viernes, 4 de abril de 2014

Capítulo 21.

Eran las cuatro de la mañana cuando llegué de nuevo a mi habitación tras la guardia de aquella noche.
Me sentía bien; realmente bien después de todas esas semanas desastrosas que había llevado desde mi llegada a la Academia. Había arreglado mis malentendidos con todo el mundo. Primero con mi mejor amiga Cyn, quien se había molestado por haberle ocultado lo de mi nuevo don, algo en lo que aún tenía que seguir indagando.
Luego fue Tiff. Ella había estado un par de días esquiva conmigo, por algo que aún no quería contarme, pero no la presionaría. Sabía que me tenía ahí para lo que necesitara y estaría esperándola con los brazos abiertos en cuanto decidiera contarme lo que le pasaba.
Por último Tom, con quien lo había arreglado aquella misma noche a la hora de la cena. Toda la gente susurraba cosas cuando pasaba por mi lado, pero la verdad es que me importaba muy poco, yo me sentía bien por volver a hablarme con una de las personas, que sin yo saberlo, eran de las más importantes en mi vida.
Con un suspiro de alivio, me metí en la cama, dispuesta a dormir lo que me quedaba de tiempo hasta las seis y media de la mañana, para volver a empezar mi jornada lectiva. Estaba un poco harta de descansar tan pocas horas, pero así era la vida de un Wrach y aún más, cuando posiblemente un Marwolaeth acechaba los alrededores del instituto y no uno cualquiera, sino uno que sabía mi secreto.
Tiffany estaba plácidamente dormida en su cama, aunque me fijé que tenía una respiración pesada, probablemente estaría teniendo una pesadilla. Pensé en despertarla, pero deseché la idea en cuando mi cabeza tocó la almohada. Estaba tan cansada que no tardé mucho en dormirme.
Las tres horas de sueño se me antojaron segundos en cuanto el despertador empezó a trinar como un gallo a punto de ser llevado a la guillotina. Quería quedarme cinco minutos más, pero me obligué a mí misma a levantarme si no quería volver a llegar tarde; no estaba dispuesta a pasarme otra tarde más ayudando a la bibliotecaria a ordenar libros. Charity me había caído bien, hasta que vi cómo miraba a mi profesor de defensa.
Al recordarlo, no puede evitar sonreír, seguido de una reprimenda por mi parte. No podía permitirme eso, estaba mal. Carter era mi profesor, un guardián de Richarford y aún mucho peor; un humano.
A los Wrach no se nos estaba permitido salir con mundanos, dado que el número de nuestra especie era escasa, debíamos seguir reproduciéndonos.
 *Como si fuéramos conejos o algo por el estilo* -pensé entrando en la bañera.
Un Wrach nacía de la unión de dos Wrach o de un Wrach masculino con una bruja; el resto de especies que podía haber repartidas por toda la Tierra, se consideraban estériles para nuestra creación. Por lo que por mucho que yo no quisiera tener hijos, no me estaría permitido salir con un humano a no ser que abandonara mi posición como protectora, dejando a un lado toda mi vida, a lo que denominábamos desertar, algo a lo que no estaba dispuesta. Me gustaba mi vida; me gustaba perseguir a los hijos de la noche y darles caza; por lo que Carter tenía que salir de mi cabeza.
El tema con Will era distinto o al menos así se me antojaba a mí. Era guapo y atractivo, de haber sido un Wrach incluso me habría planteado salir con él, pero no había sentimientos de por medio; por lo que besarme con él no implicaba nada, ¿no?
-¿Te queda mucho en el baño? -Tiffany aporreó la puerta con ímpetu- necesito ducharme.
Había dos duchas en el cuarto de baño, pero ella sabía que me daba mucha vergüenza que la gente me viera desnuda; por lo que nos alternábamos.
-¡Vestirme! -grité.
Me puse el soso y aburrido uniforme al que tanto asco le había cogido. Después de llevar lo mismo tres semanas seguidas, era la única definición válida para describirlo. A mí me gustaban más los colores vivos, como el rojo de mi pelo, el que por cierto, tras echarle un vistazo en el espejo, me estaba pidiendo a gritos otra capa de tinte.
-A ver donde consigo yo esto... -resoplé, echándome un poco de espuma  para que los rizos quedaran bien definidos.
Mi pelo no era tan rizado y encaracolado como el de Tiffany; era más bien ondulado, pero con la espuma quedaba algo más espeso y con volumen. Exactamente como a mí me gustaba.
-Todo tuyo -le sonreí al salir del baño.
-Menos mal -se quejó, mirándome con desprecio- tardas mucho.
-Yo también te aprecio.
Debido a que a penas había tiempo, me sequé el pelo en la habitación, de lo contrario Tiffany me mataría. Solo disponíamos de media hora para acicalarnos, algo que a cualquiera de las estiradas que vivían allí se les antojaría poco tiempo, pero tanto a mi compañera y a mí nos bastaba.
Tras aplicar una capa de rímel a mis pestañas, estaba lista.
Mía me dijo que Cyn no se encontraba muy bien la noche anterior, algo extraño teniendo en cuenta que las enfermedades mundanas no nos afectaban, pero como tampoco fue a la guardia y las cuatro de la madrugada no es que fuera una hora para hacer visitas, decidí ir a buscarla, así tendríamos tiempo de charlar antes de las clases.
-Buenos días -la saludé al entrar en su habitación. Mi cara debió de ser un poema al ver que  estaba hecha un auténtico desastre.- ¿Qué ha...
-Luego te cuento, vayámonos a desayunar anda -me interrumpió, tirando de mi muñeca hacia el vestíbulo.
-¿Cyn?
Se podría decir que prácticamente me estaba sacando volando de allí.Corría por los pasillos a una velocidad realmente pasmosa para un humano; no me extrañaría que al pasar por el lado de alguno de los estudiantes se quedara aturdido.
Hasta que no llegamos a la mesa más alejada de la cafetería, no me soltó.
-¿Se puede saber que te pa...
-Baja la voz -me cortó en un susurro, acercándose más a mí. Me estaba preocupando.- Tengo que contarte una cosa.
-Cinthya, me estás preocupando, ¿se puede saber qué pasa?
-Es que... me da un poco de corte decirlo.
Me estaba poniendo de los nervios. ¿Qué era tan importante para que mi amiga se pusiera así? Solo la había visto actuar de ese modo cuando me contó que había perdido la virginidad y de eso hacía ya algunos años.
-Cyn, ¿de verdad? -le sonreí para tranquilizarla un poco- ¿corte? ¿de mí?
-Uf... -resoplo frustrada.- Vale, ahí va. Creo que estoy saliendo con un chico.
Lo dijo tan rápido que no estaba segura de lo que había oído; por lo que tuve que pedirle que me lo repitiera. Cuando lo hizo me di cuenta de que sí, había oído bien.
¿Cómo que estaba saliendo con un chico? ¿Dónde me había metido yo estas últimas semanas que no me había percatado de los síntomas de enamoramiento?
-Espera, espera, espera... -negué lentamente la cabeza, intentando  asimilarlo.- ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Quién? Es decir... ¿por qué no lo sé hasta ahora?
Mi amiga, al ver mi reacción, se echó a reñir algo nerviosa aunque más relajada que al principio. La acababa de acribillar a preguntas, pero necesitaba saberlo todo, con pelos y señales.
-Vale, a ver, todo a su debido tiempo. -Me sonrió.- Primero vayamos a por algo de desayunar.
-Esto... vale sí.
Ya me había olvidado completamente de que mis tripas llevaban rugiendo desde la hora de la cena del día anterior. Entre la disculpa y que me fui a hablar con Tom para ponerlo al día, no había probado a penas nada, a si es que a la hora del desayuno prácticamente arrasé con todo. Llené mi plato de huevos revueltos con beicon, un zumo de naranja y unos pocos de copos de chocolate con un colacao.
Para cuando Cyn se decidió a contarme todo yo ya había devorado más de la mitad de los huevos con beicon.
-No lo sabe nadie ¿vale? y quiero que siga siendo así. En un principio íbamos a mantenerlo en secreto y él no sabe que te estoy contando nada, por lo que...
-Sí, sí, yo soy una tumba -farbullé con la boca llena-, pero ¿me lo vas a contar o no?
-Es Diu.
Había sido una mala idea tragar justo cuando ella decía el nombre de su supuesto amante. Al escucharlo estuve a punto de morir asfixiada por un trozo de huevo.
-¿¡Qué!?
Diu era uno de los amigos de Will, el chico rubio y repeinado que Tiffany nos presentó el primer día en la academia. Recordaba la miradita que ambos se echaron, pero nunca pensé que pasara nada más de eso, de una simple mirada. No me entusiasmaba nada ese chico, era un prepotente y algo arrogante, pero viendo lo ilusionada que estaba mi mejor amiga, no podía decirle que no me parecía apropiado para ella, no al menos sin tener pruebas para argumentar el por qué. Simplemente me caía mal y punto.
-¿Que pasa? ¿No... no te gusta? -preguntó, algo contraída.
-No es eso, es solo que... no me lo esperaba. Bueno y ¿desde cuando?
-La primera semana empezó a hablarme por los pasillos, lo tengo en algunas clases y es tan mono... -una sonrisilla tonta se le dibujó en los labios. No me cabía duda, Diu le gustaba.- Me dio el primer beso hace un par de días y bueno, una cosa llevó a la otra y...
-Espera, espera, espera. -La interrumpí, levantando las manos en señal de stop.- ¿Tu y Diu...? ya me entiendes.
No tuvo que responderme, sus mejillas lo hicieron por ella.
-Pero Cyn... es un humano.
-¿Y? -me miró de reojo.
-Se supone que los Wrach y los humanos... no podemos estar juntos.
-Alex, es solo un tonteo de instituto. Cuando acabemos aquí, el volverá a su casa y nosotras a Ámsterdam, no es nada serio. Mientras tanto... ¿quién dice que no podemos pasarlo bien? -me sonrió con picardía.
En cierto modo tenía razón, simplemente era un royo de instituto.
Toda esa charla me trajo a la mente el tema de Will. El chico se me lanzó hacía ya dos días y desde entonces no habíamos intercambiado ni una sola palabra, aunque claro, tampoco es que tuviéramos oportunidad de hablar entre las clases, mi castigo y el poco tiempo libre que teníamos entre los estudios y el adelanto del toque de queda.
Automáticamente, sin yo quererlo, la mirada se desvió de mi plato hasta el sitio de Will, quien charlaba con algunos de sus amigos en su sitio habitual, a un par de mesas de distancia. Era guapo, tenía un cuerpo bien definido y era majo conmigo. Quizás Tiffany tuviera razón y yo no fuera otra más de sus ligues. No quería nada serio, pero tampoco que me quisiera cuando le diera la gana. Estaba claro, tenía que hablar con él.
Estaba tan absorta en mis pensamientos, que ni siquiera me percaté de que él ya no hablaba con sus amigos, si no que tenía puesto sus ojos en mí y que me sonreía. No una sonrisa de ¨hola, mírame que guapo soy¨, no; más bien era cálida, que me transmitió tranquilidad.
Cyn se dio cuenta de que llevaba varios minutos sin hablar y siguió la dirección de mis ojos para después, darme un codazo en las costillas mientras se reía.
-¿Algo que deba saber, Thomson?
Ella no estaba al tanto de la historia de Will. Había pensado que sería mejor aclararme primero y luego contárselo, pero ¿qué demonios? nadie me conocía mejor que Cinthya; ella sabría cómo aconsejarme. A si es que así lo hice, la puse al día sobre el tema en cuestión. Ella me escuchó sin interrumpirme, al contrario de lo que había hecho yo. Cinthya era la que escuchaba y pensaba, yo era una bomba atómica que explotaba sin previo aviso.
-Te digo lo mismo que te he dicho antes, prueba a ver qué tal sale. Que sale bien, genial, que no, pues nada.
-Ya, pero no sé...
-¿No sabes qué, Alex?
-Tiene fama de rompecorazones. -Fruncí los labios, mientras volvía a buscarle con la mirada. Ya no estaba. Algo lógico teniendo en cuenta que dentro de diez minutos sonaría el timbre.
-Y tú de rebelde sin causa ¿y?
-Venga ya, ¿en serio?
Ya era la segunda vez que dos de mis amigas me decían lo mismo. ¿Tan mala imagen tenía? No es algo que me importara mucho, que la gente pensara que era una ¨rebelde sin causa¨, lo que me molestaba era que hablaran de mí a mis espaldas.
Justo cuando estaba a punto de responder que tenía razón; Carter apareció por la esquina del pasillo que daba a las aulas y se paró frente a nosotras.
-Tú, vete a vestir, tienes una clase que recuperar.
-¿Yo? -dijimos las dos al unisono, a lo que él, miró al techo con desesperación.
-Señorita Michaelson, puede retirarse antes de que llegue tarde a su clase. -Su tono era amable, hasta que reparó en mí.- Thomson, vete a cambiar, tienes que recuperar el entrenamiento de ayer.
-Tengo clase.
-Tienes música y el profesor aún sigue de baja. Mueve el culo. Te espero en el gimnasio en cinco minutos.
Eso fue lo último que dijo antes de marcharse por donde había venido. A veces me desesperaba. 
Tras despedirme de Cyn, subí a toda prisa a mi cuarto para ponerme ropa deportiva. Cuando Carter decía que en cinco minutos tenía que estar allí, era que en cinco minutos exactos tenía que estar allí a no ser que quisiera duplicar la intensidad del entrenamiento.
No tenía camisetas reglamentarias con el escudo de la academia, por lo que cogí uno de mis tops deportivos y una sudadera negra. En teoría no se podía ir sin el uniforme durante las horas lectivas de lunes a jueves, pero si no me quitaba la sudadera, no pasaría nada.
-Llegas tarde -dijo de espaldas a mí, cuando llegué al gimnasio.
-No llego tarde.
-Sí, sí llegas tarde. Ahora sal ahí fuera y da treinta vueltas al circuito mientras que yo termino de preparar unas cosas.
-¿¡Treinta vueltas!? -me quejé indignada.
-Cuanto más tardes en empezar, más tardarás en acabar. -Se rió, aún de espaldas a mí-, a si es que venga.
-Estúpido -mascullé por lo bajo mientras salía de nuevo al exterior.
No me suponía mucho esfuerzo dar treinta vueltas al rededor del campus, simplemente es que no me apetecía y sobretodo después de haber desayunado. Me estaba arrepintiendo de haber comido tanto.

A la decimoquinta vuelta, a pesar del frío que hacía esa mañana, ya estaba empapada en sudor. Si hubiera podido correr con mi auténtica velocidad, habría acabado en un santiamén, sin una sola mancha o rasguño, pero los guardias de seguridad estaban merodeando por los alrededores y había algunos cursos de alumnos más pequeños haciendo educación física. Por lo que tuve que aguantarme y seguir corriendo.
Echaba de menos los entrenamientos con mis padres. En nuestros ratos libres, salíamos al jardín trasero y me enseñaban pasos de combate que no se veían en la escuela. Ventajas de que mis padres fueran profesores. Les echaba de menos. Al ser hija única, nuestra relación era bastante estrecha. Siempre me había preguntado por qué no habían tenido otro hijo, no es que me disgustase ser solo yo, pero toda su atención se volcaba en mí y eso a veces era molesto.
Después de otras quince vueltas más y varios calambres en las pantorrillas, volví al gimnasio con media lengua fuera. Normalmente dábamos diez vueltas, no treinta. Se había pasado. Era una forma de vengarse por mis contestaciones. La verdad es que Carter tenía demasiada paciencia conmigo, de haber sido cualquier otra persona, ya me habrían puesto de patitas en la calle.
-¿Ya has acabado? -Me pareció divisar una pizca de burla en su pregunta, pero decidí ignorarla.
-Sí.-Me estaba asando con aquella sudadera. Sabía que podía caerme un castigo si no llevaba la obligatoria del uniforme, pero prefería eso a cocerme ahí metida, a si es que me la quité y la tiré sobre uno de los bancos de madera que había pegados a la pared.- Bueno qué ¿empezamos?
-Sí, espera que termine de colgar esto y ya está... -dejó la frase a medio acabar cuando se giró para quedar de cara a mí. Estaba a un par de metros de distancia, pero escuché su corazón repiquetear más deprisa.
Me daba la impresión de que mi atuendo le había dejado sin palabras y, o una de dos o estaba demasiado enfadado porque no iba vestida con el uniforme o le encantaba lo que veía. Preferí deleitarme con la segunda opción.
-¿Y tu uniforme? -su voz sonó ronca y pastosa en un intento de seriedad, pero no funcionó.
-¿Esto es una clase reglamentaria? No ¿verdad? -contraataqué con guasa- pues eso.
-Se te ha olvidado hacer la colada ¿cierto?
-Se podría decir que sí -asentí algo avergonzada.
-Que no vuelva a pasar -suspiró con resignación- vamos, la clase que tengo preparada te espera.
La norma de los uniformes seguía resultándome lo más patético y absurdo que había visto jamás -sin contar a Daniela o a Spencer-; no nos dejaba libertad de expresión.
La sesión de entrenamiento la empezamos con algo de calentamiento, como todos los días. Un poco de abdominales, algo de flexiones combinados con saltos y una pizca de combate. Era una de mis partes preferidas, sé que suena absurdo, pero me gustaba el entrenamiento físico, me ayudaba a despejar la mente, aunque con Carter en mangas cortas y con una camiseta de licra ajustada no es que pudiera despejar mucho.
-¿Lista? 
-¿Para? -jadeé, mientras bebía algo de agua.
-Clase práctica con estacas.
Cuando lo escuché, el bochinche de agua salió dispersado en pequeñas gotitas  hacia el suelo, junto con un ataque de tos. Carter tuvo que palmearme los omóplatos para ayudarme a recuperar el aire.
Nunca antes había cogido una estaca auténtica. En los entrenamientos en mi antiguo instituto, usábamos simulaciones de plástico con punta redonda que no nos lastimaran. Llevábamos un par como arsenal de defensa en caso de ataque, pero hasta que no pasáramos la prueba final, no se nos permitiría tener una propia.
-¿Estás bien?
-Sí, sí -negué con la cabeza, restando importancia  a lo ocurrido- solo se me ha ido el agua por mal sitio.
-No sabía que te gustaran los tatuajes.
-¿Qué?
-Tu tatuaje, el de la espalda -me indicó con la cabeza.
Ya ni me acordaba de él. Me alegraba de habérmelo hecho en un sitio poco visible, teniendo en cuenta lo grande que era, no me extrañaba que no me lo hubiera visto antes.
-Ah, sí... 
-Es muy bonito.
-Gracias -sonreí.
Al darle la espalda ara volver a poner la botella de agua en su sitio, deslizó sus dedos, siguiendo la silueta de uno de los pájaros. Me pilló desprevenida y pegué un pequeño respingo. 
Fue como si el calor invadiera mi cuerpo de una forma repentina, abrasando mi piel ahí donde sus dedos me tocaban. Me quedé muy quieta, deleitándome con su tacto. Me daba miedo moverme y que la conexión se perdiera. Sabía que todo lo que me estaba pasando por la cabeza en ese momento era una completa locura; no quería que parara. Pero como todo lo bueno, llegó a su fin.
Sin tan siquiera inmutarme, di la vuelta lentamente para quedar frente a él. Sus ojos, normalmente de un azul cristalino, eran completamente negros, sin apenas un ápice de color. Tenían un brillo especial que pocas veces había visto en ellos y que tanta vida le daban. 
-Será mejor que empecemos -dijo con voz ronca.
-Sí -susurré, sin apartar mis ojos de los suyos.
¿Por qué todo tenía que ser tan complicado? Mejor dicho: ¿por qué yo tenía que ser tan complicada? 



6 comentarios:

  1. Ooinss *-* Que bonito! Hoy no puedo comentar mucho, ni siquiera debía haberlo leído, pero bueno..

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  2. sgdybauyctgfnsicmaxfndbycvatgchjgivmnaryb DIOS!!!!!!!!!!! SIGUE YA!!!!!!!

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  3. ¿Y no hay beso? AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAh!! ¡¡me tiro de los pelos te lo juro!! ¿por qué me haces esto? se me va a salir el corazón por la boca de lo nerviosa que me pongo cada vez que leo algo sobre ellos dos. Yo necesito chicha eh? jajajaja así no me puedes dejar.
    un beso y Sube pronto ^^

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    1. ya se yo que quieres chica, pero es que soy mala maliiiisima XD

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