lunes, 21 de abril de 2014

Capítulo 26.

Hacía frío y en el cielo había nubes grises que avecinaban que de un momento a otro empezaría a tronar.
En realidad, para cualquier alumno de la Academia Richarford era un día normal y corriente y ojala pudiera decir que para mí lo era, pero no era así; ni para mí, ni ara Cinthya, ni para Christian, Tom, Jo e incluso Will.
Habíamos perdido a una amiga, una compañera, una persona magnífica que conocíamos desde que eramos unos niños y lo peor de todo era que la habíamos visto morir y no habíamos podido hacer nada.
¿Era culpa nuestra? ¿Había muerto porque no nos habíamos organizado bien? ¿Por que habíamos pensado que su crisis había pasado? Sería muy injusto decir que no, pero también lo sería culparnos de lo sucedido.
Las campanas de la capilla repiquetearon en lo alto de la torre, diciéndome que el funeral de mi amiga, al cual ninguno de nosotros podríamos asistir, había tomado comienzo. La directora había tenido la gentileza de hacer un velatorio para decir el último adiós a aquella chica holandesa de pelo castaño que a pesar de que solo llevaba tres semanas allí, había entablado amistad con la mayoría del alumnado; y yo ni siquiera había podido asistir.
Una vez que un Wrach moría, su cuerpo, si es que no se había convertido en cenizas ya que adquiría la forma que debería tener pasado el tiempo de vida, se convertía en una simple cáscara pálida. No había alma, no había vida en él. Los muertos no distinguían de malo o bueno, de vampiro o humano; simplemente eran muertos. Por eso me encontraba agazapada junto a un arbusto, observando a la gente entrar en la iglesia.
Todos iban vestidos de negro o marrón, evitando los colores claros como el blanco o los llamativos y alegres como el rojo ya que se trataba de un funeral. Me recordaban a robots programados para la exterminación del universo. Era patético y absurdo. La mayoría de los que asistirían simplemente era alumnos aburridos de sus vidas que iban  por tener el placer de cotillear, a las pocas horas, sobre el asunto; mientras que yo no podía entrar a darle el último adiós a mi amiga y tenía que esconderme, vistiendo una blusa vieja y roida de color rojo junto con unos vaqueros de Tiffany, de un tono más ocuro que me quedaban estrechos. Como el negro era el color de nuestro uniforme de combate, los Wrach vestíamos de rojo para despedir a nuestros difuntos. La ceremonia no era como una mundana; nosotros citábamos poemas y oraciones que nuestros ancestros habían creado para este tipo de eventos y una vez finalizado, se le prendía fuego al cuerpo para que sus cenizas bagaran por la Tierra. ¿Qué pasaría con el cuerpo de Mía? No tenía ni idea.
De tan solo pensar en ella, lo alegre que era y la felicidad que transmitía; pensar que una hora antes de lo sucedido había estado riendo con ella; pensar que la conocía desde niña y que ya, no la volvería a ver... Era como una sensación de vacío y ahogo que se apoderaba de mi pecho y no lo soltaba.
Las imágenes de la noche anterior, no se borraban de mi mente y temía que no lo hicieran jamás.
Con los ojos desencajados y aún sin creerme lo que acababa de ver, olvidé la flojera de mis piernas y el pánico que me abrazaba con sus gélidos brazos y me incorporé del suelo a toda velocidad hasta acercarme al cuerpo inerte de mi amiga.
-¿Mía? -pregunté, tocándola con el dedo índice.
Por un momento me olvidé de todo; de que Cyn estaba derrumbada en el suelo con la mandíbula desencajada, de que Tom nos miraba sin creer lo que estaba pasando, de que Christian no parecía él, sino un niño lloroso de ocho años y de que Will tan siquiera estaba ya allí. Todo se volvió negro, excepto por un foco de color pálido que alumbraba el lugar donde se encontraba Mía. Incluso por un momento llegué a pensar de que simplemente estaba dormida, de que si le quitaba aquella cosa que tenía hundida en el pecho, despertaría y todo volvería a la normalidad; simplemente nos olvidaríamos de todo y haríamos como si nunca hubiera pasado nada; y por eso le arranqué la rama del pecho y me senté a su lado a esperar, con su cabeza en mi regazo.
-Mía -susurré, pasando los dedos entre su pelo- Mía, despierta. Por favor. Te necesitamos. Mía... -a medida que iba diciendo su nombre, el nudo de mi garganta iba cogiendo más fuerza, haciéndome ver lo que en realidad no quería.- Despierta. Despierta por favor... Mía.
Una vez más, un nombre más después, un segundo más y todo se vino a bajo, imponiéndose la realidad de golpe. 
Las lagrimas empezaron a brotar de mis ojos de manera desconsolada mientras que las caricias sobre su pelo pasaron a ser empujones y zarandeos, pensando que así, a pesar de saber la verdad, despertaría. No podía estar muerta. No podía.
No sé cuánto tiempo pasé golpeando el cuerpo sin vida de mi amiga, solo sabía que no quería separarme de él y unas manos que me asiaban con fuerza los brazos tiraban de mí. Forcejeé con ellos, grité y pegué puñetazos al aire mientras decía que me soltaran. Exigía que me dejaran estar con ella. Pero no lo hicieron.
-¡Que me sueltes! -grité, pegando un puñetazo sin fuerzas sobre el pecho de alguien.- ¡Suéltame!
-Alex, Alex... tranquilízate, tenemos que llevárnosla.
En algún otro momento me habría dado vergüenza que Carter me viera llorando de aquella manera. Estaba empapada de sangre, no mía sino de mi amiga; las piernas las tenía llenas de arañazos y el pelo lo tenía alborotado y pastoso. En cualquier otro momento, incluso me habría sentido feliz porque Carter me tenía entre sus brazos. Todo sería mucho mejor en cualquier otro momento, pero no en ese.
-¿No lo entiendes? -lo miré con ojos suplicantes, intentando hacerle ver de que no podía marcharme.- No puedo dejarla.
-Alex, no puedes quedarte aquí, tenemos que llevárnosla. -Distinguí un tono en su voz que se me antojó compasivo, al igual que el brillo de sus ojos. Me miraba como si pudiera sentir él mismo por lo que yo estaba pasando. Estaba preocupado por mí.- Deberías irte a dormir, ha sido un día duro... ¿vale?
Seguir discutiendo con él en una batalla que obviamente yo tenía perdida desde un principio, sería inútil a si es que asentí a su petición.
Con fuerza, me atrajo hacia él y me estrechó contra su pecho donde yo hundí mi rostro, absorbiendo su olor; una mezcla de colonia, sudor y olor a pino. No pude evitar echarme de nuevo a llorar.
-¿Cómo lo habéis sabido? -ahogue un sollozo, con el rostro aún pegado a su torso-, que había pasado esto.
- El alumno Will Fortsen fue a avisarnos a la cabaña de los guardianes -contestó, pasando sus fuertes manos por mi pelo. Puede que la gente hiciera preguntas si nos viera así, pero me daba igual, simplemente me estaba consolando y yo estaba dejando que lo hiciera, además todo el mundo allí andaba muy distraído yendo de aquí para allá.- En cuando me enteré salí disparado para acá. 
*Will...* Ya ni si quiera me acordaba de que él también había presenciado la atrocidad que había tenido lugar aquella noche. Tanto mis amigos como yo habíamos estado tan distraídos con Mía que se nos había olvidado que un humano había visto todo. Tendríamos que explicárselo más tarde, de eso no cabía duda. Había sido muy valiente por su parte haber ido a avisar a los de seguridad teniendo en cuanta que podría meterse en un lío con la fiesta y de que él ni siquiera conocía a Mía.
-Gracias -susurré, apartándome de él, mientras me secaba las lágrimas con la manga roída de mi camiseta.- He de ir a buscar a Cyn, debe de estar destrozada.
-Sí, será mejor. Iros a descansar... -se quitó su chaqueta y me la tendió.- Toma, debes de estar helada.
-No... -rechacé, pero antes de terminar la frase, ya me la había colocado sobre los hombros.
-Mañana me la darás.
-Gracias -asentí agradecida, con la mejor sonrisa que pude expresar.
Mi mejor amiga estaba derrumbada junto a un árbol, intentando mantener el equilibrio mientras miraba ausente a los de seguridad yendo de un lado a otro sin tan siquiera reparar en ella. En ese aspecto me sentía afortunada de que al menos Carter se hubiera preocupado por mí.
Sin mediar palabra, la abracé con fuerza y me la llevé de allí hacia el edificio principal.
Ambas habíamos pasado por mucho aquella noche; ambas habíamos perdido a una amiga, pero Cinthya tenía mucha más relación con Mía de la que tenía yo. Entendía por lo que estaba pasando.
Esa noche durmió en mi habitación. Tiffany no apareció por allí por lo que le insistí a Cyn que durmiera en mi cama y yo dormiría en la de mi compañera pero al final acabamos durmiendo las dos juntas en la mía, abrazadas como cuando éramos pequeñas y teníamos miedo de algo.
-Sus ojos... -susurró- no tenían expresión, Alex.
-Lo sé.- Una imagen vivida pasó ante mis ojos al ver aquellos aterradores ojos blancos e inexpresivos de Mía y un escalofrío me recorrió de punta a punta.- Intenta dormir ¿vale? -pasé una mano por su pelo, acariciándola con ternura.
-¿No lo entiendes verdad? -sollozó de nuevo, sorbiéndose la nariz.- Esa misma expresión tenías tú el día ese que empezaste a gritar en medio del bosque, asegurando que unas abejas te estaban picoteando.
No habíamos pegado ojo en toda la noche. Tanto Cyn como yo la pasamos en vela temiendo que llegara por la mañana y enfrentarnos al mundo real.
La directora nos llamó a mis cuatro compañeros y a mí de forma individual para contarle lo que pasó pero sinceramente no supe qué decir. Ninguno de nosotros sabía que había pasado; por qué Mía había decidido suicidarse. Lo único que me vi capaz de decir fue: era como si no fuera ella misma, como si en realidad se tratase de otra persona.
La directora y los del cuerpo de seguridad me insistieron, recordándome que yo era la que más podía ayudar dado que yo llegué antes que el resto, pero no dije nada más. Me limité a permanecer con la mirada perdida, dándole vueltas a lo que Cyn me dijo ¨ Esa misma expresión tenías tú el día ese que empezaste a gritar en medio del bosque, asegurando que unas abejas te estaban picoteando.¨
Por una parte era aterrador pensar que en que yo misma había estado en la situación de Mía. No podía parar de preguntarme si era cierto lo que Cinthya me dijo, pero por la otra me aferraba a la idea de que yo tenía razón; Mía no se había suicidado y que posiblemente habría alguien implicado detrás de todo esto.
Un chasquido tras de mí, desconectó por completo mis divagaciones y me puse alerta. Di un pequeño bote en el sitio, a punto de perder el equilibrio y resbalar hasta el suelo; cuando me encontré a Carter observándome varios metros más allá.
Lo miré, recordando su señal de afecto cuando me encontró, medio tumbada junto al cadáver de mi amiga. Fue una sensación extraña, el saber que realmente alguien se preocupaba por mí allí, a tantos kilómetros de distancia de mi verdadero hogar. Desde el primer día yo me había comportado como una déspota con él y en cambio seguía ahí, dándome oportunidades y tratándome con el mismo respeto que a un igual. Aunque sus palabras seguían haciendo mella en mí.  Simplemente era una alumna y él se preocupaba por sus alumnas.
-Hola -saludé, con la voz algo ronca debido a la cantidad de gritos y lágrimas derramadas.
Aún tenía los ojos algo hinchados e irritados. Me daba vergüenza que mi profesor me viera así, por lo que agaché la cabeza con disimulo, concentrándome el los cordones de mis botas negras.
-¿Qué haces aquí? -Noté cierta cautela en su voz, como si midiera cada palabra con un metro para que tuvieran la medida y el tono exactos. Al ver que solo me limité a encogerme de hombros mientras le daba la espalda para quedar de cara a la capilla, prosiguió:- pensé que estarías dentro.
*Si tú supieras..* Sonreí, ante mi sarcástico chiste. No es que no quisiera entrar y dejar a un lado mis creencias religiosas, es que no podía pero eso no se lo podía decir a él.
Quería estar sola, por eso me había escondido entre los matorrales, por lo que me mantuve en silencio a la espera de que él captara mi indirecta. Pero no sé si es que no lo hizo o simplemente quería hacerme compañía. En vez de marcharse, avanzó hacia mí, hasta que mi hombro tocó su pecho.
Ahogué una exhalación al notar el contacto de su cuerpo sobre el mío. Sólo era un mínimo roce, pero bastó para levantar un revoloteo en mi estómago y rememorar su abrazo. Ansiaba otro, con todas mis fuerzas, pero no podía permitírmelo.
-Estoy al corriente del interrogatorio que te han hecho esta mañana...
A pesar de mi mirada ausente, sabía que a él le estaba costando dirigirse a mí y más para hacerlo por uno de los motivos por el cual solo quería olvidar. Podía imaginármelo mirándome desde lo alto con su dura expresión y los dientes apretados mientras me escudriñaba con la mirada. Él no tenía ninguna culpa, de nada, pero no me apetecía hablar del tema, aunque sabía que si no lo hacía, la única que saldría perjudicada sería yo.
-¿Y qué? -conseguí decir tras tragarme el nudo que se estaba formando en mi garganta.
-Sé que esto es duro para ti, Alex, pero tienes que explicarnos todo, si no no podremos ayudar.
Sin saber ni el cómo ni el por qué, una rabia se abrió paso desde lo más profundo de mis entrañas. Apreté los puños a los costados, intentando concentrarme en el dolor de mis uñas atravesando la piel para así evitar ponerme a llorar allí mismo.
-¿Ayudar? ¡Já! -Grité encolerizada dándome la vuelta para quedar de cara a él.- ¿¡Qué vais a hacer!? ¿¡La vais a traer de vuelta!? ¡E-S-T-Á M-U-E-R-T-A!
Inmediatamente nada mas pronunciar aquellas palabras me arrepentí de que hubieran salido de mi boca. La expresión de incredulidad, mezclada con dolor en el rostro de Carter me perforaron el corazón. Me sentí estúpida, como una niña malcriada por haber tratado así a la única persona que había mostrado preocupación por mí.
Mi cuerpo no aguantó más y acto seguido, un mar de lágrimas resbaló por mis mejillas, humedeciendo cada parte de mi rostro por el que pasaban. No recordaba haber llorado tanto desde que tenía al menos ocho o nueve años, cuando mis padres no quisieron comprarme por navidad la Barbie que todas las niñas de mi clase tenían.
-Dios, Alex... -espetó con frustración.
Alargó su brazo entre el poco espacio que había entre ambos y tiró de mí hasta que quedamos en la misma
posición que la noche anterior. Yo con la mejilla mojada sobre su pecho y él con una mano en mi cintura y la otra en mi pelo.
-Lo siento -mi voz sonó hueca contra su chaqueta.
-No tienes por qué. Tú no has hecho nada. Sólo estabas en el lugar equivocado, en el momento equivocado.
Permanecimos largo rato así, los dos unidos mientras que él me consolaba con el tacto de sus rugosas manos contra mi cara. Los segundos se me antojaron horas, pero no quería apartarme de él. Todo aquello era una locura y ambos lo sabíamos. Pero como todo, nada dura para siempre. Esta vez fui yo la que decidió cortar por lo sano y me aparté, secando mis lágrimas con la manga de mi camiseta.
-Supongo que sí -dije, encogiéndome de hombros.- Sé que debería haber hablado esta mañana, pero es que... no podía, de verdad que no podía. No ante todos esos extraños que me miraban como si estuviera loca y se compadecieran de mí por haber perdido a una amiga. A ellos ni siquiera les importa qué pasó, cómo están Cyn, Tom, Christian o yo... sólo quieren buscar una solución para después olvidarse de todo.
-Pero a mí sí que me importa.
-¿Qué?
-A mí sí me importa cómo estás tú.
¡Zash! Aquellas seis palabras fueron como un chorro de agua fría en pleno invierno. Levanté la cabeza sobresaltada para quedarme mirando sus oscuros ojos. Había dicho que le importaba. Yo. Ni Cinthya ni Tom ni Christian; sino yo. ¿Y después me soltaba que yo era una alumna más? ¿Por qué me hacía eso?
La respiración se descompasó totalmente y me puse aún más nerviosa al pensar que probablemente él mismo se había dado cuenta de ello. El corazón latía con tal magnitud en mi pecho, que temía que me rompiera las costillas y saltara al exterior allí mismo. ¿Qué tenia aquel chico que producía ese efecto en mí?
-Esto... eh... -las palabras salían arremolinadas de mi boca sin ningún sentido coherente y al parecer eso le hizo gracia. La sombra de una sonrisa apareció en la comisura de su boca mientras me miraba con un brillo divertido en sus ojos. Me resultó imposible no reírme yo también.- Iré a hablar con la directora -asentí, algo más tranquila- o... lo intentaré.
-Eso está  mejor -sonrió, esta vez con una sonrisa completa.- Ahora he de irme, se hace tarde y a demás, te reclaman.
Seguí la dirección de sus ojos, puesta sobre mis tres amigos, todos ellos también vestidos de rojo, como yo. Christian sostenía algo que me parecieron bolsas de papel, pero que no distinguí bien de qué se trataban.
-Sí -asentí, separándome con cautela de él- adiós. Oh y ¿Carter?
-¿Sí?
-Gracias -le sonreí por última vez antes de marcharme.
Tuve que correr un poco hasta alcanzarlos. Ya estaba anocheciendo y pronto sería la hora de la cena. Hacía algo de frío, por no decir que demasiado y la misa aún no había acabado. Al igual que yo, ellos también estaban alicaídos y tristes, algo muy comprensible.
-¿Quién era? -preguntó Cinthya, señalando con la barbilla en la dirección de la que yo había venido.
-Carter.
-¿Quién?
-Carter -resoplé, rodando los ojos como si la respuesta fuera más que obvia- el profesor de defensa.
-¿Le llamas por su nombre de pila? -Tom abrió muchos los ojos, como si lo que yo hubiera dicho fuera algo de otro mundo.
Volví a poner los ojos en blanco, dejando a un lado aquel tema de conversación y me centré en las bolsas de papel, color blanco roto que Christian sujetaba con fuerza entre las manos.
-¿Qué es eso? -señalé con un movimiento de cabeza.
-Son farolillos. -Todos nos quedamos callados evitando mirarnos los unos a los otros. No había pensado qué podía ser o para qué serían, pero entonces caí en la cuenta.- Mía se merece una despedida digna.
Ninguno volvió a intercambiar palabra hasta que no llegamos al claro donde habían tenido lugar los hechos. Fue algo doloroso y no solo hablo por mí, sino por todos. A ninguno nos apetecía recordar lo que habíamos vivido y aquél era el lugar donde había ocurrido. Las imágenes volvieron a pasar por mi cabeza una y otra vez; desde el momento en el que dejé a Will colgado hasta que vi como mi propia amiga hundía la estaca en su corazón. Los detalles eran tan reales, que parecía que estaba ocurriendo todo de nuevo.
Christian nos dio un farolillo a cada uno, incluso a Jo, que se nos unió un par de minutos más tarde.
-Este es por todas la veces que me ha ayudado -dijo Tom, encendiendo su farol y soltándolo.
Acordamos que, ya que no podíamos darle el funeral que ella se merecía, el funeral que le dábamos a uno de los nuestros, los Wrach, encenderíamos cada uno un farolillo, añadiendo una frase buena acerca de nuestra amiga.
La verdad, no tenía ni idea de qué podía decir de ella. Había estado con Mía desde antes de la primaria y a pesar de la cantidad de cosas que había vivido con ella, ninguna me pareció lo suficientemente buena para destacar.
Escuché atentamente a cada uno de mis amigos. Con cada palabra, el nudo que se había formado en mi garganta iba tomando consistencia y solidez hasta el punto que no pude aguantar más y solté la primera lagrima cuando llegó mi turno.
-Bueno... supongo que ahora me toca a mí -dije, sin dirigirme a nadie en particular. Podía combatir en miles de enfrentamientos, clavar estacas, pegar puñetazos y patadas y sin embargo, no era capaz de decir un último adiós. Miré hacia el árbol donde la había encontrado agazapada cuando llegué al claro y por un momento la volví a ver; pero esta vez no estaba manchada de sangre ni herida o al borde de la histeria. Esta vez era simplemente Mía. Con su sonrisa radiante y su largo pelo castaño recogido en una coleta y me estaba mirando a mí.- No tengo ni idea de qué pudo decir, nunca se me han dado bien estas cosas, bueno... en realidad dudo que a nadie se le dé bien estas cosas. Todos sabemos que la muerte llegará algún día; tanto la nuestra como la de nuestros seres queridos y en cambio, ninguno estamos preparados para ella. >>Pensamos que todo será siempre bonito y que las cosas que le pasan a los demás, nunca nos ocurrirá a nosotros. -Solté todo el aire contenido en mis pulmones, sonriendo con nostalgia al reflejo de mi amiga. Noté cómo una lágrima recorría lentamente mi mejilla derecha.- Supongo que finalmente esto es un adiós. Nuestro último adiós. Podría enumerar la cantidad de cosas buenas que hemos vivido pero ninguna me parece lo suficientemente buena para hacerlo. Te recordaré siempre querida amiga. Como tú eras. Radiante y siempre con una sonrisa en tu rostro. Adiós.
Todos los demás utilizaron un fósforo para encender su farolillo, yo en cambio encendí la yema de mi dedo índice y la deposité en el soporte justo antes de soltarlo y ver cómo se unía con el resto  en lo alto del cielo, como si de cinco estrellas se tratasen.
*Adiós querida amiga. Adiós*.








6 comentarios:

  1. Joder que bien has escrito este capítulo, lo haces bien en general, pero en este te has salido, casi me pongo a llorar y todo.
    Deberías subir los capítulos de dos en dos, uno se me hace poco jajajaja

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    1. No es que quiera que lloréis, quiero que estes tooooa´hs happy, pero pretendía mostrar sentimiento en el capítulo, que sintierais cómo se siente Alex.
      Muchas gracias jj
      PD: no puedo subir de dos en dos jajaja entonces acaba en nada y no me da tiempo a escribir jajaj y menso ahora, que ando algo atascada.

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  2. Este capitulo ha estado genial la verdad. Me ha gustado mucho el gif que has puesto antes de Cronicas Vampiricas jajaj. Ademas, lo has escrito de una forma en la que refleja muy bien los sentimientos de Alex. PD: nunca pense que le llegaria a pasar esto a Mia y en primer lugar, por que a ella y no a otr@???
    En fin, supongo que cada novela tiene que tener su secreto...
    Espero pronto el siguiente capitulo. Nos haces los dias mejores con tus capitulos, besos :3 :)

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    1. Soy fan, fan, fan de CV jajaja soy una friky de los vampiros como podrás ver *_*
      Me da la impresión de que nadie se esperaba lo de Mía y sinceramente eso me gusta. No quiero que la novela sea predecible, es decir, hay cosas que son obvias, pero si pueden ser la minoría mejor que mejor jj y a lo de por qué ella, es algo que no puedo decir U_U
      Muchisimas gracias ;) ¿sabes? con comentarios como estos me dais muchisimos ánimos, las gracias he de dárosla yo a vosotr@s.

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  3. ...Joe he llorado..No me esperaba que Mia, habría muerto... Y en el capitulo anterior me quede en shock.. ¿Cuando subirás siguiente capitulo..?

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    1. En eso consiste, en que no os esperéis las cosas :)
      Pues en teoría hoy, pero aún no lo sep :)

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