lunes, 16 de junio de 2014

Capítulo 41.

Tenía un concepto de baile de instituto muy diferente a como en verdad eran.
Pensaba que serían el típico muermo aburrido donde los padres y los profesores no te quitaban el ojo de encima mientras que te separaban de tu pareja de baile a la vez que controlaban las bebidas, advirtiendo de que si alguien fuera pillado saboteando el ponche, sería sancionado con el mayor castigo de su vida; cuando en realidad los profesores estaban a su bola, había pocos padres dispuestos a fastidiar a sus hijos y los alumnos directamente se saboteaban su propio ponche, como había hecho Cinthya con el suyo y con el mío.
¡Qué daño habían hecho las películas americanas! Pero con todo, no solo con eso. Te pintaban un concepto de amor prohibido atrayente que fundía incluso los casquetes polares cuando en la vida real lo único que podías hacer era hincharte a helado a la vez que veías tu película favorita y cómo la prota conseguía al chico malo de la clase. Eso no era justo.
Estábamos en medio de la pista  en mitad del concurso de baile donde el que más aguantase, más pasta conseguiría para costearse su viaje de fin de curso. Los padres de algunos de los alumnos, los que no habían estado lo suficientemente ocupados como para librarse de asistir al baile escolar de sus hijos, iban donando x cantidad de dinero a los que más les gustaban. A mí sinceramente lo del dinero no me llamaba mucho la atención, simplemente bailaba porque me apetecía, aunque más que bailar, Cinthya no paraba de moverse a mi alrededor tirando de mis brazos mientras que pegábamos saltos. La noche estaba siendo interesante.
Una de las veces estuvimos a punto de caer al suelo, cuando Cinthya, agarrada de mi mano se puso a hacer el cafre pasando por debajo de los brazos de Jo y Tom, quienes estaban simulando ser una barra de conga a ritmo de la canción ¨Number 5¨.
-¡Torpe! -reí, recuperando el equilibrio.
-¿Yo? Ha sido Christian, que me ha puesto la zancadilla. -Lo miró con el ceño fruncido, pero no fue capaz de sostenerlo más de cinco segundos antes de reírse a carcajadas.
-No mientas. El pobre Christian no ha hecho nada -salté sobre su espalda, quedando así montada a caballito- ¿a que no Christian?
-Para nada mi lady.
-Estáis como unas putas cabras -se rió Tom, al ver las muecas que estaba obligando a poner a Christian, ya que le tiraba de los mofletes subida a su espalda.
-Creo que Alex va un poco tocada -me guiñó un ojo Jo.
-No. -Lo miré con el ceño fruncido, poniendo morritos.
Era cierto, no estaba borracha, solo me había tomado dos ¨ponches especiales¨ como Cinthya los había bautizado. Simplemente estaba disfrutando de la noche con mis amigos.
-Uy que no...
-Que no... ¡Ah! -Me asusté al notar unas manos sobre mi cadera y ver el que me precipitaba hacia el suelo desde la espalda de Christian.
Tom se había tomado la libertad de cogerme en brazos. Cuando estuve por fin en Tierra firme, le pegué un codazo en las costillas. Pretendía que le doliera, pero en realidad le hizo reír.
La música pasó a ser algo más tranquila; era el momento denominado ¨baile lento¨ donde se suponía que todas las parejas se agarrarían de la cintura y cuello para bailar hasta el momento culminante del beso, el cual, yo no tendría.
-¿Baila demoiselle? -Tom se arrodilló ante mí, extendiendo su mano para que la aceptara, como si se tratara de un caballero del siglo XIX.
-Sería todo un honor, mi señor fontanero -reprimí una risa a la vez que aceptaba su mano.
-¿Te lo estás pasando bien?
-La verdad es que sí -pasé las manos por su espalda, hasta entrelazarlas tras su cuello.- ¿Y tú? Eras tú el que siempre había querido ir a uno. ¿Cumple tus expectativas?
-Sí, bueno... -se encogió de hombros- no está mal.
-¿No está mal? -enarqué una ceja a modo de interrogación.
-Sí, es decir, me lo estoy pasando bien, hay buena música, el ambiente está bien... estoy bailando contigo...
La última palabra fue como un susurro casi inaudible. Como si no fuera capaz de retenerla pero a la vez no quisiera que nadie la escuchara.
*Tom...* Lo miré de soslayo, agachando un poco la cabeza para evitar que se diera cuenta de que efectivamente lo había oído. Me daba mucha pena que siguiera sintiendo ese tipo de atracción hacia mí; porque yo no la sentía hacia él. ¿Es que dos personas del sexo opuesto no podían ser amigos sin más? ¿Siempre tenía que haber algo de por medio que lo jodiera todo? Definitivamente la respuesta era un sí como una casa de grande, pero me gustaba pensar que entre Tom y yo podía haber una gran amistad.
A pesar de todo el royo de los nuevos poderes, de las conspiraciones e intentos de asesinato, yo sabía que él estaba de mi lado y que jamás me haría daño, no al menos de manera intencionada. Era una parte muy importante de mi pasado y mi presente; no quería que dejara de ser así en el futuro.
Como toda canción empalagosa y romanticona, llegó a su fin. Después de dedicarle una amistosa sonrisa a Tom, me separé de él para ir a buscar al resto del grupo; nos habíamos dispersado. Pero al darme la vuelta me topé con nada más y nada menos que con Will.
Iba disfrazado de El Joker, uno de los personajes que habían conspirado contra  Batman. El tono morado de su traje hacía que sus ojos azules resaltaran y fueran aún más bonitos de lo que ya eran. Desde luego, aquel chico tenía unos auténticos ojazos.
-A ti te estaba buscando yo -se inclinó hacia mi oído, para que pudiera escucharlo.
En realidad, gracias a mi gran capacidad auditiva, eso era algo innecesario, aunque como a todo el mundo, no me venía nada mal que tuviera ese tipo de destalles en mente. La música llegaba momentos en los que me taladraba la cabeza.
-Pues ya me has encontrado -le guiñe un ojo, antes de pasar por su lado.
-¡Espera! -Me agarró de la muñeca y me hizo girar para que ambos quedáramos de frente.
-¿Qué quieres Will? -Pregunté con voz cansina.
Estaba algo cansada de sus jueguecitos. Me gustaban, sí, eso del chico malo y chulo era atrayente, no podía decir lo contrario, pero llegaba a un punto en el que cansaba y además, después de haberse sincerado conmigo, era muy difícil tomarlo enserio de nuevo en su actuación.
-Baila conmigo -sonrió, atrayéndome hacia él-, solo un baile.
Se suponía que debería decirle que no; sería lo más lógico e inteligente por mi parte, pero me miraba con aquellos ojos claros tan abiertos y brillantes que me fue imposible negarme.
-Está bien, pero solo un baile -le advertí.
-Solo un baile- asintió con una sonrisa de victoria.
Me dominaba ágilmente por la pista de baile al ritmo de Footloose. Siempre se me había dado bien bailar, era como luchar o al menos yo lo veía así; como una sucesión de pasos al compás de la música, mientras que lo otro era un sucesión de pasos al compás de los latidos del corazón.
Will era el que guiaba y a decir verdad, no lo hacía nada mal; incluso una de las veces se atrevió a hacer un paso de rock´n roll en el que me cogió por la cintura y me elevó por los aires. Lo estaba pasando bien, hasta que llegó de nuevo el momento canción lenta. Como le había prometido, bailé con él una canción, no más.
-Venga, la última -suplicó, aún sin soltar mi cintura.
-No -intenté sonar lo más seria posible ya que estaba apunto de perder la fuerza de voluntad y echarme a reír por las muecas que estaba poniendo.- He prometido una.
-Bueno, pues hora prometes otra.
-Will....
-No te hagas la dura anda.
-Buf -resoplé con fuerza, pasando mis manos por sus brazos.
-¿Ves? -rió.
-Solo...
-Sí, sí, solo uno más -me cortó.- ¿Cómo está Tiffany?
-Bien, la verdad es que está...
Perdí la palabra en cuanto mi mirada se cruzó con la de Carter.
Mi profesor estaba apoyado en la pared de brazos cruzados junto a la caseta donde lo había visto hacía un par de horas. Desde donde estaba podía ver la tensión acumulada en sus músculos moldeados por años de entrenamiento. Nuestras miradas se cruzaron por un momento, pero no me permití más de dos segundos de deleite. Estaba actuando como una cría, pero si no lo sacaba de mi cabeza la única que acabaría mal parada sería yo.
-¿Alex? -Will me miraba inquisitivo, dudoso por haberme parado  mitad de la frase.
-Lo siento. -Sonreí, negando con la cabeza para así despejarme.- Ha sido un lapsus. Tiffany está bien, sí.
-No sabes lo que me alegro. Nunca pensé que llegara a hacer eso...
-¿El qué?
-Intentar suicidarse. Es decir, sabía que no le sentaría nada bien enterarse de lo de Diu, pero...
-Espera, espera, espera -le corté, separándome de él como un acto reflejo.- ¿Lo sabías?
No me hizo falta respuesta, por su expresión lo supe. Will había estado al tanto de los chanchullos de Diu y no había hecho nada al respecto. Eso era asqueroso.
-Yo.. esto... bueno...
-¡LO SABÍAS!
Barias personas a nuestro alrededor pararon de contornearse para mirarnos al escuchar mi grito, pero no le dieron demasiada importancia y tras echar un par de miraditas asesinas volvieron a sus asuntos.
-Alex... yo... -pasó sus manos por el pelo engominado. Estaba nervioso, lo notaba tanto en sus gestos como en el latir de su corazón.- Yo...
-No. Tú nada Will.
No tenía excusa. Puede que Diu fuera su amigo y que a mí no me conociera desde hacía tanto, pero Tiffany era su amiga también y había permitido que tuviera unos cuernos más grandes que el propio Richardford, incluso si yo misma me hubiera enterado de que Cyn le ponía los cuernos a un amigo mío, le habría parado los pies.
Estaba apunto de soltar alguna que otra grosería por mi linda boquita cuando noté un par de toquecitos en mi hombro derecho. Exasperada, giré para ver quien era, pero no pude hacerlo ya que algo pegajoso y ácido me calló en toda la cara derramándose también por mi vestido.
-Esto por zorra -dijo una voz de pito obstruida- deja a mi hermanastro en paz.
Por mucho que cerré los ojos a tiempo, la bebida gaseosa me había entrado en los ojos y escocía. Intentaba abrirlos para así poder ver bien a Spencer y decidir qué lado de la cara sería el más apropiado para partirle, pero no había manera. Estaba empapada y cegada.
-¡Alex! -Escuché a Cinthya a la vez que notaba un par de manos sobre mis brazos desnudos.- ¿¡Qué ha pasado!?
-¡Me cago en la madre que la parió! ¿Tienes un pañuelo?
Debía de estar ridícula con los pestañazos que estaba dando.
Busqué a tientas el trozo de papel para poder secarme bien los ojos, pero dejé de hacerlo cuando alguien empezó a hacerlo  por mí.
Tenía la extraña e incómoda sensación de que me encontraba en medio de un corro de personas y que todo el mundo se estaba riendo de mí. No escuchaba nada debido al volumen de la música, pero sí que distinguía un par de murmullos confusos.
Una vez que el escozor hubo abandonado mis ojos, me olvidé de todo y me encaré a ella. Le había concedido tiempo de huir, pero había sido tan tonta como para quedarse a esperar mi respuesta. Desde luego aquella cría estúpida era el ser más tonto que existía sobre la faz de la Tierra.
-Te voy a... -Dos brazos tiraron de mí hacia atrás, impidiendo que llegara hasta ella.
-¿Me vas a qué?  -rió con amargura, llevándose las manos ahuecadas a los oídos- ¿perdona?
-¡Tom suéltame! -grité, removiéndome entre sus brazos. Me invadía el deseo de estrujarla entre mis manos hasta que la hiciera papilla.- ¡TOM!
-¿No te das cuenta de que te está provocando?
-Pues lo ha conseguido.
A pesar de saber que luchar contra la fuerza de mil bunques de Tom era como intentar comer un chicle en clase sin que nadie te pidiera uno; imposible, no desistí. Eso no era nada comparado con las ganas que tenía de arremeter contra Spencer.
-Yo que tú le hacía caso a tu amigo -siseó como la víbora que era.
-¡Spencer! ¡Cállate! -Will tiró de ella hacia atrás, pero se soltó con facilidad.
-En cuanto me suelte te juro que te voy a...
-¿A qué? ¿A matar? -se rió a carcajadas, aumentando más mis deseos de ahogarla con mis propias manos.-Me parece a mí que no.
-¿Y qué te hace pensar eso?
En mi mente solo había una sola cosa y esa era llegar hasta ella; luego ya vería que haría, pero estaba segura que no sería algo agradable de presenciar. La odiaba, la odiaba con todas mis fuerzas, la expresión ¨como el perro y el gato¨era algo que se nos quedaba corto a nosotras dos. ¿Qué le había hecho yo a esa chica para que me hiciera la vida imposible?
-Que una falta más y serás expulsada -sonrió, dejando ver todos sus perfectos dientes blanqueados.
* Expulsada*. Fue como el interruptor de apagado. Todo se desvaneció; incluso dejé de forcejear con Tom.
Expulsada, sería expulsada. Hacía tan solo unas semanas antes, había estado apunto de perder todo por lo que había estado luchando durante dieciocho años y solo por culpa de aquella arpía y ahora me encontraba en la misma situación. Debería estar preocupada por mi futuro; pero en realidad lo primero que me vino a la mente fue otra cosa, mejor dicho, otra persona.
La escena del cuarto de baño, cuando Carter me pilló fuera de mi habitación en un momento en el que se suponía que tenía que permanecer en ella. Prácticamente me suplicó que no volviera a meterme en ningún otro lío que pudiera poner en juego mi estancia en la Academia. Al principio me supuso mucho esfuerzo decirle que sí, que se lo prometía, a sabiendas de que no lo cumpliría, pero aquí estaba, dejando escapar a una zorra por esa promesa.
Lo que mas rabia me daba es que se iba a salir con la suya; dejarme en ridículo delante de todo el mundo y con la impotencia de no poder hacer nada al respecto.
De un tirón, me zafé de la mano de Tom que aún me sujetaba y me marché corriendo hacia el ropero para coger mi chaqueta y largarme de allí.
Podía notar las espinas afiladas de todas y cada unas de las miradas de los presentes, incluso de los que más alejados estaban de mí. Solo quería salir de allí; desaparecer de una vez por todas si no quería que las cosas acabaran mal, tanto para mí como para ellos.
La imponente realidad me golpeó en toda la cara cuando un chorro de aire frío llegó hasta mí al abrir las puertas del gimnasio. En cuanto sospeché que me encontraba fuera del alcance de cualquier rezagado o pareja feliz, me puse en marcha y me alejé todo lo posible a la máxima velocidad que mis piernas me permitían.
Sin saber muy bien hacia donde me dirigía, dado que solo quería estar sola y alejarme de todo, me topé con el puente que cruzaba uno de los tramos del lago, justo a unos metros detrás del lugar donde se encontraba la fiesta. Era de granito, con intrincados motivos decorando la piedra, pero que a penas se apreciaban por el paso de los años. No era muy grade, en realidad el pretil me llegaba poco más arriba de la cintura, lo justo para dejarme caer sobre él.
Me sentía exhausta, cabreada, con ganas de romper cosas y prenderle fuego a algo... pero a la vez me sentía bien por no haberme dejado llevar por todo ese cúmulo de emociones y haber sabido mantener el control. La Alex de dos meses atrás, no habría sido capaz de hacerlo.
-¡Joder! -me quejé, tirando el gorro al suelo y pasando los dedos entre el pelo.
Notaba la cara algo pegajosa debido al azúcar de la bebida que Spencer me había tirado y tenía todo el pecho empapado. Cuando el aire me azotaba por esa zona, mi cuerpo se estremecía, en señal del resentimiento acumulado.
Tiré de la falda hacia abajo, para que así el vestido quedara estirado y pudiera acceder mejor a la parte húmeda. Puse mi mano libre encima y dejé que el calor llevara acabo su trabajo, secando mi vestido. Pequeñas volutas de vapor surgieron de la tela, dejándola cálida al tacto con mi pecho.
Estaba siendo una noche estupenda, pero como todo, al final se había torcido.
Apoyé los codos sobre la piedra, quedando así frente a las oscuras aguas del lago. Contemplar aquella gran masa de agua, durante más de dos minutos era aterrador, pero a la vez hermoso. El cielo estaba despejado y permitía que la luz de las estrellas quedara atrapada en el reflejo del agua. Desde pequeña me había gustado observar los astros; creía que había vida en otros planetas y que cada estrella surgía cuando uno de los nuestros moría en combate. Era una cría.
-Creo que esto es tuyo -dijo una voz masculina.
Pegué un bote en el sitio. No había escuchado acercarse a nadie por lo que me había pillado completamente desprevenida.
Cuando di media vuelta, me encontré a Carter al principio del puente con mi bombín en la mano. Me había seguido.
Mi pulso se aceleró al menos a doscientas pulsaciones por segundo. Lo escuchaba repiquetear en mis oídos; parecía que en vez de tenerlo en el pecho lo tuviera junto al tímpano.
-Sí, es mío -aparté la mirada, volviéndola a fijarla en el lago.
-¿Años ochenta? -exhalé con fuerza, de nuevo sobresaltada, cuando colocó el sombrero sobre mi cabeza.- La mejor década.
-¿Buenos recuerdos eh, viejete? -sonreí de medio lado.
Carter me imitó y se apoyó sobre el pretil del puente, solo que él estaba de espaldas al agua, mirando hacia el otro extremo. Llevaba puesto unos pantalones ajados y desgastados por las pateras, con unas botas negras que parecían estar hechas de hierro macizo. La chaqueta de cuero negro sucio le quedaba algo holgada, como si fuera un par de tallas más grandes que la suya; pero en mi opinión, era perfecta.
No recordaba haberlo visto vestido sin su habitual atuendo de ropa de chándal o pantalones cómodos, todo de color negro, claro, desde el día que lo conocí en el bar, la noche que llegamos a Canadá.
-Tampoco soy tan mayor -se rió, mirándome de soslayo.
-¿Ah no? -me burlé. Cansada de girar el cuello, cambié de postura, quedando así apoyada sobre mi brazo izquierdo, de lado a él.- Yo mínimo te echaba cincuenta tacos. Las canas y eso, ya sabes...
-Tú y tu absurdo humor  europeo-rió de nuevo.
-Ohg, si te encanta, por favor -me hice la ofendida. Me encantaba verlo sonreír y no quería que parara.- Y tú ¿de qué vas disfrazado? ¿De vampiro de Crepúsculo?
-Día libre.
-Entiendo...
Era fascinante cómo los rasgos se le acentuaban bajo la luz de la Luna, que proyectaba unas aterradoras sombras sobre el bosque, pero que sobre Carter parecían hermosas.
Desde donde me encontraba, podía ver todos y cada uno de sus ángulos del lado derecho. El pelo oscuro le caía sobre los ojos, dejando pequeños huecos para que pudiera ver, como si él mismo se los hubiera colocado meticulosamente con esmero. Sus ojos oscuros dejaban paso a unas ojeras ligeramente amoratadas por la falta de sueño. La mandíbula, por extraño que pudiera parecer, no estaba en tensión como normalmente solía estar y los hombros le caían levemente hacia delante.
Era doloroso contemplarlo y saber que nunca podría ser mío.
Inevitablemente me eché a reír en cuanto lo vi. Carter me dirigió una mirada de clara incomprensión, pero es que era demasiado gracioso. Tenía un pequeño pegote de nata bajo la barbilla. Me preguntaba si sería de alguna de las dos tartas que yo le había lanzado.
-¿De qué te ríes?
-De esto. -Estiré la mano hacia él y atrapé con uno de los dedos la guinda del pastel. Levanté el dedo para que pudiera verlo y se contagió de mi risa. Lamí la nata.-¿Muchos tartazos?
-La verdad no muchos. Solo un par de una señorita a la que no estoy mirando.
-¿He de darme por aludida? -Miré a ambos lados, fingiendo que no estábamos solos.
-Por supuesto que no.
-Uf que alivio -suspiré, llevando una mano al pecho.- Y dime ¿cómo es que te han encasquetado un trabajo tan pringoso?
-Mala suerte en la lotería -se encogió de hombros. Cambió de posición, quedando ahora con ambos codos apoyados sobre el pretil.- Suena estúpido, pero salió mi nombre de un sombrero. Literalmente.
-¿En plan ¨tachán¨o en plan ¨a joderse¨?
-El segundo lo define mejor, sí.
-Bueno, según el chico de la tómbola, he sido la única valiente -comenté, soplándome las uñas con interés.-Supongo que nadie se atreve con el Guardián Rojas.
-¿Doy miedo? -sonrió con tristeza, mirándome.
-Bueno -me encogí de hombros, dejando arrastrar la última vocal- solo un poquito.
-¿De verdad?
-No, estoy de coña, relájate hombre -me reí a la vez que le daba un toquecito en el hombro.
Verlo relajado era algo extraño, pero me gustaba, incluso podría acostumbrarme a ello, pero a la vez se me antojada extraño. Siempre lo veía en acción; cuando no estaba entrenando, estaba de guardia o haciendo su trabajo como profesor.
-¿De donde proviene el apellido Rojas?
Sin saber muy bien el por qué, me acordé de la primera vez que la directora me convocó en su despacho y raramente no era para sancionarme, sino para saber si me pasaba algo y mencionó su apellido. Claramente no era un apellido americano, no al menos de Norte América pero al no haber notado ningún acento me resultó curioso.
-Argentina.
-¿Eres argentino? -pregunté, frunciendo el ceño algo extrañada.
-Yo no, mi padre.
-Oh -musité.- Tiene que ser bonito. ¿Es bonita Argentina?
-En realidad nunca he estado. -Me miró, ladeando la cabeza.- Mis padres se vinieron a Canadá mucho antes de que yo naciera.
-Pues vaya. ¿Y eso?
-Trabajo, supongo -se encogió de hombros.- ¿Y esa curiosidad?
-No sé. Me he acordado de que la directora te llamó profesor Rojas y ese apellido no es que sea precisamente muy norte americano. Simple curiosidad. En realidad no se nada de ti.
Y era cierto; lo único que sabía era que se llamaba Carter y tenía doble trabajo en una Academia protegiendo a unos hipócritas que valoraban más el dinero que sus propias vidas.
-Y ¿qué quieres que te cuente? -sonrió de lado.
Aquella pregunta me pilló desprevenida. No  esperaba que fuera a permitirme conocerle un poco más afondo. En realidad nunca había pensado en cómo sería su vida fuera de los muros de Richardford. Si tendría hermanos o hermanas, qué tipo de música le gustaba o si le gustaba leer... aunque claro, no es que fuera el tipo de preguntas que se les suele hacer a un profesor.
Al ver que no decía ni una sola palabra, continuó.
-Mis padres se mudaron aquí cuando mi hermana mayor a penas tenía dos años y ella y yo nos llevamos cuatro de diferencia. Luego está mi otra hermana, cinco años más pequeña que yo; es de tu edad -sonrió a la nada con nostalgia, como si rememorar ese tipo de recuerdos le transportara a otro lugar- solo que ella es mucho menos impulsiva y cabezota.
-Gracias -refunfuñé, cruzándome de brazos.
-Mi padre es profesor, de matemáticas y mi madre era pintora.
-¿Era? -pregunté automáticamente.
Una chispa le crispó el rostro. No debía de haber pronunciado aquellas palabras.
-¿Nunca te has preguntado qué me llevó a hacerme guardián? -en su voz había un deje de amargura, como si le escociera pronunciarlas.
-Bueno... no sé... la verdad es que no -negué con la cabeza.
-Bien, pues otro día te lo contaré -sonrió.
-Eso no vale -me quejé, cruzándome de brazos y poniéndome muy recta, a unos pasos de él- ¿nunca te han dicho que es de mala educación empezar a contar algo y luego dejarlo a medias?
-¿Y a ti a comportarte?
Refunfuñé ofuscada, mirándolo con el entrecejo fruncido. Eso había sido un golpe bajo, pero lo dejé estar, supuse que no quería hablar de su pasado. Quizás su madre estaba enferma o no se hablaba con ella o quizás, mucho peor, hubiera muerto.
-Será mejor que vayamos dentro, aquí hace frío. -Se separó del pretil del puente, y avanzó varios pasos, pero al darse cuenta de que no lo seguía, se detuvo.- ¿Alex?
-No pienso entrar.
Sus ojos me escrutaban de arriba a abajo, como si fuera el ser más extraño del mundo, pero no solo por eso iba a ceder.
A pesar de que en los minutos en los que había estado charlando con él, me había olvidado un poco del motivo por el cual estaba fuera, medio congelada, no significaba que lo había hecho del todo.
-Estúpida arpía de mierda -espeté por lo bajo.
Suspiró con resignación y volvió hacia mí, deshaciendo sus propios pasos.
-Lo has hecho muy bien.
Pasó su mano por mi cabeza acariciando mi pelo meticulosamente. Su dedo pulgar rozó mi mejilla y automáticamente, mi cuerpo se puso en tensión. Levanté la cabeza para poder mirarlo, pero los cordones de mis botas se volvieron de lo más interesante en cuanto me di cuenta de que tenía sus ojos clavados en mí.
¿Por qué me hacía esto? ¿Por qué me pasaban esas cosas a mí? ¿No era ya suficiente castigo el tenerlo delante todos los días y saber que nunca podría tocarle como en realidad deseaba hacerlo?
Cada vez que trataba de sacármelo de la cabeza, hacía algo, lo que fuera, y volvía a introducirse, como si se tratara de un muelle que solo sabía rebotar contra las paredes de mi cráneo.
-¿Lo has visto? -susurré, aún con la cabeza gacha.
-Sí -respondió tajante, sin moverse de donde estaba.
-Te juro que quería ahogarla con mis propias manos.- Hice un gesto con las manos, como si Spencer estuviera entre ellas y notara el tacto de su cuello. La ira había vuelto a aparecer.- Esa estúpida pija de mierda.
Me separé un par de pasos hacia atrás y comencé a andar en círculos imaginando las múltiples formas con las que Spencer merecía ser torturada. La opción ganadora fue la pera, un instrumento de tortura medieval muy desagradable para las mujeres.
-Creo que deberías tranquilizarte -comentó Carter- hasta ahora estabas tranquila.
-Sí, hasta que tú me lo has recordado.
-¡Como si tuviera yo la culpa!
-¡Pues sí! -grité, encolerizada.
Pegó un respingo. Mis palabras habían sido una bofetada en toda la cara. Me miraba con los ojos muy abiertos debido a la sorpresa. ¿Por qué había hecho eso?
Estaba enfadada, muy enfadada, pero no con él o... ¿quizás sí? Puede que todo el rencor y la rabia que sentía en ese momento fuera debido a la frustración generada por él. Estaba harta de que me tratara como le daba la gana. Unos días era una simple alumna, otros no existía, al día siguiente me trataba como si fuera la cosa más delicada del mundo.
Me estaba dando cuenta de que en realidad no estaba cabreada porque Spencer me hubiera bañado en ponche o me hubiera puesto en ridículo delante de todo el instituto; sino porque no había sido capaz de contraatacar debido a una estúpida promesa que le había hecho a Carter. Una promesa que de haber sido otra persona, me habría dado igual y la habría ignorado; pero se trataba de una que le había hecho a la persona que quería; y yo, para esa persona no era más que un simple juego.
-¿Cómo? -exclamó, conteniendo un grito de furia.
A pesar de que había poca luz, escasamente la luz de la Luna, advertí cómo las su expresión se endurecía. Aquella noche había sido la primera vez que lo había visto relajado, pero eso ya había pasado. El Carter que conocía estaba de vuelta.
-¡Claro que tienes la culpa! -Agarraba la falda de mi vestido en un intento desesperado por no salir huyendo de allí, de nuevo.- De no haber sido por esa estúpida promesa que te hice ahora mismo esa zorra estaría en el hospital con la nariz rota de nuevo.
-Y tú estarías en un avión de vuelta a casa.- Hablaba como si le costara hacerlo; como si alguien le estuviera tapando la boca para que no dijera una palabra. Tenía los dientes tan apretados, que incluso escuchaba cómo rechinaban.
-¿Y? Me mandarían a otro colegio.
Eso no era cierto, en realidad todo habría acabado allí, en la expulsión. Mi carrera, aquello por lo que llevaba luchando desde que tenía memoria... mi vida.
-Sabes tan bien como yo que no quieres irte de aquí -rió, con amargura.
-¿A no? -me crucé de brazos levantando una ceja- y ¿qué te hace pensar eso?
-Porque no eres capaz de romper la promesa que me has hecho.
No era una pregunta; era una afirmación.
*Porque no soy capaz de romper la promesa que te he hecho...* Lo miré con sorpresa. Había acertado. No era capaz de romper la promesa que le había hecho. ¿Por qué tenía tanto control sobre mí? Era absurdo. Yo, la Alex que siempre hacía lo que le daba la gana, la que no llevaba cuentas con nadie y que se saltaba las reglas había dejado escapar una oportunidad de zurrar a una repipi por el simple hecho de que le había hecho una promesa a alguien tan sencilla de romper.
-Eso no es cierto... -susurré, centrando la vista de nuevo en mis botas.
-¿A no? Entonces dime -sus botas aparecieron ante mis ojos. Intenté dar un paso hacia atrás, pero me topé con la piedra del puente. Estaba acorralada.- ¿por qué?
-No... -empecé a decir, pero me callé. No sabía que excusa poner esta vez.
-¿No qué, Alex? -suspiró con frustración.- ¿No te enteras verdad?
-¿¡De qué me tengo que enterar!?
-¡Es una estúpida promesa! -Pegué un respingo al escuchar su grito. Estaba enfadado, incluso más que yo.- ¡No se trata de que te metas en líos o de que quieras descargar tu frustración contra alguien; sino de que si lo haces, te marchas a casa!
-¿¡Y qué si me marcho a casa!?
-Estúpida... -masculló, apartando la cara.- ¿Tengo que decírtelo todo?
-¿Qué? -inquirí, negando con la cabeza. No me estaba enterando de nada.
-No quiero que te vayas. ¿Es que no lo ves? Si te metes en otro puto lio más te marcharás y ¡no quiero que te marches Alex! Sé que es muy egoísta por mi parte, pero no quiero que te marches y ya no sé cómo seguir sacándote las castañas del fuego -suspiró, pasándose las manos entre el pelo.- ¿Qué tienes? ¿Dime qué tienes? Porque ya no sé cómo seguir alejándome de ti.
*¿¡Qué!?* Chillé en mi interior.
Las manos me sudaban, las piernas parecían hechas de blandiblú y me daba la sensación de que todo a mi alrededor giraba como una peonza. Los ojos de Carter me perforaba hasta lo más profundo de mi ser y lo único que quería era que me envolviera con su cuerpo y que no me soltara jamás.
Todo este tiempo había pensado que yo era un simple juego para él; que estaba aburrido y lo único que quería era divertirse a mi costa haciéndome creer cosas que no eran con comentarios y acciones confusas y en realidad él se sentía como yo, estúpido por estar enamorado de la persona equivocada en el momento equivocado. Me estaba diciendo que él sentía por mí lo mismo que yo por él.
Ahora que conocía sus sentimientos hacia mí, no sabía cómo interpretarlo; no sabía qué hacer. Se suponía que yo debería ser lo suficientemente lista como para apartarme y hacer como si nada hubiera pasado; como si él no me hubiera dicho nada y esto solo fuera un lapsus en nuestras vidas; pero es que eso era tan difícil... y yo estaba tan cansada de luchar contra lo que sentía...
Carter me miraba con expectación, esperando a que dijera algo, pero es que no sabía que decir; todo me parecía estúpido y carente de sentido. Sentía que si decía algo sonaría tan estúpido que me dejaría allí mismo y se marcharía y no quería que lo hiciera. Quería que me besara hasta decir basta; que me besara y compensara todos los besos que no me había dado, las caricias perdidas, los segundos que no habíamos tenido...
-Bésame.
Fue lo único que pude decir con un susurro  que solo contenía aire.















5 comentarios:

  1. Oh mi dios! Oh my god! Oh por dios!
    1. Odio a la estúpida de Spencer. Ojalá se muera. Eso también va apara Daniela.
    2. Que mono Tom.. Ainss
    3. JODER JODER JODER. Lo sabia, se la montaba con Carter. Lo he adivinado Buajaja. Mientras leía me iba imaginando cómo si le besa y entonces se quema y se da cuenta que tiene poderes y es una vampira. O que mientras se besan viene Daniela y la intenta matar y no le queda otra que utilizar su poder nuevo delante de Carter para protegerse. O Puff, me he imaginado de todo xd
    Pd: Para cuando el siguiente? Necesito leerlo ya!

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    1. ¿Por qué quieres librarte siempre de los que le hacen daño al prota? son los que más vidilla dan al asunto mujer jajaja yo antes pensaba igual que se murieran pero es que sin ellos las cosas son aburridas.
      Estás deseando que Carter sepa qué es Alex ¿o me equivoco? jajajaja ains dios...

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  2. OMG!!! OH MY GOOD!!!! CARTER!!!! Puta Spencer... q la mate ya y se calke esa puta... Dios mio CARTER!!!! SIGUIENTE YA!!!!

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    1. He hecho que os enamoréis de Carter jejejeje pasado mañana subo el próximo :)

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  3. Spencer tiene un bofetón mu rico, mucho tiene que quererle para no haberle dado lo que se merecía

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