lunes, 23 de junio de 2014

Capítulo 43.

Acabar con aquellos estúpidos fue pan comido, incluso me resultó mucho más fácil de lo que me esperaba.
A decir verdad me sentía bastante orgullosa de mi don; es decir, el resto de poderes también eran útiles y bastante buenos, pero ninguno como el fuego. El fuego podía acabar en un santiamén con un Marwolaeth sin tener que hacer el mínimo esfuerzo, simplemente una mirada o un pensamiento sobre la zona que quería que pendiera y voila, adiós peligro.
En cuanto me hube asegurado de que estaban completamente fritos, chamuscados y muertos me marché de allí. Aún quedaban más y estaba segura de que no vendrían solos o no al menos los que supieran que una Wrach con el don del fuego rondaba por los alrededores.
Intentaba no pensar en cómo estaría el resto, ya que si lo hacía solo servía para ponerme más nerviosa y no podía permitírmelo. Cinthya, Tom, Jo y Christian sabían cuidarse solos y Carter... era Carter, ese hombre era como un Dios del Olimpo. Estarían bien.
Iba en dirección al gimnasio cuando me percaté de que había alguien más por la que debía preocuparme de la cual no había vuelto a saber nada desde que se había marchado a ver una película.
-Tiffany...
Sin pensármelo dos veces di media vuelta y corrí hacia el castillo lo más rápido que pude. La mayor parte de los alumnos se encontraban en el gimnasio y esa era una zona segura ya que a pesar de que el ataque probablemente se estuviera desarrollando ahí, todos los guardianes estarían defendiendo la zona, lo que dejaba el ala de los dormitorios y las aulas altamente desprotegidas.
Iba a mitad de camino cuando me di cuenta de algo extrañamente inusual. El ambiente estaba cargado de un olor a chamusquina y a medida que avanzaba se iba intensificando. Aún me quedaban varios cientos de metros para llegar hasta la puerta, pero ya desde allí pude advertir las llamas salir por las ventanas de las habitaciones en la otra punta.
-¿¡Pero qué cojones!? -espeté apretando aún más el paso.
-¡Alex! -me llamó una voz conocida- ¡Alex! ¡Espérame!
Cinthya venía a la carrera tras de mí. Tenía el vestido  ajado y las manos manchadas de algo negro con pinta de ser pegajoso, pero no era nada preocupante, no estaba herida.
-¿Dónde están los demás? -pregunté ocultando la histeria lo mejor posible.
-Tom y Christian están en el gimnasio -respondió jadeante, apoyando las manos en las rodillas para recuperar el aliento- Caleb está con Jo y Yum defendiendo la zona y del resto no sé nada. ¿A dónde vas?
-Compruébalo tu misma -la agarré de la muñeca y tiré de ella.
Si Tiffany seguía allí dentro era cuestión de tiempo que perdiera el conocimiento debido a la falta de oxígeno; eso o algo peor, que muriera abrasada por las llamas.
Nos repartimos el trabajo; Cinthya se encargaría de avisar a los de cursos inferiores y sacarlos de sus dormitorios mientras que yo buscaba a Tiffany.
De no haber sabido qué iba a hacer esa noche, habría sido como buscar una aguja en un pajar, solo que el pajar estaba ardiendo y no nos quedaba tiempo.
El vestíbulo estaba completamente lleno de humo, a penas se veían dos palmos de distancia. Advertí a Cinthya de que tuviera cuidado y que a ser posible respirara a través de la tela de su camiseta, mientras que yo cree un pequeño campo de fuerza a mi alrededor.
Podía sentir dónde había sido creado el incendio. Era como una vocecilla en mi cabeza que me decía que me alejara de la zona norte, que ahí era donde mayor era el peligro, pero a la vez también era donde se encontraba mi compañera. Corrí por los pasillos como pude esquivando cuadros calcinados y telas ardientes que colgaban del techo.
Los segundos se convirtieron en minutos y los minutos en horas. La agonía en mi pecho era tal que parecía que el corazón se saldría de su lugar y aparecería palpitante en mis manos. Era imposible saber dónde estaba con la cantidad de humo que había; y el calor era insoportable. La presión en el pecho era cada vez mayor. Noté un extraño cosquilleo en el hombro, como si mi propia marca me dijera que no debía seguir avanzando por ese camino, que debía alejarme del origen del incendio.
Cuando llegué a la zona común, la puerta de madera había sido sustituida por una lengua de fuego que azotaba el aire hasta el techo. No estaba segura de si podría pasar con el campo de fuerza por lo que cogí una bocanada de aire y lo deshice. Crearlo me había dejado agotada y aún más teniendo en cuenta que llevaba varios días alimentándome solo de comida mundana, pero cuando se trataba de salvar a alguien, sacaba fuerzas de donde fuera necesario.
Extendí las manos hacia el frente y posteriormente las separé, abriéndome paso entre las llamas, que se partieron a la mitad como las aguas del Mar Rojo se separaron ante Moises.
-¡Tiffany! -grité, tapándome la nariz y la boca con ambas manos- ¡Tiffany!
El calor que hacía en aquella habitación no era nada comparado con el que me imaginaba que haría en el infierno, si es que era verdad que existía. Los ojos me ardían por el resplandor de las llamas y gotas de sudor resbalaban a lo largo de mi columna vertebral.
-¡Tiffany! ¿Dónde estás?
-¡Alex! ¡Alex! -llamó una voz masculina- Estamos aquí, junto a la ventana.
-¡No abras la ventana! -chillé presa del pánico.
Si abrían la ventana, lo único que pasaría sería que acabaríamos volando por los aires.
Avancé entre el humo palpando los sillones y mesas a mi paso. La sala común era lo suficientemente grande como para albergar a todos los alumnos pertenecientes al bachillerato, por lo que tenía que tener cuidado de no tropezar con ningún objeto.
El humo que había entrado en mis pulmones estaba empezando a pasarme factura; por mucho que mi don fuera el fuego, no significaba que no pudiera hacerme daño. No tanto como a los demás, pero sí que podía quemarme.
-¿Dónde estáis? Hablarme para que me guíe por vuestras voces.
-Estamos junto a la ventana Alex, junto a la ventana.
*Ya claro, como solo hay unas veinte ventanas ¿verdad?*
-Tiraros al suelo, ahí el aire es más limpio -les advertí.
No sabía quién era el chico, pero también era mi responsabilidad. Empecé a preocuparme aún más al advertir que no había oído la voz de Tiffany en todo el rato. ¿Dónde estaba?
-Estamos aquí -dijo la voz, tirando de mí hacia el suelo.
El dueño de la voz resultó ser Lucas, el mismo chico de pelo plateado que había compartido conmigo mi primera sanción y que me había advertido sobre la profesora de biología. ¿Qué hacía allí?
-¿Qué le pasa? -ahogué un grito al comprobar el estado en el que se encontraba mi amiga.
Tiffany estaba tumbada bocabajo con los brazos extendidos hacia el frente. No se movía, pero escuchaba su corazón, estaba débil; tenía que sacarla de allí.
-Ha respirado mucho humo -dijo Lucas entre toses- tenemos que sacarla de aquí.
No podía estar más de acuerdo con él, el problema era que no sabía por donde. Volver a la entrada sería completamente imposible, no al menos conscientes y abrir la ventana para saltar era un completo suicidio. Solo quedaba una opción.
Me incorporé de nuevo como pude ya que estaba temblando completamente de pies a cabeza, ya fuera por los nervios o por la falta de oxígeno; y me dispuse a hacer lo que debía hacer.
Uno de los primeros trucos que mi padre compartió conmigo, fue el de absorber el fuego. Podía crearlo, pero también eliminarlo. Nunca más lo volví a intentar puesto que era un ejercicio muy doloroso, pero sabía cómo tenía que hacerlo.
-Cuando te diga ya, abres la ventana -avisé a Lucas.- Coges a Tiffany y saltáis.
La altura hasta el suelo era escasamente dos metros, como mucho tres por lo que la caída no les haría heridas graves.
-¿¡Qué!? Pero saldremos volando por los aires.
-Lucas ¿confías en mí? -lo miré a tiempo de ver cómo asentía vacilante, sin creer muy bien sus propias palabras- pues cuando te diga ya, coges a Tiffany y saltas.
*Bien, vamos allá*.
Cerré los ojos con los brazos extendidos y visualicé a mi padre en mi cabeza, diciéndome todos y cada uno de los pasos que debía seguir. En primer lugar habría respirado hondo de no haber sido mucho peor dado la cantidad de humo que había en la sala común, mis pulmones estaban completamente intoxicados con él, pero aún así debía sacar fuerzas de donde hiciera falta. Los alumnos de aquella academia eran parte de mi responsabilidad como guardiana y un Wrach nunca se rinde.
Me concentré en el fuego, en su calor, su color, el movimiento de las llamas... su olor. Necesitaba empaparme de todo él para poder llevar acabo mi cometido. Con los ojos cerrados, imaginé que las llamas danzaban en mi dirección dejando atrás los cacharros chamuscados e inservibles para venir a un lugar seguro; mi cuerpo; como me envolvían con su calor y entraban en mi cuerpo por cada poro de mi piel... entonces sucedió.
El dolor se apoderó de mí. Un chillido aterrador me desgarró la traquea en cuanto noté su contacto, el ardor
y la estela candente que dejaba a su paso. Era como si todas las partes de mi cuerpo se encontraran dentro de una hoguera y se derritieran. Las venas me ardían, la cabeza estaba a punto de explotarme y la presión sobre mi pecho era algo realmente agonizante. Sentía que de un momento a otro me vendría abajo con todo el peso de mi cuerpo, pero no se trataba de mí, sino de Lucas y Tiffany. Tenía que salvarlos.
-¡Ahora! -grité a tiempo que dejaba salir la fuerza de mi interior, creando un muro entre nosotros y el fuego.
No me detuve a mirar si todo el sufrimiento había servido para algo; en cuanto noté la brisa fresca que entraba por la ventana, lo dejé todo y a la velocidad del rayo cogí ambos cuerpos y salté por la ventana justo un segundo antes de que todo volara por los aires.
Debido a la explosión, la honda nos empujó varios metros más allá por lo que tuve que colocarme de tal manera que ambos quedaran tapados con mi cuerpo. Si yo me hacía, aunque fuera un mísero rasguño, me curaría antes que ellos y tanto Lucas como Tiffany ya habían sufrido bastantes daños.
-¡Joder! -espeté, llevando ambas manos a la cabeza. Tenía tal presión en el cráneo que parecía que de un momento a otro me estallaría y mis sesos quedarían repartidos por el césped del patio.-¿Lucas?
-Estoy aquí -gimoteó tras de mí.- Alex, ¡Tiffany apenas respira!
No hizo falta que me lo repitiera dos veces. Me incorporé todo lo rápido que pude y fui hacia ellos con más de medio cuerpo entumecido por el golpe. Las piernas me temblaban cada vez más y sentía que de un momento a otro me desplomaría en el suelo. Todo ese uso de poder me había dejado agotada, pero antes de eso tenía que salvar a mi amiga.
Me arrodillé junto a ella y puse ambas manos sobre su pecho para poder así practicarle la respiración boca a boca. Uno, dos, tres, cuatro y cinco contracciones en las costillas, seguidas de tres respiraciones boca a boca. Uno, dos, tres, cuatro y cinco contracciones, una, dos y tres respiraciones... dejé de perder la cuenta cuando llegué al número cincuenta. El corazón de Tiffany seguía débil y éste no mostraba indicios de querer mejorar.
-Sigue sin respirar -jadeé a la par que seguía empujando su abdomen.- Ven, haz lo que estoy haciendo, tengo una idea.
Me quité de encima de mi amiga para dejar a Lucas que siguiera. Solo quedaba una alternativa, aunque para ello necesitaba que recuperara la consciencia aunque fuera un solo segundo.
Probablemente me iba a arrepentir de hacer aquello delante del chico, pero la vida de mi amiga estaba en juego y si eso significaba tener que vérmelas con el el Consejo porque un mundano me había descubierto dándole sangre a otro para sanar sus heridas, lo haría.
Mordí la parte interna de mi muñeca hasta que la sangre llegó a mis labios. Necesitaba que Tiffany estuviera consciente para poder tragar, sino no serviría de nada. Lucas me miró con ojos de incredulidad, pero no le hice el menos caso.
-Vamos Tiff, vamos -supliqué, pasando mi mano por su nuca para que así la cabeza quedara levantada.-Vamos...
-¿E-eres un?
-Mira Lucas, no es momento para dar explicaciones -dije, al borde de la histeria- pero piensa que si estuviera aquí para mataros, no me habría jugado el pellejo ahí dentro -señalé con la barbilla hacia la ventana por la que habíamos saltado, ahora hecha pedazos-  a si es que mueve el culo y sigue haciendo el RCP.
El muchacho me miró vacilante, sin comprender nada de lo que estaba viendo, pero no obstante me hizo caso y lo dejó estar mientras yo seguía sosteniendo la cabeza de mi amiga.
Probablemente si conseguía salir de esa, el estar tanto tiempo sin respirar le traería graves consecuencias cerebrales, pero prefería eso a dejarla morir.
-Esto es inútil -gimoteó Lucas.- Si no conseguimos que vuelva en sí tu sangre no hará nada, a no ser que...
Me sorprendió realmente que supiera que la sangre de vampiro, ya fuera de un Wrach o un Marwolaeth pudiese curar a un humano, pero me daba igual la respuesta en esos momentos.
-¿A no ser qué? -medio chillé.
-La única forma que tu sangre la cure es que llegue a su organismo y la manera más rápida es produciéndola directamente.
-¡Genial! ¿Cómo no se me había ocurrido antes? A sí, espera, ¡NO TENEMOS AGUJAS PARA HACER UNA TRANSFUSIÓN!
-Muérdela y junta tu sangre con la suya.
-¿¡Qué!?
Lo que Lucas estaba diciendo tenía sentido, pero morderla significaría probar su sangre y los Wrach no bebíamos sangre humana, no al menos los que respetábamos la ley. Nunca antes había bebido sangre de otro persona y mucho menos de un humano ¡era una completa locura!
-No-no puedo hacer eso.
-¡Alex! -Lucas me agarró por los hombros y me zarandeó- ¡Se está muriendo!
-Pero... nunca he bebido sangre humana, yo...
-Alex, por favor...
Los miré a ambos; el con los ojos vidriosos por las lágrimas y ella pálida, incluso más que yo. Tenía razón, se estaba muriendo y la única forma de salvarla era haciendo que mi sangre llegara directamente a su organismo y para ello tendría que morderla.
No podía verlo, estaba a un paso de convertirme en un monstruo; ¡pero si ni tan siquiera soportaba beber la sangre de una lechuza directamente de las venas!
Con los ojos apretados fuertemente, asentí despacio. Me incliné sobre ella y dejé que los colmillos salieran a la luz. No teníamos tiempo, por no decir que el reloj iba marcha atrás, por lo que tendría que ser rápida.
Una estampida de sabor tuvo lugar en mi boca en cuanto mis colmillos atravesaron su piel. Sabía a luz, a vida, a alma, a Sol... a todas las cosas inimaginables que nunca habría pensado que pudieran llegar a tener un sabor. Era lo mejor que había probado nunca. La sangre corría por mis labios introduciéndose en el interior de mi boca, era como si todos los placeres de la vida se hubieran congregado en uno solo y ahora mismo estuvieran dando una fiesta en mi paladar.
-Alex, para, ya está bien -me advirtió Lucas tirando de mí.
Lo sabía; sabía que ya era suficiente, pero no para mí. Quería hasta la última gota de sangre de su cuerpo. Quería más. ¡Quería más!
-¡Alex! ¡La vas a matar!
Me vi arrastrada por una fuerza inexistente que me llevó a otro lugar lejos de allí. Estaba sentada en el asiento trasero de un coche, las piernas me colgaban rozando con las puntas de los pies el salpicadero y una música a penas audible inundaba el lugar. Una mujer ocupaba el asiento del copiloto y un hombre el del conductor. Estábamos en movimiento.
El coche frenó bruscamente y debido a la inercia me topé con la parte trasera del respaldo del conductor.
-¿Qué pasa papá? ¿Por qué frenas?
No podía explicar el por qué o el cómo, pero aquella vocecilla salió de mi interior. Era como si yo estuviera allí, pero a la vez no. Como si me encontrara dentro del cuerpo de otra persona.
-Esa mujer necesita ayuda, en seguida vengo.
El hombre bajó a toda prisa del coche y yo me desabroché el cinturón para poder inclinarme y ver así lo que pasaba. Había un cuerpo tendido en medio de la carretera, no alcanzaba a ver si se trataba de un hombre o una mujer, pero necesitaba ayuda; parecía como si estuviera... muerta.
Creo que tanto la mujer, el hombre o yo no nos esperábamos que aquel cuerpo inerte despertara a la velocidad de la luz y desgarrara el cuello del hombre.
-¡Carton! -chilló la mujer sorprendida.
-Papa....
-Cielo, tengo que ayudar a tu padre -sollozaba la mujer algo nerviosa- no te muevas del coche. Pase lo que pase, no te muevas del coche.
Estaba claro que no era yo, que aquella mujer no me estaba hablando a mí sino a otra persona, a su hija pequeña. Sentía cómo el terror se apoderaba de mí. ¿Cómo tanto miedo podía adentrarse con tanta fuerza en un cuerpo tan diminuto? Al principio no tenía sentido nada de lo que estaba ocurriendo, pero entonces me di cuenta; eran los recuerdos de Tiffany. Estaba en su cabeza.
La fuerza apareció de nuevo y me vi envuelta de un remolino de luces y colores hasta llegar al día en el que Tiffany se enteró de que yo no era lo que ella creía. Sentí el terror correr por sus venas al verme saltar, el alivio al comprobar que no le haría nada, pero sin desechar la idea de que aún era un monstruo como el que había asesinado a sus padres pero lo que me hizo retroceder fueron tres palabras pronunciadas por su boca cuando Cinthya y yo fuimos a visitarla al hospital una semana atrás ¨no tengo miedo¨.
Las luces se apagaron y yo la solté, alejándome de ella. ¿Qué había hecho? Ella había confiado en mí y yo solo pensaba en beberme su sangre. ¡Era un monstruo!
-Alex, tienes que darle tu sangre -me gritaba Lucas; pero yo estaba completamente inmóvil. ¿Qué había hecho?
-So-solo podía pensar en beberme hasta la última gota ¿qué me ha pasado? -agarré a Lucas por los hombros y lo zarandeé deseosa de una explicación razonable que hiciera que toda la culpa se marchara- ¿qué he hecho Lucas?
-¡Estúpida! -Su guantazo fue como una dosis de anestesia para mi cuerpo. Lo miré sorprendida. Había que tener valor y coraje para pegar a un ser como yo.- ¡Mueve tu culo y dale tu sangre! Yo iré todo lo rápido que pueda a la enfermería y traeré una aguja. ¡Vamos!
Tenía razón; ya habría tiempo de lamentarse por lo que había hecho, era el momento de salvarla y dejarme de autocompasión. Si no la salvaba, me destruiría a mí misma por la culpa.
Arranqué un trozo de la tela de mi falda y la usé para limpiar la sangre derramada por el cuello de Tiffany. Necesitaba ver con claridad los dos orificios creados por mis incisivos para así poder introducir mi sangre todo lo limpiamente que pudiera. Volví a morder la parte interna de mi muñeca, ya que con la cantidad de sangre que había tomado había servido para recuperar las fuerzas perdidas de todo un mes y con ello la capacidad de curación era mucho más rápida.
-Tiffany, si me oyes lo siento pero más te vale mover ese culo y despertarte si no quieres que te trocee y te sirva de comida en el menú de mañana.
Junté mi muñeca a su cuello y apreté con fuerza para que ni una sola gota de mi sangre  fuera derrochada.
Tenía que funcionar, sino estaría perdida. No podía perder a otra amiga, a otro ser querido. Primero Mía y ahora Tiffany... ¿por qué siempre le pasaban las peores cosas a las personas más buenas?
Escuché un chasquido y cuando levanté la vista Tom estaba allí y venía hacia nosotras.
*Tom.. Tom puede salvarla...*
Con el pequeño masaje cardíaco que tanto Lucas como yo le habíamos practicado, su corazón había vuelto a retomar su ritmo, pero no era lo suficiente. Por algún motivo, ya fuera por el humo o porque sus pulmones estaban taponados, no respiraba. El poder de Tom era el aire, él podría conseguir introducir aire en sus pulmones.
Solté la cabeza de Tiffany y corrí hacia él para informarlo de lo ocurrido. Christian, Yum y Jo venían detrás de él unos pasos más alejados. Eso significaría que ya no hacían falta en el gimnasio y que probablemente el ataque había acabado.
-Tom, Tom -lo llamé- Tiffany necesita tu ayuda. No respira y tu...
Tom agarró mis muñecas y con un simple movimiento las llevó hasta mi espalda quedando así inmovilizada. Si estaba de cachondeo no era el momento. Forcejeé pero sus manos eran como dos esposas de hierro forjado alrededor de mi carne.
-¡¿Se puede saber qué estás haciendo estúpido?! ¡Tom suéltame! -volví a tirar de mis brazos, pero era inútil- ¡QUE ME SUELTES! Tiffany se está muriendo Tom, necesita tu ayuda. ¿Me oyes?
-No te escucha preciosa, deja de esforzarte.
Pegué un respingo al ver a Daniela arrodillada junto al cuerpo de mi compañera. Estaba feliz y con una sonrisa resplandeciente, como si no se hubiera enterado del ataque y estuviera ajena a todo. Se la veía contenta.
-¿De qué estás hablando? -pregunté sin comprender.
-Dios, ¿se puede ser más estúpida? -puso los ojos en blanco, acercándose varios pasos hacia mí.- Pensé que eras más lista Alex. Mira a tu alrededor -extendió los brazos, para abarcar así todo el espacio vacío en el que nos encontrábamos y después, señaló a mis compañeros- por mucho que les supliques ayuda, no te la van a dar.
-Por qué...
Callé en cuanto fui consciente de lo que estaba pasando. Como pude, giré la cabeza para mirar a Tom a los ojos. Estaban completamente blancos. Seguí el recorrido de Christian, Jo y Yum. Ellos estaban igual, excepto ésta última, que parecía normal, solo que con cara de psicópata.
Debía de haberlo sabido desde un principio en cuanto descubrí la historia de los Avengers. Debía de haber supuesto que Tom no tenía nada que ver y que la culpable de todas las alucinaciones y pesadillas había sido Daniela.
Se suponía que miles de años atrás, cuando Mikael se reveló contra el Consejo y decidió crear un ejercito para destruir la raza humana, las brujas y brujos de todos los lugares de la Tierra se reunieron para llevar acabo la separación de nuestras razas. Mikael fue encerrado y fosilizado en una cueva y para impedir que volviera a ¨renacer¨, nacieron los Avengers; cinco Wrach poseedores de un segundo poder. La Tierra estaba asociada a la telepatía; el Agua a la invisibilidad, el Fuego a la electricidad y el Aire poseía el don de la visión; lo que quería decir que la segunda Avengers era Daniela.
-¿Tú eres...? -no me vi capaz de terminar la frase debido al asombro. No podía ser.
-Bien, bien, parece que lo vas entendiendo -se rió con sarcasmo, dando un par de palmadas-, veo que no eres tan estúpida como creía.
-¿Por qué?
-Por qué, cómo, cuándo... son preguntas relevantes con respuestas que estoy segura que no quieres oír, pero dado que este será tu último día de vida, creo que te las contaré.
Daniela y yo  no habíamos congeniado demasiado bien desde que nos conocimos, pero nunca habría llegado a pensar que me odiaba tanto como para querer matarme. Ahora que sabía que ella era como yo, me preguntaba si se debía a eso nuestra mala relación.
-Pensándolo mejor, creo que te lo resumiré. Quiero despertar a Mikael.
-¿¡QUÉ!?
Sus palabras fueron como una bofetada en toda la cara. Mikael era el vampiro original, no podía morir dado que era el vampiro original, es decir, a partir de él habíamos sido creados el resto y se pensaba que de su muerte dependía la supervivencia de nuestras especies, tanto de Marwolaeth como de Wrach; por eso estaba fosilizado en un lugar alejado de la mano de Dios. Cuando un vampiro dejaba de alimentarse, sus venas se iban apagando y endureciendo hasta el punto de convertirse en una especie de roca con forma humana. Asqueroso.
-Digamos que estoy harta de que los humanos nos mangoneen a sus anchas. La especie vampírica somos superiores a ellos. Los superamos en fuerza, agilidad, capacidad de combate, tenemos poderes... en cambio ellos son solo simples cucarachas que se aprovechan de nuestros dones...
-Pero si ni siquiera saben que existimos.
-... y el Consejo piensa que puede hacer lo que quiere con nosotros. Si Mikael estuviera vivo, nada de esto habría pasado.
-Claro que no -ahogué un grito- ¡sería mucho peor! La raza humana se extinguiría.
-¿Y? Son simplemente alimento.
-¿Cómo puedes decir eso? -Estaba completamente horrorizada, ya no por la magnitud de sus palabras, si no por el motivo por el que las decía.- Tú vienes de la raza humana.
-¡NO! -chilló a la par que me soltaba un guantazo en la mejilla.- Yo soy una Wrach.
Tenía ganas de estrangularla con mis propias manos hasta que su corazón dejara de dar saltos en su pecho. Esa maldita zorra había llegado al borde de mi paciencia. ¡Estaba loca!
Insistí en mi forcejeo para soltarme del  amarre de Tom, pero era inútil. Tom siempre había sido mucho más fuerte que yo aunque... aunque ahora que lo pensaba bien, me había alimentado de la sangre de Tiffany y los Marwolaeth eran más fuertes que los Wrach solo porque se alimentaban de sangre humana. Eso quería decir que mi fuerza era el doble que la suya.
Tenía un plan, pero necesitaba distraer a Daniela.
-Vale, vale... perdona, no vienes de la raza humana, vienes de la raza canina -le sonreí, guiñándole un ojo.
-Tú y tu sentido del humor -espetó, con un soplido-, me sorprende que aún no hayas preguntado por qué tengo que matarte.
-Oh, no me hace falta saber la respuesta. Eres una maniática psicópata con problemas de personalidad, eso ya lo sabía. Aunque lo que no entiendo es ese royo de las pesadillas, es decir ¿por qué?
-Diversión -se encogió de hombros.
Arrancó una rama de uno de los árboles cercanos a nosotros y la partió a la mitad, de modo que acabara en punta. Esa tía iba en serio en lo referente a matarme y yo mentiría si dijera que no estaba entrando en un estado de pánico bastante alarmante.
-Vas a morir Alex y qué irónico -se rió- la verdad es que no tenía pensado que fuera así, igual que con Mía.
Un millón de alarmas se dispararon dentro de mi cabeza y de repente todo encajó. La imagen de Mía agazapada junto al árbol segundos antes de morir con los ojos en blanco apareció en mi mente, a la par que escuchaba la voz de Tiffany diciéndome que yo había tenido esa mirada.
-Tú... -susurré con una voz a penas audible.
-La verdad es que no pretendía matarla, es decir... no sé fue un efecto secundario.
-¿¡Qué te había hecho ella a ti!?
-En realidad nada, solo quería mantenerte distraída mientras que perfeccionaba los últimos detalles de mi plan al igual que el intento de suicidio de Tiffany. Me sorprende la capacidad de esa chica para resistirse a la coerción, en fin... -sonrió de nuevo, apoyando la punta de la rama sobre mi pecho- lo siento. Mentiría si dijera que no se trata de algo personal, pero es que necesito tu sangre para abrir la tumba. Con una gota bastaría, pero si me deshago de ti creo que le estaré haciendo un favor al mundo.
Una cosa es que me odiara e intentara matarme, no podía culparla, solía irritar a todo el mundo, pero otra muy distinta es que ella hubiera sido la responsable de la muerte de mi amiga y que casi matara a la otra por el puro placer de la diversión. Podía pasar por alto el hecho de que me quisiera muerta, pero no el que hubiera matado a Mía.
-Me las vas a pagar -sonreí-. Zorra.
Creé un pequeño campo de fuerza al rededor del cuerpo de Tom y del mío para que así los poderes de Daniela no pudieran llegar hasta él. El chico aturdido me soltó en cuanto el manto invisible se hubo depositado sobre nuestras cabezas. Sabía que un combate cuerpo a cuerpo contra Daniela era casi un acto suicida, pero dejar a Tom consciente solo sería ponérselo en bandeja y que volviera a hipnotizarlo a si es que antes de que recuperara la razón, le aticé un cabezazo dejándolo inconsciente.
-Bien; ¿quieres matarme? -jadeé- pues ven a por mí.
No esperé a que diera el primer paso, estaba cansada de esperar, fui yo la que tomó la iniciativa. ¿Quería matarme? Iba a tener que esforzarse; Alexandra Thomson no se iba a dejar tan fácilmente.
Lo primero que hice fue deshacerme de aquella estaca improvisada. Era un arma útil por lo que lo mejor sería quitarla de en medio cuanto antes. Fue simple y sencillo, con una sola mirada, empezó a arder. Daniela la soltó con un gritito asustadizo, lo que me dio la oportunidad de atizarle un puñetazo en la cara seguido de una patada en las costillas. Después de haberme alimentado de Tiffany, me sentía invencible. Era como si toda la fuerza se hubiera amontonado de golpe en todo mi ser y estuviera deseosa de mostrar lo que podía hacer.
Daniela calló de rodillas al suelo.
-¿Te rindes ya? Nunca pensé que fueras tan endeble.
-Te odio -la rabia era palpable en sus palabras.
-Bien, ya tenemos algo en común.
Rodillazo en la nariz y tirón de pelo hacia atrás. Puede que parecieran dos movimientos inofensivos, pero un tirón de pelo en una chica era como una patada en las pelotas en un hombre.
De un salto, Daniela se incorporó e intentó alcanzarme con su pié, dispuesta a mandarme a la otra punta del patio; pero yo estuve más rápida y la esquivé, aunque no vi venir el puñetazo en la mandíbula que hizo que me tambaleara hacia atrás. La muy zorra aprovechó la oportunidad y me lanzó contra el tronco de un árbol.
El impacto me hizo ver las estrellas, literalmente. Me recordó a la típica escena de dibujos animados en la que el malo ve destellos de colores danzarines sobre su cabeza. Era abrumador.
-¿Eso es todo lo que sabes hacer? -fui capaz de pronunciar entre toses.
Nada más levantarme, me arrepentí de haberlo hecho tan deprisa. Como un torrente de agua, la sangre subió hasta mi boca y tuve que esculpirla a tragantones.
-Aún me guardo un par de trucos bajo la manga.
-Me alegro -tosí- yo también tengo un par.
Formé una bola de fuego y se la lancé. La muy estúpida andó escasa de reflejos y le alcancé de lleno en la parte derecha de su rostro. El olor a piel quemada vino acompañado de un alarido salido de lo más profundo de sus entrañas.
No pude evitar sonreír. Puede que sonara macabro incluso repulsivo pero ahora, cada vez que se fuera reflejada en un espejo se acordaría de mí. Las quemaduras dejaban marca.
-¿A si es que esas tenemos? Bien, se acabó la compasión.
El aire dejó de existir, mis pulmones se cerraron y ya no era capaz de respirar. *No, otra vez no*.
Sentía cómo cada músculo de mi cuerpo se derrumbaba y la fuerza que antes me había hecho sentir indestructible se esfumaba, dejando la sensación de horror ante la inevitable muerte.
Era increíble cómo lo que hacía tan solo una hora había descrito como mi mejor noche cuando los labios de Carter besaron los míos y ahora simplemente dejaría de existir. ¿Por qué la vida era tan injusta? Yo solo quería tener una vida normal, poder enamorarme de la persona que quisiera, ser una guardiana y vivir en una casita en el campo o junto a un lago; que mis padres me visitaran de vez en cuando y dejar de lado toda esa mierda del destino para el que había nacido.
-Dicen que morir de asfixia es una de las peores muertes, porque eres consciente de cómo cada célula de tu cuerpo reclama a gritos la necesidad de oxígeno.- Con el rostro tapado, se acercó hasta mi oído para susurrarme:- suplícame que te mate y lo haré directamente; sin dolor.
Tenía razón, la agonía que estaba sufriendo en aquellos momentos no se la deseaba a nadie, ni tan siquiera a mi peor enemigo; pero no le daría el placer de suplicar por mi vida. Técnicamente morir por falta de aire solo me mataría temporalmente, pero sería el tiempo justo que necesitaba para clavarme una estaca en el corazón.
-Jamás -siseé, como pude.
-¡Estúpida!
Debió de dejar a un lado sus intentos de asfixiarme o su concentración se vio interrumpida en el momento en el que se abalanzó sobre mí, ya que sentí como mis pulmones se habrían de nuevo. Volver a sentir el aire adentrarse por las fosas nasales era como volver a la vida, aunque la sensación de alivio terminó en cuanto mi cabeza chocó contra el suelo y noté el peso de Daniela sobre mi estómago. Estaba sentada a horcajadas sobre mí, con ambas manos apoyadas en las caderas, lo que me permitió ver su nuevo rostro desfigurado y carcomido por el fuego. Le había cogido la mitad de la cabeza, lo que dejaba al descubierto medio cráneo teñido de un rosa pulpúreo donde claramente no volvería a nacer su precioso pelo. Era asqueroso.
-¿Sabes? Siempre soñé con la forma perfecta para matarte.
-¿Y cual es? -mi voz sonó como una especie de susurro gutural- si puedo saberla.
-Lenta y dolorosa.
Introdujo su mano en el interior de mi cavidad torácica llevándose varias costillas de por medio. Intenté no gritar y quitarle el gusto de verme sufrir pero me fue imposible en cuanto noté sus dedos alrededor de mi corazón. El dolor se extendía por cada nervio de mi cuerpo enviando descargas a zonas  que ni siquiera sabía que existían. Tenía razón; era una forma horrible para morir.
-¿Algún último deseo?
-¡Que te jodan! -espeté antes de escupirle en la cara.
-Perfecto.
Veía reflejado en sus ojos el deseo de matarme, la sed de sangre y muerte. Estaba disfrutando con mi sufrimiento y si por ella hubiera sido lo habría alargado más, pero eso solo me habría dado ventaja.
Había asumido por completo que moriría esa noche y de la forma más atroz posible pero aún no había llegado mi momento o al menos eso había decidido el destino, que por una vez estaba de mi lado. Justo cuando se disponía a sacar su mano, con mi corazón entrelazado entre los dedos. Emitió un alarido que hizo retumbar hasta los cimientos de la Tierra antes de caer rendida sobre mí con la punta de una estaca sobresaliendo de su corazón.
Los ojos asustadizos de Yum me contemplaban desde arriba. Me había salvado.
-¿Estás bien? -me tendió una mano, pero no me vi capaz de aceptarla.
-Podría estar mejor -me quejé arrugando la nariz.
-Vamos, te ayudaré.
Se agachó y pasó sus manos por debajo de mis brazos para así poder incorporarme. Estaba segura de que al menos tenía dos costillas rotas y evité mirar el agujero de mi pecho por el que manaba una cantidad de sangre suficiente como para haberme matado de no haber bebido sangre humana.
Estaba viva y eso era lo que importaba.
El cuerpo de Daniela descansaba sobre la hierba con una estaca atravesada sobre su pecho. No tenía intenciones de matarla, solo de inmovilizarla para que se enfrentara al poder del Consejo, pero eso ya era pasado.
-¡Alex! -la voz de Lucas me despertó, recordándome lo que de verdad estaba haciendo allí.- La tengo, toma.
Intenté correr hacia él para coger la aguja que salvaría la vida de mi amiga, pero el dolor era demasiado insoportable como para hacerlo.
-Yum -la miré directamente a los ojos- Tiffany se está muriendo. Sé que no nos llevamos demasiado bien, pero ella no tiene nada que ver en esto, por favor...
-Está bien -asintió.
A la velocidad de la luz, corrió hacia Lucas y en menos de un segundo estaba a mi lado extrayendo la sangre de mis venas.
-¿Lo haces tu o lo hago yo? -me preguntó, pero no esperó a que contestase.
Como pude, me senté junto a mi amiga y apoyé su cabeza en mis rodillas magulladas y cubiertas de sangre, expectante a que volviera en sí.
-En el corazón -susurré sin poder apartar los ojos de los de Tiffany.
No podía mirar, no podía hacerlo, no después de lo que había hecho. Escuché la aguja rasgar la tela de la camisa de Tiffany y abrirse paso hasta su corazón. Era increíble cómo la sangre humana te hacía sentir; todo era distinto incluso la luz era más brillante.
-Ya está -dijo Yum.
-¿Eso funcionará? -susurró Lucas.
-Esperemos que sí.
Miré a mi alrededor incapaz de seguir contemplando el semblante de mi amiga medio moribunda. Si moría, jamás me lo perdonaría. Ella era mi responsabilidad. Ahora sabía que Daniela solo me había dejado a cargo de ella para mantenerme distraída, pero sentía una fuerza que me empujaba hacia ella, como si estuviéramos atadas por un lazo y yo, la había fallado.
Tom seguía inconsciente en el suelo, le había dado un buen golpe, pero lo extraño era que Jo y Christian también estaban despatarrados sobre la hierba, pero estaban... ¿dormidos?
-¿Qué les ha pasado? -pregunté, señalándolos con la barbilla.
-Sus cerebros necesitan un descanso. Daniela los ha sometido a mucho esfuerzo.
-Ah. -Era lo único que podía decir, no encontraba las palabras precisas para explicarlo que sentía en esos momentos. La miré directamente a los ojos, necesitaba saber una cosa y que respondiera con sinceridad.- ¿Por qué lo has hecho?
-¿El qué?
-Daniela... era tu amiga.
-No es momento de hablarlo ahora.
-¿Que no es momento? -me reí, presa de los nervios- Casi me matan.
-¿Qué? -inquirió Lucas, pero no le hice caso.
-Alex, tu amiga se está muriendo y parte es por mi culpa. ¿Podemos dejarlo para otro momento?
Por su culpa o por la mía, tenía razón; Tiffany seguía inconsciente y después de todo lo sucedido era mejor dejar las preguntas para más tarde.
-Está bien -asentí centrando la mirada en los ojos cerrados de Tiffany- pero esto no quedará así.
El corazón de Tiffany palpitaba en su pecho tan débilmente que me sorprendía que aún siguiera con fuerzas para hacerlo. Era una chica fuerte, la más valiente que había visto en mi vida, incluso más que Cinthya o que yo. Nosotras estábamos entrenadas para enfrentarnos a la muerte, ella era capaz de hacerlo de una manera tan sencilla que parecía casi natural.
Tiempo atrás me había contado la historia de cómo murieron sus padres, pero ahora que yo misma la había vivido y visto a través de sus ojos, entendía cómo se sentía; sola. Ver morir a tus padres y no ser capaz de hacer nada debía ser la peor sensación de mundo.
Tenía que decirle que la necesitaba en mi vida, que ya formaba parte de mí y que lo sentía por todo lo que había hecho, por todos los problemas en los que la había metido. Por mi culpa estaba en esta situación de locos; por mi culpa podía morir.
Una gota calló sobre la frente de Tiffany; en un primer momento pensé que estaba lloviendo, pero luego fui consciente de que no se trataba de lluvia, sino de que estaba llorando.
-Dios, Tiffany vuelve en ti, por favor, por favor -sollocé en un susurro- por favor... por favor.
Me olvidé por un segundo del dolor y me incliné sobre ella para abrazarla con fuerza. Sentía que si lo hacía, de alguna manera podría traerla de vuelta. No podía perder a nadie más; no a ella.
Sentí sus pulsaciones sobre mi pecho, tamborileando junto al mío. Los golpecitos cada vez eran más rápidos y fuertes y el sonido de su corazón resonaba en mis oídos.
-¿Alex?







5 comentarios:

  1. Aii estoy llorando como una magdalena capulla :c Que bonito la ostia, Ai si es que no puedo decir nada del capitulo solo que estoy llorando mucho.. Esta me esta gustando más que Sin nombre ai

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    1. Me comentas cada dia desde una cuenta distinta jajajajajaja ya no soy capaz ni de seguirte la pista XD
      Bueno mi intencion no era hscer llorar pero si he cinseguido eso es que el capi es bastante bueno jejeje pues si con este has llorado.... espera el ultimo y vete preparando :3

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  2. Es que me cambio cada vez que me denuncian el tuenti xD
    Ai no me asustes *o* Tengo miedo pero quiero leerlo xd

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  3. POR Q SIEMPRE NOS DEJAS ASI?!?!?! ERES MUUUY CRUEL!!!!

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