jueves, 8 de mayo de 2014

Capítulo 32

-¿Estás diciendo lo que creo que estás diciendo?
Pagaría por repetir aquel momento una y otra vez con tal de ver la cara que tenía mi mejor amiga.
Después de tranquilizar a Tiffany, bajamos a cenar. Cyn estaba algo menos afectada teniendo en cuenta que ella desde un principio tenía clara su postura en lo referente a Diu y que solo se habían enrollado un par de veces, pero aún así ella estaba dispuesta a darle su merecido.
-Estoy diciendo lo que crees que estoy diciendo -sonreí con malicia mirando mi reflejo en el espejo.
Dado que las tres estábamos de acuerdo en que aquel picha braba necesitaba un buen baño de agua fría y así relajarse un poco y aprender a no jugar con los sentimientos de las mujeres; yo, personalmente me había encargado de elaborar un plan.
Consistía en hacer como si nadie estuviera al tanto de lo que estaba haciendo en realidad, es decir, jugar a dos bandas. Cyn lo atraería hacia el cuarto de baño donde, sensualmente se encargaría de quitarle la ropa y yo, estaría fuera esperando para así cogerla toda y salir corriendo. Posteriormente Cyn alegaría alguna excusa y lo dejaríamos en bolas en el cuarto de baño. Era el plan perfecto.
-¿No te parece algo arriesgado? -tenía las cejas tan levantadas que podían camuflase con el inicio de su pelo.
-¿En serio? -me burlé- Oye, ha estado jugando a dos bandas con mis mejores amigas, no, no es arriesgado ni es pasarse, solo hay un problema del cual me acabo de acordar.
En mi plan había un cabo suelto; se suponía que yo estaba castigada sin salir de mi habitación, solo en los horarios lectivos y para salir a comer, nada más; por no hablar de que me tenían en el punto de mira bajo una lupa y observaban todos mis movimientos. No podía meterme en más líos.
-Sorpréndeme.
-¿Te acuerdas de ese puñetazo que le di a Spencer?- Arrugué la cara al recordarlo. Había sido un buen golpe, pero me había pasado factura.- Bueno, digamos que casi me expulsan.
-¡¿ALEX?! ¿Y no me lo dices hasta ahora?
Ofendida, me soltó un guantazo en el brazo como signo de indignación. No es que no hubiera querido contárselo, es que no había tenido tiempo y ni un momento apropiado. Pasé mi mano por el lugar donde me había golpeado y lo acaricié.
-¡Ay! Joder... es que dime ¿cuándo hemos estado juntas?
-Bueno, eso es verdad...
-Pues eso -asentí.- Quizás Tiffany... quizás quiera participar.
-¿Segura? Lo dudo mucho, está hecha polvo.
-Lo sé.
Definitivamente tendría que pensar otro plan. No es que no quisiera hacerlo, es que podía meterme en otro lío y no estaba dispuesta a ello; en suficientes me había metido ya. No obstante se lo comentaría a mi compañera de cuarto. Estaba segura que diría que no, pero otra cosa no podíamos hacer.
-¿Tiff? -la habitación estaba completamente a oscuras, no había ni un signo de luz; pero pude distinguir un bulto que se movía bajo las sabanas de la cama de Tiffany.- ¿Estás despierta?
Silencio. Cualquiera diría que allí había alguien... Solo habían pasado dos horas desde que se enteró de que tenía unos cuernos más grandes que una casa, pero pondría la mano en el fuego que para ella esas dos horas habrían sido dos siglos.
-Estará dormida -siseó Cyn en un susurro.
-Lo dudo -negué con la cabeza.
Me acerqué con cautela hasta su cama y me senté a su lado. Como había sospechado; no estaba dormida. Prendí la lamparita de noche de la mesilla para así otorgar algo de claridad a la estancia.
Tiffany tenía los ojos rojos e irritados de haber estado llorando y dos marcas rojas le surcaban las mejillas, dándole un aspecto más infantil si cabía.
-Eh. ¿Estás mejor?
Pasé mis dedos entre sus bucles despeinados, acariciándola con suavidad. Verla así solo me daban ganas de salir corriendo, coger a ese bastardo por el cuello y estamparlo contra la pared.
-No -fue capaz de decir antes de que se le quebrara la voz y volviera a llorar.
-Shh, tranquila.
La ayudé a incorporarse y la estrujé entre mis brazos con tanta fuerza que me sorprendió que no se quejara. Cyn, que hasta entonces había estado de espectadora, se acercó a nosotras y se unió al abrazo, abarcándonos a las dos.
Era realmente sorprendente la amistad que se había forjado entre las tres y todo a raíz de la muerte de Mía. Claramente Tiffany no era ninguna sustituta de nuestra amiga fallecida, ni mucho menos; de haber seguido Mía con nosotras nada habría sido distinto, pero aquello nos había unido mucho más.
Cada vez que pensaba en ella, Mía, sentía un pinchazo en el corazón. Aún seguía pensando que lo que le había pasado no había sido producto de un ataque de nervios o de la histeria, era algo más; algo mucho más oscuro que tenía que averiguar; pero últimamente todo eran problemas y más problemas.
Desde hacía un par de días no había vuelto a tener pesadillas; alguna que otra, pero no tan seguidas, era como si de repente con Mía, se hubieran ido. No era una coincidencia y eso estaba claro.
-Tenemos un plan -dije, aún con mi cabeza apoyada en su hombro.
-¿Qué plan?
-Uno que va a hacer que ese hijo de puta no le queden ganas de volver a meter su picha en ningún sitio -se rió Cyn.
-Desde luego, nunca lo habría resumido mejor -me reí.
Como ya había previsto, una vez que le contamos nuestro malévolo plan a Tiffany, ella se negó en rotundo a participar, incluso dijo que no quería que nosotras nos metiéramos en líos por su culpa. Tanto Cyn como yo no habíamos parado de ahondar  en que ella no tenía nada que ver, que no había hecho nada malo; solo querer a un tipejo sin escrúpulos, pero no paraba de insistir en que sí.
-Tiffany, no es tu culpa -dije por decimonovena vez-, tú no has hecho nada malo.
-Sí, fiarme de él -sollozó, con la cara escondida en sus manos.
-¿Y eso es ser culpable? Escúchame, de lo único que eres culpable es de ser una de las mejores personas que conozco, ¿me oyes? -La agarré por los hombros y la obligué a mirarme, algo desesperada.- Desde que hemos llegado aquí solo has sabido ayudarme, tanto a mí como a Cinthya. -Señale a mi amiga, quien asintió ante mis palabras con una sonrisa.- Eres buena persona y él se ha aprovechado de eso. Ser buena persona no es malo, todo lo contrario. El culpable es él, que te ha engatusado, pero lo va a pagar.
La impotencia que sentía en mi interior cada vez era mayor. Era una mezcla de enfado, pena y rabia.
Había estado dándole vueltas al asunto y si Cyn y yo nos las apañábamos bien, podía llevar acabo mi plan sin que nadie supiera que yo estaba metida en él; bueno, ni yo ni Cyn, a si es que al final, terminé por acceder.
-Lo haré yo -resoplé ofuscada- yo lo haré con Cinthya y listo.
-Pero Alex, si te pillan ... -empezó a quejarse Tiffany, pero la corté, sellando su boca con mi dedo índice.
-Shh, no lo harán. -Miré a mi mejor amiga de reojo, quien me miraba negando lentamente con la cabeza. Ella misma sabía, por la experiencia que sería inútil reprenderme.- Cyn y yo tenemos algún que otro tuco bajo la manga.
-¿A que te refieres?
-A que es tarde y tienes que descansar -me incliné y la besé en la frente- a si es que buenas noches.
Decir que durmió poco sería incluso exagerar. Las dos horas restantes se las pasó dando vueltas en la cama, sollozando o sorbiéndose la nariz intentando no hacer ruido para que ni Cinthya ni yo nos despertáramos. Por suerte aquella noche mi guardia era la última, a si es que no tendría problemas, aunque para Cinthya la cosa no pintaba muy bien.
-Me tengo que largar -susurró desde debajo de mi cama- y no se duerme.
-¿Qué hora es? -me estiré intentando desengarrotar mis músculos.
-Casi las tres.
-Buf... -resoplé ofuscada. Me incorporé sobre los brazos, quedando así medio levantada y estiré la cabeza para poder ver por encima del escritorio. Parecía que estaba algo más tranquila dado que su respiración era más acompasada, pero no podíamos fiarnos.- ¿Tiff'? ¿duermes?
Ambas esperamos expectantes, mirándonos la una a la otra rezando mentalmente porque no obtuviera respuesta. Al ver que no contestaba, relajé un poco mi estado de alerta y volví a llamarla; pero nada, estaba dormida.
-Lárgate antes de que se despierte de nuevo -advertí a Cinthya, quien se estaba vistiendo a toda velocidad, dando pequeños saltitos a la pata coja mientras se ponía los pantalones.
-Eso intento, pero estos estúpidos pantalones no en... ¡aaaah! -Cayó al suelo con un sonoro golpe.
La miré con los ojos como platos, moviendo la cabeza de un lado al otro intercalando las miradas entre ella y Tiffany. Agarré la colcha con fuerza reprimiendo las ganas de levantarme y soltarle un collejón a mi mejor amiga.
-¿Eres tonta? -siseé, mirando hacia la cama de Tiffany. La chica se movió entre las sábanas, quedando de cara hacia la parte de la habitación donde yo dormía.
-¿Qué ha pasado? -preguntó adormilada.
Tanto Cinthya como yo nos quedamos muy quietas, sin saber si responder o mejor mantenernos en silencio, así la chica pensaría que solo había sido un sueño. Pero si encendía la luz, estábamos perdidas.
-Me... esto... me he dado un golpe en la cabeza, no es nada. Vuelve a dormir.
-Vale -susurró, volviendo a caer inconsciente sobre la almohada.
Resoplé aliviada al ver que lo había dejado estar. Desde luego no sería muy fácil de explicar el hecho de que una de tus compañeras de cuarto esté semidesnuda, poniéndose ropa de cuero negro a las tantas de la mañana cuando se suponía que todo el mundo debería estar dormido.
Miré a Cinthya con cara de pocos amigos y le señalé la puerta, indicándole que se marchara de una vez. Con mucho sigilo, intentando  hacer el mínimo ruido, subió a mi cama y saltó por la ventana. A los Wrachs nos iban las emociones fuertes.
Por mucho que me esforzada en volver a conciliar el sueño, era algo completamente inútil, tenía demasiadas cosas en mente como para hacerlo.
La cara de decepción de Will al escucharme decir que no quería nada con él, ni serio ni esporádico, había sido una de las expresiones más tristes que había visto en mis dieciocho años de vida. Me molestaba no poder sentir por él lo mismo que él sentía por mí; pero peor sería fingir dicho sentimiento. No sería bueno para mí ni justo para él, además, en unos meses acababa el curso y yo me marcharía de nuevo a Amsterdan a terminar mi formación como Wrcah y posteriormente, con un poco de suerte, me destinarían a algún otro lugar.
Esa era una excusa que no paraba de repetírmela una y otra vez, sí, no era más que una mera excusa, pero no hacia Will, sino hacia Carter. Todo era una completa locura; estaba enamorada de mi profesor y lo que aún era mucho peor y no paraba de decirme a mí misma; se trataba de un humano. Después de nuestra discusión, antes del ataque de la vampira, él había dicho cosas muy feas hacia mí y yo hacia él, cosas que nos habían cambiado a ambos. Yo no estaba segura de lo que Carter sentía por mí. A veces actuaba como si solo fuera una simple alumna y otras como si nuestra relación no fuera la de profesor-alumna; pero yo si tenía claro lo que sentía hacia él y no era bueno.
Miré el reloj de mi móvil y sorprendida me di cuenta de que había pasado media hora desde que Cinthya se había marchado a su guardia y yo no había pegado ojo. Aburrida, revisé un par de mensajes de texto que mis padres me habían mandado preguntándome cómo estaba, advirtiéndome de que tuviera cuidado... cosas de padres. Al volver a dejarlo en su sitio, vi de reojo el libro donde contaba la vida de Marx e Irina. No había vuelto a leer dado que lo perdí tras la pelea y hasta esa misma tarde, cuando Carter me lo dio, no había vuelto a verlo.
Resignada, consciente de que no conciliaría el sueño, me incorporé en mi cama y puse el libro en el regazo dispuesta a seguir averiguando cosas sobre mis poderes.
Por suerte, a pesar de que los Wrach poseíamos una visión nocturna bastante buena, no era lo suficiente como para leer en la oscuridad de aquel cuarto, por lo que me acordé de que tenía una pequeña linterna en el cajón de mi cómoda.
-Esto servirá -dije para mí, dándole vida al aparato.
¨-Calma, aún no he acabado -me sonrió dulcemente, cogiendo mi mano de la mano. Tenía miedo de ella; ¿cómo era posible?- Como ya te he dicho, no todos son malos. Están los los buenos. Siempre hay un bando ganador. ¿Sabes por qué lo soy? Porque yo pertenezco a él.
Por mucho que me esforzaba, no podía entender aquello que Irina me estaba diciendo.
Por una parte sentía que debía echar a correr, ella era una de las abominaciones creadas por el diablo que venían a destruir lo que El Señor había creado, pero por otra parte, aquellos ojos negros me transmitían tranquilidad y paz. Una paz que dudaba volver a conseguir en algún momento si decidía alejarme de ella.
Tenía miedo de Irina, pero a la vez la ansiaba y anhelaba hasta con la última célula de mi cuerpo.
-No consigo seguirte Irina, por mucho que me esfuerzo, no consigo seguirte.
La chica se levantó de la cama donde se hallaba postrada y se inclinó sobre mi cuerpo para acariciar la piel de mi rostro con sus delicadas manos. Sorprendido por su gesto, pegué un pequeño bote en mi asiento, pero aún así ella no cesó en su abrazo.
-¿Me vas a permitir contártelo todo? -inquirió desde mi hombro.
¿Se lo permitiría? ¿Dejaría que se explicara, que me contara todo a cerca del mundo de la oscuridad, del mundo del demonio? Necesitaba obtener respuestas, era lo que más deseaba a demás de permanecer junto a ella. Sentía que si le decía que sí, una vez que entendiera todo, volvería a dejarme, pero a la vez, si decía que no, se marcharía igual sin decirme nada.
Muy lentamente, asentí, dándole inicio a una larga historia, que jamás llegaría a comprender.



4 comentarios:

  1. DIOS MIO LES VAN HA PILLAR YA VERAS!!!

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    1. Me haces una gracia jajaja ¿por qué siempre te pones en lo peor?

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  2. Yo espero que a Alex le salga bien algo, que a la pobre parece que la ha mirado un tuerto...

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