aquella última frase me sentó como un bofetón en toda la cara. Me quedé sin palabras con las que argumentarme y ella lo pilló, pues tan rápido y enojoada como había venido, se marchó.
Yo me quedé de planta parada, mirando fijamente a un árbol, pensando en... nada, realmente no pensaba en nada. Tenía la mente totalmente en blanco, por lo que probablemente no vi venir a Daniela, correr hacia mí para pegarme un empujón, con el que me di de bruces contra el suelo.
Tom la sujetaba por la cintura, como hacía unos minutos Christian a mí y por la expresión de asesina encolerizada que tenía Daniela, prácticamente le debía la vida a Tom.
-¡Esto no quedará así! ¿¡Me oyes!? -bramó con toda la cara llena de sangre- ¡No quedará así!







4 comentarios:

  1. gvdsyufbgudsanudsifabyudsngvhfhnhbn dios mio!!! CARTER!!! ME HE ENAMORADO!!!

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    1. A si es que ... ¿ya has caído en sus redes eh? jajaja

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  2. Vale me has dejado sin palabras con tu capítulo. Ha estado genial y muy interesante. Además, la parte en la que estaba con Carter es tan ajdnsfascjnkferhf y luego cuando le pega el puñetazo a Daniela también estaba genial. Para mí, Daniela si que se lo merecía. Bueno espero pronto el siguiente capitulo :)). Besitos guapa :*:* :D

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    1. Entonces he de sentirme orgullosa si he sido capaz de dejar a alguien sin palabras, pero aún hay que mejorar y espero conseguirlo en más de una ocasión con los próximos capítulos ^_^
      Sí, yo también le habría pegado un buen puñetazo a Daniela, bueno... uno no, un par más jajaja
      Gracias por comentar! Un besazo :)

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