jueves, 17 de abril de 2014

Capítulo 25.

Sentía como si en vez de estar corriendo hacia donde de verdad me necesitaban, corriera en circulos sin ningún rumbo.
Todo estaba oscuro y si no llega a ser por la agudizada visión que poseíamos los Wrcah no sabría dónde me encontraba. Por un momento pensé que eran de nuevo esas alucinaciones y que los gritos me los había imaginado, pero de haber sido así Will no los habría oído a si es que por una parte, por muy extraño que pueda parecer, eso me aliviaba; el saber que no solo yo los había escuchado.
Los gritos de dolor cada vez sonaban más cercanos, pero no lo suficientemente  como para decirme con exactitud de donde procedían. Las ramas de los árboles me arañaban la piel de los brazos y la cara y si en algún momento había tenido medias, ya daba igual, solo eran jirones de tela llenos de agujeros.
Un olor dulce y pegajoso que me resultó familiar llegó hasta mis fosas nasales junto con una brisa que hizo titilar las hojas de los árboles. Sangre.
El corazón cobró vida propia y empezó a latir con una forma exagerada en el interior de mi pecho. A la hora de asumir y concienciarme del hecho de que había alguien en peligro no se me había pasado por la cabeza que estuviera herido y hubiera sangre de por medio. Automáticamente, mis piernas empezaron a correr por uno de los senderos, siguiendo aquel olor.
Me parecía increíble que tan solo cinco minutos antes estuviera dándome el lote con Will y ahora me encontrase corriendo sin un rumbo fijo buscando algo que podía ser producto de mi imaginación.
Giré a la derecha, atravesando un arbusto donde se me enganchó la camiseta. Tiré de ella y acto seguido se descrebajó, haciéndose una linea desde mi ombligo hasta la parte baja de la costura.
-¡Mierda!
No había tiempo para detenerse en aquel pequeño contratiempo. Con forme avanzaba, el olor de la sangre era cada vez más intenso, pero no fue eso lo que me extrañó. Desde que había escuchado la llamada de auxilio, había pensado que se trataba de algún humano; un alumno borracho de la fiesta o alguien que se había caído debido a la oscuridad, pero no estaba en lo cierto. Era sangre de Wrach.
Los Wrach nos identificábamos a nosotros mismos por pura naturaleza, era como si lleváramos un chip en el cerebro que nos dijera quién era qué. Así funcionaba tanto con los humanos como con los Marwolaeth. Lo mismo pasaba con la sangre, cada una tenía un olor característico. La de los humanos era dulce mientras que la de los Wrach simplemente era sangre con su típico olor a hierro.
Al advertir de que la persona que estuviera en peligro podía tratarse de uno de mis amigos no lo dudé y me lancé a la carrera de nuevo.
Llegué a un pequeño claro donde la luz de la luna incidía justo en el medio, mandando un reflejo plateado a la hierba seca y las hojas caídas. Escruté las sombras proyectadas de los árboles en busca de algún signo de violencia, pero todo estaba en perfecto orden; salvo por una cosa.
Una figura diminuta se encontraba agazapada junto a al tronco de un pino. Lo que antes había sido una perfecta coleta estaba completamente despeinada y ensangrentada en las zonas donde faltaban mechones de pelo. La ropa la tenía completamente hecha trizas y la piel de sus piernas desnudas estaba desgarrada y manchada de una mezcla pastosa de sangre y barro. Mis ojos no daban crédito a lo que estaban viendo
-Dios mío -susurré, tapándome la boca con las manos- ¿Mía?
La chica ni se inmutó cuando la llamé. Permaneció en su postura encorbada agarrándose las rodillas con las manos y balanceándose a delante y a atrás.
-¿Mía? Soy yo... ¿qué te ha pasado?
Con cuidado y sigilo, me fui acercando poco a poco hacia ella. Estaba completamente destrozada. Su mirada ausente me transmitió una sensación de vacío absoluto, como si dentro de ella no hubiera un alma, como si simplemente fuera una envoltura de carne y hueso. Esa no era mi amiga.
Me agaché a su lado, pasándole las manos por los hombros. Estaba fría; completamente helada por lo que usé mi don para proporcionarle algo de calor, pero fue una mala idea.En cuando notó el contacto de mi piel sobre la suya, me miró aterrorizada y se apartó  con un empujón.
-¡Aléjate de mí!
-Mía, pero...
-¡QUE TE ALEJES DE MÍ!
No comprendía qué era lo que estaba sucediendo. Mi amiga, mi compañera de clase... era como si no la conociera. Cuando clavó sus ojos sobre los míos, fue cuando me di cuenta. Eran blancos, no había señal de que hubiera  habido un iris o algún atisbo de color con anterioridad. Eran total y completamente blancos.
-Mía, me estás asustando ¿qué pasa? -chillé, presa del pánico mientras la zarandeaba.
Era como si no fuera ella misma, como si alguien la estuviera controlando desde otro lugar; como si estuviera poseída. Sin tan siguiera mirarme, arrancó la rama de un árbol y se la clavó en el estómago.
Un alarido desgarrador salió desde lo más profundo de su ser. ¡Se estaba autolesionando!
-¡Mía! ¡Mía!
Por más que chillara o la empujara, no me oía, estaba en su propio mundo a más de mil kilómetros de distancia. *Dios mío...* Estaba totalmente aterrada. No sabía qué hacer ni cómo reaccionar, ella era mi amiga, no podía dejar que se hiciera aquello, pero tampoco me veía capaz de pegarla.
Escuché unos pasos a la carrera tras nosotras y recé para que mis plegarias hubieran sido escuchadas. Recé todo tipo de oraciones, incluso algunas que ni siquiera sabía si existían dado que yo no era católica, pero suspiré de alivio al ver que Cinthya, Tom, Will, Jo y Christian aparecieron en el claro.
-¿Pero qué cojones... -susurró Tom.
Al igual que yo, ellos también se quedaron asombrados con la escena; salvo que esta vez, Mía estaba de pie, clavándose en el estómago una y otra vez la rama partida mientras que yo intentaba quitársela de las manos.
-¡No os quedéis ahí parados y venir a ayudarme!
Tardaron varios segundos en reaccionar; pero al final lo hicieron. El más sorprendido fue Will, que estaba inmóvil junto a Tom, algo verde debido a las nauseas. Me preguntaba cómo le explicaríamos lo que estaba viendo sin tan siquiera yo misma saber lo que estaba pasando.
Christian y Tom consiguieron derribarla en el suelo mientras que Cyn y yo le quitamos la rama de las manos. No quedaba ni una pizca del que antes era un precioso vestido blanco; al igual que mi amiga, no estaba ya allí.
-¡Soltarme! ¡Soltarme! -vociferaba mientras se removía entre los brazos de los dos chicos- tengo que hacerlo. Tengo que sacarlo de mí.
-¿De qué está hablando? -sollozó Cyn, presa del pánico.
-¡Tengo que sacarlo de mí! ¿¡Es que no lo entendéis!? Me va a matar, tengo que soltarlo, ¡lo tengo que sacar!
-¿De qué estás hablando Mía? -Le puse las manos en su rostro para tranquilizarla y que nos explicase qué era a lo que se refería, pero como antes, me apartó de ella.- Mía, qué pasa, tienes que decirnos qué pasa, sino, no podremos ayudarte.
Como si mis palabras fueran un interruptor de apagado; se tranquilizó. Dejó de forcejear inútilmente con Tom y Christian y por primera vez desde que la había encontrado, sus ojos buscaron los míos y; por primera vez en el tiempo que llevaba allí, sentí una sensación de alivio al ver que sus preciosos iris color gris estaban de vuelta en su rostro
-¿Mía? ¿Eres tú? -susurró Cyn tras de mí.
-¿Qué.. qué ha pasado? ¿Qué hago aquí? ¿Por qué me sujetáis chicos? -su mirada rondaba por nuestros aturdidos rostros sin asimilar la escena por completo -¿Y esas caras? Qué.... ¿¡POR QUÉ ESTOY CUBIERTA DE SANGRE!?
Ni mis amigos ni yo sabíamos muy bien cómo responder a todas esas preguntas. Había pasado de la histeria a la tranquilidad absoluta y lo más extraño de todo era que no había sido consciente de lo que había sucedido; de lo que ella misma se había hecho. Al ver que ninguno contestábamos, volvió a insistir.
-¡CONTESTARME!
Me daba la sensación de que si uno de los cuatro no hablaba pronto, volvería a su estado anterior y eso me llevó a levantar la mirada del suelo y hacer lo que nos pedía.
-¿No te acuerdas de nada? Mía, te estabas autolesionando, quién te ha hecho esto... -mi voz salió como un susurro, incapaz de darle más fuerza.
-¿Yo? Pero si... no.
-¿Qué es lo último que recuerdas?- intervino Tom, al ver que yo era incapaz de hablar.
-Yo.. yo estaba en el baile, estaba... hablando con Tiffany -me señaló con la barbilla en un movimiento de la cabeza- entonces ella se fue y luego... luego -una expresión de horror se dibujó en su rostro al darse cuenta de que nosotros teníamos razón- no me acuerdo de qué sucedió luego.
Todos los allí presentes nos miramos entre nosotros sin saber muy bien qué alegar a lo que Mía nos decía, porque no teníamos ni idea de qué hacer. Nos habían entrenado para combates de cuerpo a cuerpo, no para atender  crisis nerviosas.
-Lo mejor será que volvamos. Te acompañaremos a la cama y descansa ¿de acuerdo? -sugirió Tom con la mandíbula apretada.- Mañana veremos qué haremos con esto. ¿Te ves capaz de andar o te llevamos?
-Sí, - asintió con un susurro- puedo andar.
No sin darle muchas vueltas a la decisión, los chicos la soltaron, con mucho cuidado y siempre con una mano tras sus brazos y espalda; tanto por si se desmallaba como por si entraba en otra crisis; así estaría controlada.
-No entiendo qué está pasando.
-Lo averiguaremos ¿vale? -atraje a Cinthya y la abracé con fuerza para tranquilizarla.
¿Qué había pasado? ¿Era cierto que la chica que yo había encontrado era Mía? ¿Era esa la chica tímida y menuda a la que todo el mundo quería? Eran preguntas sin respuesta. Todo era una gran interrogación y ni yo misma sabía cómo interpretarlas.
Quizás lo que pasó fue nuestra culpa por fiarnos, por pensar que lo que había pasado no volvería a suceder y que estaba estable, quizás fue nuestro aturdimiento o que simplemente nos habíamos confiado. Pero nunca podré perdonarme aquello.
En un abrir y cerrar de ojos, Mía salió disparada, esquivando tanto a Tom como a Christian que se debatían por asirla e impedir que escapara. En cuando los vi, solté a Cyn y corrí en su ayuda, pero ya era demasiado tarde.
Mía se agachó para coger la rama con la que ella misma se había lesionado repetidas veces y la puso sobre su pecho. Estiré mis brazos en un intento de detenerla, como si en vez de carne, huesos y tendones, fuera de goma, pero lo único que conseguí fue perder el equilibrio y otorgarle los cinco segundos que necesitaba.
-Esto es solo el comienzo -dijo justo antes de clavar aquella rama en su corazón.




4 comentarios:

  1. Tu eres gilipollas o te lo haces?
    Tu crees que esto es normal? Matar a Mía así porque así, eso no está bien Alba, nada bien, y vas a tener un castigo por mala gente conmigo, eso no se me hace. Y menos quedarme con esa intriga. Tu crees eso normal? Además, no voy a pensar que Tiffany es la mala, porque seguro que eres tan capulla que no va A ser ella como yo pensaba.
    O subes el siguiente capítulo o te juro que te rajo.
    Pobre Mía.. No tenias derecho a quitarla del medio, no puedes ser como Serah que mata a todo el mundo. Pensaba que eras mejor eh, ya tendrás tu castigo.. Ya lo tendrás.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Eeeeh, sin faltar! T_T
      Que todo tiene su debida explicación joe y con lo de Tiffany ya te he dicho que siempre sacas tus conclusiones y luego siempre fallas XD

      Eliminar
    2. Yo también pienso que lo de Tiffany lo veo turbio, muy santa y con muchos secretos, no creo que sea al final tan santa.
      Lo de la muerte de Mía guay, bueno no guay pero que no me lo esperaba, no se si me explico xD

      Eliminar
  2. bhsafdgshbhjdvscuy CMO ME PUEDES DEJAR ASI?!?!?!?!?! ERES CRUEL!!!!!!!!!!!! Q ESTA OCURRIENDO?!?!?!

    ResponderEliminar