martes, 25 de febrero de 2014

Capítulo 9.

El resto de día me lo pasé en mi habitación, enfrascada en una lectura que nos había mandado el profesor de literatura. Siendo realistas, no me enteré de nada, pero era lo que tocaba. Hasta el momento, estaba siendo el peor viernes de la historia y aún seguía pensando en qué podíamos hacer con el castigo. Teníamos que ayudar en la capilla y ni Jo, ni Christian ni yo podíamos atravesar la puerta.
Cyn había venido a buscarme por la tarde para salir al jardín a dar una vuelta, pero no me apetecía, hacía frío y además, seguía esperando a Tiffany para poder hablar con ella, pero  no vino hasta la hora del toque de queda.
-¡Eh!
-¡Eh! -me sonrió entrando por la puerta- ¿Dónde has estado? No te he visto en todo el día.
-Eso mismo me preguntaba yo contigo. ¿Qué pasó anoche? -le solté sin previo aviso. No me gustaba andarme por las ramas.
Tiffany se paró a mitad de la habitación y me miró nerviosa, ya sabía a lo que me refería, pero tenía la impresión de que se haría la tonta.
-¿Anoche? -me sonrió- ¿A qué te refieres?
-Sabes perfectamente a lo que me refiero Tiffany -la seguí con la mirada por la habitación. Podía oír su corazón a mil por hora- anoche no estabas en la cama y cuando llegaste estaban llena de barro...
-¿Qué? No sé de qué me hablas, deberías de estar soñando...
-Tiffany... -le dije con tono condescendiente- sé lo que vi.
-¡Déjalo! ¿Vale?
Pegué un pequeño bote en la cama, sobresaltada por su reacción. Quizás la había presionado demasiado; realmente me preocupaba en lo que podía andar metida, pero al verla así, con una mezcla de enfado y nerviosismo, roja como mi pelo, decidí dejarlo estar.
-Vale, esta bien -asentí mientras me tumbaba en la cama- quizás tengas razón y fuera solo un sueño.
-Gracias.
No volvimos a mediar palabra. Yo apagué mi lamparita de noche y me dispuse a dormir hasta la hora de mi guardia, a las cuatro de la mañana. Hoy me tocaban dos horas, a si es que necesitaba descansar aunque fuera un mínimo de tiempo. Tenía que estar a las siete en la puerta de la capilla.
La habitación estaba completamente a oscuras, no se veía ni un ápice de luz. Me levanté para abrir la ventana, sofocada por el calor, pero el aire que entró no era frío, sino cálido y espeso. La luz de la luna se abrió paso por los cristales, iluminando la habitación con una tenue luz plateada. Todo tenía un aire siniestro, lleno de sombras blancas y negras. 
Salí al pasillo, necesitaba aire fresco y estaba claro en en mi cuarto no lo podía encontrar. Todo estaba sumido en un silencio absoluto, no se oía nada, solo mis pasos sobre el parqué.
Fuera, en el jardín delantero, corría una pequeña brisa, pero no lo suficientemente fresca para mí. Era como si de repente estuviera bajo el Sol a las doce de la mañana en pleno verano, solo que de noche.
Todo estaba despejado y el bosque se extendía a lo lejos, bañado por la luz de la Luna, dándole un toque más amenazador, si cabía. Estaba completamente maravillada con la vista, absorta en mis pensamientos cuando un  grito  me sacó de mis ensoñaciones. Provenía del interior del bosque y pedía auxilio. Mi instinto protector salió a flote y a pesar de que estaba descalza y las piedras y ramas del suelo se me clavaban en los pies, yo corría entre los árboles para ayudar a la persona que solicitaba mis servicios. A medida que avanzaba, los gritos eran más profundos y lastimeros.
Cuando llegué a un claro, distinguí un cuerpo pequeño y paliducho en el centro, con una larga melena pelirroja que lo cubría. No me lo podía creer, era Tiffany.
-¡Tiffany! -la llamé asustada- ¿Tiffany? ¿Me oyes?
Ella no se movió de su sitio. No escuchaba los latidos de su corazón, ni siquiera su respiración, pero no, no poda estar muerta; ¿verdad? Con cautela, me acerqué hasta ella, presa del pánico, pero justo cuando me estaba arrodillando al lado de su cuerpo inerte, esta desapareció.
-¿Qué está pasando aquí? -me pregunté a mí misma sin comprender- ¿¡Tiffany!?
-¿Sí?
Sobresaltada, me di la vuelta. La chica estaba allí, frente a mí, perfecta y sin un rasguño.
-¿Me llamabas? 
-¿Qué? Pero... pero... si tú, en el suelo -las palabras se me arremolinaban en la garganta y salían sin ningún orden, algo que al parecer divirtió a la chica, que se echó a reír.
-Estoy bien -sonrió negando con la cabeza- no tienes que preocuparte por mí, si no por ti.
-¿Cómo que tengo que preocuparme por mí? -susurré sin comprender.
Ella avanzó hacia mí, sonriente, pero había algo que no estaba bien en aquel gesto. Su sonrisa era maligna. Unos colmillos largos y afilados como agujas le sobresalían de su labio superior; los ojos se le tiñeron del color de la sangre y ella perdió todo el encanto dulce e infantil que irradiaba desde que la había conocido.
Asustada, retrocedí, pero ella era mucho más rápida. Me cogió por la camiseta del pijama y me empotró contra un árbol.
-Estás muerta -siseó en mi oído con diversión.
Sentí un profundo dolor en el pecho y al abrir los ojos, me di cuenta de que Tiffany tenía mi corazón en su mano. Tenía razón, estaba muerta.
Me incorporé en la cama de un salto. Todo a mi alrededor daba vueltas y el sudor me caía a chorros por la frente. Estaba asustada, ¿qué había sido eso?
Me incliné un poco para comprobar que Tiffany seguía en su cama y así era, dormía plácidamente ajena a mi mal estar.
-Dios ¿qué me está pasando? -me pasé los dedos entre el pelo sin entender nada- me estoy volviendo loca.
Por un momento, comprendí la magnitud de mis palabras ¨loca¨, un termino muy poco real para una persona que era un vampiro, y no pude aguantar la risa y me empecé a reír, sin yo querer. Era como si mi cuerpo hubiera tomado posesión de sí mismo e hiciera lo que quisiera cuando quisiera, pero al segundo, comprendí que no me estaba riendo, sino llorando.
Me pasé así un par de minutos, acurrucada en mi cama con la cabeza entre las piernas, intentando tranquilizarme, ¿qué me estaba pasando? No paraba de tener pesadillas una y otra vez. Primero habían sido las de la cosa con ojos amarillos y ahora, mi propia compañera de cuarto me mataba.
Inspiré profundamente, ralentizando mis pulsaciones y me levanté de la cama. Aún era temprano para mi guardia, faltaba media hora, pero no podía pasar más tiempo allí. Me vestí con mi uniforme y salí al jardín.
Por un momento, al verlo todo como me mi sueño, me asusté, pensando que en realidad me había vuelto a quedar dormida y estaba soñando de nuevo, pero tras pegarme un pellizco en la palma de mi mano, comprendí que no era así.
Aliviada, comencé a andar por uno de los caminos del bosque; no sabía a dónde me llevaría, pero necesitaba distraerme un poco. Procuré no alejarme demasiado, ya que no sabía dónde estaba y en un par de minutos empezaba mi guardia, pero a medida que iba avanzando, distinguí una punta de hierro a lo lejos y la curiosidad me picó. No había explorado mucho el recinto de la academia, solo sabía llegar hasta el gimnasio y que había una capilla, no más.
Cuando salí de entre los árboles, me quedé maravillada con lo que tenía delante, era un cenador de hierro forjado.
-Vaya... -susurré para mí.
Se accedía a él mediante unas pequeñas escaleras, con cuatro escalones. Tenía una valla con dibujos enrevesados que carecían de significado, pero que eran realmente preciosos. La aguja final, que salía del techo, acababa en forma de cruz griega, con el pico redondeado. Tenía un par de bancos, estos, a diferencia del resto de la estructura, eran de madera. Al subir, me di cuenta de que estaban un poco roídos por el paso del tiempo, pero eran perfectos para descansar una tarde de primavera. Tenían pequeños tribales que surcaban el respaldo, dándole una forma anticuada, pero bonita.
Me apoyé sobre la barandilla y a un par de metros, no muy lejos, distinguí la capilla que al día siguiente me tocaría limpiar. Tras deleitarme con el gélido aire que atusaba mis cabellos y pensar que tenía que llevar allí a Cyn y a Mía, me bajé y me fui corriendo al claro del bosque. Tom debía de estar ya allí.
-Hola -le saludé.
-¡Ey! -el chico estaba sentado sobre un tronco, con los pies apoyados en él en una postura que a mí se me antojó algo incómoda, pero a él se le veía a gusto-. ¿De dónde vienes?
-De dar una vuelta -me senté a su lado- no podía dormir.
-¿Y eso?
-Ains... no preguntes -negué con la cabeza y la mirada perdida entre los árboles- créeme.
-¿Sabes? Si le dices eso a una persona, no le queda más remedio que insistir -se rió colocándose frente a mí- ¿qué pasa Alex? Sabes que puedes contarme cualquier cosa, antes... -le miré de reojo, advirtiéndole que no siguiera con la frase.
*Antes... antes éramos novios Tom*. ¿De verdad podía contarle lo que me pasaba? ¿Que no paraba de tener pesadillas horribles desde que había salido de casa? Se reiría de mí, hasta yo misma me reía de mí por lo patético que sonaba todo aquello; pero a la vez, sabía que me sentiría mejor contándoselo a alguien. A Cinthya quizás, pero... ¿a Tom?
-¿Alex? -insistió con una ceja levantada y los ojos preocupados.
-No es nada, enserio -le sonreí para tranquilizarle- son solo que tengo pesadillas, sueños tontos, ya me entiendes.
-¿Segura?
 -Sí segu... -me callé de golpe.
Unos pasos se acercaban hacia nosotros. Miré a Tom, sin comprender, pero él estaba igual que yo. ¿Quién iba a estar a las cuatro de la madrugada dando una vuelta por el bosque, sin contarnos a él o a mí? Los seguratas tenían sus casas más allá de la academia y nosotros no nos adentrábamos allí, ya que esa zona estaba bien protegida.
Los pasos cada vez estaban más cerca y con ellos un murmullo. Había más de una persona. Me levanté y tiré del brazo del chico, nadie podía vernos allí; se suponía que debíamos de estar en nuestros cuartos, durmiendo.
No nos dio tiempo a escondernos.
-¿¡Se puede saber qué hacéis vosotros aquí!? -medio gritó alguien a nuestra espalda.
Para mi maravillosa suerte, que siempre me acompañaba encima, era Cárter y Marco. *¡Sí, venga! ¿Algo más? ¿Tan mala he sido en mi vida anterior que todo me tiene que pasar a mí?*.
Tom y yo nos miramos, pensando en poner alguna excusa. Habíamos comprobado que la coeción no servía de nada con ellos, les suministraban cada tres o dos días Wollemia nobillis diluida, vulgarmente conocida como mata-vampiros:, algo contra lo que un vampiro, ya fuera Wrach o Marwolaeth, no podíamos luchar.
Cárter me miraba de arriba a abajo, con cara de desaprobación. Podía imaginarme lo que estaba pensando sobre mí en ese mismo instante, no le culpaba. No es que hubiera otra explicación. Yo también habría pensado lo mismo si a altas horas de la madrugada, me encuentro a dos personas de distinto sexo, solos en el bosque; y eso me sentó mal. Pensar que él podía estar cavilando la posibilidad de tacharme de furcia me molestaba.
-¿Es que no pensáis contestar? -se adelantó un paso con los brazos cruzados sobre el pecho, dejando al musculitos detrás-. El toque de queda ha pasado y está prohibido saltarse esa norma.
No sabía qué decir. Me temblaba todo el cuerpo. Ya no era que me ¨hubiera metido en una pelea¨ sino que me había saltado una de las normas más estrictas del reglamento, saltarse el toque de queda, por no mencionar de que me acusarían también de fraternizar con un chico.
-No es lo que parece -solté a toda velocidad-. A ver, no sé que es lo que parece, pero sea lo que sea lo que estás pensando, seguro que no es eso.
-¿Y qué es lo que estoy pensando si pude saberse? -me fulminó con la mirada, de arriba a abajo.
-Oh, venga ya Cárter -el musculitos, Marco, se echó a reír y le puso una mano en el hombro de forma tranquilizadora- son jóvenes, déjalos que disfruten.
-¿Marco? -le preguntó el otro con voz de pocos amigos- ¿Los estás defendiendo? Las normas son las normas y...
-¿Es que tú no te acuerdas de cuando eras joven? Ya me entiendes -me guiño un ojo y una sensación de repulsión me subió desde la boca del estómago. De no ser porque nos estaba ayudando, le habría contestado alguna grosería- déjalos, anda.
-Solo estábamos dando una vuelta, no podíamos dormir y Alex se encontraba mal -Tom me miró, para que le siguiera el royo- necesitaba tomar el aire.
-Sí -me llevé una mano al estómago y me lo apreté, frunciendo el ceño- no me encuentro muy bien.
-¿Sabes que esto no quedará así?  - Cárter me miraba, como si sólo estuviera yo allí. Estaba enfadado, más que antes, si eso era posible- ¿Verdad?
-Sí, sí... lo sabemos, pero...
Una mancha borrosa pasó como na exhalación por delante de nosotros. Me incorporé de un salto, siguiéndola con la mirada. Todos nos quedamos callados, no movimos ni un solo músculo, hasta que Cárter salió corriendo hacia Tom y hacia mí, tirando de nuestros brazos en dirección a  la academia, entonces comprendí qué era lo que pasaba. Era el vampiro.
-¡Iros! ¡Ya!
Nos arrastró hasta la misma puerta de entrada, mientras que Marco corría en dirección contraria para avisar al resto de sus compañeros. Yo quería ir tras esa cosa. Forcejeaba con Cárter, argumentando que me hacía daño, pero no aflojó su amarre hasta que nos empujó a ambos dentro del instituto y echó a correr al interior del bosque.
-¡Tom! ¡Tenemos que ir tras él! -medio chillé histérica.
-Alex... no podemos, ellos se encargarán.
-¿Es que no lo entiendes? -su respuesta fue como si me hubieran dado un sopapo en toda la cara- ¿Cómo que ellos se encargarán? ¡Es nuestro deber!
-Sí y también mantenernos en secreto, nadie puede enterarse que nosotros...
-¡A la mierda! -no esperé a que acabara la frase y salí corriendo hacia el bosque.
No me podía creer que Tom, uno de los mejores guerreros, me estuviera diciendo que debíamos dejar a los guardias encargarse de un Marwolaeth, quienes les superaban en fuerza, velocidad y agilidad. Por muy bien que estuvieran entrenados, los mataría.
Al principio corría entre los árboles sin un destino fijo, no sabía a dónde iba ni dónde podía estar el vampiro, pero luego percibí su olor. Un hedor a sangre y muerte, como la podredumbre. Llegué hasta el claro donde Cárter y Marco nos habían descubierto y de allí, me adentré más en la maleza.
Probablemente ya no se encontrara en los recintos de la academia, pero aún así, me habían entrenado para matarlos, no podía dejar escapar aquella oportunidad; aunque debía de ir con cuidado, se suponía que Cárter me había dejado en la puerta.
Iba tan metida en mis pensamientos, que no lo vi de venir. Una mano me golpeó en toda la cara y caí de espaldas contra el suelo. *Mira por donde, te he encontrado*.
No se trataba de un vampiro, sino de una vampira. Rubia, de pelo laceo, no más mayor que yo y con unos ojos rojos que me estaban perforando.
Me levanté de un salto, tan rápido que ni ella lo advirtió y le asesté una patada en la boca del estómago, mandándola contra un árbol. No tenía ninguna estaca por allí, a si es que me tuve que improvisar una con una rama.
-Eres fuerte -siseó con los colmillos al descubierto- pero yo también.
Se abalanzó sobre mí, con un salto, pero la esquivé a tiempo.
-Vaya -le sonreí desenfundando mis incisivos- gracias.
El comentario no le sentó demasiado bien y volvió a atacarme. Esta vez me dio con su puño, pero solo me rozó. En esos momentos estaba agradeciendo mentalmente todos los años de duro entrenamiento que había vivido. Salté sobre ella y le pegué una patada en el centro de la cara, pero nada, ni un solo rasguño.
Por norma general, un Marwolaeth, era mucho más fuerte y el doble de rápido que un Wrach, pero nosotros estábamos entrenado en el combate y ellos no, aunque a veces, eso no servía de mucho.
La chica me agarró del pelo y me tiró al suelo, poniéndose sobre mí, aunque no permaneció mucho tiempo, Tom apareció de la nada y me la quitó de encima. La vampira soltó un grito de frustración al ver que las cosas no le estaban saliendo como ella quería y eso me hizo sonreír.
-Al final has venido -jadeé.
-No iba a dejarte sola. Eres una loca temeraria.
-Lo sé y por eso te gusto.
Me concentré y le prendí fuego al suelo, haciendo un circulo alrededor de la Marwolaeth, quedándola así atrapada en el centro. Podía prenderle fuego directamente a ella, pero entonces, no sería tan divertido.
Pensaba que solo con eso, tanto Tom como yo teníamos la victoria asegurada, pero me equivoqué. Saltó sobre las llamas y corrió hacia Tom, quien no la vio venir y salió disparado de mi lado, cayendo inconsciente en el suelo. Eso me dejaba sola de nuevo con la vampira.
-¿Te piensas que un par de trucos de salón pueden impresionarme?
-Había pensado en sacar un conejo de la chistera -le respondí con sorna mientras ambas dábamos vueltas en circulos sin apartar la mirada la una de la otra- pero me parecía algo muy repetitivo.
Tras una mirada de desprecio, decidió atacar de nuevo. Era rápida, muy rápida y eso era un punto en contra para mí. Esquivé sus golpes, aferrando con fuerza la estaca improvisada. Hice un amago de clavársela, pero solo acerté a hacerle un arañazo en el brazo, con el que chilló como si de  un animal se tratase, después de eso; simplemente desapareció.
Miré a todos lados, buscándola a ella o una señal que me indicara dónde podía estar, pero no había nada. Había escapado. Maldiciendo por lo bajo, me acerqué hasta Tom, que estaba tumbado bocabajo en el suelo.
-¡Eh! ¿estás bien?
-Sí -consiguió decirme en voz baja- es solo un rasguño.
-Bien.
Lo agarré por los hombros para ayudarlo a incorporarse. Me miró asustado, podía ver el terror en sus ojos, pero no le dio tiempo a avisarme.
Una vez más, me había confiado y había pensado que estaba a salvo.
La vampira me asió por el pelo y tiró de mí, olvidándose de Tom por completo. Me arrastró hasta el centro y a continuación empezó a pegarme patadas en la boca del estómago. Arrancó la estaca de mis manos y tras un último golpe, se colocó sobre mí, con la estaca entre las manos y las bajó con fuerza.
Ese segundo se convirtió en una eternidad. Iba a morir. ¿Cómo era posible que fuera a morir? Solo tenía dieciocho años, recién cumplidos. Era mi primer combate cuerpo a cuerpo con un vampiro e ¿iba a morir?. Cruel ironía.
-¡No! -chillé, extendiendo mis manos al frente.
Como si mi propia fuerza saliera de mí, arqueé el pecho hacia arriba y la estaca, que estaba casi rozándome el la piel,  chocó  contra una barrera semitransparente de un tono azul. Me quedé atónita, al igual que la vampira, algo que aproveché y con un empujón me la saqué de encima. Recuperé mi estaca y corrí
dispuesta a acertar en su corazón, pero ella salió huyendo. Le lancé una bola de fuego, pero no acerté.
Me quedé parada, mirando la oscuridad, concienciandome de lo que acababa de pasar. Había estado en el filo de la navaja, a punto de morir y de un momento a otro, las  tornas habían cambiado, pero no era eso lo que me preocupaba.
Como si pudiera leerme la mente, Tom se acercó a mí, poniendo su mano en mi hombro y me dijo:
-Alex... ¿qué ha sido eso? Era como si una pared se hubiera  interpuesto entre tú y ella.
No supe qué responder, porque realmente no tenía ni idea de qué había pasado. La imagen se repitió en mi cabeza. El brillo azul pálido que me protegía... negué con la cabeza sin articular palabra.
-No... no lo sé -susurré, esforzándome por no llorar- ¿yo he hecho eso?
-Estamos solos, no hay nadie más aquí y yo no he sido.
Me volví hacia él, con los ojos llorosos y asustados. No, no podía haber sido yo. Estaba asustada, llena de pánico. Tenía miedo.
-No se lo digas a nadie -a pesar de que me esforcé, mi voz se quebró y comencé a llorar aterrorizada- no se lo sigas a nadie.
Tom me envolvió en sus brazos, diciéndome que él jamás me haría eso, que no tenía que llorar, que estaba todo bien; pero yo no podía parar. No puedo decir si era por el miedo a lo que había sentido o por haber estado apunto de morir, pero solo quería llorar.
-Sh, sh, está bien -el muchacho se separó un poco de mí, para poder mirarme a los ojos, pero sin soltarme- está bien. Respira conmigo.
Me hizo de mirarle a la cara y de imitarle mientras inspiraba y espiraba el aire, pero por más que me esforzaba, no era capaz de hacerlo. Al poco rato, noté cómo mis pulmones se llenaban de aire y entonces comprendí que no era de una manera natural, sino que Tom estaba usando su poder conmigo. Intenté agradecérselo, pero cuando abrí la boca para hablar, el me la tapó.
A lo lejos se oían voces y pasos de gente que corrían hacia nosotros. Debían de ser los guardias de seguridad, entre ellos distinguí la voz de Cárter dando órdenes a los demás.
Miré a Tom y el asintió. Pasó sus manos por debajo de mis rodillas y me llevó en brazos hasta la puerta de mi habitación. Era irónico ¿verdad? había sido él el que hacía unos minutos estaba medio inconsciente en el suelo y ahora me traía en volandas.
-Tom... -comencé a hablar algo más tranquila- gracias.
-Descansa ¿vale? -me sonrió pasando su mano por mi mejilla- lo necesitas. Yo me encargaré del resto de la guardia.
-Estoy mejor, de verdad, puedo...
-He dicho que descanses -me cortó abriendo la puerta de mi habitación y empujándome dentro- yo me encargo. Te buscaré mañana en el desayuno.  Buenas noches.
Esperé junto a la puerta, mirando la superficie plana de madera que me separaba del exterior hasta que dejé de escuchar sus pasos ; y si había tenido alguna duda sobre si él había usado sus poderes conmigo, se desvanecieron a medida que él se alejaba. El aire empezó a faltarme de nuevo, pero esta vez controlé mi respiración, intentando mantener la calma.
Eché una mirada de soslayo a Tiffany, que estaba dormida plácidamente en su cama, ajena a todo lo que había pasado y me metí en la mía.
A pesar de que me esforcé por conciliar el sueño y dormir aunque fuera una hora, no fui capaz. Me quedé despierta, con los ojos clavados en el techo, dándole vueltas a todo lo sucedido, una y otra vez.


















1 comentario:

  1. Bueno vuelvo a ponerte el comentario del otro día, porque soy así de pava y no pude lo de los numeritos jajaja

    ¡El capitulo 9 sin duda es de mis prefes! ya ha empezado la acción y eso mola que te cagas jajaja y ya sabes que me encanta la acción en tus capítulos así que es mi favorito de todos hasta ahora.
    me ha dado muy mal rollito la pesadilla de Alex con tiffany porque macho me he asustado hasta yo en la silla te lo juro y bueno luego está Carter que.. uuuf uuuf como me encanta jajajaja que se pone celosillo de Tom y ese que sepas que no me gusta nada de nada... por que no se aclara ni el mismo y así va a confundir a Alex y ella tiene que estar con Carter,. me recuerda mucho a Dimitri y a Rose por eso me encantan tanto.
    un besazo guapisima!! <3

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