martes, 25 de febrero de 2014

Capítulo 9.

El resto de día me lo pasé en mi habitación, enfrascada en una lectura que nos había mandado el profesor de literatura. Siendo realistas, no me enteré de nada, pero era lo que tocaba. Hasta el momento, estaba siendo el peor viernes de la historia y aún seguía pensando en qué podíamos hacer con el castigo. Teníamos que ayudar en la capilla y ni Jo, ni Christian ni yo podíamos atravesar la puerta.
Cyn había venido a buscarme por la tarde para salir al jardín a dar una vuelta, pero no me apetecía, hacía frío y además, seguía esperando a Tiffany para poder hablar con ella, pero  no vino hasta la hora del toque de queda.
-¡Eh!
-¡Eh! -me sonrió entrando por la puerta- ¿Dónde has estado? No te he visto en todo el día.
-Eso mismo me preguntaba yo contigo. ¿Qué pasó anoche? -le solté sin previo aviso. No me gustaba andarme por las ramas.
Tiffany se paró a mitad de la habitación y me miró nerviosa, ya sabía a lo que me refería, pero tenía la impresión de que se haría la tonta.
-¿Anoche? -me sonrió- ¿A qué te refieres?
-Sabes perfectamente a lo que me refiero Tiffany -la seguí con la mirada por la habitación. Podía oír su corazón a mil por hora- anoche no estabas en la cama y cuando llegaste estaban llena de barro...
-¿Qué? No sé de qué me hablas, deberías de estar soñando...
-Tiffany... -le dije con tono condescendiente- sé lo que vi.
-¡Déjalo! ¿Vale?
Pegué un pequeño bote en la cama, sobresaltada por su reacción. Quizás la había presionado demasiado; realmente me preocupaba en lo que podía andar metida, pero al verla así, con una mezcla de enfado y nerviosismo, roja como mi pelo, decidí dejarlo estar.
-Vale, esta bien -asentí mientras me tumbaba en la cama- quizás tengas razón y fuera solo un sueño.
-Gracias.
No volvimos a mediar palabra. Yo apagué mi lamparita de noche y me dispuse a dormir hasta la hora de mi guardia, a las cuatro de la mañana. Hoy me tocaban dos horas, a si es que necesitaba descansar aunque fuera un mínimo de tiempo. Tenía que estar a las siete en la puerta de la capilla.
La habitación estaba completamente a oscuras, no se veía ni un ápice de luz. Me levanté para abrir la ventana, sofocada por el calor, pero el aire que entró no era frío, sino cálido y espeso. La luz de la luna se abrió paso por los cristales, iluminando la habitación con una tenue luz plateada. Todo tenía un aire siniestro, lleno de sombras blancas y negras. 
Salí al pasillo, necesitaba aire fresco y estaba claro en en mi cuarto no lo podía encontrar. Todo estaba sumido en un silencio absoluto, no se oía nada, solo mis pasos sobre el parqué.
Fuera, en el jardín delantero, corría una pequeña brisa, pero no lo suficientemente fresca para mí. Era como si de repente estuviera bajo el Sol a las doce de la mañana en pleno verano, solo que de noche.
Todo estaba despejado y el bosque se extendía a lo lejos, bañado por la luz de la Luna, dándole un toque más amenazador, si cabía. Estaba completamente maravillada con la vista, absorta en mis pensamientos cuando un  grito  me sacó de mis ensoñaciones. Provenía del interior del bosque y pedía auxilio. Mi instinto protector salió a flote y a pesar de que estaba descalza y las piedras y ramas del suelo se me clavaban en los pies, yo corría entre los árboles para ayudar a la persona que solicitaba mis servicios. A medida que avanzaba, los gritos eran más profundos y lastimeros.
Cuando llegué a un claro, distinguí un cuerpo pequeño y paliducho en el centro, con una larga melena pelirroja que lo cubría. No me lo podía creer, era Tiffany.
-¡Tiffany! -la llamé asustada- ¿Tiffany? ¿Me oyes?
Ella no se movió de su sitio. No escuchaba los latidos de su corazón, ni siquiera su respiración, pero no, no poda estar muerta; ¿verdad? Con cautela, me acerqué hasta ella, presa del pánico, pero justo cuando me estaba arrodillando al lado de su cuerpo inerte, esta desapareció.
-¿Qué está pasando aquí? -me pregunté a mí misma sin comprender- ¿¡Tiffany!?
-¿Sí?
Sobresaltada, me di la vuelta. La chica estaba allí, frente a mí, perfecta y sin un rasguño.
-¿Me llamabas? 
-¿Qué? Pero... pero... si tú, en el suelo -las palabras se me arremolinaban en la garganta y salían sin ningún orden, algo que al parecer divirtió a la chica, que se echó a reír.
-Estoy bien -sonrió negando con la cabeza- no tienes que preocuparte por mí, si no por ti.
-¿Cómo que tengo que preocuparme por mí? -susurré sin comprender.
Ella avanzó hacia mí, sonriente, pero había algo que no estaba bien en aquel gesto. Su sonrisa era maligna. Unos colmillos largos y afilados como agujas le sobresalían de su labio superior; los ojos se le tiñeron del color de la sangre y ella perdió todo el encanto dulce e infantil que irradiaba desde que la había conocido.
Asustada, retrocedí, pero ella era mucho más rápida. Me cogió por la camiseta del pijama y me empotró contra un árbol.
-Estás muerta -siseó en mi oído con diversión.
Sentí un profundo dolor en el pecho y al abrir los ojos, me di cuenta de que Tiffany tenía mi corazón en su mano. Tenía razón, estaba muerta.
Me incorporé en la cama de un salto. Todo a mi alrededor daba vueltas y el sudor me caía a chorros por la frente. Estaba asustada, ¿qué había sido eso?
Me incliné un poco para comprobar que Tiffany seguía en su cama y así era, dormía plácidamente ajena a mi mal estar.
-Dios ¿qué me está pasando? -me pasé los dedos entre el pelo sin entender nada- me estoy volviendo loca.
Por un momento, comprendí la magnitud de mis palabras ¨loca¨, un termino muy poco real para una persona que era un vampiro, y no pude aguantar la risa y me empecé a reír, sin yo querer. Era como si mi cuerpo hubiera tomado posesión de sí mismo e hiciera lo que quisiera cuando quisiera, pero al segundo, comprendí que no me estaba riendo, sino llorando.
Me pasé así un par de minutos, acurrucada en mi cama con la cabeza entre las piernas, intentando tranquilizarme, ¿qué me estaba pasando? No paraba de tener pesadillas una y otra vez. Primero habían sido las de la cosa con ojos amarillos y ahora, mi propia compañera de cuarto me mataba.
Inspiré profundamente, ralentizando mis pulsaciones y me levanté de la cama. Aún era temprano para mi guardia, faltaba media hora, pero no podía pasar más tiempo allí. Me vestí con mi uniforme y salí al jardín.
Por un momento, al verlo todo como me mi sueño, me asusté, pensando que en realidad me había vuelto a quedar dormida y estaba soñando de nuevo, pero tras pegarme un pellizco en la palma de mi mano, comprendí que no era así.
Aliviada, comencé a andar por uno de los caminos del bosque; no sabía a dónde me llevaría, pero necesitaba distraerme un poco. Procuré no alejarme demasiado, ya que no sabía dónde estaba y en un par de minutos empezaba mi guardia, pero a medida que iba avanzando, distinguí una punta de hierro a lo lejos y la curiosidad me picó. No había explorado mucho el recinto de la academia, solo sabía llegar hasta el gimnasio y que había una capilla, no más.
Cuando salí de entre los árboles, me quedé maravillada con lo que tenía delante, era un cenador de hierro forjado.
-Vaya... -susurré para mí.
Se accedía a él mediante unas pequeñas escaleras, con cuatro escalones. Tenía una valla con dibujos enrevesados que carecían de significado, pero que eran realmente preciosos. La aguja final, que salía del techo, acababa en forma de cruz griega, con el pico redondeado. Tenía un par de bancos, estos, a diferencia del resto de la estructura, eran de madera. Al subir, me di cuenta de que estaban un poco roídos por el paso del tiempo, pero eran perfectos para descansar una tarde de primavera. Tenían pequeños tribales que surcaban el respaldo, dándole una forma anticuada, pero bonita.
Me apoyé sobre la barandilla y a un par de metros, no muy lejos, distinguí la capilla que al día siguiente me tocaría limpiar. Tras deleitarme con el gélido aire que atusaba mis cabellos y pensar que tenía que llevar allí a Cyn y a Mía, me bajé y me fui corriendo al claro del bosque. Tom debía de estar ya allí.
-Hola -le saludé.
-¡Ey! -el chico estaba sentado sobre un tronco, con los pies apoyados en él en una postura que a mí se me antojó algo incómoda, pero a él se le veía a gusto-. ¿De dónde vienes?
-De dar una vuelta -me senté a su lado- no podía dormir.
-¿Y eso?
-Ains... no preguntes -negué con la cabeza y la mirada perdida entre los árboles- créeme.
-¿Sabes? Si le dices eso a una persona, no le queda más remedio que insistir -se rió colocándose frente a mí- ¿qué pasa Alex? Sabes que puedes contarme cualquier cosa, antes... -le miré de reojo, advirtiéndole que no siguiera con la frase.
*Antes... antes éramos novios Tom*. ¿De verdad podía contarle lo que me pasaba? ¿Que no paraba de tener pesadillas horribles desde que había salido de casa? Se reiría de mí, hasta yo misma me reía de mí por lo patético que sonaba todo aquello; pero a la vez, sabía que me sentiría mejor contándoselo a alguien. A Cinthya quizás, pero... ¿a Tom?
-¿Alex? -insistió con una ceja levantada y los ojos preocupados.
-No es nada, enserio -le sonreí para tranquilizarle- son solo que tengo pesadillas, sueños tontos, ya me entiendes.
-¿Segura?
 -Sí segu... -me callé de golpe.
Unos pasos se acercaban hacia nosotros. Miré a Tom, sin comprender, pero él estaba igual que yo. ¿Quién iba a estar a las cuatro de la madrugada dando una vuelta por el bosque, sin contarnos a él o a mí? Los seguratas tenían sus casas más allá de la academia y nosotros no nos adentrábamos allí, ya que esa zona estaba bien protegida.
Los pasos cada vez estaban más cerca y con ellos un murmullo. Había más de una persona. Me levanté y tiré del brazo del chico, nadie podía vernos allí; se suponía que debíamos de estar en nuestros cuartos, durmiendo.
No nos dio tiempo a escondernos.
-¿¡Se puede saber qué hacéis vosotros aquí!? -medio gritó alguien a nuestra espalda.
Para mi maravillosa suerte, que siempre me acompañaba encima, era Cárter y Marco. *¡Sí, venga! ¿Algo más? ¿Tan mala he sido en mi vida anterior que todo me tiene que pasar a mí?*.
Tom y yo nos miramos, pensando en poner alguna excusa. Habíamos comprobado que la coeción no servía de nada con ellos, les suministraban cada tres o dos días Wollemia nobillis diluida, vulgarmente conocida como mata-vampiros:, algo contra lo que un vampiro, ya fuera Wrach o Marwolaeth, no podíamos luchar.
Cárter me miraba de arriba a abajo, con cara de desaprobación. Podía imaginarme lo que estaba pensando sobre mí en ese mismo instante, no le culpaba. No es que hubiera otra explicación. Yo también habría pensado lo mismo si a altas horas de la madrugada, me encuentro a dos personas de distinto sexo, solos en el bosque; y eso me sentó mal. Pensar que él podía estar cavilando la posibilidad de tacharme de furcia me molestaba.
-¿Es que no pensáis contestar? -se adelantó un paso con los brazos cruzados sobre el pecho, dejando al musculitos detrás-. El toque de queda ha pasado y está prohibido saltarse esa norma.
No sabía qué decir. Me temblaba todo el cuerpo. Ya no era que me ¨hubiera metido en una pelea¨ sino que me había saltado una de las normas más estrictas del reglamento, saltarse el toque de queda, por no mencionar de que me acusarían también de fraternizar con un chico.
-No es lo que parece -solté a toda velocidad-. A ver, no sé que es lo que parece, pero sea lo que sea lo que estás pensando, seguro que no es eso.
-¿Y qué es lo que estoy pensando si pude saberse? -me fulminó con la mirada, de arriba a abajo.
-Oh, venga ya Cárter -el musculitos, Marco, se echó a reír y le puso una mano en el hombro de forma tranquilizadora- son jóvenes, déjalos que disfruten.
-¿Marco? -le preguntó el otro con voz de pocos amigos- ¿Los estás defendiendo? Las normas son las normas y...
-¿Es que tú no te acuerdas de cuando eras joven? Ya me entiendes -me guiño un ojo y una sensación de repulsión me subió desde la boca del estómago. De no ser porque nos estaba ayudando, le habría contestado alguna grosería- déjalos, anda.
-Solo estábamos dando una vuelta, no podíamos dormir y Alex se encontraba mal -Tom me miró, para que le siguiera el royo- necesitaba tomar el aire.
-Sí -me llevé una mano al estómago y me lo apreté, frunciendo el ceño- no me encuentro muy bien.
-¿Sabes que esto no quedará así?  - Cárter me miraba, como si sólo estuviera yo allí. Estaba enfadado, más que antes, si eso era posible- ¿Verdad?
-Sí, sí... lo sabemos, pero...
Una mancha borrosa pasó como na exhalación por delante de nosotros. Me incorporé de un salto, siguiéndola con la mirada. Todos nos quedamos callados, no movimos ni un solo músculo, hasta que Cárter salió corriendo hacia Tom y hacia mí, tirando de nuestros brazos en dirección a  la academia, entonces comprendí qué era lo que pasaba. Era el vampiro.
-¡Iros! ¡Ya!
Nos arrastró hasta la misma puerta de entrada, mientras que Marco corría en dirección contraria para avisar al resto de sus compañeros. Yo quería ir tras esa cosa. Forcejeaba con Cárter, argumentando que me hacía daño, pero no aflojó su amarre hasta que nos empujó a ambos dentro del instituto y echó a correr al interior del bosque.
-¡Tom! ¡Tenemos que ir tras él! -medio chillé histérica.
-Alex... no podemos, ellos se encargarán.
-¿Es que no lo entiendes? -su respuesta fue como si me hubieran dado un sopapo en toda la cara- ¿Cómo que ellos se encargarán? ¡Es nuestro deber!
-Sí y también mantenernos en secreto, nadie puede enterarse que nosotros...
-¡A la mierda! -no esperé a que acabara la frase y salí corriendo hacia el bosque.
No me podía creer que Tom, uno de los mejores guerreros, me estuviera diciendo que debíamos dejar a los guardias encargarse de un Marwolaeth, quienes les superaban en fuerza, velocidad y agilidad. Por muy bien que estuvieran entrenados, los mataría.
Al principio corría entre los árboles sin un destino fijo, no sabía a dónde iba ni dónde podía estar el vampiro, pero luego percibí su olor. Un hedor a sangre y muerte, como la podredumbre. Llegué hasta el claro donde Cárter y Marco nos habían descubierto y de allí, me adentré más en la maleza.
Probablemente ya no se encontrara en los recintos de la academia, pero aún así, me habían entrenado para matarlos, no podía dejar escapar aquella oportunidad; aunque debía de ir con cuidado, se suponía que Cárter me había dejado en la puerta.
Iba tan metida en mis pensamientos, que no lo vi de venir. Una mano me golpeó en toda la cara y caí de espaldas contra el suelo. *Mira por donde, te he encontrado*.
No se trataba de un vampiro, sino de una vampira. Rubia, de pelo laceo, no más mayor que yo y con unos ojos rojos que me estaban perforando.
Me levanté de un salto, tan rápido que ni ella lo advirtió y le asesté una patada en la boca del estómago, mandándola contra un árbol. No tenía ninguna estaca por allí, a si es que me tuve que improvisar una con una rama.
-Eres fuerte -siseó con los colmillos al descubierto- pero yo también.
Se abalanzó sobre mí, con un salto, pero la esquivé a tiempo.
-Vaya -le sonreí desenfundando mis incisivos- gracias.
El comentario no le sentó demasiado bien y volvió a atacarme. Esta vez me dio con su puño, pero solo me rozó. En esos momentos estaba agradeciendo mentalmente todos los años de duro entrenamiento que había vivido. Salté sobre ella y le pegué una patada en el centro de la cara, pero nada, ni un solo rasguño.
Por norma general, un Marwolaeth, era mucho más fuerte y el doble de rápido que un Wrach, pero nosotros estábamos entrenado en el combate y ellos no, aunque a veces, eso no servía de mucho.
La chica me agarró del pelo y me tiró al suelo, poniéndose sobre mí, aunque no permaneció mucho tiempo, Tom apareció de la nada y me la quitó de encima. La vampira soltó un grito de frustración al ver que las cosas no le estaban saliendo como ella quería y eso me hizo sonreír.
-Al final has venido -jadeé.
-No iba a dejarte sola. Eres una loca temeraria.
-Lo sé y por eso te gusto.
Me concentré y le prendí fuego al suelo, haciendo un circulo alrededor de la Marwolaeth, quedándola así atrapada en el centro. Podía prenderle fuego directamente a ella, pero entonces, no sería tan divertido.
Pensaba que solo con eso, tanto Tom como yo teníamos la victoria asegurada, pero me equivoqué. Saltó sobre las llamas y corrió hacia Tom, quien no la vio venir y salió disparado de mi lado, cayendo inconsciente en el suelo. Eso me dejaba sola de nuevo con la vampira.
-¿Te piensas que un par de trucos de salón pueden impresionarme?
-Había pensado en sacar un conejo de la chistera -le respondí con sorna mientras ambas dábamos vueltas en circulos sin apartar la mirada la una de la otra- pero me parecía algo muy repetitivo.
Tras una mirada de desprecio, decidió atacar de nuevo. Era rápida, muy rápida y eso era un punto en contra para mí. Esquivé sus golpes, aferrando con fuerza la estaca improvisada. Hice un amago de clavársela, pero solo acerté a hacerle un arañazo en el brazo, con el que chilló como si de  un animal se tratase, después de eso; simplemente desapareció.
Miré a todos lados, buscándola a ella o una señal que me indicara dónde podía estar, pero no había nada. Había escapado. Maldiciendo por lo bajo, me acerqué hasta Tom, que estaba tumbado bocabajo en el suelo.
-¡Eh! ¿estás bien?
-Sí -consiguió decirme en voz baja- es solo un rasguño.
-Bien.
Lo agarré por los hombros para ayudarlo a incorporarse. Me miró asustado, podía ver el terror en sus ojos, pero no le dio tiempo a avisarme.
Una vez más, me había confiado y había pensado que estaba a salvo.
La vampira me asió por el pelo y tiró de mí, olvidándose de Tom por completo. Me arrastró hasta el centro y a continuación empezó a pegarme patadas en la boca del estómago. Arrancó la estaca de mis manos y tras un último golpe, se colocó sobre mí, con la estaca entre las manos y las bajó con fuerza.
Ese segundo se convirtió en una eternidad. Iba a morir. ¿Cómo era posible que fuera a morir? Solo tenía dieciocho años, recién cumplidos. Era mi primer combate cuerpo a cuerpo con un vampiro e ¿iba a morir?. Cruel ironía.
-¡No! -chillé, extendiendo mis manos al frente.
Como si mi propia fuerza saliera de mí, arqueé el pecho hacia arriba y la estaca, que estaba casi rozándome el la piel,  chocó  contra una barrera semitransparente de un tono azul. Me quedé atónita, al igual que la vampira, algo que aproveché y con un empujón me la saqué de encima. Recuperé mi estaca y corrí
dispuesta a acertar en su corazón, pero ella salió huyendo. Le lancé una bola de fuego, pero no acerté.
Me quedé parada, mirando la oscuridad, concienciandome de lo que acababa de pasar. Había estado en el filo de la navaja, a punto de morir y de un momento a otro, las  tornas habían cambiado, pero no era eso lo que me preocupaba.
Como si pudiera leerme la mente, Tom se acercó a mí, poniendo su mano en mi hombro y me dijo:
-Alex... ¿qué ha sido eso? Era como si una pared se hubiera  interpuesto entre tú y ella.
No supe qué responder, porque realmente no tenía ni idea de qué había pasado. La imagen se repitió en mi cabeza. El brillo azul pálido que me protegía... negué con la cabeza sin articular palabra.
-No... no lo sé -susurré, esforzándome por no llorar- ¿yo he hecho eso?
-Estamos solos, no hay nadie más aquí y yo no he sido.
Me volví hacia él, con los ojos llorosos y asustados. No, no podía haber sido yo. Estaba asustada, llena de pánico. Tenía miedo.
-No se lo digas a nadie -a pesar de que me esforcé, mi voz se quebró y comencé a llorar aterrorizada- no se lo sigas a nadie.
Tom me envolvió en sus brazos, diciéndome que él jamás me haría eso, que no tenía que llorar, que estaba todo bien; pero yo no podía parar. No puedo decir si era por el miedo a lo que había sentido o por haber estado apunto de morir, pero solo quería llorar.
-Sh, sh, está bien -el muchacho se separó un poco de mí, para poder mirarme a los ojos, pero sin soltarme- está bien. Respira conmigo.
Me hizo de mirarle a la cara y de imitarle mientras inspiraba y espiraba el aire, pero por más que me esforzaba, no era capaz de hacerlo. Al poco rato, noté cómo mis pulmones se llenaban de aire y entonces comprendí que no era de una manera natural, sino que Tom estaba usando su poder conmigo. Intenté agradecérselo, pero cuando abrí la boca para hablar, el me la tapó.
A lo lejos se oían voces y pasos de gente que corrían hacia nosotros. Debían de ser los guardias de seguridad, entre ellos distinguí la voz de Cárter dando órdenes a los demás.
Miré a Tom y el asintió. Pasó sus manos por debajo de mis rodillas y me llevó en brazos hasta la puerta de mi habitación. Era irónico ¿verdad? había sido él el que hacía unos minutos estaba medio inconsciente en el suelo y ahora me traía en volandas.
-Tom... -comencé a hablar algo más tranquila- gracias.
-Descansa ¿vale? -me sonrió pasando su mano por mi mejilla- lo necesitas. Yo me encargaré del resto de la guardia.
-Estoy mejor, de verdad, puedo...
-He dicho que descanses -me cortó abriendo la puerta de mi habitación y empujándome dentro- yo me encargo. Te buscaré mañana en el desayuno.  Buenas noches.
Esperé junto a la puerta, mirando la superficie plana de madera que me separaba del exterior hasta que dejé de escuchar sus pasos ; y si había tenido alguna duda sobre si él había usado sus poderes conmigo, se desvanecieron a medida que él se alejaba. El aire empezó a faltarme de nuevo, pero esta vez controlé mi respiración, intentando mantener la calma.
Eché una mirada de soslayo a Tiffany, que estaba dormida plácidamente en su cama, ajena a todo lo que había pasado y me metí en la mía.
A pesar de que me esforcé por conciliar el sueño y dormir aunque fuera una hora, no fui capaz. Me quedé despierta, con los ojos clavados en el techo, dándole vueltas a todo lo sucedido, una y otra vez.


















viernes, 21 de febrero de 2014

Capítulo 8.

-¿Dónde decís que lo escuchasteis?
-Ayer, en la parte trasera de la academia, a Andrea, Carter y un tal Benjamín -repetí cansada.
Nos encontrábamos los diez en el claro del bosque donde acordamos que serían nuestras reuniones. A pesar de que se dijo que tan solo haría falta una reunión semanal y ya la habíamos tenido, aquella mañana Tom y yo habíamos decidido reunir al resto antes del toque de queda para así contarles lo que escuchamos durante nuestra guardia.
-Es que eso no puede ser -negó Daniela con la cabeza- esta academia está súper protegida, ningún hijo de la noche se atrevería a entrar.
-¿Estás diciendo que hemos mentido?
Daniela me estaba sacando de quicio. Le había repetido ya como unas cuatro veces lo que habíamos escuchado, pero ella se empeñaba en que estábamos mintiendo.
-Tenemos que hacer algo -dijo Tom con voz queda.
-Y ¿qué sugerís? -se carcajeó la chica- lo que nos estáis diciendo fue ayer por la noche y ya casi está anocheciendo, probablemente ya lo hayan cogido.
-¿Y si no? -Martín salió en nuestra defensa- ¿Y si no lo han cogido? Es nuestro deber protegerles.
-¿De qué? ¿De algo que ni siquiera sabemos que es cierto?
-¡Claro que es cierto! -estallé sin poder reprimirme más.
-¿Cómo lo sabes? -me fulminó Daniela con la mirada-. Bien, pues nos mantendremos alerta y si veis algo fuera de lo normal, avisar al resto. Fin de la discusión.
Estaba que echaba chispas. Tenía ganas de ir para allá y retorcerle el cuello entre mis manos a aquella arpía, a ver si así se le bajaban los humos. Indignada por el resultado que había tenido la reunión, no esperé más y me marché a toda velocidad hasta que dejé de escuchar sus voces.
-Estúpida cría malcriada, ¿qué se pensará? ¿que es la reina del mambo? -mascullé pengándole una patada a una piedra.
Ya era de noche, el sol había desaparecido en su totalidad y a penas se veía bien entre los árboles, pero poseía una visión mucho más dotada que la de un humano cualquiera, por lo que no suponía ningún esfuerzo para mí.
La rabia se me iba pasando a medida que iba avanzando, estaba muy cabreada con la situación, no era justo que todos estuviéramos bajo el mando de Daniela. Sí, tenía que haber un líder, pero ella no.
Escuché un ruido, una rama que se rompía y automáticamente me di la vuelta agazapada. Aquello me recordó a mi sueño, en el que la cosa de ojos amarillos me atrapaba entre sus fauces. Un escalofrío me recorrió la columna.
-Seguro que no es nada -me dije a mí misma volviendo a retomar la marcha.
Tras otros tres pasos más, volví a escucharlo, esta vez más cerca. Cuando me di la vuelta, me encontré a Carter detrás. Estuve a punto de tropezar del susto.
-¡Dios! -me llevé la mano al corazón que estaba desbocado en mi pecho.
-¿Te he asustado? -sonrió- Lo siento.
-Sí, me has asustado ¿qué haces aquí?
-Eso mismo debería preguntarte yo a ti, ya es casi la hora del toque de queda.
-Dando un paseo -agaché la cabeza para esquivar su mirada- necesitaba despejarme.
-¿Mucha presión?
-No, no es eso... déjalo -le di la espalda y proseguí mi camino.
-Lo siento.
*Espera, ¿qué?* Me paré de golpe. ¿A qué venía aquello? Le miré de soslayo, sin volverme hacia él, quien avanzaba hacia mí.
-¿Por qué lo sientes?
-Ayer me comporté como un auténtico capullo.
Ya no me acordaba. El día anterior, en mi primera clase de entrenamiento, Carter me reconoció y se enfadó conmigo porque yo le había mentido sobre mi nombre, argumentando de que una alumna no debía hacer eso, a lo que yo le contesté, que no sabía que él sería mi profesor. Realmente me chocó cuando lo vi allí. Me esperaba que fuera mayor, pero no tanto.
-¿Un profesor pidiéndome perdón? -me reí quedando de cara a él- Nunca me había pasado esto.
-Bueno, sé reconocer mis errores.
-Eso está bien -asentí sonriente y él me devolvió la sonrisa- disculpas aceptadas.
-Bien, ahora, Alex o Danila ¿cómo prefieres que te llame? -se burló de mí y a pesar de que no me gustaba que lo hicieran, en sus ojos vi un brillo que me indicó que no lo hacía con mala intención- deberías volver antes de ganarte otro castigo. Te acompaño.
-Alex, prefiero Alex -le seguí la broma mientras ambos caminábamos al lado el uno del otro.
No me respondió, pero sí que sonrió. Tenía pinta de ser un tipo majo. Era increíblemente alto, al menos me sacaba dos cabezas y bastante robusto, pero sin pasarse.
Caminamos en silencio hasta llegar a la entrada de la academia, y me sorprendió, porque no me gustaba estar en silencios incómodos, pero aquel, no había sido uno de esos.
-Bueno, aquí acaba mi escolta -se paró en la puerta- espero que le haya servido de ayuda.
-Sí, gracias -sonreí, con timidez-. Buenas noches.
Él me dedicó una sonrisa antes de bajar los escalones bajo mi atenta mirada, realmente yo también le debía una disculpa.
-¿Carter? -le llamé.
-¿Sí? -se volvió a mitad de la escalinata.
-Yo también lo siento, me comporté como una autentica gilipollas.
Antes de dejar que respondiera, me giré sobre mis talones y me fui corriendo a mi habitación.
Se podría decir que el resto de la noche fue de lo más normal que puede ser una noche en mí vida, si no llega a ser porque cuando volví de mi guardia, a las tres de la mañana, me encontré la habitación vacía.
Cuando me fui a eso de las dos menos algo, había dejado a Tiffany profundamente dormida en su cama, pero ya no estaba.
-¿Pero qué? ¿Dónde se habrá metido? -me dije a mí misma.
Probé en el cuarto de baño, quizás estuviera ahí, pero no, ahí no había nadie. Salí al rellano con cuidado de no hacer ruido, pero solo se oían los pasos de los seguratas del turno de noche.
-Que raro...
Estaba algo preocupada, no es que Tiffany no supiera cuidarse ella solita, me lo había demostrado al contarme la historia de la muerte de sus padres, pero que desapareciera así sin más a altas horas de la madrugada, no era tranquilizador.
Me metí en la cama, pero el sueño no aparecía, seguía intranquila. Por fin, cuando estaba en ese estado en el que estás medio dormida, pero te enteras de todo, escuché unos pasos y el crujido de la puerta al abrirse.
Era Tiffany. Parecía algo alterada y olía mucho a sudor. Sus perfectos rizos eran una maraña peliroja y la falda de su uniforme estaba algo manchada.
Pensé en hacer como que me había despertado y preguntarle, pero deseché esa idea en cuanto la chica se metió en su cama. *Ya le preguntaré mañana*.
A primera hora, en la clase de biología estaba que me caía de sueño, no había dormido muy bien y las pesadillas seguían apareciendo. La profesora, una mujer baja y rechoncha de pelo rubio canoso, nos estaba explicando cómo se reproducían los organismos unicelulares, pero a mí sinceramente, no me importaba mucho.
-¿Señorita Tomson?
Levanté la cabeza de mi cuaderno a toda velocidad cuando escuché que me llamaban. La profesora me miraba con los ojos entrecerrados y el resto de la clase algo expectante.
-¿Qué?
-Le he preguntado, que si podría explicarnos la fisión binaria.
-Esto, eh... sí claro -me removí en mi sitio, incómoda. La biología no se me daba muy bien, la había aprobado con un cinco raspado, pero por suerte había cosas de las que me acordaba-. La fisión binaria es , bueno, pues  es...
-¿Sí?
Todos los alumnos estaban pendientes de mí, esperando el momento en el que metiese la pata y poder reírse  y eso no me ayudaba. Tenía la definición en la punta de la lengua, pero mis palabras no se atrevían a salir.
-La fisión binaria  es un tipo de reproducción asexual que llevan a cabo las arqueobacterias, bacterias, levaduras de fisión, algas unicelulares y protozoos. Es la división del ADN, seguida de la citocinesis dando lugar a dos células hijas.
Miré a mi salvador. Will me miraba desde la otra punta de la clase con una sonrisa de lado a lado. *Gracias* pronuncié sin palabras.
-Esa definición ha estado muy bien, señor Fortsen, pero no ha sido a usted a quien se la he preguntado -la profesora nos fulminó a ambos con la mirada y yo me hundí más en mi sitio, algo avergonzada-. Señorita Tomson, espero que esté más atenta a partir de ahora.
Asentí con la cabeza, dándole vueltas a mi bolígrafo entre los dedos, pero cuando se dio la vuelta, volví a agacharla y seguí dibujando.
-Gracias -le dije a Will mientras salíamos del aula- de verdad.
-No ha sido nada -me sonrió-. ¿La biología no es tu punto fuerte?
-La odio -sentencié con cara de asco.
-Bueno, si quieres... -el chico se paró junto a mí y pasó su mano por mi cintura, para acercarme a él y así susurrarme al oído:- yo puedo darte clases particulares. Se me da la mar de bien, sobretodo el tema de la reproducción.
Mis alarmas empezaron a pitar en mi cerebro. Sí, estaba bueno, pero si se pensaba que conseguirme iba a ser algo tan sencillo como susurrarme al oído eso, iba listo; aunque decidí seguirle el juego. Pasé mis manos por el cuello de su camisa y le desabroché el primer botón.
-Bueno -dije con un tono sensual y pícaro- lo tendré en consideración, señor Fortsen.
Lo miré a los ojos y le sonreí con malicia para después separarme de él y dirigirme a mi siguiente clase. Al girar la esquina me di cuenta de que me seguía mirando con una sonrisa de lado a lado y eso me hizo sentir bien, había logrado lo que quería.
Tiffany seguía rondándome la cabeza, pero no me había topado con ella en todo el día, ni siquiera a la hora del desayuno. Cuando me levanté, ella ya se había marchado. Tenía la esperanza de encontrármela en el entrenamiento, pero cuando llegué, Carter ya estaba explicando lo que haríamos ese día y no pude hablar con ella.
-¿Qué toca hoy? -le pregunté a Cyn.
-Vamos a pelear.
-¿De verdad? -emocionada, pegué un par de saltitos en mi sitio y me froté las manos. No había luchado cuerpo a cuerpo en unos cuantos de días y el mío ya me estaba pidiendo acción.
-Sí -asintió riéndose al ver mi reacción- nos pondremos por parejas, ¿las dos?
-Sí, tu y yo.
La voz de Carter sonaba profunda mientras nos explicaba algunos pasos de combate, los cuales, yo ya sabía sus nombre y no eran nada del otro mundo; aunque captó mi atención cuando dijo que uno de sus compañeros le ayudaría con la explicación.
No sé por qué me sorprendió, debía de habérmelo esperado después de encontrar a Carter en la academia como profesor, pero cuando Marco, el chico afeitado y corpulento que me baboseó en la discoteca, apareció. Mis tripas se revolvieron.
-¿Alex? ¿qué pasa? -me susurró Cyn preocupada al ver mi semblante.
-¿Te acuerdas de la historia que te conté?¿De cómo conocí a Carter? -esperé a que dijera algo, pero al ver que solo se limitó a asentir, proseguí- Bueno, pues ese es.
-¿¡Qué!? -inquirió con un grito ahogado.
-Buf...
El chico me miró y supe que sabía quién era yo, pero a pesar de lo nerviosa que me había puesto, canteé la cara restándole importancia.
-¡Bien! Chicos, poneros por parejas y a luchar.
Cyn y yo nos dirigimos a la zona más alejada del gimnasio, llevábamos días sin entrenar y queríamos hacerlo bien y cuanto menos gente nos viera mejor.
-¿Preparada? -le sonreí agazapándome en posición de ataque.
-Nunca había estado más lista.
Normalmente solía ser yo la que atacaba primero, por eso me pilló con la guardia baja cuando se abalanzó sobre mí, pero estuve rápida y la esquivé. Solo nos movíamos en círculos, de vez en cuando lanzábamos algún puñetazo, siempre con cuidado de no herir demasiado a la otra, pero ambas éramos muy buenas en la lucha, resultaría difícil vencer a la otra.
Cansada de girar, me lancé contra ella, quien me esquivó ágilmente agachándose y pegándome un empujón. Caí de bruces contra el suelo y eso me mosqueó. Por mucho que Cyn fuera mi mejor amiga, no me gustaba fallar.
Rodé por el suelo y de un salto me incorporé. Volvió a atacarme, esta vez con una patada, pero salté por encima de ella, pegándole un codazo en el brazo, con el que soltó un pequeño gritito.
-¿Estás bien? -jadeé agachándome para comprobar si le había hecho daño, cosa que hice mal.
-Siempre tan atenta, Alexandra Tomson -se rió cogiéndome del brazo y tirándome contra el suelo.
-¡Eh! ¡Eso no vale! -gruní entre dientes enfadada.
-¿Eso le vas a decir a un vampiro cuando te ataque? -Carter nos miraba a las dos desde arriba con los brazos cruzados- ¿que eso no vale?
-Pero...
-No hay peros que valgan. Lo habéis hecho muy bien, las dos, pero Alex, deberías ser menos confiada.
-Eso mismo pienso yo -le respaldó Cyn sonriente.
-Pero... ¿tú de qué lado estás? -la fulminé con la mirada-. Traidora.
-Oh, Alex, venga ya -se levantó de mi estómago y me tendió la mano para incorporarme, pero rechacé su oferta, estaba algo molesta- ¿en serio?
-No debes enfadarte con Cinthya -Carter me miraba serio, muy serio, pero en sus ojos había un brillo que decía a gritos que estaba disfrutando con la reprimenda que me estaba echando- has sido tú la que has fallado.
-Vale, sí, sí -le resté importancia con un gesto de las manos- ya está soy una torpe.
-Sí y una exagerada -se rió mi amiga.
-Arrrg -apreté los puños a los costados y me marché.
Sí, la clase aún no había acabado, pero si no me iba de allí alguien saldría herido. No estaba enfada con Cyn, ni mucho menos, sino conmigo misma. Aunque no lo había reconocido, sí que había fallado al ceder y acercarme a Cyn preocupada. Carter tenía razón, no serviría de nada decirle a un Marwolaeth que los golpes bajos no estaban permitidos.





martes, 18 de febrero de 2014

Capítulo 7.

Él se me quedó mirando, tan asombrado como yo. Un leve murmullo se levantó en la sala, pero no hice caso a los comentarios, no me interesaba, solo pensaba en ¿qué hacía él allí? Las piernas me flaquearon, pero fui capaz de mantener la compostura. Era él, pero a la vez me parecía tan distinto...
Iba vestido completamente de negro, con unos pantalones deportivos y una camiseta de licra que le marcaban los músculos del torso. Lo recordé en el bar, hablándome al oído para pedirme disculpas y luego, apoyado en la barra mirándome, como ahora, solo que en ese momento, su expresión era completamente seria.
-Silencio -le escuché decir en voz baja sin apartar su mirada de mí-. ¡He dicho silencio!
Cuando pegó aquella voz, todos los murmullos cesaron dejando paso a un silencio absoluto. Notaba la mirada de la gente puesta sobre mí. En otras ocasiones me gustaba ser el centro de atención, pero no en aquella. Roja como mi pelo, agaché la cabeza y volví a mi sitio.
-¿Qué ha sido eso? -me preguntó Cyn al oído mientras me apretaba el antebrazo con fuerza.
-Luego te cuento.
No contestó, simplemente asintió con la mirada.
De repente, la idea de estar en Canadá no me parecía tan buena. Desde que había llegado, las cosas habían dado un vuelco enorme y nada había sido lo que esperaba.
-Bien, esto... -la voz del profesor sonó vacilante y al escucharle, levanté un poco la cabeza para mirarle, pero la volví a agachar en seguida, centrándome de nuevo en mis pies-. Ya sabéis qué es lo que toca. Salir a fuera y dar diez vueltas al campus.
Nadie pareció oponerse. Todos comenzaron a andar hacia fuera, a si es que yo también lo hice, hasta que una mano me frenó.
-Tú no, quiero hablar contigo.
Carter me llevó hasta la otra punta del gimnasio en silencio mientras observábamos a los demás alumnos salir. No sabía qué me quería, pero yo estaba como un flan teniendo en cuenta las circunstancias en las que lo había conocido y que para él yo me llamaba Danila, no Alex.
-Con que Danila ¿no? -dijo cuando ya nos encontrábamos solos.
No contesté, seguía algo avergonzada por la situación, sorprendiéndome a mí misma. En cualquier otra situación me habría cruzado de brazos y habría actuado como yo era; respondona, borde e impetuosa. ¿Qué me pasaba? Me estaba resultando patética.
Respiré hondo y con precisión, me atreví a levantar la cabeza y mirarle a los ojos poniendo mis manos en las caderas.
-¿Qué pasa? ¿Es que una chica no puede mentir sobre su nombre?
*Bien hecho, bien hecho. Así me gusta*. Él se sorprendió al ver mi reacción, lo noté en un destello de vacilación en sus ojos. Se puso tenso, haciendo que los músculos de sus brazos quedan aún más marcados.
-No si resulta que soy tú profesor.
-¡Eh, para el carro! -levanté las manos en señal de protesta y luego me las crucé sobre el pecho. ¿Pero qué se creía?- Yo no sabía que eras mi profesor. ¿Te lo recuerdo? Soy nueva.
-¿A todos les dices que te llamas....Danila?
-No, a todos no, solo a los que intentan propasarse conmigo.
Estaba que echaba chispas, es más, tenía miedo de prenderle fuego a algo. Pero ¿de qué iba? No me conocía de nada, no iba a decirle mi nombre y menos sabiendo la cantidad de peligros que rondaban por el mundo.
-¿Perdón? -por su tono de voz, noté que lo estaba flipando en colores.Me sentí bien al saber que podía con la situación.
-Estás perdonado -le sonreí con suficiencia-. Ahora, si no necesitas nada más he de ir a dar un par de vueltas-empecé a avanzar hacia la puerta, pero volvió a tirar de mí.
Noté sus largos dedos clavándose en mi brazo, me estaba haciendo daño y ver su boca transformada en una linea no es que me ayudase mucho. Sabía que me había pasado con las contestaciones que le había dado, pero tampoco era para ponerse así ¿no?
-Espera hay una cosa más -se dio cuenta de la fuerza que estaba ejerciendo en mi brazo y me soltó para coger su carpeta-. La directora me ha pedido que te diga que el castigo impuesto será ayudar a limpiar  el fin de semana, díselo a tus dos compañeros.
*Venga, más cosas y solo son las ... qué más da, aún no ha acabado el día* Suspiré con resignación y volví a agachar la cabeza como había hecho cuando había visto a Carter. Realmente estaba enfadada por el castigo, yo no había hecho nada. Sí, muchas veces me los merecía, pero no esa.
-¿Qué ha pasado?
-¿Qué? -levanté la cabeza sorprendida al ver que aún seguía allí.
-¿Que por qué estás castigada? Acabas de entrar -vislumbré un aire de diversión en su voz y eso me puso más furiosa.
-Nada -respondí con dureza y me marché.
¿Qué se pensaba? ¿Primero me soltaba una reprimenda y luego se compadecía de mí? Aquel chico tenía un pequeño trastorno de la personalidad.
Cyn y Tiffany me estaban esperando junto a la puerta y al ver lo tranquilamente que respiraban me di cuenta de que ni a una ni la otra habían hecho lo que Carter había mandado, quien, justo cuando llegué al lado de las chicas, pasó corriendo.
-¿Qué te quería? -Tiffany fue la primera en preguntar lo que ambas estaban deseando- Ha sido muy raro.
-Nada -negué con la cabeza aún recordando lo sucedido hacía un par de minutos- solo recordarme lo del castigo.
-¿Castigo? -preguntaron las dos a la vez con los ojos como platos.
-¡Sí! ¡Un castigo! -grité pegándole una patada a una piedra con tanta fuerza que la mandé más allá de los primeros árboles del bosque-. ¡Por algo que no he hecho!
-¿Qué ha pasado?
-Christian y Jo se pelearon ayer y los intenté separar y recibí un puñetazo y me han castigado.
-Pero... -empezó a decir Cyn, pero al ver que realmente estaba enfadada, volvió a cerrar la boca.
-Bueno, los castigos aquí no suelen ser muy duros -intentó animarme Tiffany, pero la verdad, no lo consiguió- suelen mandar a ayudar al párroco de la capilla.
Aquellas palabras me sentaron como un chorro de agua fría. Capilla. Estaba perdida.
A pesar de que los Wrach estábamos vivos, no se nos permitía entrar en sitios religiosos como iglesias, sinagogas... era como si un muro invisible nos frenase el paso.
Me di cuenta de que Cyn también fue consciente del problema y no era solo yo, sino que eramos tres personas las que no podíamos entrar.
-Genial, en fin... vayamos a correr, no quiero más reprimendas por hoy.
Para cuando acabamos nuestras diez vueltas, el resto de alumnos ya se encontraban con las prácticas. No fueron nada del otro mundo, los típicos estiramientos y una clase entera de como asestar patadas sin hacernos daño, algo que, obviamente yo ya sabía. Lo peor de todo fue la hora de las duchas. Podía enfrentarme a una manada entera de Marwolaeth, pero a la hora de que alguien me viera desnuda, lo pasaba fatal. Las únicas personas a parte de mis padres que me habían visto sin ropa habían sido Cyn y Tom y con este último me llevó lo mío. A si es que esperé a que todo el mundo se fuera para asearme.
A la hora del almuerzo estaba canina, no de hambre, si no de sed. Tenía tanta que habría sido capaz de comerme incluso hasta una vaca entera y pensar que hasta por la noche no podría, la incrementaba.
-Necesito café, coca-cola o algo con contenidos de cafeína excesivamente grandes o te juro que me subiré por las paredes -le susurré a Cyn mientras cogía un bocadillo de atún.
La cafeína nos ayudaba a controlar la sed. No es que la saciara por completo, pero algo ayudaba, eso o masticar chicles, pero no tenía.
-¿Nada de nada?
-Nada de nada desde ayer por la noche.
-Uf -arrugó la nariz- eso es mucho.
-Lo sé -suspiré frustrada.
-Bueno qué, ¿me vas a decir qué es lo que te pasa?
Me dejé caer sobre una de las sillas del comedor. Tenia que desahogarme con alguien o acabaría explotando y qué mejor persona que Cinthya, pero a la vez, no quería preocuparla con mis tonterías.
-No es nada solo es que...
-No es nada no -me cortó tajante-. Alexandra Tomson. ¿qué te pasa? Te conozco y sé que hay algo.
Me senté muy recta al escucharla pronunciar mi nombre completo, no solía hacerlo a no ser que estuviera enfadada o yo le hubiera liado alguna.
-Vale, vale, pitbul, ya voy. ¿Por dónde quieres que empiece?
-Tom.
Tom... no me había vuelto a acordar de él, bueno, de él no, si no de lo que había pasado en el hotel, cuando me besó y de su reacción a la mañana siguiente. La verdad, es que todo estaba siendo una mierda.
-Me besó.
-¿¡Qué!? -estuvo a punto de atragantarse con su zumo.
-Sí, me besó, pero le dije que no podía ser.
-¿Cómo se lo tomó?
-Me soltó que estaba borracho y que lo dejara estar -me encogí de hombros al revivir aquel momento-. ¿Qué más quieres saber?
-Castigo.
-Bueno, eso ya lo sabes, era verdad lo que os he dicho.
-Bien -asintió dandole otro sorbo a su bebida-. Profesor Carter.
Al escuchar su nombre la rabia volvió a apoderarse de mí. No había parado de darle vueltas a la charla que habíamos tenido y lo peor de todo es que me sentía mal por haberle contestado así. Yo, Alex Tomson, la persona más directa del mundo y la que nunca se sentía mal por hacer un comentario sarcástico,  lo estaba por haber hablado así a Carter.
-¡Ah! ¡Alex! -gritó Cyn dejando caer su zumo.
No había sido consciente de que le había prendido fuego. A veces cuando me enfadaba demasiado pasaban cosas como aquellas.
-¡Oh Dios! ¡Lo siento!
-Joder, ya veo que te afecta demasiado ese tema -movió la mano que se había quemado de forma intermitente.
-No es eso, es que... ¿te acuerdas del bar? ¿antes de ayer por la noche? -ella asintió y yo le conté todo.
Su expresión iba cambiando a medida que la historia iba avanzando y al igual que yo soltó un par de groserías cuando le dije lo que había hablado con él aquella mañana.
-Claro, ahora lo entiendo todo... ¿por eso la reacción de los dos cuando os habéis visto?
-Si -asentí-. Oye, no es por nada, pero me gustaría ir a echarme un rato, quiero aprovechar que aún no tengo deberes. ¿No vemos luego?
-Vale -me sonrió.
Al levantarme de mi asiento me di cuenta de que ni siquiera le había dado un bocado a mi bocadillo, pero la verdad se me había pasado el hambre a si es que lo dejé allí, en la mesa.
Agradecí que Tiffany no estuviera en la habitación para poder descansar un rato. Los turnos de guardia empezaban aquella noche y aunque a mí solo me tocaba una hora, quería estar alerta y hacerlo lo mejor posible, además, no veía la hora de que llegara. No por estar con Tom, no, otro asunto que también debía de arreglar, sino por la sangre.
A pesar de lo agotada que estaba, no pude pegar ojo, cada vez que conseguía dormirme, el sueño que había tenido en el avión, aparecía. Era siempre igual, yo estaba en la selva, luego aparecía en el bosque y aquella criatura extraña de ojos amarillos se abalanzaba sobre mí y justo en ese momento me despertaba. Siempre. Echando cuentas, calculé que como mucho dormí una hora.
Me salté la cena, no me apetecía nada comida humana, solo quería sangre, además de que me pasé el resto de la tarde dándole vueltas a aquella pesadilla. Era muy raro.
-¡Ey! no te he vuelto a ver desde el entrenamiento -Tiffany entró en la habitación y se tiró en su cama. Ya había pasado el toque de queda y los alumnos no podían salir de sus respectivas habitaciones- ¿dónde te has metido?
-No he salido de aquí -mi voz sonaba ahogada por la almohada- no me encontraba muy bien.
No era del todo mentira, realmente no me encontraba bien. Tenía una presión en las sienes que me perforaban la cabeza, los dientes me dolían y la garganta la tenía en carne viva.
-¿Y eso?
-No sé, quizás me esté poniendo mala -le resté algo de importancia para que dejara de preguntar-.  Y tú ¿qué has hecho?
-Deberes, he dado una vuelta por el bosque, he estado en la sala común... ya sabes, lo normal. -Noté que la cama se hundía en la parte de mis pies y olí su perfume de vainilla más cerca. Se había sentado a mi lado-. Bueno, tú qué ¿qué te parece esto?
Con un esfuerzo sobre humano, respiré con tranquilidad dejando a un lado la quemazón de mi garganta y obligué a mis colmillos a volver a sus fundas. Verme de aquella forma solo le causaría un infarto a la pobre muchacha. Cuando me tranquilicé por fin, me volví hacia ella sentándome con las piernas cruzadas.
-Bueno, aún es pronto para opinar, supongo -me encogí de hombros- pero en estos dos días que llevo aquí, no es que me haya pasado nada digno de ser calificado como bueno. Me han castigado, me han abochornado...
Si lo pensaba bien, era todo una autentica mierda. Solo llevaba dos días allí y ya me había pasado un poco de todo.
-Bueno, esto suele pasar, créeme, a mí me costó adaptarme. La primera amiga que hice fue una chica llamada Okasama, era japonesa, pero tuvo que irse hace un año -noté cierta nostalgia en su voz y eso me hizo sentir pena por ella- pero luego conocí a Isabel y a Spencer... y bueno, ... ya las conoces.
-Sí bueno, sobre ellas... -dejé la frase a medio acabar, seguro que Tiffany no quería oír lo que pensaba de sus dos amiguitas y en cambio me eché a reír- déjalo.
-Sí mejor ¿verdad? -las dos nos reímos como aquello de que llevábamos juntas toda la vida. Aquella chica me había caído bien desde el principio, algo que pocas personas solían conseguir conmigo.
-¿Cuántos años llevas aquí, por cierto?
-Tres -tenía la mirada perdida en su propio rostro reflejado en el tocador- ya la considero mi casa.
-Bueno, pero volverás en vacaciones y eso ¿no?
Nada más terminar la pregunta, por el brillo que distinguí en sus ojos, supe que había metido la pata. Tiffany no contestó al instante, se tomó su tiempo en ello y eso me puso muy nerviosa. Tras un suspiro nostálgico, se canteó con los ojos brillantes hacia mí y contesto.
-Vivo aquí- *Bien, Alex, bien... si no fuera porque yo soy tú y me dolería, te pegaba a ti misma*-. Mis padres murieron hace unos años, me fui a vivir con mi tía en Montana, pero no es que congeniáramos mucho.
-Oh Tiffany lo siento mucho -y lo sentía de verdad. Le puse la mano sobre su hombro y lo apreté en señal de apoyo, lo que estaba contándome debía de ser muy duro para ella.
-Bueno... son cosas que pasan en este mundo loco ¿no? -soltó una carcajada amarga mientras se secaba las lágrimas con la manga de su rebeca-. Si vives en un mundo repleto de monstruos lo raro sería que no pasara nada.
-¿Monstruos? -me sentí estúpida al hacer aquella pregunta- Oh, claro... monstruos. ¿Fue un ataque?
-Ajá -asintió con la cabeza sin mirarme-. Íbamos de vuelta a casa. Papá conducía y yo iba dormida en el asiento trasero, pero me desperté cuando noté el frenazo brusco del coche -por su voz, dolida y quebrada,
me estaba dando cuenta de que contarme aquello estaba siendo muy doloroso para ella. Tuve que obligarme a mí misma a retirar la mano de su hombro, ella no se merecía eso-. Me asomé por la ventanilla y vi a un hombre tirado en la carretera. Mi padre se bajó del coche para ayudarlo y él le mordió el cuello. Entonces supe que no saldría viva de allí. Mi madre aterrorizada salió del coche en un acto desesperado por ayudar a mi padre, pero su destino fue el mismo. Por suerte o por desgracia no se dio cuenta de que estaba yo. Esperé a que se hiciera de día y salí corriendo de allí.
-Dios mío... eso es horrible -susurré.
Ella me miró con los ojos llorosos y entonces supe que, aunque no arreglara su pasado, al menos, de algo serviría. La atraje hacia mí y la abracé con fuerza. Cuando la vi por primera vez, el día anterior, me dio la impresión de que era una persona tan delicada, que con un simple roce llegaría a romperse, pero después de lo que me había contado, supe que me equivocaba.
-¿Sabes? nunca se lo había contado a nadie. Te conozco desde ayer, pero siento que puedo contártelo todo. Que no me fallarás.
-Estoy aquí, para lo que necesites -pasé mis manos por sus bucles pelirrojos- debes de saberlo.
Permanecimos un rato más abrazadas, pero después, acordándome que mi turno de guardia era a la una, le dije que estaba cansada y que necesitaba dormir. Ella se metió en su cama y yo me hice la dormida.
Pasó un rato despierta, lo sabía por sus sollozos. Esperé a que finalmente su respiración se volvió relajada y me vestí con el uniforme propio de combate de un Wrach. Pantalones elásticos y ajustados de color negro, chaqueta de cuero con coderas elásticas para permitirnos mejor movilidad y unas botas militares de caña alta.
Pensé en salir por la puerta, pero escuché los pasos de uno de los guardias y deseché esa idea. Abrí la ventana y me tiré al vacío.
Los cuartos de las chicas estaban a una altura considerable, en el cuarto piso, pero no era nada para mí.
Me escondí un par de minutos entre los arbustos y cuando estuve segura de que no había nadie, salí corriendo como viento que lleva al diablo hasta las profundidades del bosque. Habíamos acordado que los cambios de turno se efectuarían en el claro, donde nos habíamos reunido el día anterior y yo casi acababa tirándome de los pelos con Daniela.
Tom aún no había llegado y Yum y Caleb estaban sentados en un tronco partido. Se sorprendieron al verme.
-¡Ey!-les saludé con la cabeza- ¿mucha actividad por aquí?
-No pensé que esto de las guardias fuera algo tan aburrido -se lamentó Yum poniéndose en pié- menos mal que has llegado.
-Así soy -sonreí con suficiencia- la salvadora.
-Bueno, nos vamos, supongo que Tom estará al llegar.
Se equivocaron y con creces. Tom tardó una barbaridad, aunque también, en su defensa, yo llegué varios minutos antes de que nuestra guardia comenzase, para poder deleitarme a solas con mi botella de sangre.
Disfruté cada segundo. Llevaba todo el día esperando aquel momento. La sangre inundó mi paladar, sentí como mis músculos se ponían más tersos y mi garganta me lo agradecía a gritos.
Estaba tan extasiada, que no me di cuenta de que Tom ya estaba allí.
-Que, ¿primer bocado desde ayer?
-Sí -asentí aún bebiendo- pensaba que me moría.
-Exagerada -sonrió.
A pesar de que lo notaba más natural, seguía viendo que algo no funcionaba allí. Me esquivaba la mirada y cuando me hablaba ni siquiera se canteaba hacia mí.
Decidimos que lo mejor sería dar una vuelta al reciento los dos juntos, aunque al notar el ambiente tan incómodo no sabía si decir que habíamos hecho bien. Llevábamos como media hora dando vueltas y yo me harté. Me paré de golpe con los brazos cruzados. Él al principio no lo notó, pero luego se volvió hacia mí dubitativo.
-¿Qué pasa?
-Eso me gustaría saber a mí -respondí con dureza- ¿vas a seguir evitándome?
-¿Cómo?
-Oh, venga ya Tom, sabes a lo que me refiero -no había cosa que más odiara que se hiciera el tonto sabiendo perfectamente a lo que me refería.
El chico me miró con el ceño fruncido, claramente sorprendido por mi reacción, pero realmente estaba harta de la situación. ¿Hasta cuándo íbamos a estar así?
-¿Es por el beso? -se decidió a hablar por fin.
-Es por el beso.
-Oye mira...
-Si me vas a poner alguna excusa, ahórratelo ¿vale? -levanté una mano para hacerle callar- sabes que lo odio.
-No, no te voy a poner ninguna excusa -con la cabeza agachada, dio un paso hacia mí para así quedar más juntos-. Es solo que pensé que bueno.. quizás.. no sé.
-¿Que seguía sintiendo algo por ti?
-Sí.
A pesar de que me esperaba la respuesta, un trocito de mí se decepcionó. Me dolía verle así, tan... frágil. Yo le quería, muchísimo, eso era algo que no podía negar y si lo hacía estaría mintiendo, pero no lo quería como antes, como a un novio, sino más bien como un amigo. Pero no sabía cómo decírselo sin que la cosa acabara mal.
-Tom... -empecé a decir, pero me callé de inmediato cuando un ruido captó mi atención.
Me volví de un salto, había sonado cerca de allí y advertí que Tom también lo había oído, pues me miró con cara de pocos amigos.
-¿Qué ha sido eso? Porque tú también lo has oído ¿verdad? -aunque  estaba algo asustada, intenté poner la voz lo más seria posible.
-Sí, por aquí, ven -dijo cogiéndome de la muñeca y pasando por mi lado.
Al cabo de unos pasos más, escuchamos unos susurros entre la maleza, cerca del muro de la academia. Tom tiró de mí hacia abajo para así quedar ocultos y poder escuchar sin ser vistos.
Había tres personas, dos hombres y una mujer, entre ellos Carter y la joven que nos había traído en el todoterreno desde el pueblo. Parecían enfadados.
-¿Dónde dices que lo viste? -preguntó Carter con voz autoritaria.
-Fuera, justo en la entrada -señaló el otro hacia la oscuridad del bosque- por más que corrí tras él, no pude alcanzarle.
*¿Alcanzarle? ¿De qué estarán hablando?* Tom me miró como si hubiera escuchado la pregunta que me había formulado a mí misma, buscado también una respuesta, pero lo máximo que pude hacer fue encogerme de hombros y seguir escuchando.
-¿Estás seguro de lo que viste Benjamín? -insistió Carter.
-Sí, sí que lo estoy. Os estoy diciendo que corrí para matarlo, pero era muy rápido.
-Hay que darle caza, dudo que se acerque hasta aquí, pero es peligroso -el tono de la mujer era serio y penetrante, tanto que me sobresalté al oírla.
-Andrea tiene razón, no podemos dejar que esto quede así -asintió Carter- avisa a los demás, que unos monten guardia mientras el resto vamos tras esa cosa.
-Sí -dijo Benjamín antes de salir a correr y dejarlos a los otros dos solos.
-Carter... ¿en qué piensas?
-En que espero que ese vampiro esté solo -miró fijamente hacia donde Tom y yo estábamos. Por un momento pensé que nos había visto y mi corazón se aceleró, pero me tranquilicé cuando volvió a volverse hacia la mujer- y de que lo paremos a tiempo. De lo contrario, esto puede ser un desastre.








sábado, 15 de febrero de 2014

Capítulo 6.

-Alex, Alex, -notaba que alguien me zarandeaba, pero me negaba a abrir los ojos, no tan temprano- Alex, despierta. ¡Que vamos a llegar tarde!
-Vete tú -empujé a quien fuera que me estaba llamando y me di la vuelta en la cama.
-Está bien, tú lo has querido.
A pesar de lo pronto que me dormí por la noche, seguía teniendo sueño, el cambio horario había dejado huella en mí. Pensé que quien había intentado levantarme, había desistido, hasta que noté un gélido chorro de agua fría en mi cara. Me levanté sobresaltada al instante, mirando a todos lados sin comprender. Tiffany estaba junto a mí, con una botella de plástico vacía.
-¿¡Qué coño haces!? -me levanté de la cama empapada mientras me secaba la cara con la camiseta.
-No te levantabas y he recurrido a esto -se encogió de hombros agitando la botella-. Son las siete.
-¿Y?
-Que o te duchas ya, porque no es por nada chica -arrugó la nariz en sentido despectivo- hueles un poco, o no te dará tiempo a desayunar, el comedor cierra a las siete y media.
Al recordarme el desayuno, mis tripas rugieron deseosas de comida. Miré a la chica con resignación y asentí mientras cogía el uniforme.
-¿Me esperas o te vas?
-Te espero -me dijo mientras se retocaba el maquillaje.
-Bien.
El cuarto de baño no era muy grande, aunque me fijé en que había dos duchas tapadas con una mampara blanca, por lo demás, era todo muy normal.
Me di prisa, estaba hambrienta, además, Tiffany ya tenía suficiente con haber tenido que despertarme como para que ahora la chica se quedara sin desayunar por mi culpa. Me sequé un poco el pelo con la toalla y apliqué algo de espuma para que quedara rizado y voluminoso. Cuando me puse el uniforme, me veía totalmente ridícula. La falda me llegaba por la mitad de los muslos y se ajustaba a la perfección a mi figura, al igual que la camisa, que a pesar de ser algo holgada, me quedaba bien.
-¿Qué zapatos se supone que me tengo que poner con esto?
-Tienes unas manoletinas en el zapatero -me miró de arriba a abajo, con una sonrisa- la verdad, no te queda mal. No te pega.
-Gracias -fruncí el ceño mientras buscaba los zapatos- supongo.
Ella tenía razón, aquel uniforme no me pegaba y eso que solo me había visto una vez. Yo solía llevar pantalones, deportivas y camisas anchas, vamos, ropa cómoda, no aquella estúpida falda que se me subía al andar.
-¿Cómo me ves? -di varias vueltas sobre mí misma.
-Perfecta -me sonrió y me tendió un lápiz de ojo- toma, échate un poco.
-No suelo...
-Toma -insistió- te quedará bien, además tienes los ojos muy oscuros.
Cogí lo que me ofrecía y me repasé la raya del ojo. Solía maquillarme, pero no para asistir a clase, solo para ir de fiesta y ese tipo de cosas, aunque cualquiera le decía que no a Tiffany con aquella carita de niña y esos ojos tan grandes.
-¿Lista? -se levantó de su tocador y abrió la puerta- pues vayámonos.
Había muy poca gente en el pasillo, la mayoría ya estaría desayunando, pero aún quedaban un par de rezagadas como Tiffany y como yo; y una de ellas era Cyn. Le sonreí al verla.
-Ey, ¿lista?
-Bueno -se encogió de hombros- ya sabes cómo soy.
Cyn miró a Tiffany de reojo y le sonrió. Por su mirada pude ver que a ella también le había caído bien, al menos a primera vista.
-Esta es Tiffany -señalé a la chica- mi compañera de cuarto y esta es Cyn, mi mejor amiga.
-Encantada -asintió Tiffany con una sonrisa- íbamos a desayunar ¿vienes?
-¡Oh sí! Me muero de hambre.
Las tres nos dirigimos hacia el comedor, teníamos relativamente poco tiempo, ya que según me había parecido cerraban a las siete y media y los horarios se seguían a rajatabla, aunque cuando llegamos, aquello estaba lleno.
Olía a huevos fritos, beicon, cereales, leche, chocolate... tuve que hacer un esfuerzo atroz por no tirarme a por la comida.
-Madre mía, que bien huele -me relamí los labios mientras me echaba en un plato huevos revueltos con beicon- ¿así es todos los días?
-Sip.
-Pues así da gusto levantarse temprano -se rió Cyn.
-Chicas, si queréis, podéis desayunar conmigo y mis amigas -nos ofreció Teffany con una sonrisa de oreja a oreja.
Miré a Cyn de reojo y ella me miró a mí. No debíamos sociabilizarnos tanto con los alumnos humanos, pero la ilusión que había puesto la chica en aquel ofrecimiento, era imposible de rechazar.
-Sí, ¿por qué no? -se adelantó Cyn a contestar.
Tiffany nos guió entre la gente, que me pareció percibir ciertas miradas hacia mi mejor amiga y hacia mí, pero me eran indiferentes. Era normal teniendo en cuenta que éramos nuevas y seríamos la comidilla durante un tiempo.
-Chicos, estas son, mi compañera de cuarto, Alex y su amiga Cyn, son nuevas.
Cuatro pares de ojos se dirigieron hacia nosotras. Había dos chicas y dos chicos y tanto ellas como ellos iban metidos púlcramente en sus uniformes. Olían a colonia cara y uno de ellos, uno rubio, llevaba el pelo engominado hacia atrás.
-Chicas -nos miró a nosotras- estas son Isabel, Spenzer, Diu y Will.Se van a sentar con nosotras, no os importa ¿verdad?
Se produjo un silencio incómodo. Volví a mirar a Cyn, quien tenía la mirada fija en el chico repeinado y este también la estaba mirando a ella con ojos seductores. ¿Estaba ligando?
-Claro que no, no hay ningún problema -Will, el chico de pelo castaño oscuro de ojos verdes me dedicó una sonrisa y se levantó para apartar dos sillas-. Pueden sentarse.
-Gracias -respondimos las dos a la vez.
-¿De dónde sois? -dijo una voz de pito. Tuve que contenerme para no echarme a reír y escupir el desayuno.
-¿Qué? -levanté la cabeza aún con la boca llena. No sabía quién había hablado.
-¿Que de dónde sois? -repitió Isabel.
-Somos de un pueblo de Amsterdam.
-Oh, Amsterdam, tiene que ser muy bonito con todos esos canales, las barcas...
De primera entrada aquella chica me había parecido una estúpida y aún más su amiga, la tal Spencer que nos miraba a Cyn y a mí como si de dos unicornios se tratase. No comprendía qué hacía una chica como Tiffany con aquellas dos.
-Y decirme -Spencer se echó hacia adelante, apoyándose en los codos. Su melena morena casi se le mete en el zumo de uvas que tenía al lado- ¿todas allí lleváis ese pelo o es solo cosa vuestra?
*Será hija de la grandísima ....* Estuve apunto de atragantarme con el último bocado de mi comida. Bajé las manos para que nadie viera que había cerrado los puños. ¿De qué iba esa tía?
Noté la mirada de Cyn en mi nuca y pasó su mano por debajo de la mesa para agarrar la mía. Ella sabía en lo que estaba pensando y no era precisamente nada bueno.
Los demás pudieron notar la tensión que se había creado allí en un segundo. Todos nos miraban a las dos, pero nadie decía nada y yo solo podía pensar en las mil formas de borrarle aquella sonrisa de suficiencia a la chica.
-Son originales.-Me sorprendí al ver que Will fue el que rompió el hielo. Seguía mirándome, con ojos vidriosos y una sonrisa en sus labios. -Aunque estoy seguro de que a ti no te quedaría nada bien el pelo de color lila, hermanita.
Cuando escuché al chico llamarla hermanita, pensé que la mandíbula se me desencajaría. ¿De verdad eran hermanos? ¡Pero si no se parecían en nada! Ella monera, el castaño, ella delgada como un palillo, el musculoso, los ojos de ella eran marrones los de él verdes.
-Esto... será mejor que nos vayamos -dijo Cyn apretándome la mano bajo la mesa- ha sido un placer, ya nos veremos.
Más que caminar junto a Cyn, ella me llevaba a rastras por los pasillos y no dejó de tirar de mí hasta que no llegamos a la puerta de mi habitación.
-¿Qué ha sido eso?
-No tengo ni idea, pero.... ¿de verdad son hermanos? Dios, si él está buenísimo y ella... -hice un gesto con las manos arrugando los dedos- es algo amorfo.
-No lo sé Alex, pero lo mejor será que no nos ganemos enemigos aquí. Coge tus cosas, voy a por mis libros.
Entré en la habitación y consulté mi horario. Los profesores debieron de mandar mi solicitud con las asignaturas que quería cursar según las que estaba cursando allí. A primera hora tenía química. De lo malo, malo, me gustaba aquella asignatura.
Cuando entré en el aula me di cuenta de que en aquella clase solo estaba yo de mis otros nueve compañeros. Me senté en el último pupitre, la gente aún no había terminado de llegar y estaban la mayoría vacíos, pero me hacía a la idea de que los más cercanos a la mesa del profesor estarían ya ocupados.
-Te has sentado en mi sitio, pelirrojilla.
Levanté la cabeza y me encontré a Will, el chico que había conocido en la cafetería hacía un par de minutos.
-No veo tu nombre por ningún lado -contesté haciendo como que buscaba verdaderamente algún lugar en el que estuviera su nombre.
-Muy hábil -me sonrió de lado- esta vez te lo paso, pero a la siguiente... -se agachó para acercar su cara a la mía. Si se pensaba que iba a intimidarme, iba listo.
-¿Qué? -me alcé en mi sitio para quedar aún más pegada a él- ¿me estás amenazando? -le respondí con una sonrisa pilla, de esas que me hacían parecer una chica sexy y atrevida.
-Solo es un aviso -susurró y se marchó.
Me recosté en la silla con un pequeño suspiro mientras ladeaba la cabeza para tener una mejor vista de su culo. *Sí, estás bien bueno*.
El resto de la mañana fue más de lo mismo. A segunda hora tuve biología y me alegré de ver a Chirstian y a Jo, al menos tenía dos caras conocidas con las que hablar hasta que llegara el profesor. Me contaron que lo del día anterior fue un malentendido y que ya estaban bien, pero yo seguía cabreándome el recordar el puñetazo que Christian me había dado en la mandíbula.
A tercera hora tuve Ciencias Ambientales, una de mis asignaturas favoritas. Me gustaba estudiar la naturaleza y los ecosistemas. Era algo que me llamaba mucho la atención.
Después asistí a filosofía; otra de las asignaturas que ocupaban los puestos más altos entre mis preferidas. En esa estaba con Cyn y Mía, con las que me reí muchísimo al ver sus caras de aburrimiento. Estuvieron a punto de quedarse dormidas.
A última hora, tenía entrenamiento, por lo que tuve que subir corriendo a mi habitación a cambiarme el uniforme y ponerme el reglamentario para los entrenos. Tiffany estaba allí, metiendo una muda limpia en una mochila de tela.
-¿Qué haces?
-Preparar la mochila, ¿es que no piensas cambiarte después de entrenar?
-Ah, que ¿tu también entrenas ahora? -me quité la falda y me coloqué el pantalón de chándal. Estaba acostumbrada a las mayas ajustadas y las botas militares del uniforme de la otra escuela, pero aquella también era cómoda-. No lo sabía.
-Sip, los entrenamientos son para todos a la misma hora. Toma, supongo que no tendrás -sacó una mochila negra, similar a la suya, solo que esta tenía el logotipo de Vans en ves de Addidas.
-No, no tengo, gracias. ¿Qué... hay que llevar? El uniforme normal ¿no?
-Sip.
Me hacía gracia sus ¨sip¨, los decía a todas horas, esperaba que no se me pegaran a mí también porque resultaban irritantes.
-¿Vamos? -le pregunté terminando de cerrar las asas de la mochila.
-Ums... ¿y el champoo y el gel y eso? Nos duchamos allí.
-¿¡Todas juntas!? -mi voz sonó más alarmada de lo que me había parecido-. No, no respondas -sacudí las manos mientras iba al cuarto de baño a recoger mis cosas-. No hace falta.
-¿Vergüenza?
-No, es solo que en mi antiguo instituto no teníamos duchas comunes.
-Bueno -se encogió de hombros mientras salía al pasillo y cerraba la puerta con llave- al final, te acabas acostumbrando. Lo siento.
Aquello me pilló desprevenida. ¿Qué sentía? No había hecho nada, ¿no?
-¿Por?
-Por Spencer e Isabel -suspiró con resignación- a veces son muy... ellas.
-Ah -ya se me habían olvidado aquellas dos, aunque ahora que lo mencionaba, tenía oportunidad de hacerle la pregunta que llevaba varias horas rondándome- no pasa nada. Por cierto, ¿Spencer y el otro chico...
-¿Will?
-...Sí, ¿de verdad son hermanos? No se parecen en nada.
-¡Ah! -se echó a reír- sabía que me lo preguntarías.
-¿A sí?
-Sip. Sí, son hermanos, bueno, hermanastros. La madre de Will y el padre de Spencer están casados desde hace un par de años. Will la llama hermanita solo por molestarla. Ella no lo soporta.
-Oms.
*Ya decía yo que ese bombón no podía ser hermano de aquella insípida*. La duda había quedado aclarada y yo ¨podía dormir tranquila¨. Cuando salía mi lado chismoso tenía que saciarlo.
El gimnasio estaba lleno de alumnos. Calculé que la mayoría eran de mi edad, aunque pude ver a un par algo mayores. Localicé a Cyn y a Mía en la otra punta, al lado del resto de compañeros y me despedí de Tiffany para ir con ellos.
-La guerrera ha llegado -pegué un pequeño salto frente a las chicas y la mochila me rebotó en la espalda.
-Justo a tiempo, Daniela quiere darnos otro de sus discursitos -Mía puso los ojos en blanco.
-¿Más? -me dejé caer en el suelo, con la espalda en la pared- Esa tía es una pesada.
-Lo sé, pero es lo que toca.
-¿Qué quiere ahora?
-A saber -se encogió Cyn de hombros-.  Pero vamos, nos ha dicho que vayamos a la esquina, que allí no nos oirá nadie.
Las dos me tendieron sus manos y me impulsaron hacia arriba para levantarme con un salto. Me recordó a cuando era niña y caminaba por la calle con mis padres mientras ambos me balanceaban. Eran recuerdos bonitos con los que me veía obligada a sonreír.
-¿Estamos todos ya? -medio gritó Daniela-. Bien. Como sabéis aquí algunos humanos entrenan. Me he enterado que los mismos seguratas son los profesores, a si es que estar atentos a sus movimientos, podemos aprender de ellos y nos servirá de práctica. ¡Ah! y no destaquéis mucho a la hora del combate -creo que esa vez fue una de las pocas que dijo algo coherente y me asusté a mí misma al estar de acuerdo con ella- nadie puede sospechar nada, a si es que medir vuestras fuerzas y -me dedicó una mirada- controlar vuestra magia. ¿Alguna pregunta?
Ninguno de los nueve restantes nos molestamos en decir o hacer nada, era una perdida de tiempo y todos lo sabíamos.
-Bien, pues eso es todo, podéis iros.
-¿Esta tía de que va? -le susurré a Cyn mientras nos íbamos- De verdad, me cae como una patada en el culo.
-¿Sabes? -se echó a reír- creo que el sentimiento es mutuo, aunque ha tenido razón, no podemos pasarnos... se supone que ¿no sabemos luchar?
-No -le corregí- se supone que somo humanos, solo... que cuando peguemos una patada, lo hagamos con menos dureza.
-Ya... si hay que hacer algo en parejas..
-Sí, me pongo contigo -contesté a su pregunta no formulada.
Me encantaba cortarla de ese modo, era como si nos leyéramos la mente la una a la otra. Llevábamos juntas tanto tiempo que no sería extraño que algún día pudiéramos.
Todos los alumnos estaban colocados en circulo y nosotras nos abrimos un hueco entre ellos. Vi algunas caras conocidas, entre ellas Tiffany y Will. Me sorprendió ver a este último por allí, pensaba que un niño rico como él tendría a gente que le protegiera. Tiffany me saludó con la mano y echó a correr hacia nosotras con entusiasmo. La verdad, aquella chica me caía realmente bien, aunque solo la conocía de un día.
-Hola chicas -nos saludó con energía-. ¿Os importa que me ponga con vosotras?
-Que va -le sonrió Cyn- no hay problema. Oye, explícanos de que va esto, anda.
-Sip, a ver -me di cuenta de que estaba algo nerviosa. No paraba de atusarse la coleta y de enredar con un hilito de su camiseta- el profesor primero suele pasar lista y nos explica un poco cómo irá la clase, luego nos manda a calentar y después hacemos algo de entrenamiento físico. Solemos acabar con pelea.
*Será pan comido*. A pesar de que llevaba algún par de días sin dar palo al agua, porque no había tenido tiempo entre las vacaciones, la graduación, el viaje... no me preocupaba. Los entrenamientos a los que los Wrach nos sometíamos eran bastante duros y estaba segura que en comparación con los de los humanos, estos últimos no serían nada.
La puerta del gimnasio sonó y todos los alumnos se callaron de repente, poniéndose muy rectos en su sitio.
-¡A sí! -nos susurró Tiffany- es un poco estricto, odia que le ignoremos a si es que estar atentas.
-Buenos días alumnos.
-Buenos días -contestaron todos a coro.
Yo decidí pasar del tema. Agaché la cabeza y me puse a pensar en lo cómodas que resultaban aquellas deportivas. *Ojala pudiera llevarlas todos los días a todas horas y no esos estúpidos zapatos que tengo que ponerme con el uniforme*. Seguía algo indignada por no poder vestir con mi propia ropa, aunque si me paraba a pensarlo, la poca ropa que había traído iba a ser suficiente. No como Cyn, que se había traído como unas tres maletas.
-Bien, tengo entendido que hay alumnos nuevos, pasaré lista a si es que cuando diga vuestros nombres dais un paso al frente.
Fue diciendo los nombres de todos mis compañeros, los que habían venido conmigo a la academia desde Amsterdam. Yo, como siempre, era la última a si es que desconecté, hasta que escuché mi nombre y di un paso al frente con la cabeza bien alta.
*¡Dios!* Me quedé helada.
-¿Tú? -susurré.
El profesor se trataba de un chico, pero no cualquier chico. Era al que había conocido la noche que salimos de fiesta en el pueblecito, el que me había quitado a su amigo de encima y nos había invitado a las copas. Era Carter.








miércoles, 12 de febrero de 2014

Capítulo 5.

Uno de los seguratas nos guió a Daniela y a mí hasta nuestro pasillo, nos dio unos papeles que teníamos que rellenar y las llaves de nuestras habitaciones con un llavero en el que ponía un número. Aquello me recordaba a un hotel, solo que con muros de piedra y algo menos acogedor.
El pasillo donde estaban los cuartos de las chicas era enorme, se accedía por unas escaleras en caracol, por lo que supuse que estaría en unas de las torres. El cuelo, a diferencia del resto del instituto, al menos, por las partes en las que había estado, era de madera y crujía con cada paso.
Las chicas iban corriendo todas de un lado para otro llevando sus cosas, estaban eufóricas y yo, sinceramente, me preguntaba el por qué, porque  a mí, después del empezar que había tenido, se me habían quitado todas las ganas de estar allí.
Me paré frente a mi puerta, el número 49. Rezaba para que me tocara con alguna de mis amigas, de las cuales no había vuelto a saber nada desde antes de la pelea.
Tras un largo suspiro de resignación y mentalizada de que esa sería mi nueva vida a partir de aquel momento, giré el picaporte y entré. Me quedé asombrada. Me esperaba algo tipo mazmorra con barrotes en las ventanas, pero no era así. Era bastante amplia, con dos ventanas frente a la puerta que dejaban entrar la claridad. Había dos camas, en una de ellas, la situada a la izquierda, había un par de cosas tiradas, por lo que mi compañera de cuarto ya había estado allí y había escogido sitio donde dormir; lo que me dejaba a mí la cama frente a la puerta, bajo la ventana más grande.
Dejé las maletas al lado de una mesita de noche de madera y cogí el papel informativo que estaba sobre el escritorio de mi lado de la habitación.
Estimados alumnos.
Me alegra darles la bienvenida a este nuevo curso, que, aunque ya está empezado para muchos, para ustedes es el comienzo.
Espero que hayan tenido unas buenas navidades y que tengan un próspero y feliz año nuevo.  También, espero que se adapten lo antes y lo mejor posible a la Academia, queremos que su estancia aquí sea de lo más cómoda posible.
-Hola, tú debes de ser la nueva ¿verdad?
Pegué un respingo cuando me di cuenta de que no estaba sola. Dejé el papel informativo sobre la cama y me di la vuelta para ver quién había sido la persona que me había saludado.
Frente a mí, se encontraba una chica de pelo zanahorio y muy blanca de piel. Tenía algunas pecas repartidas por sus brazos desnudos y una brillante sonrisa en el rostro. Parecía maja.
-Hola -le sonreí- sí, soy la nueva, aunque prefiero que llames Alex -le tendí la mano y ella la estrechó-. ¿Tú eres?
-Alex, bien. Yo soy Tiffany, tú... -miró a su cama- compañera de cuarto.
-Ya veo.
-Puedo ayudarte en lo que necesites -me dedicó una sonrisa amable a la cual yo asentí- si quieres puedo enseñarte esto.
-Bueno, la verdad es que... -me arrasqué la coronilla sin saber qué responder. Quería tener unos minutos a solas, pero si le decía que no, se ofendería- estaba leyendo el papel...
-¿Cuál? ¿El informativo? -se echó a reír y tiró de mi brazo para sacarme fuera de la habitación-. Tranquila, me lo sé de memoria, llevo ya muchos años aquí. Bien, ¿por dónde empezamos?
-No sé -me encogí de hombros sorprendida por su cambio repentino de humor- eres tú la que me lo va a enseñar.
-Cierto -asintió sonriente- pues venga, sígueme.
Bajamos las escaleras, que daban a una  sala llena de sillones y mesas repartidas por todos lados.
-Esta es la sala de descanso -me informó dando una vuelta por la estancia- aquí solemos venir a pasar el rato, aunque claro, a las once hay que estar en las habitaciones, por el toque de queda.
-¿Hay toque de queda?
-Sip, lo sé, es una movida, pero así es este sitio. Venga vamos.
De allí, pasamos por el vestíbulo, atravesándolo de un lado a otro. Quería entretenerme viendo cada detalle, la verdad es que era precioso con su alfombra repleta de colores y sus vidrieras, pero Tiffany no dejaba de meterme prisas. Llegamos a un pasillo ancho, repleto de puertas a los lados, supuse que sería la zona de las aulas.
-Aquí es donde están las clases, son dos pisos, las escaleras están al otro lado -señaló con el dedo índice- pero eso ya puedes verlo en el plano que la Sra. Grant te habrá entregado.
-¿Quién? -pregunté saturada de tanta información.
-La Sra. Grant, la directora. Ya sabes, esa vieja arpía.
-Ah, ya -asentí llena de odio al recordar mi castigo- sí, esa.
-¿Qué pasa?
-Nada -negué restando importancia al asunto, lo que menos quería es que la gente se enterase de que sin comerlo ni beberlo, me había metido en un lío- ¿Seguimos?
-Sí.
Después de aquello, me llevó al comedor, que estaba en la otra punta, también pasando por el vestíbulo y aquello me dio la sensación de que iba a pasar muchas veces por allí. Del comedor, fuimos a los servicios comunes, los cuales, me dijo que ya a penas se usaban, solo para ir al baño entre horas debido a que habían instalado duchas personales en cada habitación; algo que la verdad, lo agradecí. De allí, me llevó al gimnasio, bueno, si a aquello se le podía llamar gimnasio, porque era tan grande que parecía una pista de aterrizaje.
-¡Vaya! -exclamé sorprendida- ¡Es enorme!
-Sip -dejó explotar la p con un ligero silbido-. Debe de serlo, es donde se celebran los bailes.
-¿Bailes? ¿En plural?
-Sí, hay cuatro bailes, uno por cada estación del año, se celebran siempre al acabar la estación.
-Ahm.
La idea era interesante, pero yo nunca había asistido a un baile escolar y estaba segura que no me iban a gustar. A mí me gustaban las fiestas, en las que te lo pasabas bien, bebías y conocías a chicos guapos, no en las que estuviera vigilada por padres o profesores.
-Bueno y también es la zona de entrenamiento.
-¿Qué?
-¿No has leído nada del folleto verdad? -se rió con una de esas risas contagiosas, pero que en aquel momento ni me inmutó.
-Bueno, ya te he dicho que tenía que hacerlo... me has pillado en plena faena.
-Los alumnos nos entrenamos, bueno, algunos, por lo de .... los vampiros, ya sabes -dijo en una voz tan baja que si no hubiera sido por mi sentido auditivo vampírico, no la habría escuchado-. Otros tienen a gente que los proteja, pero los que estamos aquí por becas pues.. ya sabes -se encogió de hombros- no nos queda otra que esforzarnos en todos los aspectos.
Lo más triste es que tenía razón. Había muchas personas que tenían a guarda espaldas que los protegieran mientras que la mayoría tenían que enfrentarse al peligro cara a cara. Por eso estábamos allí los Wrach, para encargarnos de esa mayoría.
Al ver que no decía nada, la chica siguió hablando.
-Pero es divertido, al menos para mí y además, el profesor está buenísimo. Es bastante joven, solo tiene veintitrés tacos.
-Supongo que ya lo veré -me eché a reír al ver su cara, parecía que se le iba a caer la baba.
-¿También estás apuntada?
La verdad es que no sabía que contestar, aquella pregunta me había pillado con la guardia baja. Como me había enterado hacía dos días que vendría a la academia, no sabía qué asignaturas tendría. Por lo que me limité a asentir.
-Bien, bueno pues... - miró el reloj que llevaba en su muñeca- me tengo que ir, he quedado con unas amigas que no veo desde antes de vacaciones. ¿Sabrás llegar sola?
-Ums... sí -vacilé- creo que sí, pero oye, ¿alguien pude decirme el número de habitación de los alumnos? He perdido a una chica que venía conmigo.
-Sí, en recepción -me gritó mientras que salía corriendo.
-Bien -me froté las manos y di una vuelta a mi alrededor para ver por última vez el gimnasio- pues vamos allá.
Entre unas cosas y otras, no fui consciente de lo tarde que era hasta que salí al exterior. El Sol ya no estaba en lo alto, lo que indicaba que había pasado el medio día y yo, no había comido nada desde el desayuno. Mis tripas rugieron con fuerza, pidiéndoles que les diera algo que tomar.
Pregunté a la mujer que se encontraba en la recepción el número de habitación de Cinthya, pero cuando me dirigía a su cuarto, escaleras arriba, me topé con ésta y con Mía, que iban en sentido contrario.
-¡Menos mal! -gritó  Cyn haciendo una mueca de desesperación- ¿Dónde te habías metido? Te hemos estado buscando.
-Calla -la miré de reojo, enfadada al recordar el castigo- ya os contaré. ¿A dónde vais de todos modos?
-No lo sabe -Mía miró a Cyn con una sonrisa- te dije que Daniela no le había dicho nada.
-¿Qué no sé y qué es lo que Daniela no me ha dicho?
-Nos ha reunido a todos en el bosque, tenemos que repartirnos los turnos de guardia, las horas de comida y esas cosas.
-Ya... zorra -espeté aún más enfadada-. Pues vamos.
La verdad es que habría preferido irme a mi cuarto y beberme un vaso de sangre, algo que tendía que ver cómo lo haría ya que estaba compartiendo cuarto con una mundana, pero no le daría esa satisfacción a Daniela.
-¿Con quiénes os ha tocado dormir?
-Nos ha tocado juntas -Cyn me miró con cara de pena, diciéndome a través de la mirada que habría preferido que hubiera sido yo- ¿a ti?
-Con una chica que se llama Tiffany, es maja.
-Vaya, suerte que tienes chica, ¿cómo lo vas a hacer con la sangre?
-No lo sé -negué con la cabeza dándole vueltas al asunto.
-Nuestra puerta está siempre abierta eh -me ofreció Mía con una radiante sonrisa, a la cual yo respondí con otra.
Cuando nos adentramos en el bosque, como un flash-back  el sueño tan escalofriante que había tenido en el
avión, pasó por mi mente. Sólo había sido eso, un sueño, pero lo pasé fatal, aunque a decir verdad, aquel era diferente. Se respiraba tranquilidad y el olor a pino se palpaba en el ambiente. Había hojas secas en el suelo, que crujían con nuestras pisadas y los pájaros cantaban en lo alto de las ramas.
Fuimos las últimas en llegar al pequeño claro donde nos había citado Daniela, ya estaban todos allí, charlando de sus cosas. Se callaron cuando nosotras llegamos.
-Bien, ya estamos todos -dijo Tom esquivando mi mirada- ¿empezamos?
-Sí -asintió Daniela. Odiaba a aquella chica-. Tenemos que repartirnos los turnos de guardia, lo mejor sería que los hiciéramos de dos en dos y por la noche ya que he inspeccionado la zona y hay un gran numero de agentes, con los cuales -estaba andando en círculos, lentamente, pasando por delante de cada uno de los que allí nos encontrábamos- vamos a tener que tener mucho cuidado. Las comidas, es decir, las ingestas de sangre se harán en los turnos de guardia y si hay que salir a cazar, informarme. Bien, los turnos serán...
¿Pero qué estaba pasando allí y qué me había perdido? ¿Quién había puesto al mando a aquella inepta? No es que yo quisiera estar al mando y dirigir la situación, la verdad es que no tenía dotes de líder, pero al menos una votación por parte de todos no habría venido mal.
-Ya -la interrumpí cruzándome de brazos y dando un paso al frente- y ¿quién te ha puesto a ti al mando? Porque que yo sepa nadie.
Todos me miraron sorprendidos. No se esperaban que reaccionara así y eso que era de esperar, porque yo nunca andaba conforme con nada.
-¿Perdona? -preguntó incrédula y roja como un tomate, de la rabia.
-Sí, estás perdonada, pero respóndeme, ¿quién te ha puesto a ti al mando? Porque que yo sepa nadie.
-Si hubieras venido antes... -avanzó con paso decidido hacia mí, con una mirada de odio que sentí cómo me atravesaba.
-Si me hubieras avisado... -me cuadré más en mi sitio.
-Lo he hecho -soltó un bufido parándose frente a mí.
-No, no lo has hecho -intentaba mantener la calma, pero solo quería bajarle los humos con un buen puñetazo- tú lo sabes bien.
-Sí que lo he hecho, además, todos saben que soy la más cualificada para el mando.
-Si bueno, qué pasa ¿no necesitas abuela que te eche flores? -le solté riéndome de la situación.
Aquello la hizo encolerizar más y de no ser porque Tom salió en mi ayuda, habríamos acabado enzarzadas en una pelea.
-Venga, dejarlo ya -me agarró del brazo y tiró de mí hacia atrás- ¿quieres ser tú la que esté al mando Alex? Porque nadie más quiere.
-No, no quiero, solo que creo que al menos deberíamos votar ¿no? -de un movimiento me zafé de él, seguía algo molesta por su reacción de aquella mañana.
-Como te ha dicho, Tonsom -Daniela tenía los labios tan apretados que parecía que no tenía- nadie más quiere.
-Bien -me encogí de hombros y volví a mi sitio, al lado de Cyn.
-¿Se puede saber qué te pasa? -me susurró mi amiga en el oído- ¿Qué bicho te ha picado? Sé que no te cae bien Daniela, pero chica... relájate.
-Si tú supieras...
-Pues cuéntame.
-Luego, esta noche me paso por tu habitación, ahora, vamos a escuchar a la pelma esta.
-Como iba diciendo antes de que nuestra compañera Alex me interrumpiera -me dedicó una mirada repleta de odio, a la cual yo respondí con una sonrisa y levantando la mano para saludar al resto- los turnos serán de dos a dos. Tengo entendido que el toque de queda es a las once, por lo que empezaremos a las doce. Tenemos siete horas que cubrir y somos cinco grupos, por lo que cada día dos de esos grupos, cubrirá dos horas. ¿Entendido? -nadie respondió- Bien, pues eso, las parejas son: Cinthya y Christian, Mía y Jo, Yum y Caleb, Tom y Alex y Martin y yo.
Inevitablemente, desvié la mirada hacia Tom, quien también me estaba mirando. No tenía ningún problema en hacer las guardias con él, pero iba a ser una situación muy incómoda y ambos lo sabíamos.
Daniela se recreó un poco más diciendo cosas sin importancia, solo para hacernos ver que ¨entendía¨ de lo que hablaba. Para cuando acabó, ya era de noche. Como era el primer día y estábamos agotados, empezaríamos con la vigilancia al día siguiente.
Me fui corriendo a mi habitación, cruzando los dedos para que Tiffany, mi compañera de cuarto, no estuviera allí y poder tomar algo de sangre. Mis plegarias habían sido escuchadas, estaba sola. Por lo que tan rápido como pude, saqué la  botella llena del líquido rojo y me metí en el servicio por si acaso llegaba en plena faena, pero no fue así.
Me senté en la cama y seguí leyendo la información, estaba llena de cosas que me parecieron chorradas, pero cuando llegué a la parte de los uniformes, casi me dio un ataque al corazón.
.... los uniformes son obligatorios para todos los alumnos durante las horas lectivas, exceptuando los viernes, sábados y domingo. Para sus clases de entrenamiento, tiene el segundo uniforme. Los encontrará ambos en su armario.
*¿Uniformes? ¿En serio?* Nunca había llevado uniforme, pero me parecían degradantes. No  dejaban expresarte ni ser como realmente eras. A pesar de que estaba indignada, la curiosidad me pudo y abrí el armario. Había cinco uniformes formados por una falda negra de tuvo, una blusa blanca y una americana negra con el escudo de la academia y otros cinco compuestos de unas mayas negras y camisetas de manga corta de color blanca.
-Muy guapa sí -puse los ojos en blanco y me volví a tumbar en la cama.
A pesar de que le había dicho a Cyn que me pasaría por su habitación, me interesaba más leer aquella información que parecía no acabar nunca. Repetía las cosas una y otra vez, sobre todo las infracciones y los toque de queda, incluso decía que no llevar el uniforme durante las horas lectivas, estaría penalizado con un castigo.
No sé cuanto más seguí leyendo, solo que llegó un punto en el que veía las letras borrosas y lo siguiente que recuerdo es quedarme dormida con la boca abierta.





domingo, 9 de febrero de 2014

Capítulo 4.

A la mañana siguiente, cuando me desperté, tenía un dolor de cabeza atroz. Era como si alguien estuviera pegándome golpes en las paredes de mi cerebro una y otra vez.
Me desperecé en la cama con un ruido gutural procedente de mi garganta. Tenía la boca pastosa y los sentidos algo embotados, signos claro de una resaca procedente de una buena noche de juerga.
Me incliné sobre el codo para ver a mis dos compañeras de cuarto, las cuales dormían profundamente en sus respectivas camas. Mié el reloj de mi móvil y vi que eran las siete de la mañana, una buena hora para hacerles una trastada.
Me levanté sigilosamente con la almohada entre las manos y justo cuando estaba entre medias de las dos, empecé a pegarles con ella.
-¡Arriba! ¡Vamos, vamos dormilonas! -grité entre risas- ¡Son las siete de la mañana!
La verdad es que mis gritos podrían haber despertado a todo el hostal y a parte del vecindario, por no añadir que me estaban perforando la cabeza, pero ver el bote que las dos pegaron, fue algo que lo compensó.
-¡Me cago en todo Alexandra! -Cyn me miró muy enfadada- ¿Qué quieres?
-Nada -me encogí de hombros- que son las siete y en una hora tenemos que estar abajo.
-Y ¿para eso nos despiertas así? -en su voz había un claro todo de impotencia, que me obligó a sonreír aún más.
-Sip. Me voy a la ducha.
Cogí mis cosas y me metí en el cuarto de baño. La esponja, champoo, gel, muda limpia y un jersey de lana gorda con un estampado étnico y unos pantalones desgastados.
Mientras me duchaba, no pude evitar recordar mi momento con Tom en el pasillo. Sabía que podía ser muy chulo y hacerse el chico ligón conmigo, eran sus bromas continuas, pero nunca pensé que llegaría a besarme.
-¿Qué haces Tom? -le pregunté ruborizada separándolo de mí.
-Besarte. ¿No es obvio?
-Sí, eso ya me he dado cuenta, pero sabes que yo... que no siento nada por ti más allá de la amistad.
-Lo sé, pero después de esta noche... -el chico vaciló cabizbajo- pensé que querías.
-Tom...
-No, no sigas -me interrumpió dándose la vuelta para entrar en su habitación- lo he captado. Lo siento y buenas noches.
Cuando recordaba la cara con la que me había mirado, se me partía el alma. Cuando él y yo estuvimos saliendo le quería, había amor, pero eso ya había acabado y él parecía no pillarlo.
-En fin.. -suspiré.
Estaba terminando de aclararme el pelo, cuando el agua salió de repente helada, vamos, que un poco más y salían carámbanos de hielo. Chillé al notar el gélido tacto del líquido sobre mi piel y luego escuché unas risas procedentes detrás de la puerta.
-¿¡Estás bien!? -las dos chicas estaban riéndose a carcajadas sonoras.
A pesar de que no había nadie y sabía que no podían verme, miré de reojo a la puerta. Si las miradas matasen, aquellas dos ya estarían bajo tierra.
-Sí, el agua fría viene bien para el cutis -respondí con rabia.
El poder de Mía también era el del agua, por lo que no sabía cuál de las dos había tenido esa genial idea, pero de todos modos, no podía reprocharles nada, yo también les había gastado una broma.
-Muy graciosas -dije saliendo ya duchada y vestida del cuarto de baño con una toalla en la cabeza-. He de reconocer que ha sido buena. ¿Quién a sido?
Las dos cómplices se miraron sonrientes y posteriormente se giraron hacia mí, ahí deduje que no me lo dirían.
-Está bien -levanté las manos en señal de disculpa-. Ha sido buena, me lo merecía.
-Claro que te lo merecías -Mía me miró divertida mientras cogía sus cosas para entrar en el baño.
-Estoy de acuerdo con ella -asintió Cyn.
-A hora qué ¿las dos conspiráis contra mi? -pregunté ofendida mientras sacaba una botella de sangre de litro y medio de mi maleta- porque eso no es justo.
Estaba muerta de hambre. A pesar de que había comido algo de comida, no era lo mismo el beber sangre, la necesitábamos. Podíamos sobrevivir sin ella unos cuantos de días, pero cuando el hambre atacaba, había que combatirlo.
-¿Quieres? -le ofrecí la botella a Mía que la miraba con ojos golosos-. Es de ciervo, creo.
-Sí porfa -la cogió y le dio un par de tragos- se me olvidó guardarla y la dejé en la encimera de mi casa.
-Menos mal que está mamá Alex aquí -me burlé mientras sacaba un paquete de embutidos y queso para hacerme un sándwich-. ¿Quieres uno?
-Vale -se encogió de hombros sonriente.
Hice los dos sándwiches, de pavo y queso. Eran mis favoritos, sobre todo cuando el queso estaba fundido y se salía por los bordes y aunque allí no había sandwichera, no era un problema para mí.
Coloqué los dos en las palmas de mis manos y los calenté.
-Toma -se lo tendí.
-¡Qué pasada!, siempre me ha gustado tu poder.
-Gracias -respondí con la boca llena- el tuyo también está bien. Hacéis unos trucos impresionantes.
-Sí, no te lo discuto, pero el fuego es el fuego..
Mía era una chica simpática, la verdad, me preguntaba por qué nos habíamos dejado de llevar, aunque esperaba que pudiéramos recobrar esa amistad pasada.
Nos terminamos el desayuno en silencio, esperando a que Cyn saliera del baño para que luego pudiera entrar Mía, aunque por suerte, esta última no tardaba tanto como nosotras dos.
Tras recoger todo lo desperdigado por la habitación, nos bajamos al vestíbulo a esperar al resto, solo eran las ocho menos diez, pero tampoco es que fuéramos a hacer nada distinto en la habitación de lo que haríamos allí abajo.
Fuimos las primeras en llegar. Los demás fueron llegando a medida que el tiempo iba pasando. Marta, que a pesar de ser recta e imponer respeto, nos preguntó qué tal nos fue la noche. Tanto Mía, como Cyn y yo, nos miramos y nos echamos a reír recordando los momentos que habíamos pasado la noche anterior. Ella nos dijo que volvía de nuevo a Amsterdam, que nosotros iríamos solos a la academia, la cual nos mandaría los coches, aunque mi atención se desvió de la conversación cuando Tom apareció por la puerta.
Nuestras miradas se cruzaron, solo unos instantes, pero lo suficiente para ruborizarme. Me daba vergüenza, no el hecho de que me besara, si no que probablemente nuestra amistad estaba en juego. Tras unos segundos, él agachó la cabeza y salió a la calle. *Menudo marrón... si es que, todo me pasa a mí*. Decidí seguirlo, a pesar de que algunas veces era un plasta, me caía genial y no quería que las cosas acabaran mal por un beso tonto.
-Oye Tom... -le llamé cerrando la puerta.
-¿Sí?
Fuera hacía un frío insoportable. Di gracias a que había cogido el jersey de lana y los guantes.
-Lo de anoche... -no sabía como empezar. Me arrebujé más en el abrigo, pensando en las palabras exactas- lo del beso...
-Alex -me cortó con brusquedad sin tan siquiera mirarme a la cara. Él se encontraba de espaldas a mí- está bien. Estaba borracho e hice una estupidez, ya está.
-Sí, pero no quiero que..
-¡He dicho que ya está! -se canteó hacia mí con ojos amenazantes.
Pegué un respingo, la verdad es que me había asustado. Yo había ido con toda la buena intención del mundo y resulta que ¿él se iba a poner así? Bien.
-Vale -respondí con brusquedad y me fui de nuevo al vestíbulo.
Los demás estaban cogiendo sus maletas y dirigiéndose a la entrada. Nos íbamos. Me despedí de la tutora y ella me deseó suerte. Creo recordar que esa vez fue la única que la vi tan amable conmigo, después de todo, yo no solía caerles muy bien a los profesores.
Cyn notó que estaba de mal humor, algo razonable teniendo en cuenta cómo se había portado Tom conmigo.
-¿Qué pasa? -me susurró mientras esperábamos a los coches que nos llevarían a la academia.
-Nada.
-Alex... -insistió. Me conocía demasiado bien.
-Es Tom -reconocí con un suspiro- luego te cuento ¿vale? No me apetece hablar ahora sabiendo que probablemente tenga la oreja puesta en nuestra conversación.
-Bien -asintió apretando mi hombro con su mano en señal de apoyo.
Llevábamos como media hora esperando, ya algo desesperado, al menos yo, no me gustaba que me hicieran esperar, cuando tres Todoterrenos negros con los cristales tintados se pararon frente a nosotros. Cada uno llevaba un logotipo en una de las puertas laterales. Era un escudo de color burdeos con un águila con las alas extendidas en el medio y justo abajo, con color dorado se leía: Academia Richarford.
Cinthya y yo nos miramos, con una cara de clara complicidad y nos sonreímos la una a la otra.
Dos hombres y una mujer, vestidos con gabardinas negras, descendieron de los coches.
-Ustedes son los nuevos alumnos ¿no es así? -dijo uno de los hombres, el más alto.
Nadie respondió. Pensé que ninguno se atrevería a contestar, ya que Marta se había marchado  hacia el aeropuerto, pero Caleb, un chico corpulento de pelo rubio fue el que habló.
-Así es señor -asintió.
-Bien, pues repartiros en los coches, nos vamos.
Volví a mirar a Cyn y esta asintió. A veces era como si nos leyéramos la mente la una a la otra, simplemente con una mirada, nos entendíamos a la perfección.
En mi coche, iban también Cyn, Caleb y Daniela, todos íbamos en un absoluto silencio. Conducía la mujer. Me pareció alguien muy seria, con una coleta corta muy tirante y el mentón siempre rígido. Me preguntaba si no le dolerían los hombros de ir tan recta.
-¿Queda mucho? -preguntó  Caleb.
Sinceramente me sorprendió que se atreviera a hablar teniendo en cuenta la cara que tenía aquella señora. Ésta no le contestó, simplemente se limitó a negar con la cabeza, pero finalmente hablo.
-No, no mucho, estamos a media hora.
*¿¡Y eso no es mucho!?* Estaba desesperada, quería llegar ya y ver el panorama. Me imaginaba un sitio moderno, lleno de colores y con spá. Sí, me lo imaginaba con un spá, no sé por qué, quizás porque asemejaba a los ricos con ese tipo de cosas.
El camino por el que íbamos era de graba y se notaban los baches cuando pasábamos por encima de ellos, di gracias a que no era demasiado alta y de no ir dándome con la cabeza en el techo. A medida que íbamos avanzando, los árboles estaban más y más juntos, hasta el punto en el que entre ellos a penas había espacio. No me cabía duda, estábamos en un bosque. *Genial, alejados de la mano de Dios*. A pesar de que me gustaba la naturaleza y aquello suponía un punto a la hora de tener que ir de caza, no pensé que fuéramos a estar tan separados de la civilización, aunque claro, tenía que reconocer que aquello era una ventaja a la hora de protegerse de los hijos de la noche.
Aquel vieja se me estaba haciendo demasiado pesado, estaba cansada y algo revuelta, no había tenido que desayunar. Miré a Cyn, en busca de algo de distracción, pero ésta estaba con la cabeza apoyada en el reposacabezas, dormida y con la boca abierta. Al verla de aquella forma no pude evitar reírme, aunque me tapé la boca con las manos para que nadie me escuchara.
-Ya estamos chicos -nos informó la mujer con suma seriedad.
Con curiosidad, me pegué al cristal de la puerta para poder ver más allá y cuando lo hice, todas las expectativas que tenía sobre el lugar, se me vinieron a los pies. No no era nada parecido a lo que yo me había imaginado.
Se trataba de un castillo gris y pude distinguir, hasta donde mi vista de vampiro me permitía, que en algunas zonas había musgo e hiedra.
-¿Es esto? -no pude esconder el asombro de mi voz.
Aún estábamos algo lejos, solo se veía a gran torre central, pero aún así, solo de pensar que tendría que pasar un año entero allí, un escalofría me recorrió el cuerpo.
El primer coche se paró en mitad del camino, aún faltaba un pequeño trecho por recorrer hasta la puerta principal, pero ahí acababa la calzada.
-Hasta aquí os puedo traer chicos -dijo la mujer bajándose del coche.
Cyn aún seguía dormida, a si es que la desperté para ir a recoger nuestras maletas.
-Eh, Cyn -le di unos pequeños toques en el hombro- ya hemos llegado.
-¿Qué? ¿Eh? -se despertó aturdida mirando a todos lados y eso me causó gracia.
-Que ya hemos llegado.
-¿A donde? -se rascó los ojos para quitarse el sueño de encima.
-¿Cómo que a dónde? -me reí- anda, baja del coche .
La mujer nos ayudó a sacar nuestras maletas del maletero. Era bastante fuerte para ser una humana normal y corriente, supuse que pertenecería a la seguridad de la academia.
Conforme nos íbamos acercando, las exclamaciones de asombro de mis compañeros  y mías iban siendo cada vez mayores. Debía de reconocer, que aquel lugar era impresionante y a pesar de tener cientos de años -o al menos, eso aparentaba- se veía muy bien conservado.
Al parecer, no éramos los únicos que llegaban ese día. Más chicos y chicas llegaban con sus padres en los coches. Coches que para que yo tuviera uno, tendría que empeñar un riñón para conseguirlo.
-Esto es una pasada -susurré.
-Lo es -asintió Mía, que tuvo que andar un poco más deprisa para alcanzarme- nunca me lo habría imaginado así.
-¿A que no? Yo tampoco.
-A mí me da escalofríos -Cyn arrugó la nariz para corroborar su afirmación.
-Venga, no seas tonta -le sonreí dándole un leve empujón en el brazo- nos lo pasaremos bien, además, llevamos ventaja sobre el resto en las materias.
Eso era cierto. Los Wrachs entrábamos un año antes en el colegio que los mundanos, debido a esta prueba final a la que estábamos sometidos. Sería mucha casualidad que diez alumnos nuevos llegaran de fuera a un colegio en el que nunca han estado y que todos ellos fueran repetidores ¿no? Al menos eso opinaba yo.
Estaba tan impresionada con todo lo que mis ojos veían, que no me di cuenta que justo delante de mí, había empezado una pelea. Jo Lim y Christian Marcus estaban dando voces y con los puños en alto.
-¡Eres gilipollas! -gritó Jo.
-¿Yo? ¡Has sido tú! -le respondió el otro con el puño en alto.
De no ser porque Daniela y Tom se encontraban agarrando a los chicos, habrían empezado a pegarse puños, pero ni Daniela ni Tom eran lo suficientemente fuertes como para detenerlos y el resto de alumnos ya iban varios metros por delante, a si es que al ver que necesitaban ayuda, solté mis cosas y corrí hacia Tom, que sujetaba a Chirstian.
-¿Qué pasa? -le pregunté asustada.
-¡No lo sé, tú solo ayúdame!
Los dos tirábamos de Marcus, pero este era demasiado fuerte. Medía como dos metros y su complexión robusta no nos ayudaban para nada. Por más que intentaba tirar de él, no había manera, por lo que le solté y me puse en medio de los dos chicos con los brazos extendidos para evitar que avanzasen más.
-¿¡Queréis parar!?
-¡Ha sido él! -a pesar de que le empujaba con todas mis fuerzas, Christian seguía avanzando.
-¡Me da igual! ¡Parad los dos de una...
No me dio tiempo a acabar la frase. Recibí un puñetazo en la mandíbula que me tiró al suelo de espaldas. Dolía, pero estaba acostumbrada a que me dieran patadas y puños, aunque cuando lo hacían la cosa no acababa bien, no para mí, sino para el otro.
Enfadada, noté cómo la ira crecía en mí y sin poder controlarlo, hice que una llamarada de fuego creciera entre los dos chicos. Tanto Christian como Jo, retrocedieron de inmediato con los ojos como platos. Tom me miró, diciéndome que parase, que ya estaba bien, pero sabía que si hacía que la llama cesara aquellos dos volverían a discutir.
No estaba por la labor de hacerlo, pero tuve que obligarme a parar cuando escuché un ruido y un par de voces que se acercaban hacia nosotros. Hice que desapareciera justo a tiempo, cuando dos hombres vestidos de negro aparecieron tras la esquina de uno de los extremos del castillo, corriendo hacia nosotros.
-¿¡Se puede saber qué pasa aquí!? -preguntó enfadado uno de ellos.  Le reconocí, era uno de los hombres que habían ido a por nosotros al hostal.
-No, no ha pasado nada -Tom se separó de Christian y se acercó para ayudarme a levantarme, pero rechacé su oferta, podía yo sola.
-¿No ha pasado nada? -repitió el hombre con un tono irónico- Y esta chica -me miró de soslayo mientras me sacudía los pantalones- estaba en el suelo porque no ha pasado nada ¿verdad?
-¡Eh! ¡Que yo solo los estaba separando! -salté a la defensiva.
-Los cinco, coger vuestras cosas y acompañarnos.
-Pero... -proseguí.
-¡Que no sigáis he dicho!
Resignada y cabreada, cogí mis maletas del suelo e hice lo que nos pidió. Me llevé la mano a la mandíbula, donde Christian me había pegado el puñetazo, ya a penas me dolía y con suerte, en unas horas la hinchazón desaparecería.
-¿Estás bien? -Christian se acercó a mí preocupado- lo siento, tú no eras mi objetivo.
-Ya, pues explícale eso al tío que ha venido a por nosotros -respondí con brusquedad.
Christian Marcus era un tipo que me caía realmente bien, no teníamos mucha relación, solo la de la escuela, pero siempre que había necesitado ayuda con los trabajos o en los entrenamientos, él había estado dispuesto a prestármela. Tenía el pelo largo y de color bronce, desde que lo conocía lo había tenido así y normalmente lo solía llevar recogido en una coleta baja, como en ese momento.
Los dos hombres nos guiaron por pasillos enmoquetados y llenos de lámparas de gas colgando en las paredes. Si me hubieran dicho que volviera por el mismo camino, me habría perdido, lo único a donde sabía llegar era al gran vestíbulo. Seguimos andando un par de minutos más hasta que ambos se pararon frente a una puerta de doble filo de madera oscuro. La abrieron y entraron con nosotros detrás.
Me quedé impresionada. Era una sala enorme, comparado con mi casa... eran dos casas. El suelo estaba cubierto con una alfombra que recubría hasta el último hueco de la sala. Había estanterías repletas de libros por todos lados, la única señal de que allí había una pared, era el techo. En el centro de la sala había un escritorio caoba con un sillón de cuero detrás, donde había... una mujer.
-No sé si daros la bienvenida después del recibimiento que le habéis hecho a esta escuela- la mujer extendió los brazos para abarcar el lugar.
Se hizo un silencio en la sala, ni siquiera se oía el aleteo de un mosca. La mujer nos estaba mirando atentamente con ojos de gato. Era blanca, demasiado, de no ser porque escuchaba el latir de su corazón, habría dicho que se trataba de una Marwolaeth y estaba segura de que mis compañeros estaban pensando los mismo. Tenía la cabeza apoyada en sus manos, con los dedos entrecruzados dejando ver unas largas uñas de color rojo sangre. No podría decir cuál era su edad, pero apostaba a que pasaba de los treinta.
-Bien, ¿alguien puede explicarme lo que ha pasado?
Por si quedaba alguna duda, sí, se trataba de la directora de la Academia Richarford.
-Ha... ha sido un malentendido señora -Jo dio un paso hacia delante con la cabeza gacha.
-¿Cómo dices? ¿Un malentendido? Los malentendidos se solucionan con el don de la palabra, no a puñetazos, como el que por lo que veo -clavó su mirada felina en mí e instintivamente me llevé la mano a la mandíbula, que estaba algo caliente por el golpe- ha habido alguno que otro.
-Esto solo ha sido -me adelanté a decir, pero levantó la mano para callarme y así lo hice.
-Esta es una academia pacífica -*Sí, en la que los alumnos se esconden de los vampiros a los que se encargan de matar sus seguratas. Vamos, lo que viene siendo el centro de la paz mundial*- y quiero que siga así. Las peleas están prohibidas y sancionadas, por lo que ustedes tres serán castigados.
¿Tres? Miré a mis compañeros y los conté a pesar de que estaba segura de que éramos cinco, pero me chocó mucho su comentario.
-¿Tres? -la miré sin comprender.
-Sí, señorita.... -miró un papel que tenía en su escritorio y volvió a mirarme- Tomson. No se pensará que usted quedará impune ¿verdad?
-¿Qué? -di un paso hacia delante, sorprendida- Pero si yo solo estaba intentando separar.
-Su cara no me indica eso -me sonrió con malicia-.Como es la primera vez que ocurre esto, la sanción no será muy dura y seré compasiva. Mañana comienzan las clases, vengan al terminar la jornada lectiva los dos chicos implicados en la pelea y usted, señorita Tomson y les diré sus castigos. Ahora -nos señaló la puerta con sus afiladas uñas- pueden retirarse.
No me lo podía creer. ¿Qué se suponía que había hecho yo? ¿Intentar separarlos? y ¿por eso me castigaban? Estaba enfadada e indignada, para una vez que no era yo la causante de los problemas, me castigaban. Apreté los puños a los lados y salí del despacho con la cabeza alta y los labios fruncidos.
*Menuda forma de empezar el curso Alex, te estás luciendo*.