domingo, 9 de febrero de 2014

Capítulo 4.

A la mañana siguiente, cuando me desperté, tenía un dolor de cabeza atroz. Era como si alguien estuviera pegándome golpes en las paredes de mi cerebro una y otra vez.
Me desperecé en la cama con un ruido gutural procedente de mi garganta. Tenía la boca pastosa y los sentidos algo embotados, signos claro de una resaca procedente de una buena noche de juerga.
Me incliné sobre el codo para ver a mis dos compañeras de cuarto, las cuales dormían profundamente en sus respectivas camas. Mié el reloj de mi móvil y vi que eran las siete de la mañana, una buena hora para hacerles una trastada.
Me levanté sigilosamente con la almohada entre las manos y justo cuando estaba entre medias de las dos, empecé a pegarles con ella.
-¡Arriba! ¡Vamos, vamos dormilonas! -grité entre risas- ¡Son las siete de la mañana!
La verdad es que mis gritos podrían haber despertado a todo el hostal y a parte del vecindario, por no añadir que me estaban perforando la cabeza, pero ver el bote que las dos pegaron, fue algo que lo compensó.
-¡Me cago en todo Alexandra! -Cyn me miró muy enfadada- ¿Qué quieres?
-Nada -me encogí de hombros- que son las siete y en una hora tenemos que estar abajo.
-Y ¿para eso nos despiertas así? -en su voz había un claro todo de impotencia, que me obligó a sonreír aún más.
-Sip. Me voy a la ducha.
Cogí mis cosas y me metí en el cuarto de baño. La esponja, champoo, gel, muda limpia y un jersey de lana gorda con un estampado étnico y unos pantalones desgastados.
Mientras me duchaba, no pude evitar recordar mi momento con Tom en el pasillo. Sabía que podía ser muy chulo y hacerse el chico ligón conmigo, eran sus bromas continuas, pero nunca pensé que llegaría a besarme.
-¿Qué haces Tom? -le pregunté ruborizada separándolo de mí.
-Besarte. ¿No es obvio?
-Sí, eso ya me he dado cuenta, pero sabes que yo... que no siento nada por ti más allá de la amistad.
-Lo sé, pero después de esta noche... -el chico vaciló cabizbajo- pensé que querías.
-Tom...
-No, no sigas -me interrumpió dándose la vuelta para entrar en su habitación- lo he captado. Lo siento y buenas noches.
Cuando recordaba la cara con la que me había mirado, se me partía el alma. Cuando él y yo estuvimos saliendo le quería, había amor, pero eso ya había acabado y él parecía no pillarlo.
-En fin.. -suspiré.
Estaba terminando de aclararme el pelo, cuando el agua salió de repente helada, vamos, que un poco más y salían carámbanos de hielo. Chillé al notar el gélido tacto del líquido sobre mi piel y luego escuché unas risas procedentes detrás de la puerta.
-¿¡Estás bien!? -las dos chicas estaban riéndose a carcajadas sonoras.
A pesar de que no había nadie y sabía que no podían verme, miré de reojo a la puerta. Si las miradas matasen, aquellas dos ya estarían bajo tierra.
-Sí, el agua fría viene bien para el cutis -respondí con rabia.
El poder de Mía también era el del agua, por lo que no sabía cuál de las dos había tenido esa genial idea, pero de todos modos, no podía reprocharles nada, yo también les había gastado una broma.
-Muy graciosas -dije saliendo ya duchada y vestida del cuarto de baño con una toalla en la cabeza-. He de reconocer que ha sido buena. ¿Quién a sido?
Las dos cómplices se miraron sonrientes y posteriormente se giraron hacia mí, ahí deduje que no me lo dirían.
-Está bien -levanté las manos en señal de disculpa-. Ha sido buena, me lo merecía.
-Claro que te lo merecías -Mía me miró divertida mientras cogía sus cosas para entrar en el baño.
-Estoy de acuerdo con ella -asintió Cyn.
-A hora qué ¿las dos conspiráis contra mi? -pregunté ofendida mientras sacaba una botella de sangre de litro y medio de mi maleta- porque eso no es justo.
Estaba muerta de hambre. A pesar de que había comido algo de comida, no era lo mismo el beber sangre, la necesitábamos. Podíamos sobrevivir sin ella unos cuantos de días, pero cuando el hambre atacaba, había que combatirlo.
-¿Quieres? -le ofrecí la botella a Mía que la miraba con ojos golosos-. Es de ciervo, creo.
-Sí porfa -la cogió y le dio un par de tragos- se me olvidó guardarla y la dejé en la encimera de mi casa.
-Menos mal que está mamá Alex aquí -me burlé mientras sacaba un paquete de embutidos y queso para hacerme un sándwich-. ¿Quieres uno?
-Vale -se encogió de hombros sonriente.
Hice los dos sándwiches, de pavo y queso. Eran mis favoritos, sobre todo cuando el queso estaba fundido y se salía por los bordes y aunque allí no había sandwichera, no era un problema para mí.
Coloqué los dos en las palmas de mis manos y los calenté.
-Toma -se lo tendí.
-¡Qué pasada!, siempre me ha gustado tu poder.
-Gracias -respondí con la boca llena- el tuyo también está bien. Hacéis unos trucos impresionantes.
-Sí, no te lo discuto, pero el fuego es el fuego..
Mía era una chica simpática, la verdad, me preguntaba por qué nos habíamos dejado de llevar, aunque esperaba que pudiéramos recobrar esa amistad pasada.
Nos terminamos el desayuno en silencio, esperando a que Cyn saliera del baño para que luego pudiera entrar Mía, aunque por suerte, esta última no tardaba tanto como nosotras dos.
Tras recoger todo lo desperdigado por la habitación, nos bajamos al vestíbulo a esperar al resto, solo eran las ocho menos diez, pero tampoco es que fuéramos a hacer nada distinto en la habitación de lo que haríamos allí abajo.
Fuimos las primeras en llegar. Los demás fueron llegando a medida que el tiempo iba pasando. Marta, que a pesar de ser recta e imponer respeto, nos preguntó qué tal nos fue la noche. Tanto Mía, como Cyn y yo, nos miramos y nos echamos a reír recordando los momentos que habíamos pasado la noche anterior. Ella nos dijo que volvía de nuevo a Amsterdam, que nosotros iríamos solos a la academia, la cual nos mandaría los coches, aunque mi atención se desvió de la conversación cuando Tom apareció por la puerta.
Nuestras miradas se cruzaron, solo unos instantes, pero lo suficiente para ruborizarme. Me daba vergüenza, no el hecho de que me besara, si no que probablemente nuestra amistad estaba en juego. Tras unos segundos, él agachó la cabeza y salió a la calle. *Menudo marrón... si es que, todo me pasa a mí*. Decidí seguirlo, a pesar de que algunas veces era un plasta, me caía genial y no quería que las cosas acabaran mal por un beso tonto.
-Oye Tom... -le llamé cerrando la puerta.
-¿Sí?
Fuera hacía un frío insoportable. Di gracias a que había cogido el jersey de lana y los guantes.
-Lo de anoche... -no sabía como empezar. Me arrebujé más en el abrigo, pensando en las palabras exactas- lo del beso...
-Alex -me cortó con brusquedad sin tan siquiera mirarme a la cara. Él se encontraba de espaldas a mí- está bien. Estaba borracho e hice una estupidez, ya está.
-Sí, pero no quiero que..
-¡He dicho que ya está! -se canteó hacia mí con ojos amenazantes.
Pegué un respingo, la verdad es que me había asustado. Yo había ido con toda la buena intención del mundo y resulta que ¿él se iba a poner así? Bien.
-Vale -respondí con brusquedad y me fui de nuevo al vestíbulo.
Los demás estaban cogiendo sus maletas y dirigiéndose a la entrada. Nos íbamos. Me despedí de la tutora y ella me deseó suerte. Creo recordar que esa vez fue la única que la vi tan amable conmigo, después de todo, yo no solía caerles muy bien a los profesores.
Cyn notó que estaba de mal humor, algo razonable teniendo en cuenta cómo se había portado Tom conmigo.
-¿Qué pasa? -me susurró mientras esperábamos a los coches que nos llevarían a la academia.
-Nada.
-Alex... -insistió. Me conocía demasiado bien.
-Es Tom -reconocí con un suspiro- luego te cuento ¿vale? No me apetece hablar ahora sabiendo que probablemente tenga la oreja puesta en nuestra conversación.
-Bien -asintió apretando mi hombro con su mano en señal de apoyo.
Llevábamos como media hora esperando, ya algo desesperado, al menos yo, no me gustaba que me hicieran esperar, cuando tres Todoterrenos negros con los cristales tintados se pararon frente a nosotros. Cada uno llevaba un logotipo en una de las puertas laterales. Era un escudo de color burdeos con un águila con las alas extendidas en el medio y justo abajo, con color dorado se leía: Academia Richarford.
Cinthya y yo nos miramos, con una cara de clara complicidad y nos sonreímos la una a la otra.
Dos hombres y una mujer, vestidos con gabardinas negras, descendieron de los coches.
-Ustedes son los nuevos alumnos ¿no es así? -dijo uno de los hombres, el más alto.
Nadie respondió. Pensé que ninguno se atrevería a contestar, ya que Marta se había marchado  hacia el aeropuerto, pero Caleb, un chico corpulento de pelo rubio fue el que habló.
-Así es señor -asintió.
-Bien, pues repartiros en los coches, nos vamos.
Volví a mirar a Cyn y esta asintió. A veces era como si nos leyéramos la mente la una a la otra, simplemente con una mirada, nos entendíamos a la perfección.
En mi coche, iban también Cyn, Caleb y Daniela, todos íbamos en un absoluto silencio. Conducía la mujer. Me pareció alguien muy seria, con una coleta corta muy tirante y el mentón siempre rígido. Me preguntaba si no le dolerían los hombros de ir tan recta.
-¿Queda mucho? -preguntó  Caleb.
Sinceramente me sorprendió que se atreviera a hablar teniendo en cuenta la cara que tenía aquella señora. Ésta no le contestó, simplemente se limitó a negar con la cabeza, pero finalmente hablo.
-No, no mucho, estamos a media hora.
*¿¡Y eso no es mucho!?* Estaba desesperada, quería llegar ya y ver el panorama. Me imaginaba un sitio moderno, lleno de colores y con spá. Sí, me lo imaginaba con un spá, no sé por qué, quizás porque asemejaba a los ricos con ese tipo de cosas.
El camino por el que íbamos era de graba y se notaban los baches cuando pasábamos por encima de ellos, di gracias a que no era demasiado alta y de no ir dándome con la cabeza en el techo. A medida que íbamos avanzando, los árboles estaban más y más juntos, hasta el punto en el que entre ellos a penas había espacio. No me cabía duda, estábamos en un bosque. *Genial, alejados de la mano de Dios*. A pesar de que me gustaba la naturaleza y aquello suponía un punto a la hora de tener que ir de caza, no pensé que fuéramos a estar tan separados de la civilización, aunque claro, tenía que reconocer que aquello era una ventaja a la hora de protegerse de los hijos de la noche.
Aquel vieja se me estaba haciendo demasiado pesado, estaba cansada y algo revuelta, no había tenido que desayunar. Miré a Cyn, en busca de algo de distracción, pero ésta estaba con la cabeza apoyada en el reposacabezas, dormida y con la boca abierta. Al verla de aquella forma no pude evitar reírme, aunque me tapé la boca con las manos para que nadie me escuchara.
-Ya estamos chicos -nos informó la mujer con suma seriedad.
Con curiosidad, me pegué al cristal de la puerta para poder ver más allá y cuando lo hice, todas las expectativas que tenía sobre el lugar, se me vinieron a los pies. No no era nada parecido a lo que yo me había imaginado.
Se trataba de un castillo gris y pude distinguir, hasta donde mi vista de vampiro me permitía, que en algunas zonas había musgo e hiedra.
-¿Es esto? -no pude esconder el asombro de mi voz.
Aún estábamos algo lejos, solo se veía a gran torre central, pero aún así, solo de pensar que tendría que pasar un año entero allí, un escalofría me recorrió el cuerpo.
El primer coche se paró en mitad del camino, aún faltaba un pequeño trecho por recorrer hasta la puerta principal, pero ahí acababa la calzada.
-Hasta aquí os puedo traer chicos -dijo la mujer bajándose del coche.
Cyn aún seguía dormida, a si es que la desperté para ir a recoger nuestras maletas.
-Eh, Cyn -le di unos pequeños toques en el hombro- ya hemos llegado.
-¿Qué? ¿Eh? -se despertó aturdida mirando a todos lados y eso me causó gracia.
-Que ya hemos llegado.
-¿A donde? -se rascó los ojos para quitarse el sueño de encima.
-¿Cómo que a dónde? -me reí- anda, baja del coche .
La mujer nos ayudó a sacar nuestras maletas del maletero. Era bastante fuerte para ser una humana normal y corriente, supuse que pertenecería a la seguridad de la academia.
Conforme nos íbamos acercando, las exclamaciones de asombro de mis compañeros  y mías iban siendo cada vez mayores. Debía de reconocer, que aquel lugar era impresionante y a pesar de tener cientos de años -o al menos, eso aparentaba- se veía muy bien conservado.
Al parecer, no éramos los únicos que llegaban ese día. Más chicos y chicas llegaban con sus padres en los coches. Coches que para que yo tuviera uno, tendría que empeñar un riñón para conseguirlo.
-Esto es una pasada -susurré.
-Lo es -asintió Mía, que tuvo que andar un poco más deprisa para alcanzarme- nunca me lo habría imaginado así.
-¿A que no? Yo tampoco.
-A mí me da escalofríos -Cyn arrugó la nariz para corroborar su afirmación.
-Venga, no seas tonta -le sonreí dándole un leve empujón en el brazo- nos lo pasaremos bien, además, llevamos ventaja sobre el resto en las materias.
Eso era cierto. Los Wrachs entrábamos un año antes en el colegio que los mundanos, debido a esta prueba final a la que estábamos sometidos. Sería mucha casualidad que diez alumnos nuevos llegaran de fuera a un colegio en el que nunca han estado y que todos ellos fueran repetidores ¿no? Al menos eso opinaba yo.
Estaba tan impresionada con todo lo que mis ojos veían, que no me di cuenta que justo delante de mí, había empezado una pelea. Jo Lim y Christian Marcus estaban dando voces y con los puños en alto.
-¡Eres gilipollas! -gritó Jo.
-¿Yo? ¡Has sido tú! -le respondió el otro con el puño en alto.
De no ser porque Daniela y Tom se encontraban agarrando a los chicos, habrían empezado a pegarse puños, pero ni Daniela ni Tom eran lo suficientemente fuertes como para detenerlos y el resto de alumnos ya iban varios metros por delante, a si es que al ver que necesitaban ayuda, solté mis cosas y corrí hacia Tom, que sujetaba a Chirstian.
-¿Qué pasa? -le pregunté asustada.
-¡No lo sé, tú solo ayúdame!
Los dos tirábamos de Marcus, pero este era demasiado fuerte. Medía como dos metros y su complexión robusta no nos ayudaban para nada. Por más que intentaba tirar de él, no había manera, por lo que le solté y me puse en medio de los dos chicos con los brazos extendidos para evitar que avanzasen más.
-¿¡Queréis parar!?
-¡Ha sido él! -a pesar de que le empujaba con todas mis fuerzas, Christian seguía avanzando.
-¡Me da igual! ¡Parad los dos de una...
No me dio tiempo a acabar la frase. Recibí un puñetazo en la mandíbula que me tiró al suelo de espaldas. Dolía, pero estaba acostumbrada a que me dieran patadas y puños, aunque cuando lo hacían la cosa no acababa bien, no para mí, sino para el otro.
Enfadada, noté cómo la ira crecía en mí y sin poder controlarlo, hice que una llamarada de fuego creciera entre los dos chicos. Tanto Christian como Jo, retrocedieron de inmediato con los ojos como platos. Tom me miró, diciéndome que parase, que ya estaba bien, pero sabía que si hacía que la llama cesara aquellos dos volverían a discutir.
No estaba por la labor de hacerlo, pero tuve que obligarme a parar cuando escuché un ruido y un par de voces que se acercaban hacia nosotros. Hice que desapareciera justo a tiempo, cuando dos hombres vestidos de negro aparecieron tras la esquina de uno de los extremos del castillo, corriendo hacia nosotros.
-¿¡Se puede saber qué pasa aquí!? -preguntó enfadado uno de ellos.  Le reconocí, era uno de los hombres que habían ido a por nosotros al hostal.
-No, no ha pasado nada -Tom se separó de Christian y se acercó para ayudarme a levantarme, pero rechacé su oferta, podía yo sola.
-¿No ha pasado nada? -repitió el hombre con un tono irónico- Y esta chica -me miró de soslayo mientras me sacudía los pantalones- estaba en el suelo porque no ha pasado nada ¿verdad?
-¡Eh! ¡Que yo solo los estaba separando! -salté a la defensiva.
-Los cinco, coger vuestras cosas y acompañarnos.
-Pero... -proseguí.
-¡Que no sigáis he dicho!
Resignada y cabreada, cogí mis maletas del suelo e hice lo que nos pidió. Me llevé la mano a la mandíbula, donde Christian me había pegado el puñetazo, ya a penas me dolía y con suerte, en unas horas la hinchazón desaparecería.
-¿Estás bien? -Christian se acercó a mí preocupado- lo siento, tú no eras mi objetivo.
-Ya, pues explícale eso al tío que ha venido a por nosotros -respondí con brusquedad.
Christian Marcus era un tipo que me caía realmente bien, no teníamos mucha relación, solo la de la escuela, pero siempre que había necesitado ayuda con los trabajos o en los entrenamientos, él había estado dispuesto a prestármela. Tenía el pelo largo y de color bronce, desde que lo conocía lo había tenido así y normalmente lo solía llevar recogido en una coleta baja, como en ese momento.
Los dos hombres nos guiaron por pasillos enmoquetados y llenos de lámparas de gas colgando en las paredes. Si me hubieran dicho que volviera por el mismo camino, me habría perdido, lo único a donde sabía llegar era al gran vestíbulo. Seguimos andando un par de minutos más hasta que ambos se pararon frente a una puerta de doble filo de madera oscuro. La abrieron y entraron con nosotros detrás.
Me quedé impresionada. Era una sala enorme, comparado con mi casa... eran dos casas. El suelo estaba cubierto con una alfombra que recubría hasta el último hueco de la sala. Había estanterías repletas de libros por todos lados, la única señal de que allí había una pared, era el techo. En el centro de la sala había un escritorio caoba con un sillón de cuero detrás, donde había... una mujer.
-No sé si daros la bienvenida después del recibimiento que le habéis hecho a esta escuela- la mujer extendió los brazos para abarcar el lugar.
Se hizo un silencio en la sala, ni siquiera se oía el aleteo de un mosca. La mujer nos estaba mirando atentamente con ojos de gato. Era blanca, demasiado, de no ser porque escuchaba el latir de su corazón, habría dicho que se trataba de una Marwolaeth y estaba segura de que mis compañeros estaban pensando los mismo. Tenía la cabeza apoyada en sus manos, con los dedos entrecruzados dejando ver unas largas uñas de color rojo sangre. No podría decir cuál era su edad, pero apostaba a que pasaba de los treinta.
-Bien, ¿alguien puede explicarme lo que ha pasado?
Por si quedaba alguna duda, sí, se trataba de la directora de la Academia Richarford.
-Ha... ha sido un malentendido señora -Jo dio un paso hacia delante con la cabeza gacha.
-¿Cómo dices? ¿Un malentendido? Los malentendidos se solucionan con el don de la palabra, no a puñetazos, como el que por lo que veo -clavó su mirada felina en mí e instintivamente me llevé la mano a la mandíbula, que estaba algo caliente por el golpe- ha habido alguno que otro.
-Esto solo ha sido -me adelanté a decir, pero levantó la mano para callarme y así lo hice.
-Esta es una academia pacífica -*Sí, en la que los alumnos se esconden de los vampiros a los que se encargan de matar sus seguratas. Vamos, lo que viene siendo el centro de la paz mundial*- y quiero que siga así. Las peleas están prohibidas y sancionadas, por lo que ustedes tres serán castigados.
¿Tres? Miré a mis compañeros y los conté a pesar de que estaba segura de que éramos cinco, pero me chocó mucho su comentario.
-¿Tres? -la miré sin comprender.
-Sí, señorita.... -miró un papel que tenía en su escritorio y volvió a mirarme- Tomson. No se pensará que usted quedará impune ¿verdad?
-¿Qué? -di un paso hacia delante, sorprendida- Pero si yo solo estaba intentando separar.
-Su cara no me indica eso -me sonrió con malicia-.Como es la primera vez que ocurre esto, la sanción no será muy dura y seré compasiva. Mañana comienzan las clases, vengan al terminar la jornada lectiva los dos chicos implicados en la pelea y usted, señorita Tomson y les diré sus castigos. Ahora -nos señaló la puerta con sus afiladas uñas- pueden retirarse.
No me lo podía creer. ¿Qué se suponía que había hecho yo? ¿Intentar separarlos? y ¿por eso me castigaban? Estaba enfadada e indignada, para una vez que no era yo la causante de los problemas, me castigaban. Apreté los puños a los lados y salí del despacho con la cabeza alta y los labios fruncidos.
*Menuda forma de empezar el curso Alex, te estás luciendo*.






4 comentarios:

  1. La historia me sigue gustando. Te expresas bien.
    Te aconsejo que intentes repetir lo menor posible. En cuanto a las faltas, ya se te quitarán poco a poco. "Champoo", esa palabra me ha echo reír un poco, como estamos utilizando el castellano, tendrías que haber puesto "champú".
    Lo que pasa contigo, es que pones palabras separadas; tal vez te líes con eso y dudes si es separado o junto.
    Espero el siguiente. (:
    Un beso.

    ResponderEliminar
  2. Wooow! Quiero una escuela así! Es gigantesca! Dios *-*

    Me ha molado este capítulo. Me encanta la personalidad de Alex. Es tan fuerte. *-*

    No escribo mucho porque me tengo que ir ya. Pero que sepas que me ha encantado!

    Besoos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Si te digo la verdad, a mí también me gustaría estar en una escuela así, alejada de la mano de Dios y distanciarme un poco del mundo, pero... me daría canguelo XD

      Eliminar
  3. Conocí tu blog cuando me enteré de la pu***a que te hicieron y lo primero que leí fue la entrada en la que explicabas lo que había pasado, entrada en la cual eacribias y te explicabas muy bien. Después me entró la curiosidad y comencé a leer la historia. Por ahora me interesa la hiatoria, iré viendo cómo se desarrolla más adelante, mientras te invito a pasarte por mi blog, donde escribo una novela en la cual también tienen protagonismo los vampiros y más seres fantásticos http://blog65maramarta.wordpress.com/
    Un saludo :)

    ResponderEliminar